Revista FUERZA NUEVA, nº137, 23-Ago-1969
Diario de un ingenuo
Con algún retraso, que no tiene gran importancia, llega a nosotros el número de la revista de los jesuitas “Hechos y dichos” correspondiente a junio del presente año 1969. Una revista cuyo parecido con la original aparecida en tiempos de la República, y que de tal forma contribuyó a fortalecer la fe de los católicos en momentos de persecución, es pura coincidencia.
Queda el título, claro está, y la Orden que se responsabiliza, no sabemos si queriendo o no, con su contenido. Pero, al haber cambiado éste, hubiera parecido más correcto cambiar también el nombre, en evitación de las confusiones que puede inducir el prestigio de un título. Pero esta operación del “cambiazo” en revistas religiosas ha sido una de las más características de la ofensiva progresista en nuestro país. Quienes eran incapaces de crear nada capaz de atraer a los católicos, han preferido operar a través de prestigios ajenos sobre lectores que habían sido atraídos por ideas religiosas muy diferentes. Es el “juego limpio” de los postconciliaristas.
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En la revista citada aparece un artículo editorial sobre las relaciones Iglesia-Estado. En el mismo se dice: “La Iglesia tendrá que dar testimonio del riesgo y desamparo que supone la fe y que constituye la única situación para confesar cristianamente y para desarrollar su función profética con libertad del denunciar las situaciones inhumanas”.
Lo que quisiéramos que “Hechos y Dichos” nos explicara es por qué la Iglesia no asume esa obligación de dar “testimonio del riesgo y desamparo que supone la fe” respecto a los países comunistas. Y obsérvese bien que no nos referimos a las Iglesias nacionales de esos países, a las que antes se denominaba la “Iglesia del Silencio” y hoy (1969) es la “Iglesia silenciada”, de la que se prefiere no hablar para que no dificulte la digestión de los cócteles que toman los teólogos dialogantes con los perseguidores de cristianos.
La Iglesia del Silencio, la Iglesia silenciada, la Iglesia de las persecuciones, la Iglesia sacrificada a los oportunismos de las relaciones políticas, ésa es la que está dando el testimonio que propugna “Hechos y Dichos”. Pero “Hechos y Dichos” no lo dice. “Hechos y Dichos” se refiere al caso de España, donde la Iglesia goza de una condición privilegiada, de la que la aparición de “Hechos y Dichos” es una prueba, ya que el director de la revista no creerá que ninguna publicación parecida se permitiría en la URSS, en Polonia, o en la Cuba de ese asesino de cristianos llamado Fidel Castro, al que sonríe seráficamente el representante del Vaticano.
De todos son conocidas las presiones ejercidas sobre dignísimos cardenales de la Iglesia del Silencio, para que “faciliten” un entendimiento con los verdugos, sin que encuentre apoyo su “testimonio de riesgo y desamparo que supone la fe”.
Y nosotros nos preguntamos, y preguntamos al director de “Hechos y Dichos” y a los superiores de la Compañía de Jesús de que depende: ¿Qué clase de católicos son éstos que procuran el sometimiento a los perseguidores de la Iglesia y la rebeldía contra Estados católicos que amparan y fomentan la función de la Iglesia? ¿Se pretende convencer al pueblo de Dios de que el palo es el único medio para que la Iglesia sonría a los gobernantes?
Preguntas inquietantes, que hace tiempo están en las conciencias de todos y a las que nadie contesta. La iglesia, en estas cuestiones, hace tiempo que parece dividida en dos: la Iglesia del Silencio y la Iglesia de los Mudos. La primera representa la fortaleza del cristiano. La segunda la claudicación de los oportunistas.
Juan NUEVO |
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