Del “Ecce venio” al “Ecce homo”
Presupuesto escriturístico
Salmo 39, 7-9: “Tú no te has complacido en sacrificio ni ofrenda, sino que me has dado oídos (el griego de los LXX dice: “un cuerpo”); holocausto y expiación por el pecado no pides. Entonces he dicho: ´Ecce venio´: ´He aquí que vengo´. En el rollo del libro me está prescrito hacer tu voluntad; tal es mi deleite, Dios mío, y tu Ley está en el fondo de mi corazón.”
Hebreos 10, 4-7: “Porque es imposible que la sangre de toros y de machos cabríos quite pecados: Por lo cual dice al entrar en el mundo: ´Sacrificio y oblación no los quisiste, pero un cuerpo me has preparado. Holocausto y sacrificios por el pecado no te agradaron. Entonces dije: ´Ecce venio´: ´He aquí que vengo –así está escrito de Mí en el rollo del Libro – para hacer, oh Dios, tu voluntad´.”
Juan 19, 4-6: “Pilato salió otra vez afuera, y les dijo: ´Os traigo fuera, para que sepáis que yo no encuentro contra Él ningún cargo.´ Entonces Jesús salió fuera, con la corona de espinas y el manto de púrpura, y Pilato les dijo: ´Ecce homo´: ´¡He aquí al hombre!´ Los sumos sacerdotes y los satélites, desde que lo vieron., se pusieron a gritar: ´¡Crucifícalo, crucifícalo!´ Pilato les dijo: ´Tomadlo vosotros, y crucificadlo; porque yo no encuentro en Él ningún delito.´”
En la vida de Jesucristo
Por el hagiógrafo([i]) de la epístola a los Hebreos, Dios nos revela lo que el Hijo dijo en el mismo instante de encarnarse en el seno purísimo de la Santísima Virgen: rezó el salmo 39; en el cual estaba profetizado que el Mesías, que era el mismo Dios Hijo, tomaría la naturaleza humana en su Segunda Divina Persona para sacrificarla con el fin de remitir los pecados pues era “imposible que la sangre de toros y machos cabríos quite los pecados”. Los animales sacrificados en la Antigua Alianza eran la figura profética –el tipo- de la realidad que se haría presente con el advenimiento al mundo del Verbo Encarnado. (De paso notamos como Cristo tiene de manera extra-ordinaria el uso de la razón desde el primer instante de su ser humanado embrionario).
Esta entrega –este ofertorio- del cuerpo de Cristo en el primer momento de su Encarnación para el sacrificio expiatorio la vamos a significar con el “Ecce venio” y el Sacrificio propiamente tal en su Pasión y Muerte lo significamos con el “Ecce homo” de Pilato.
Cristo, desde el primer instante de su vida terrenal, nos muestra el fin de su Encarnación: la remisión de los pecados por su Pasión y muerte en Cruz. Y este es el deseo de toda su vida; deseo nacido de su caridad (“fuego”) plena: “Fuego vine a echar sobre la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté encendido! Un bautismo (es decir, una sepultura) tengo para bautizarme (para sepultarme), ¡y cómo estoy en angustias hasta que sea cumplido!” (Lc.12, 49-50) Podemos decir entonces que en la vida de Cristo sobre la tierra, el “Ecce venio” es la potencia del acto que es el “Ecce homo”. Y como la potencia tiene razón de ser, el sacrificio de Cristo ya estaba presente en el primer instante de su Encarnación. ( “Porque todo lo que existe en potencia, en cuanto tal, tiene el apetito de su acto.”([ii]) El “Ecce homo” de su Pasión actualiza el “Ecce venio” de su Encarnación. Y esa potencia del “Ecce venio” está en el orden del ser y del ser sacrificial. En el “Ecce venio” de alguna manera comienza el sacrificio de Cristo, es decir: en potencia.
En la Misa tridentina
Análogamente lo mismo pasa en la Misa Tridentina o de San Pío V: el Ofertorio es potencia del acto de la Consagración. Y Santo Tomás enseña que “el ser principio del acto le conviene esencialmente a la potencia”.([iii]) En el Ofertorio se hace referencia ya –se ofrece ya- la hostia inmaculada (“hanc inmaculatam hostiam”) -no simplemente pan y vino-. La hostia: es decir, la Víctima del Sacrificio que se con-formará en la Consagración del pan ázimo y se sacrificará en la Consagración del vino. Así, podemos decir que el “Suscipe, sancte Pater, omnipotens ætérne Deus, hanc inmaculátam hóstiam” (“Recibe, oh Padre santo, Dios omnipotente y eterno, esta hostia inmaculada”) es la potencia del “Hoc est enim Corpus meum” (“Porque éste es mi Cuerpo) y el “Offerimus tibi, Dómine, cálicem salutáris” (“Ofrecémoste, Señor, el cáliz de la salud”) la potencia del “Hic est enim Calix Sánguinis mei” (“Porque éste es el Cáliz de mi Sangre”).
El “Suscipe” y el “Offerimus tibi” del Ofertorio son al “Ecce venio” como el “Hoc est” y el “Hic est” son al “Ecce homo”. Es decir, en el Ofertorio ya está presente la Encarnación Redentora -en potencia, es verdad, pero ya está-. Y en la Consagración –que en sus palabras es la forma del sacramento- está la Pasión y Muerte actualizadas de manera incruenta.
Por todo esto podemos decir que en el Ofertorio de la Misa tridentina hay ya un Sacrificio incoado, comenzado – no solamente una ofrenda de pan y vino para un banquete-. Es verdad que también en la Misa tridentina el Sacrificado se ofrece como alimento pero en ella todo está unido y no hay ningún exabrupto, es inseparable la Víctima del Alimento: la manducación es de la Víctima que es el fin del Sacrificio Eucarístico. Lo único que ocurre es que lo primero en la intención –la manducación de la Víctima Divina- es lo último en la ejecución. Primero se tiene la intención de Sacrificar –Ofertorio- después se Sacrifica de manera actual –la doble Consagración- y por último se ejecuta la manducación de la Víctima Divina.
Así también, podemos decir que la materia del Sacramento confeccionada en el Ofertorio de la Misa tridentina tiene razón de potencia y ésta, razón de ser y de ser sacrificial. Y la forma del Sacramento confeccionada en la doble Consagración tiene razón de acto y por tanto también de ser y de ser sacrificial. Con lo cual podemos observar la unidad, armonía y orden ontológicos que tiene el rito tridentino del Santo Sacrificio de la Misa. Es un rito ontológicamente unitario, homogéneo. El sacrificio ya empieza en el Ofertorio de la Misa tridentina y se consuma en la Consagración.
En la Misa de Pablo VI
En el Ofertorio del Novus Ordo no se ofrece la “hostia inmaculatam” que es Cristo –el Cordero sin defecto, sin mancha y sin tacha, para ser inmolado- sino los frutos de la tierra y del trabajo del hombre. No se ofrece una víctima y ni siquiera al hombre mismo, sino los frutos de la tierra y del trabajo del hombre. Por eso, la última oración del Ofertorio –que quedó de la Misa de siempre- aparece como un exabrupto en el nuevo rito porque se refiere a un sacrificio que no existió ni en potencia en el Ofertorio: “Orad, hermanos, para que este sacrificio mío, que es también el vuestro, sea agradable a Dios Padre todopoderoso.” ¿A qué sacrificio se refiere si lo que se hizo fue una ofrenda de alimentos –pan y vino-?([iv]) Lo mismo podemos afirmar de la respuesta de los fieles: “Reciba el Señor de tus manos este sacrificio en alabanza y gloria de su nombre, y también para utilidad nuestra y de toda su santa Iglesia.” Hay aquí una heterogeneidad en las oraciones del Ofertorio de la nueva misa. Y hay heterogeneidad entre el Ofertorio y la Consagración ya que en esta última en el nuevo rito hay verdadero sacrificio pues se pronuncian por el sacerdote las palabras de siempre de la doble consagración transformándose el pan en el Cuerpo de Cristo y el vino en la Sangre derramada para el perdón de los pecados. Es decir, que el nuevo rito aunque no es infalible como el mismo Pablo VI lo declaró,([v]) sin embargo, hecho según las rúbricas hace presente sacramentalmente a Cristo más allá de las deficiencias que el rito tiene. Porque la Iglesia en el dogmático Concilio de Trento –siglo XVI- anatemizó para siempre a los que afirman que el culto litúrgico de la Iglesia –en cualquier momento de la historia por ser un anatema (si no queremos caer en el historicismo modernista([vi])- es una impiedad, protegiéndolo –al culto público-litúrgico de la Iglesia- de las puertas del infierno. Así reza el anatema tridentino: “Si alguien dijera, que las ceremonias, vestiduras y signos externos, que son usadas en la celebración de las Misas en la Iglesia Católica, son impiedades irritables más que oficios de piedad: sea anatema.” (Trento, Sección XXII, canon 7) Denzinger 954
Fieles a las rúbricas nuevas, la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía es un hecho irrefutable y por lo tanto, los buenos frutos que produce en las almas que lo manducan bien dispuestas por la Penitencia sacramental. Por eso, decir –como dicen los que se autodenominan tradicionalistas- que la mayoría de las Misas rezadas según el nuevo rito “son sacrílegas”([vii]) es blasfemar –en este punto- de la Esposa de Cristo militante –y caer bajo un anatema de Ella (el susodicho tridentino)-, porque un sacrilegio es una “impiedad irritante”, una profanación de algo sagrado y un pecado gravísimo contra el primer mandamiento de la ley de Dios que nos manda a adorar a Dios con toda nuestra inteligencia y con todo nuestro corazón. Como enseña Santo Tomás dentro del pecado de irreligiosidad: “todo lo que implica irreverencia a las cosas sagradas es injuria que se hace a Dios, y constituye un sacrilegio.”([viii]) Y si tal cosa ocurriera desde hace más de 40 años estaría en juego la visibilidad de la Iglesia que sería una mentira, un fantoche([ix]) dirigido por el demonio y se estaría ante unos Papas no católicos desde la Pascua de 1969 a la fecha porque no pueden ser católicos unos Papas que manden adorar a Dios aparentemente -en el centro del culto católico- cuando en realidad se lo estaría agraviando y agraviando gravemente y se estaría yendo contra un anatema. Todo lo cual es imposible porque Dios no se puede engañar ni puede engañarnos. Si esto fuera así las puertas del infierno habrían prevalecido contra la Iglesia fundada en San Pedro por Nuestro Señor ya que, los fieles católicos yendo a adorar a Dios en el culto eucarístico estarían en verdad pecando: haciendo una irreverencia a lo sagrado. La Iglesia visible mandaría a pecar y gravemente, al mandar oír Misa todos los domingos y fiestas de guardar. Pero tal hecho iría contra las palabras infalibles de Cristo: “Y Yo, te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. (Mt. 16,18) La visibilidad de la Iglesia y sus cuatro notas –unidad, santidad, catolicidad y apostolicidad- están resumidas en San Pedro y sus Sucesores y en ella no puede prevalecer substancialmente el infierno de cualquier manera que sea. Incluido –sobremanera- el centro del culto público que la Iglesia militante le debe a Dios que es el Santo Sacrificio de la Misa. [Y no se argumente –para evitar el anatema tridentino de marras- que éste es disciplinar porque el sentido común y su literalidad nos lo hacen ver como doctrinal y dogmático; es decir, como una regla a seguir si se quiere ser fiel a la Iglesia. El mismo Mons. Lefebvre afirma: “Por lo tanto, la liturgia no es simplemente una ley disciplinaria.”([x])]
La Misa y los auto-proclamados tradicionalistas
Nadie niega que en el nuevo rito de la Misa hay una influencia protestante con acentuación en lo meramente conmemorativo y en lo manducatorio en detrimento de lo real incruentamente renovado del Sacrificio de la Cruz. Pero de ahí a afirmar que lo substancial del rito está afectado y que no es católico y que, más aún, se peca gravemente asistiendo a él porque es un sacrilegio, hay –en este punto- una exageración con inclinación sectaria([xi]) que se arroga la visibilidad de la Iglesia para sí viendo los buenos frutos que hay entre los fieles católicos que concurren solo al rito tridentino.
Contradictoriamente afirman, por un lado que, no es que no haya Iglesia fuera de los autodenominados tradicionalistas y a la vuelta de página se dice que la visibilidad de la Iglesia está en los sedicentes tradicionalistas por los buenos frutos que producen y por las cuatro notas de la Iglesia que solo en ellos persistirían. Nadie niega que haya buenos frutos entre los autodenominados tradicionalistas pero también los hay entre los que nos llamamos simplemente católicos -y lo somos- y que asistimos a la misa nueva bien rezada, sin tergiversaciones y al rito tridentino –no lefebvrista- cuando podemos. Si no, se está en el atolladero de andar con un espíritu de partido dentro de la Iglesia –no que estén fuera de la Iglesia pero sí que caen en este punto en alguna obra de la carne-([xii]).
Todo esto se puede entender solamente concluyendo que se creen que son más católicos que los que vivimos en estado de gracia en la Iglesia visible, supeditados en todo lo ortodoxo a la Iglesia jerárquica y que se crean algo así como “supercatólicos”. Entonces podríamos decirles: ´ustedes son católicos, nosotros también´: ´ustedes van a la Misa tridentina, nosotros también cuando podemos y si no a la nueva misa rezada según las rúbricas y asistimos así o asa al Sacrificio de Cristo´; ´ustedes tratan de luchar contra el pecado y vivir en estado de gracia, nosotros mil veces más porque siendo tenidos como hipócritas, apóstatas, impostores y/o ladrones somos veraces en la Iglesia oficial del que es Veraz y no puede engañarse ni engañarnos.´ (Notar un error está bien, pero exagerar la nota puede llevar a ir contra la verdad de las cosas –como pasa en este caso. Exagerar la nota –siguiendo con el simbolismo- lleva a una disonancia([xiii]) conceptual. Es decir, a una falta de con-formidad con la realidad, con lo concreto que pasa en las almas que son alimentadas por la gracia al asistir al Nuevo Rito rezado según las rúbricas.)
Repetimos: en una página dicen -los autodenominados tradicionalistas- que no se trata de que no exista Iglesia fuera de nosotros puesto que lo reconocemos rezando por el Papa y por la jerarquía episcopal; pero en la página siguiente se afirma que las señales de visibilidad de la Iglesia –unidad, santidad, catolicidad y apostolicidad- están en ellos y no lo están en la Iglesia oficial: “Sólo hay una Iglesia católica, es la que continúa la Tradición. Por eso no vacilo en decir: ¡vosotros sois la Iglesia católica! ¿Por qué? Porque continuáis lo que la Iglesia ha hecho siempre.”([xiv]) ¿En qué quedamos? ¿Hay Iglesia fuera del sedicente tradicionalismo? Si hay, ¿por qué se afirma que no hay Iglesia fuera de ellos o que ellos son la Iglesia católica? ¿En qué situación quedó desde hace más de 40 años el simple fiel católico que no es ni filósofo ni teólogo, si no que tiene cualquier otra ocupación y va a misa los domingos y se confiesa con frecuencia? ¿Dios lo dejó abandonado a la mentira más grande de la historia con el peligro inminente de perder su alma ya que comete todos los domingos un sacrilegio asistiendo a la misa nueva? No, señores: Dios es fiel y no prueba a los suyos -que son los que cumplen los mandamientos de Dios- más allá de sus fuerzas([xv]). Existe una sola Iglesia Católica, y no una Iglesia conciliar y otra tradicionalista. (Como no hay una Iglesia pre-conciliar y una Iglesia post-conciliar, respecto al Vaticano II) Existe la Iglesia Católica y existen católicos fieles ya que se llamen a sí mismos tradicionalistas, ya que sean simplemente católicos. No es “si y no” al mismo tiempo y sobre lo mismo; es “sí,sí” hay visibilidad en la Iglesia jerárquica oficial y “no, no” hay visibilidad solo en la comunidad sedicente tradicionalista. Lo demás, viene del Maligno. “Diréis (solamente): “Sí, sí; No, no. Todo lo que excede de esto, viene del Maligno.” (Mt. 5,37)
Nadie niega que el rito tridentino es purísimamente e infaliblemente católico -como lo declara infaliblemente la bula del siglo XVI “Quo primo tempore” del Papa San Pío V- y que es preferible al nuevo rito aún rezado según las rúbricas y sin abusos. Pero de ahí a afirmar que en este último se comete pecado contra el primer mandamiento es una exageración y un pecado contra la visibilidad de la Iglesia; pues ésta no existiría en la Iglesia católica oficial de ninguna manera, lo cual es una afirmación filo-sedevacantista. Esto último explica cómo de las filas del auto-sedicente tradicionalismo cada tanto se desprenden brotes de sacerdotes y de fieles sedevacantistas. El sedevacantismo ya está en potencia en el autoproclamado tradicionalismo. Por los frutos se conoce el árbol. Y esto no es teoría; es algo concreto, real: no solo hay frutos de fidelidad dentro del sedimente tradicionalismo: hay celo amargo en potencia. Celo amargo que, enseña la Escritura es diabólico: “¿Hay alguno entre vosotros sabio y entendido? Muestre sus obras por la buena conducta con mansedumbre (que es propia) de la sabiduría. Pero si tenéis en vuestros corazones amargos celos y espíritu de contienda, no os gloriéis al menos, ni mintáis contra la verdad. No es ésa la sabiduría que desciende de lo alto, sino terrena, animal, diabólica. Porque donde hay celos y contiendas, allí hay desorden y toda clase de villanía. Mas la sabiduría de lo alto es ante todo pura, luego pacífica, indulgente, dócil, llena de misericordia y de buenos frutos, sin parcialidad, sin hipocresía. Fruto de justicia, ella se siembra en paz, para bien de los que siembran la paz.” (Santiago 3, 13-18)
Nosotros adherimos a la opinión del argentino Padre Julio Meinvielle en su libro “De la cábala al progresismo” que afirma que puede existir un Papa que sea al mismo tiempo Papa de las promesas y Papa de la publicidad. Es decir que, siguiendo esta idea afirmamos que los Papas del Concilio Vaticano II y los post-conciliares hasta la actualidad, son Papas que dicen y hacen cosas ortodoxas que desagradan al mundo -enemigo de Cristo- y al mismo tiempo dicen y hacen cosas que agradan al mundo, sus idolatrías y sus falsas religiones. De esta manera se entiende que la sede de Pedro está valida y lícitamente ocupada aunque de una manera pervertida. Está ocupada pero mal ocupada, dando así lugar a lo que podemos llamar Pasión de la Iglesia pues los elementos “autodemoledores” de Ella, el mundo y el demonio ganaron un lugar en Ella y aparece obnubilada su Divinidad, su asistencia por el Espíritu Santo. Éste no deja de inspirar la sana doctrina del Depósito de la Fe, pero los hombres de Iglesia resisten a sus inspiraciones con su ambigüedad. La tormenta de la Iglesia pasará y vendrá un día que asuma la cátedra de Pedro un Papa fiel a la Tradición, ortodoxo y enemigo de la carne, el mundo y el demonio. Un Papa, en fin, fiel a las Promesas y enemigo de la publicidad. Mientras esto no ocurra el simple fiel católico está obligado a corregir a los superiores -incluso al Papa- en cuestiones de fe, sin perversión, sin dureza, con mansedumbre y respeto, pero reconocerlos como autoridades visibles válidas y lícitas. La doblez doctrinal y operacional se ve en el Evangelio en Simón Pedro justo cuando Nuestro Señor lo hace Papa y le anuncia por primera vez la Pasión: Mateo 16, 13-23. Pedro lo vamos a referir a aquel que es dócil a las inspiraciones divinas y que dice: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.” Entonces Jesús le dijo: ´Bienaventurado eres, Simón BarYoná,( [xvi]) porque carne y sangre no te lo reveló, sino mi Padre celestial. Y yo te digo que tú eres Pedro, (le cambia el nombre poniéndole el espiritual, el de las promesas) y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del abismo no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del reino de los cielos: lo que atares sobre la tierra, estará atado en los cielos, lo que desatares sobre la tierra, estará desatado en los cielos.” El nombre de Simón lo significaremos como aquel que es carnal y que después de que Jesús le anuncia la Pasión él se escandaliza y se opone a ella como camino de salvación elegido por Dios: “¡Lejos de Ti, Señor! Esto no te sucederá por cierto.” Entonces Jesús se opone al carnal Simón y le dice: “¡Quítateme de delante, Satanás! ¡Un tropiezo eres para Mí, porque no sientes las cosas de Dios, sino la de los hombres!” (Es el Simón de la publicidad). Y Jesús después del tropiezo que le pone Simón Pedro frente a su exposición de la sana doctrina de la Cruz lo tolera y no lo destituye del cargo que le acababa de dar, “porque los dones y la vocación de Dios son irrevocables.” (Rom. 11, 29) Lo reprende, lo reconviene pero lo tolera. No le quita la Primacía que le acaba de dar sobre los otros 11 Apóstoles, es decir la Piedra (Pedro), la Cabeza sobre la que edificará su única Iglesia. Jesús a todo lo que dice y hace Simón Pedro no le dice ´sí, sí´ o ´no, no´. Discierne: le dice ´sí, sí´ a todo lo que es conforme a las inspiraciones divinas –que desagrada al mundo- y ´no, no´ a lo que es de la carne y agrada a los hombres, no sintiendo las cosas de Dios. De igual modo, nosotros utilizando el ´sensum fidei´ debemos decir ´sí, sí´ a todo lo que en el Papa es conforme a la Escritura y a la Tradición (sin llegar a ser papólatras: adoradores del Papa; porque solo a Dios debemos adorar) y decir ´no, no´ a todo lo que en el Papa es contrario a la Revelación y agrada al mundo (sin llegar a ser papóclatas; es decir destructores del papado). Debemos ser respetuosos del Papa con una caridad lúcida, iluminada por el Depósito de la Fe.([xvii]) Debemos amar al Papa pero odiar sus errores, reconviniéndolos.
Alguien sin embargo, podría objetarnos que esta convivencia del Simón de la publicidad y el Pedro de las promesas se dio porque todavía Simón Pedro no había recibido el robustecimiento de su Fe y de sus Obras con la venida del Espíritu Santo en Pentecostés. Pero hete aquí que, bastante después de este acontecimiento –robustecido de lo Alto como primer Papa- lo vemos actuar con doblez otra vez y reconvenido, reprendido como superior: esta vez por San Pablo en el incidente de Antioquía. Leamos: “Mas cuando Cefas vino a Antioquía le resistí cara a cara, por ser digno de reprensión. Pues él, antes que viniesen ciertos hombres de parte de Santiago (es decir, judíos), comía con los gentiles; mas cuando llegaron aquellos se retraía y se apartaba, por temor a los que eran de la circuncisión. Y los otros judíos incurrieron con él en la misma hipocresía, tanto que hasta Bernabé se dejó arrastrar por la simulación de ellos. Mas cuando yo vi que no andaban rectamente, conforme a la verdad del Evangelio, dije a Cefas en presencia de todos: ´Si tú, siendo judío, vives como los gentiles, y no como los judíos, ¿cómo obligas a los gentiles a judaizar? Nosotros somos judíos de nacimiento, y no pecadores procedentes de la gentilidad; mas, sabiendo que el hombre es justificado, no por obras de la Ley, sino por la fe en Jesucristo, nosotros mismos hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe en Cristo, y no por las obras de la Ley; puesto que por las obras de la Ley no será justificado mortal alguno. Y si nosotros, queriendo ser justificados en Cristo, hemos sido hallados todavía pecadores ¿entonces Cristo es ministro de pecado? De ninguna manera. En cambio, si yo edifico de nuevo lo que había destruido, me presento a mí mismo como transgresor. Porque yo, por la Ley, morí a la Ley a fin de vivir para Dios. Con Cristo he sido crucificado, y ya no vivo yo, sino que en mí vive Cristo. Y si ahora vivo en carne, vivo por la fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó por mí. No inutilizo la gracia de Dios. Porque si por la Ley se alcanza la justicia, entonces Cristo murió en vano.” (Gál. 2, 11-21)
Así pues, con el Concilio Vaticano II, sus Papas y los Papas post-conciliares debemos decir y actuar como lo hicieron Jesús y San Pablo: tolerarlos –permitir negativamente lo malo en ellos- y a la vez reprenderlos sin pensar que no ocupan su cargo o que lo usurpan pensando que lo ejercen invalida o ilegítimamente. Solo un Concilio u otro Papa puede juzgar sobre esto.([xviii])
Ser simplemente católicos en tiempos de crisis
Nosotros somos simplemente católicos. Sin adjetivos, porque definirse “católico tradicionalista” es una redundancia ya que la Revelación se funda en la Sagrada Escritura y en la Tradición. El ser fieles a la Tradición es algo substancial al ser católico. Por eso nos llamamos y somos católicos y punto y aparte. Es decir, que creemos en las dos fuentes de la Revelación como enseña el catecismo: las Sagradas Escrituras y la Tradición. Y vemos con tristeza y resistimos a lo que está aconteciendo hace más de cuatro décadas: cómo en la Iglesia lamentablemente hay herejes encaramados hasta en las más altas jerarquías y sacerdotes que predican la praxis marxista y no creen en la Presencia Real; así como otros predican el pluralismo liberal y hacen hincapié en el nuevo rito en lo meramente conmemorativo. Otros aún, adhieren al democratismo-cristiano condenado ya en 1901, por León XIII en su encíclica sobre la democracia cristiana, “Graves de communi” afirmando contra el materialismo dialéctico de los socialistas, subyacente en ella: “De propósito Nos hemos hecho mención de los deberes morales y religiosos. En opinión de algunos la llamada cuestión social es solamente económica, siendo por el contrario certísimo, que es principalmente moral y religiosa y por esto ha de resolverse en conformidad con las leyes de la moral y de la religión. Aumentad el salario al obrero, disminuid las horas de trabajo, reducid el precio de los alimentos, pero si con esto dejáis que oiga ciertas doctrinas y se mire en ciertos ejemplos, que inducen a perder el respeto debido a Dios y a la corrupción de costumbres, sus mismos trabajos y ganancias resultarán arruinados. La experiencia cotidiana enseña que muchos obreros de vida depravada y desprovistos de religión, viven en deplorable miseria, aunque con menos trabajo obtengan mayor salario. Alejad del alma los sentimientos que infiltró la educación cristiana; quitad la previsión, modestia, parsimonia, paciencia y las demás virtudes morales e inútilmente se obtendrá la prosperidad, aunque con grandes esfuerzos se pretenda. Esta es la razón porque Nos jamás hemos exhortado a los católicos a fundar sociedades y otras instituciones, para el feliz porvenir de la masa, sin recomendarles a la vez que lo hicieran bajo la tutela y auspicios de la religión.” (nº 10) En 1910 San Pío X con ocasión del movimiento francés “Le sillon” (El Surco), en “Notre Charge Apostolique” recordaba a su predecesor en la susodicha encíclica y agregaba: “ En efecto, "Le Sillon" se propone el mejoramiento y regeneración de las clases obreras. Mas sobre esta materia están ya fijados los principios de la doctrina católica, y ahí está la historia de la civilización cristiana para atestiguar su bienhechora fecundidad. Nuestro Predecesor, de feliz memoria, los recordó en páginas magistrales, que los católicos aplicados a las cuestiones sociales deben estudiar y tener siempre presentes. Él enseñó especialmente que la democracia cristiana debe "mantener la diversidad de clases, propias ciertamente de una sociedad bien constituida, y querer para la sociedad humana aquélla forma y condición que Dios, su Autor, le señaló". Anatematizó una "cierta democracia cuya perversidad llega al extremo de atribuir a la sociedad la soberanía del pueblo y procurar la supresión y nivelación de las clases". Al propio tiempo, León XIII imponía a los católicos el único programa de acción capaz de restablecer y mantener a la sociedad en sus bases cristianas seculares. Ahora bien, ¿qué han hecho los jefes de "Le Sillon"? No sólo han adoptado un programa y una enseñanza diferentes de las de León XIII (y ya sería singular audacia de parte de unos legos erigirse en directores de la actividad social de la Iglesia en competencia con el Soberano Pontífice), sino que abiertamente han rechazado el programa trazado por León XIII, adoptando otro diametralmente opuesto. Además de esto, desechando la doctrina recordada por León XIII acerca de los principios esenciales de la sociedad, colocan la autoridad en el pueblo o casi la suprimen, y tienen por ideal realizable la nivelación de clases. Van, pues, al revés de la doctrina católica, hacia un ideal condenado.” (nº 9) “No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no se está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo -Todo instaurar en Cristo- (Ef. 1,10)” (nº 11) “En primer lugar, su catolicismo no se acomoda más que a la forma de gobierno democrática, que juzga ser la más favorable a la Iglesia e identificarse por así decirlo con ella… enfeuda, pues, su religión a un partido político. Nos no tenemos que demostrar que el advenimiento de la democracia universal no significa nada para la acción de la Iglesia en el mundo… hemos recordado ya que la Iglesia ha dejado siempre a las naciones la preocupación de darse el gobierno que juzguen más ventajoso para sus intereses. Lo que Nos queremos afirmar una vez más, siguiendo a nuestro predecesor, es que hay un error y un peligro en enfeudar, por principio, el catolicismo a una forma de gobierno… error y peligro que son tanto más grandes cuando se identifica la religión con un género de democracia cuyas doctrinas son erróneas. Este es el caso de “Le Sillon”, el cual, comprometiendo de hecho a la Iglesia en favor de una forma política especial, divide a los católicos, arranca a la juventud, e incluso a los sacerdotes y a los seminaristas, de la acción simplemente católica y malgasta, a fondo perdido, las fuerzas vivas de una parte de la nación.” (nº 28) “Hubo un tiempo en que “Le Sillon”, como tal, era formalmente católico. En materia de fuerza moral, no reconocía más que una, la fuerza católica, e iba proclamando que la democracia sería católica o no sería democracia. Vino un momento en que se operó una revisión. Dejó a cada uno su religión o su filosofía. Cesó de llamarse católico, y a la fórmula “La democracia será católica”, sustituyó esta otra: “La democracia no será anticatólica”, de la misma manera que no será antijudía o antibudista. Esta fue la época del plus grand Sillon. Se llamó para la construcción de la ciudad futura a todos los obreros de todas las religiones y de todas las sectas. Sólo se les exigió abrazar el mismo ideal social, respetar todas las creencias y aportar una cierta cantidad de fuerzas morales. Es cierto, se proclamaba, “los jefes de “Le Sillon” ponen su fe religiosa por encima de todo. Pero ¿Pueden negar a los demás el derecho de beber su energía moral allí donde les es posible? En compensación, quieren que los demás respeten a ellos su derecho de beberla en la fe católica. Exigen, por consiguiente, a todos aquellos que quieren transformar la sociedad presente en el sentido de la democracia, no rechazarse mutuamente a causa de las convicciones filosóficas o religiosas que pueden separarlos, sino marchar unidos, sin renunciar a sus convicciones, pero intentando hacer sobre el terreno de las realidades prácticas la prueba de la excelencia de sus convicciones personales. Tal vez sobre este terreno de la emulación entre almas adheridas a diferentes convicciones religiosas o filosóficas podrá realizarse la unión". Y se declara al mismo tiempo (¿cómo podía realizarse esto?) que el pequeño “Le Sillon” católico sería el alma del gran “Le Sillon” cosmopolita.” (nº 30)
Otrosí, hay quienes son ecumenistas –hasta en el papado- y engañan a los que adhieren a religiones falsas diciéndoles que son vías de salvación eterna; cuando es de fe que “fuera de la Iglesia Católica no hay salvación”. (Dezinger 792) Este error del falso ecumenismo está condenado desde la década del ´30 del siglo XX y para siempre por Pío XI en la Encíclica “Mortalium animos”, donde el Magisterio universal y constante prohíbe las reuniones con acatólicos. Sí, usted Santo Padre, que sigue la doctrina del Concilio Vaticano II que rompió con la Tradición, con el Magisterio Tradicional –que hizo “hermenéutica de la ruptura” respecto de la Tradición- ([xix]) ; confunde y escandaliza a los fieles con sus dichos y sus hechos proclamando el falso ecumenismo que consiste en reconocer como vías de salvación eterna a las sectas heréticas protestantes, a las falsas religiones y a las filosofías paganas; usted –con todo respeto- se equivoca y debe corregirse retomando el verdadero ecumenismo que tradicionalmente hizo la Iglesia, que consiste en hacer que los hombres se acojan a la única Arca de Salvación que es la Iglesia Católica, convirtiéndose a Ella que posee la verdadera unidad entre los hombres porque está basada en la gracia Capital que infunde Cristo –Cabeza de la Iglesia y Principio de Unidad-. Así, abjurando públicamente de sus errores y adhiriéndose a la Verdad íntegra que existe solo en la Iglesia Católica se verán reunidos con sus verdaderos hermanos. En efecto, en Cristo pre-existe la unidad sobrenatural de todo el Cuerpo Místico y a esa unidad deben convertirse –unirse- los hombres según aquellas palabras de la Sagrada Escritura: “Todos los días perseveraban unánimemente en el Templo, partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y amados de todo el pueblo; y cada día añadía el Señor a la unidad los que se salvaban.” (Hechos 2, 46-47)([xx]) Fuera de esta unidad sobrenatural de la gracia de Dios, Santo Padre, solo existen unidades naturales entre los perversos o los que erran: “Y he aquí que en aquel día se hicieron amigos Herodes y Pilato, que antes eran enemigos” (Luc. 23, 12). Porque también puede haber unidad temporal, concordia entre los perversos como enseña Santo Tomás, pero no es unidad permanente, ni que implique paz; ni prenda de la unidad eterna del Cielo en el que Dios será todo en todos los que se salven. “Está el hecho de que puede darse concordia de impíos en el mal. Pero según Isaías (48,22), no hay paz para los impíos. Por tanto, paz y concordia no son lo mismo” (S.T. II-II; q.29 a.1,sed contra)([xxi])
Pero también tenemos tristeza([xxii]) y resistimos a los sedicentes tradicionalistas que adhieren de hecho al nacional-socialismo y/o al segundo fascismo –el posterior al mutuamente beneficioso Concordato de Letrán de 1929 entre la Iglesia y el Estado italiano (fascista en ese momento)-. Segundo fascismo condenado por el Magisterio pre-revolucionario que dijo de él, ya en 1931 –en la olvidada Encíclica “Non abbiamo bisogno”-: “Henos, pues, aquí en presencia de todo un conjunto de auténticas afirmaciones y de hechos no menos auténticos, que ponen fuera de toda duda el proyecto -ya en tan gran parte realizado- de monopolizar por completo la juventud, desde la más primera niñez hasta la edad adulta, en favor absoluto y exclusivo de un partido, de un régimen, sobre la base de una ideología que declaradamente se resuelve en una verdadera y propia estatolatría pagana([xxiii]), en contradicción no menos con los derechos naturales de la familia que con los derechos sobrenaturales de la Iglesia. Proponerse y promover semejante monopolio, perseguir con tal pretexto, como se venía haciendo largo tiempo ha, clara o encubiertamente, a la Acción Católica; atacar con tal finalidad, como últimamente se ha hecho, a sus Asociaciones juveniles, equivale verdadera y propiamente a impedir que la juventud vaya a Cristo, porque es impedir que vaya a la Iglesia, y donde está la Iglesia allí está Cristo. Y se llegó a arrancar la juventud, por la violencia, del seno de la una y del Otro”.([xxiv]) Ser simplemente católicos respecto al Magisterio de la Iglesia es rechazar el no dogmático y autoproclamado pastoral Concilio Vaticano II –por liberal, mundano, falso ecumenista, de lenguaje ambigüo y revolucionario respecto a la Tradición Apostólica y al Depósito de la Fe- y rechazar todo el Magisterio ordinario posterior en lo que no tiene de ortodoxo –que es mucho-, pero no hacer “libre examen” del Magisterio pre-conciliar como lo hacen los auto-proclamados “tradicionalistas”, no transmitiendo a las nuevas generaciones algunas encíclicas de Pío XI cuyo Magisterio es fiel a la Tradición Apostólica, como son: “Mit brennender sorge” –que condena al nazismo- y “Non abbiamo bisogno” –que condena el segundo fascismo-.
Por todo lo dicho, tanto los autoproclamados tradicionalistas que dicen –exagerando- que en el nuevo rito hay un “sacrilegio”, como los católicos de nombre que son herejes modernistas y no sacrifican incruentamente a Cristo en la Eucaristía, están equivocados y confunden a los simples fieles católicos, por más que proclamen a voz en cuello que reconocen la autoridad del Papa y recen por él.
No negamos que el rito tridentino es preferible para celebrar la Misa, pero tampoco negamos que siguiendo las rúbricas del Novus Ordo se hace presente a Cristo en cuerpo, sangre, alma y Divinidad y se lo sacrifica por las palabras de la doble Consagración. Y la Eucaristía cumple con sus cuatro fines –latréutico, propiciatorio, impetratorio y eucarístico- si bien es verdad que aparece obnubilado el fin propiciatorio. Obnubilado([xxv]) pero no quitado de raíz. A pesar de todo esto, teniendo intención recta, confesándose con frecuencia y oyendo la Misa Nueva bien rezada se puede vivir en estado de gracia y ser agradable a Dios dándole el culto público de adoración debido. Para esto tenemos el testimonio de nuestra conciencia que, es nuestra gloria -como dice San Pablo- (2 Cor. 1,12).La realidad de las almas de muchos católicos –católicos simplemente, sin adjetivos- lo demuestra. Más aún, hoy es muy difícil ser simplemente católico fiel porque es ir por “el camino estrecho” del catolicismo que nos entregaron los santos y no hollar “el camino espacioso” donde circulan todos los errores modernos: es –por la izquierda- ser contra-revolucionario, anti-modernista, anti-ecumenista y resistir al Papa en esto pero, como enseña Santo Tomás: “en la corrección del súbdito hacia el superior debe guardarse la debida moderación, o sea, no debe hacerlo ni con protervia (perversión), ni con dureza, sino con mansedumbre y respeto.” –Suma II-II, q.33, art. 4, solución-. También es ser, anti-marxista-liberacionista, anti-demócrata-cristiano, anti-liberal, anti-democracia liberal de todas las democracias modernas([xxvi]), anti-laicista([xxvii]), anti-papólatra pero también –por la derecha- anti-sedevacantista, anti-tradicionalista-sacrilegalista, anti-nazi-católico, anti-fascista-de-segundo-pelo y antipapóclasta. Y es ser del partido de Jesucristo y de su única Iglesia visible militante -aún infiltrada y malquistada, por derecha y por izquierda, hasta en el papado- y tener un espíritu positivo de restauración de la Cristiandad en la que la Iglesia Católica y el Estado estén unidos con la distinción de sus respectivos poderes: espiritual y temporal. Éste supeditado a aquel. Y donde la Iglesia Católica sea proclamada como la poseedora de la única Religión verdadera y oficial; tolerando de facto, no de jure –es decir, permitiendo negativamente lo malo-([xxviii]) a las otras religiones y a las otras filosofías laicistas. Afirmados en la Verdad y amándola para salvarnos ([xxix]) Dios nos libra de toda atadura([xxx]) y la proclamamos con mansedumbre y caridad. Rezamos diariamente el Rosario en familia para participar de la omnipotencia suplicante de la intercesión de Nuestra Señora la Virgen María ante la Divina Persona de su Divino Hijo, Nuestro Señor Jesucristo que no niega nada a su Madre de lo que se le pide que sea benéfico para la salvación de nuestras almas. Conservamos el Depósito de la Fe,([xxxi]) teniendo temor filial de Dios para poseer por lo menos el inicio de la Sabiduría([xxxii]) Ese santo temor del que dice el Espíritu Santo que permanecerá en la bienaventuranza del Cielo por la reverencia que debe siempre la criatura finita a la Infinita Divina Majestad del Creador.([xxxiii]) Pero no tememos a los pseudo-anatemas de los “supercatólicos” –sedicentes tradicionalistas-, ni a las blasfemias de los sin Dios y ni a las sutilezas([xxxiv]) de las ambigüedades heréticas de los neomodernistas.([xxxv]) Porque ser católicos simplemente es caminar por “el camino estrecho” de la Cruz; aquel por el que Nuestro Señor nos invita a andar para salvar nuestra alma: “Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición - a izquierda y a derecha- y muchos son los que entran por él. Porque angosta es la puerta y estrecho el camino que lleva a la vida, y pocos son lo que lo encuentran”(Mt. 7,13-14). “Poned, pues, cuidado en cumplir lo que Yahvé, vuestro Dios, os ha mandado. No declinéis ni a la diestra ni a la izquierda.” (Deuteronomio 5,32) Como dice San Benito en la introducción a su Regla monástica: “Vamos, pues, a instituir una escuela del servicio divino, y al hacerlo, esperamos no establecer nada que sea áspero o penoso. Pero si, por una razón de equidad, para corregir los vicios o para conservar la caridad, se dispone algo más estricto, no huyas en seguida aterrado del camino de la salvación porque éste no se puede emprender sino por un comienzo estrecho. Mas cuando progresamos en la vida monástica y en la fe, se dilata nuestro corazón, y corremos con inefable dulzura de caridad por el camino de los mandamientos de Dios.” “Finalmente, (Jesús) no ha anunciado para la sociedad futura el reino de una felicidad ideal, del cual el sufrimiento quedara desterrado, sino que con sus lecciones y con sus ejemplos ha trazado el camino de la felicidad posible en la tierra y de la felicidad perfecta en el cielo: el camino de la cruz. Estas son enseñanzas que se intentaría equivocadamente aplicar solamente a la vida individual con vistas a la salvación eterna… son enseñanzas eminentemente sociales, y nos demuestran en Nuestro Señor Jesucristo algo muy distinto de un humanitarismo sin consistencia y sin autoridad.”([xxxvi]) Ser católico simplemente es ser del partido Único y Totalizador de Jesucristo que es siempre el mismo –“ayer, hoy y por los siglos” ([xxxvii])- y nos da la gracia y la salvación eterna de nuestras almas por haber creído en Él y su única Esposa, en tiempos revueltos, con “la fe que obra por la caridad”. “Por cuanto en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni el prepucio, sino la fe, que obra por la caridad.” (Gál. 5,6) Porque a los ojos de Dios las obras no valen en sí mismas, sino por la caridad con que se hacen; según aquello otro de San Pablo: “Aunque yo hable la lengua de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, soy como bronce que suena o platillo que retiñe. Y aunque tenga (don de) profecía, y sepa todos los misterios, y toda la ciencia, y tenga toda la fe en forma que traslade montañas, si no tengo caridad, nada soy. Y si repartiese mi hacienda toda, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, mas no tengo caridad, nada me aprovecha. (1 Cor. 13, 1-3)
Fernando Esmoris - Canelones, 2013. Uruguay.
Postdata: Mientras escribimos esta postdata transcurre el mes de agosto del 2015 y lo hacemos para estar advertidos de un nuevo error doctrinal –por la derecha- que tomó forma en el primer semestre del año: el semi-sedevacantismo.
Damos este nombre a la doctrina profesada por Monseñor Richard Williamson (ex FSSPX) y su Unión Sacerdotal Marcel Lefebvre, cuyo vocero es el blog “Non possumus”. Al sedevacantismo que llaman dogmático oponen lo que llaman vacancia razonada. Ésta sería aquella según la cual los Papas del Vaticano II y sus sucesores hasta ahora, estarían depuestos por su herejía. Esto lo profesan después de discurrir por los teólogos tradicionales (Juan de Santo Tomás, Bellarmino, Cayetano) que afirman que un Papa solo puede ser depuesto por otro Papa o por un Concilio. Pero ahora solo razonando llegaríamos a la conclusión de la vacancia de la sede de Pedro desde el Concilio. Se rompería la Sucesión Apostólica desde Juan XXIII y estaríamos sin Cabeza visible de la Iglesia militante desde hace más de 40 años, lo cual va en contra de la Fe católica respecto a la visibilidad de la Iglesia y su Cabeza: aquel que hace las veces de Cristo (su Vicario) para la Iglesia militante. La visibilidad de la Iglesia Católica supone que en su interior encontramos una mezcla de peces buenos y malos (Mt 13:48), buena semilla y la cizaña (Mateo 13:25), el trigo y la paja (Mt 3:12), a apóstoles fieles y a Judas. Porque puede pasar –como pasa en esta crisis de la Iglesia- que una parte –la mayor- esté infeccionada por los errores de la herejía modernista y otra –la menor- sea fiel a la Iglesia de siempre y se purifique constantemente de sus pecados con la Sangre de Cristo vertida en el Sacramento de la Penitencia. Y esta parte menor está compuesta por almas que pertenecen exteriormente tanto a los que nos llamamos y somos simplemente católicos como a las comunidades sedicentes tradicionalistas. De lo contrario estaríamos en una visión neocátara de la Iglesia por la que unos fieles –los sedicentes tradicionalistas- serían los “puros” y los simplemente católicos los “impuros”. En realidad todo está mezclado a los ojos de Dios y hay pecadores en toda la Iglesia visible que milita en este valle de lágrimas; se autoproclamen o no tradicionalistas.
Se comprueba así lo que decíamos en el cuerpo del artículo: “…de las filas del auto-sedicente tradicionalismo cada tanto se desprenden brotes de sacerdotes y de fieles sedevacantistas. El sedevacantismo ya está en potencia en el autoproclamado tradicionalismo.”
([i]) Escritor sagrado inspirado por el Espíritu Santo, en la Sagrada Escritura.
(2) Santo Tomás. Suma Teológica Iª IIæ q. 27; a 3; solución
([iii]) S.T. IªIIæ q.49 a.3 obj.2
([iv]) Se podría objetar que el Sacrificio está incoado en las palabras del Ofertorio de la nueva misa en las que, se dice que el pan y el vino se transformarán en el cuerpo y en la sangre del Señor respectivamente. A esta objeción replicaremos que, la confección de la materia como preparación a la forma del Sacramento como Sacrificio es deficiente y abrupta. No es una buena preparación remota de la forma del Sacrificio que se dará en la doble Consagración. No hay en el Ofertorio de la nueva misa una buena disposición remota de la materia para que advenga la forma del Sacramento. La noción y la realidad de la Víctima a ser sacrificada ya tiene que estar en el Ofertorio –dispositivamente- para que se prepare congruentemente el Sacrificio. El pan ázimo ya tiene que estar indicando en el Ofertorio no solo el cuerpo de Jesucristo sino que también el cuerpo de Jesucristo a ser inmolado, es decir, la Víctima Divina ofrecida desde ya. Porque la manducación de la Misa es una manducación inmolativa y no simplemete la manducación de un ágape. Es decir, que en ella se come la Víctima inmolada y esto tiene que estar ya indicado en el Ofertorio como preparación remota y congruente del Sacrificio de la Cruz a ser renovado incruentamente. (“In-molación” quiere decir, que el cuerpo de la Víctima se pone en la “mola”. “Mola” significa algo así como “salsa” o “aderezo” en el que se “ablanda” –se prepara- la carne de la víctima para ser comida con más facilidad y sabor. Y este aspecto inmolatorio no está presente en el Ofertorio de la nueva misa. Fue quitado del rito tradicional).
En este sentido la figura del Cordero Pascual de la Antigua Alianza es muy pertinente y la mejor. También el sacrificio de Isaac por parte de Abraham es un buen ejemplo como figura del Sacrificio de Cristo en la Nueva Alianza inaugurada por Él: Abraham –por mandato divino- partió hacía Moriá –lugar del sacrificio indicado por Dios- llevando a Isaac –la Víctima a ser inmolada-, el fuego, la cuchilla y la leña preparando así remotamente el sacrificio de su hijo único como se lo había pedido Dios.
([v]) Discurso del 19 de noviembre de 1969: “El rito y la respectiva rúbrica por sí NO SON UNA DEFINICIÓN DOGMÁTICA; son susceptibles de una calificación teológica de valor diverso, según el contexto litúrgico a que se refieren; son gestos y términos que se relacionan con una acción religiosa, vivida y viviente, de un misterio inefable de presencia divina que no siempre se realiza de un modo unívoco, acción que sólo la crítica teológica puede realizar y expresar en fórmulas doctrinarias lógicamente satisfactorias.”
([vi]) Conferir la Encíclica “Pascendi” de San Pío X que condena la herejía llamada “modernismo” entre cuyos errores está el “historicismo” que consiste en considerar los dogmas según el momento histórico en que se afirman por estar sujetos a perfeccionamiento o evolución, ya que no habría nada estable e inmutable dentro de la Iglesia-párrafo 27-.
([vii]) Monseñor Lefebvre en “La declaración sobre la nueva Misa y el Papa” de 1979. Para que no nos tilden de sacar de contexto declaraciones tan graves, transcribimos todo el párrafo: “Se puede pues decir sin ninguna exageración que la mayoría de estas Misas son sacrílegas y que disminuyen la fe, pervirtiéndola. La desacralización es tal que la Misa se expone a perder su carácter sobrenatural, su “misterio de fe”, para convertirse nada más que en un acto de religión natural.” (Como preámbulo a esta sentencia decía: “Además, es fácil demostrar que la nueva Misa, […], presenta un acercamiento inexplicable a la teología y al culto protestantes. Así, por ejemplo, no aparecen muy claros, y hasta se contradicen, los dogmas fundamentales de la Santa Misa, que son los siguientes: -Sólo el Sacerdote es el único ministro; -Hay verdadero sacrificio, una acción sacrificial; - La Víctima es Nuestro Señor Jesucristo presente en la Hostia bajo las especies de pan y vino con su cuerpo, su sangre, su alma, y su divinidad; -Es sacrificio propiciatorio; -El Sacrificio y el Sacramento se realizan con las palabras de la Consagración y no con las palabras que preceden o siguen. Basta enumerar algunas de las novedades para demostrar el acercamiento a los protestantes: -El altar transformado en mesa, sin ara; -La Misa frente al pueblo, en lengua vernácula, en voz alta; La Misa tiene dos partes: la Liturgia de la Palabra y la de la Eucaristía; -Los vasos sagrados vulgares, el pan fermentado, la distribución de la Eucaristía por laicos, en la mano; -El Sagrario escondido; -Las lecturas hechas por mujeres; la Comunión dada por laicos. Todas estas novedades están autorizadas.” Se concluye de aquí que hay una minoría de misas rezadas según las rúbricas del Novus Ordo que no son sacrílegas, que son salvíficas. Por lo tanto, de las mismas palabras de Monseñor se desprende que siguiendo las rúbricas de la Misa del Novus Ordo substancialmente se transmite la gracia sacramental aunque el rito esté inficcionado de palabras y acciones protestantizantes porque: “El Sacrificio y el Sacramento se realizan con las palabras de la Consagración y no con las palabras que preceden o siguen.” (Como él mismo dice). El problema de la gran crisis que atraviesa la Iglesia es mucho más complejo que el de decir, por un lado: la Misa del Novus Ordo es sacrílega, profana el culto a Dios; ergo no se puede asistir a ninguna Misa del Novus Ordo, ni creer en la Presencia Real de Cristo en las Hostias en ella consagradas. O afirmar lo contrario: la Misa del Novus Ordo fue promulgada por un Papa; ergo está exenta de errores y no tiene ni siquiera sabor a herejía, ni ofende a los oídos piadosos.
Monseñor Lefebvre en esta apreciación se equivoca, porque él mismo -antes de afirmar el supuesto sacrilegio de la mayoría de las nuevas misas- aclara –excusándose de antemano por la gravedad del tema- que es “sin ninguna exageración.” Y la verdad que Monseñor aquí exageró porque la Nueva Misa rezada según las rúbricas transmite la gracia Capital de Cristo y se comulga con su carne, su sangre, su alma y su divinidad. Y los buenos frutos en muchos de nosotros lo atestiguan. Lo más grave de esta exageración es que muchos de sus hijos en el sacerdocio lo siguen y profieren que la Misa Nueva no es católica y por lo tanto alejan a los fieles de las fuentes de salvación que son los sacramentos, de los cuales el principal es la Eucaristía. Y alejados así de la Iglesia visible no dejan que la Iglesia supla místicamente las falencias y errores que tiene el Novus Ordo y confiera la gracia a pesar del mal rito. Porque la suplencia de la Iglesia de siempre en tiempos de crisis -de la Iglesia Católica y Apostólica- no es solo de jurisdicción y de regencia, sino que también es espiritual y mística allí donde es necesario –en los designios providenciales de Dios- salvar a los elegidos desde toda la eternidad a compartir en Dios la eterna bienaventuranza de los santos y de los ángeles. Por todo esto, para dar testimonio de la Tradición no es necesario apartarse de la autoridad de la Iglesia visible en lo tocante a un rito que substancialmente es salvífico y accidentalmente infeccionado de protestantismo. Se lo puede criticar y hasta como sacerdote no rezarlo por imperfecto. Pero de ahí a decir que es contrario a Dios y lo ofende gravemente hay un trecho enorme que no hay que caminar para no caer nosotros en un error de juicio prudencial.
Hay que decir que hasta los santos se pueden equivocar en algún punto de doctrina si bien en lo general de lo que afirman no lo hagan. Así pasó, por ejemplo, con San Vicente de Lérins –Padre de la Iglesia- que fue semiarriano (♦) y sin embargo su regla: “quod semper, quod ubique, quod ab omnibus creditus est”
(“lo que ha sido creído por siempre, en todos lados y por todos”) para seguir fiel a la Tradición de la Iglesia fue utilizado por el dogmático Concilio Vaticano I y recordado muchas veces por el mismo Monseñor Lefebvre para esta crisis neomodernista en la Iglesia. [(♦)SEMIARRIANISMO: Bajo este vocablo se hace referencia no a una nueva doctrina o herejía concreta, sino más bien a una actitud difusa mantenida por personas o grupos disidentes en el conjunto de las discusiones trinitarias del s. IV, es decir, a quienes, sin ser propiamente arrianos –seguidores de Arrio-, no se manifestaron, sin embargo, abierta y plenamente católicos. Si el arrianismo consiste en la negación de la consustancialidad de las Tres Personas divinas –por negar la divinidad de Jesucristo-, se puede designar a los semiarrianos como a aquellos que ofrecen algunas dudas acerca de esta verdad del dogma católico proclamado por el dogmático Concilio de Nicea del año 325, diciendo que el Hijo no es consustancial sino solamente semejante al Padre o expresiones parecidas.]
([viii] ) S.T. IIaIIæ; q.99; a.1; solución. En el artículo 3 enseña que el sacrilegio hecho contra la eucaristía es el más grave de todos. Y en el artículo 4 expresa que el castigo propio del sacrilegio es la excomunión.
([ix]) Fantoche: Títere o figurilla que se mueve por medio de hilos. Sujeto aniñado de figura ridícula. Sujeto presumido.
([x]) Conferencia, Angers, 23 de noviembre de 1980. Citado en el libro: “La Misa de siempre. El tesoro escondido.” Pág. 322. Ediciones del Oeste. Morón. Provincia de Buenos Aires. Argentina. Año 2010 (El resto previo del párrafo dice: “En virtud del adagio propio de la Iglesia desde hace siglos y siglos: “La ley de la oración es la ley de la fe”, si se cambia la expresión de nuestra fe de un modo tan grave y tan importante –al punto por ejemplo, de haber cambiado las palabras de la consagración-, se corre el peligro de alterar también la fe. Eso es grave, muy grave.”
([xi]) Conferir la Vulgata en Gálatas 5, 20. “Sectæ” es la 13ª obra de la carne que enumera San Pablo y que significa división, partido. Las otras son: “fornicación, impureza, lascivia, lujuria, idolatría, hechicería, enemistades, contiendas, celos, ira, litigios, banderías, (sectæ) divisiones, envidias, embriagueces, orgías y otras cosas semejantes…”
([xii]) Conferir Gálatas 5, 19-21. Como se ve por la denominación de las obras de la carne, éstas no son solo obras malas en el uso de nuestro cuerpo material –como en la fornicación, la lascivia o la embriagues- sino que también son actos espirituales propiamente adoptados por el alma –como la idolatría, las enemistades, los celos, la ira o las divisiones-. Estas obras son contrarias a las del Espíritu Santo y son propiamente obras del mal espíritu que acecha continuamente nuestras almas en guerra contra Aquel. (…el fruto del Espíritu Santo es amor, gozo, paz, loganimidad, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza. Versículos 22 y 23) Por eso, antes en Gálatas 5, 17 se enseña: “Porque la carne desea en contra del espíritu, y el espíritu en contra de la carne, siendo cosas opuestas entre sí, a fin de que no hagáis cuanto querríais.”
([xiii]) Disonancia: sonido desagradable. (Figurado: falta de conformidad o proporción que deben tener algunas cosas.) “…la disonancia es causa del odio y la consonancia es causa del amor…” Suma T. Iª II; q. 29; a.5;sol.
([xiv]) Monseñor Lefebvre: Homilía, Ginebra, 15 de mayo de 1978; en “La misa de siempre”, ediciones del Oeste, Morón-Buenos Aires- 1º de abril de 2010- pág. 384
([xv]) Conferir 1 Cor. 10,13 – “No nos ha sobrevenido tentación que no sea humana; y Dios es fiel y no permitirá que seáis tentados sobre vuestras fuerzas, sino que aun junto a la tentación preparará la salida, para que podáis sobrellevarla.”
([xvi]) BarYoná quiere decir, hijo de Yoná y hace referencia al nacimiento de aquí debajo de Simón Pedro. Al nacimiento carnal, sanguíneo, de los hombres; que nació en pecado. Pedro en cambio hace referencia al nacimiento de arriba, de lo Alto, de Dios, pneumático, espiritual, dócil a las inspiraciones de Dios, propio de la gracia de Dios.
([xvii]) El Depósito de la Fe significa propiamente el patrimonio de fe que, confiado a la Iglesia, exige ser transmitido por ella fielmente y explicado sin errores. Al «depositum fidei» pertenece la Sagrada Escritura, la Tradición, el Magisterio universal y constante, los dogmas, los sacramentos, la moral y el ordenamiento jerárquico constitutivo de la Iglesia.
([xviii]) Otro ejemplo en el que Nuestro Señor hace la distinción de Simón y Pedro es en la agonía del huerto de Getsemaní : “Volvió y los halló dormidos; y dijo a Pedro: ´¡Simón! (el de la carne) ¿duermes? ¿No pudiste velar una hora? Velad y orad para no entrar en tentación. El espíritu (Pedro) está dispuesto, pero la carne (Simón) es débil.´” (Mac. 14, 37-38)
([xix]) Contraponer el llamado a la conversión a la Iglesia Católica y la condena que siempre ha hecho Ésta de las doctrinas acatólicas siguiendo la Sagrada Escritura y la Tradición, con la siguiente cita de la Declaración Conciliar “Nostra Ætate” sobre las religiones no cristianas (nº 2): “La Iglesia católica no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de santo y verdadero. Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, por más que discrepen en mucho de lo que ella profesa y enseña, no pocas veces reflejan un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres. Anuncia y tiene la obligación de anunciar constantemente a Cristo, que es "el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn., 14,6), en quien los hombres encuentran la plenitud de la vida religiosa y en quien Dios reconcilió consigo todas las cosas. Por consiguiente, exhorta a sus hijos a que, con prudencia y caridad, mediante el diálogo y colaboración con los adeptos de otras religiones, dando testimonio de fe y vida cristiana, reconozcan, guarden y promuevan aquellos bienes espirituales y morales, así como los valores socio-culturales que en ellos existen.”
([xx]) Biblia de Straunbinger. La Vulgata dice: “Dominus autem augebat qui salvi fierent quotidie in Idipsum.”
([xxi]) En la solución de este artículo, Santo Tomás hace la distinción entre concordia y paz : Hay que decir: La paz implica concordia y añade algo más. De ahí que, donde hay paz, hay concordia, pero no al revés, si entendemos en su verdadera acepción la palabra paz. La concordia propiamente dicha implica, es verdad, una relación a otro en el sentido de que las voluntades de varias personas se unen en un mismo consenso. Pero ocurre igualmente que el corazón de la misma persona tiende a cosas diferentes de dos modos. Primero: según las potencias apetitivas; y así, el apetito sensitivo las más de las veces tiende a lo contrario del apetito racional, según se expresa el Apóstol en Gál 5,17: La carne tiene tendencias contrarias a las del espíritu. El otro modo, en cuanto la misma potencia apetitiva, se dirige a distintos objetos apetecibles, que no puede alcanzar a la vez, y esto conlleva necesariamente contrariedad entre los movimientos del apetito. Ahora bien, la paz implica, por esencia, la unión de esos impulsos, ya que el corazón del hombre, aun teniendo satisfechos algunos de sus deseos, no tiene paz en tanto desee otra cosa que no puede tener a la vez. Esa unión, empero, no es de la esencia de la concordia. De ahí que la concordia entraña la unión de tendencias afectivas de diferentes personas, mientras que la paz, además de esa unión, implica la unión de apetitos en un mismo apetente.”
([xxii]) “Luego la tristeza del mal es buena” Santo Tomás – S.T. IªIIª q.39; a.1; sed contra. Conferir Mc. 3, 5: “Más Él mirándolos en derredor (a los fariseos) con ira, constristado por el endurecimiento de sus corazones, dijo al hombre: ´Alarga la mano.´ Y la alargó, y la mano quedó sana.”
([xxiii]) Siguiendo al cabalístico y en todo perverso filósofo alemán Hegel, Mussolini proclamó: “Todo en el Estado, nada fuera del Estado, ni contra el Estado”.
([xxiv]) “Non abbiamo bisogno” n. 13; Encíclica de Pío XI sobre la Acción Católica. El segundo fascismo que persiguió a la Acción Católica se arrogó el derecho de que el Estado fuera el excluyente Educador del pueblo; desplazando de su fin natural y sobrenatural a la familia y a la Iglesia respectivamente. Y en este sentido el segundo fascismo es revolucionario porque no deja que el Estado esté al servicio de la familia y de la Iglesia y ésta rija a Aquel con su Magisterio y su Acción sobrenatural; y que la familia tenga sus derechos naturales de educar a su prole también bajo la tutela de la Iglesia –Maestra de los pueblos-. Por el contrario el segundo fascismo es estatólatra, es decir, adora al Estado -detentado por el poder político- como el instrumento del poder natural que educa y gobierna a la familia y a la Iglesia, subvertiendo así el orden querido por Nuestro Señor Jesucristo, poniendo el orden natural civil –el Estado- por encima del orden natural social –la familia- y por el orden sobrenatural social –la Iglesia Católica-.
Hay que aclarar que el primer fascismo fue una buena puesta en práctica en Italia del Magisterio social de la Iglesia y en especial de la “Rerum Novarum” de León XIII y por eso la Iglesia lo apoyó, lo vio con buenos ojos y hasta llegó a un beneficiosos acuerdo con él en el Pacto de Letrán y hasta se le dio a la Iglesia Militante, de parte del régimen, los territorios Vaticanos, resarciendo en parte a la Iglesia de los territorios pontificios arrebatados a Ella por el poder político en el siglo XIX. Pero el fascismo, después de hecho el Pacto se mal entonó y se desvirtuó ganándose así la condena del Magisterio fiel a la Tradición.
(Para los otros errores que comentamos, conferir: Nacional socialismo -“Mit brennender sorge”, Marxismo- “Divini Redemptoris”, Liberalismo -“Libertas”, “Quanta Cura”, “Syllabus”.)
([xxv]) “Obnubilado” viene de la preposición latina “ob” que significa: con respecto a, por, a causa de, a fin de; y de “nubilado”: lleno de nubes. Es decir, algo que no se ve bien a causa de las nubes que lo impiden: el sol. Por eso, doctrinalmente significa que el “Sol de Justicia” -que es Cristo y su Iglesia- está presente pero tapado por nubes. Existe arriba de las nubes y a pesar de ellas imparte su luminosidad. Esto es como decir que, la Iglesia está presente siempre pero en estos tiempos post-Vaticano II su luz no es brillante, su visión está oscurecida, su luminosidad es imperfecta. En el nuevo rito el Sol está oscurecido pero no extinguido. Así como hay días soleados y días nublados. Así, la santidad de la Iglesia –cuya causa es su Fundador: Cristo; sus medios: los 7 sacramentos y su fin: el Cielo- está imperfectamente difundida desde hace más de 40 años. Es un mal que permite Dios respecto de la Iglesia en su Divina Providencia y en especial respecto al Santo Sacrificio del Altar que está imperfectamente llevado a cabo según las rúbricas del Novus Ordo, pero que hace presente al fin y al cabo a la Víctima Divina y la celebra de todos modos con el nuevo rito. (Lo mismo permitió Dios Padre respecto de su Hijo humanado en su Pasión y su muerte en Cruz: su Divinidad fue obnubilada para los hombres.) Cuando hay una época “obnubilada” de la Iglesia, el Sol de Justicia no se ve por las imperfecciones de sus ministros y sus leyes pero sigue existiendo y viéndose por la fe inquebrantable de los virtuosos, de aquellos que se han de salvar. (Cuando un día está nublado no es que el sol no exista más, sino que da su luminosidad a través de las nubes que se le interponen a los hombres viadores.)
([xxvi] ) Solo es aceptable la democracia católica en la que el Estado proclame constitucionalmente que la única Religión verdadera es la Católica. Históricamente esto se dio solamente en la antigua Confederación Helvética en el período del siglo XIII al XVI. Democracia helvética que estaba exenta de todo liberalismo y/o socialismo que son los hijos de la Revolución Francesa (siglo XVIII).
([xxvii]) Para ello leer la Encíclica “Quas primas” de Pío XI sobre la realeza social de Jesucristo, contra el laicismo.
([xxviii]) De hecho, no de derecho. Ver nuestro artículo: “Tolerancia católica”
([xxix]) 2 Tes. 2, 8-10: “Y entonces se hará manifiesto el inicuo, a quien el Señor Jesús matará con el aliento de su boca y destruirá con la manifestación de su Parusía; (aquel inicuo) cuya aparición es obra de Satanás con todo poder y señales y prodigios de mentira, y con toda seducción de iniquidad para los que han de perderse en retribución de no haber aceptado para su salvación el amor de la verdad.”
([xxx]) Jn. 8, 31-32: “Jesús dijo entonces a los judíos que le habían creído: ´Si permanecéis en mi palabra, sois verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libre.” En esta revelación de Jesús se pone de manifiesto la diferencia que hay entre el hombre liberal y el católico. En efecto, el liberal pone primero la libertad, anteponiéndola a la verdad que, para él es subjetiva y fruto de un consenso de opiniones o sencillamente cada uno tiene su verdad según el cristal con que mira la realidad. En cambio el católico -siguiendo a Jesucristo y a su Iglesia- afirma una Verdad objetiva única que, es una adecuación del intelecto a la realidad, siendo así objetiva y única. Y a esto se añade la Verdad revelada que sobrepasa a aquella de la razón sin despreciarla que trae como consecuencia la libertad: “La verdad los hará libres” (liberabit vos), es decir, en futuro respecto a la Verdad. Así pues, primero hay que aprehender la Verdad –racional y revelada- y como consecuencia se es libre por la gracia de Dios. O como dice Monseñor Mariano Soler: “la libertad es nociva sin la conciencia del deber.” (Citado por Hermano Damasceno, en su “En su ensayo de Historia Patria” – Montevideo 1955 – tomo I - pág. 276) Y siguiendo este aserto diremos que la libertad es nociva no solo sin la conciencia del deber, si no sobre todo sin su cumplimiento. El cumplimiento del deber – de la Ley de Dios, de los 10 mandamientos – nos hace libres. La indolencia –flojedad, pereza- es libertinaje y corrupción del alma. Previo al usufructo de los derechos del hombre tienen que ejercitarse los deberes del hombre para con su Dios y Señor y para con su prójimo. En este último ejercicio hay libertad y gracia de Dios; fuera de él hay esclavitud y pecado. En el usufructo de los derechos del hombre sin el previo cumplimiento de sus deberes hay pecado, deuda para con Dios y el prójimo, y anarquía social; como lo demuestran las sociedades democráticas modernas del apóstata occidente cristiano. El ejercicio de la libertad sin el cumplimiento del deber es velo de la malicia y de los vicios.
([xxxi]) 1 Tim. 6, 20: “Oh, Timoteo, cuida el depósito, evitando las palabrerías profanas y las objeciones de la pseudociencia.” 2 Tim. 1, 12-14: “Por cuya causa (la de Cristo) padezco estas cosas, mas no me avergüenzo, puesto que sé a quién he creído, y estoy cierto de que Él es poderoso para guardar mi depósito hasta aquel día. Conserva las palabras saludables en la misma forma que de mí las oíste con fe y amor en Cristo Jesús. Guarda el buen depósito por medio del Espíritu Santo que habita en nosotros.”
([xxxii]) Sal. 110, 9: “Santo y terrible es su Nombre: el temor de Dios es el inicio de la sabiduría.”
([xxxiii]) Sal. 18,10: “El temor santo del Señor permanece en los siglos de los siglos.”
([xxxiv]) Sutileza: Calidad de sutil -esto es: delgado, delicado, tenue. Agudo, perpicaz, ingenioso-. Dicho o concepto excesivamente agudo y falto de profundidad o exactitud. (Espasa-Calpe)
([xxxv]) Para conocer la herejía modernista histórica de principios del siglo XX –resurgida en la década del ´60- estudiar la encíclica “Pascendi” (1907) de San Pío X.
([xxxvi]) Notre Charge Apostolique, nº 38
([xxxvii] ) Hebreos 13, 8
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