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Tema: URGENTE: publicado el Motu Proprio Anti-Summorum

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  1. #1
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    Re: URGENTE: publicado el Motu Proprio Anti-Summorum

    La ‘guerra’ del Papa contra el rito antiguo


    Por INFOVATICANA | 20 julio, 2021

    Tim Stanley, redactor en jefe del Daily Telegraph y colaborador del Catholic Herald, glosa la última decisión del Papa Francisco desde el prestigioso semanario The Spectator:

    «Voy a tener que resumir el asunto de la manera más concisa posible, porque es un tema complejo con un mensaje simple: el Papa está tratando de hacer lo más difícil posible decir, y por lo tanto asistir, a la Misa de Rito Antiguo. Se trata de la forma de misa a la que acudían la mayoría de los católicos antes de la década de 1970. Fue sustituida por el Nuevo Rito y el Antiguo Rito pasó más o menos a la clandestinidad. En 2007, el Papa Benedicto XVI decidió que los sacerdotes que quisieran decir el rito antiguo podían hacerlo. Francisco lo ha anulado: ahora hay que obtener el permiso del obispo y se instruye fuertemente a favor de que el obispo diga que no.

    ¿Por qué es importante esto para los católicos y los no católicos? Porque es una lección de cómo se comporta el liberalismo en esta etapa gerontocrática, al estilo Brezhnev: totalmente intolerante con cualquiera que se salga de la línea del partido. No basta con callarse o incluso con someterse. Hay que conformarse.


    El caso de Francisco tiene puntos débiles en tres niveles. En primer lugar, se le conoce como el Papa de la misericordia, pero esta acción es decididamente inmisericorde con aquellas partes de su rebaño que aman el Rito Antiguo. Ataca de modo rutinario la rigidez en los fieles, es decir, el conservadurismo, pero él se muestra tan rígido como el acero. Ha promovido una Iglesia más descentralizada, pero ahora está invadiendo las conciencias de la gente. Y dice que quiere la unidad, pero lo más probable es que su decreto promueva el cisma. En resumen: es un caso clásico, como sucede cuando vemos a un político que es todo aquello de lo que acusa a su oposición.

    En segundo lugar, soy reacio a acusar al pontífice de mentir abiertamente, pero su proclamación es poco sincera. Afirma que todo lo que Benedicto quería hacer era atender al puñado de tradicionalistas moribundos que querían el Rito Antiguo, pero todos sabemos que se trataba de algo más que de eso: que había una esperanza de modernizar el Rito Antiguo al tiempo que se purificaban los abusos en el Nuevo, reconociendo al mismo tiempo que el Antiguo es una expresión perfectamente válida de la fe católica (lo cual es una receta para el enriquecimiento mutuo y la unidad genuina). Además, la práctica del Antiguo es una de las pocas áreas de crecimiento en la Iglesia Occidental -para vergüenza de los que lo odian- y las razones de su éxito son obvias. Para muchos que asisten a ella por primera vez, despojada de su contexto social en los años sesenta, resulta refrescantemente novedosa y les llama la atención por su devoción y hermosura, un antídoto contra el ruido del siglo XXI. Francisco afirma que se ha convertido en un punto de encuentro para los críticos de la Iglesia moderna, que es una amenaza para la unidad, y eso es cierto en algunos lugares, pero no en la gran mayoría de las diócesis. De hecho, el mejor efecto de la acción de Benedicto fue divorciar la práctica del Rito Antiguo de los cismáticos: significaba que si querías disfrutar de él, ya no tenías que asistir a una dudosa iglesia clandestina. Es Francisco quien lo ha vuelto a hacer algo controvertido, empujándolo a los márgenes y luego acusándolo de marginal.

    En tercer lugar, todos sabemos en el fondo que se trata de una última resistencia desesperada de la generación de clérigos de los años sesenta, una generación que está a unos diez años de perder el control del poder. Los seminarios están llenos de jóvenes que quieren decir el Rito Antiguo. En muchos casos, la acción de Francisco les parecerá un golpe terrible a sus vocaciones porque les despoja de un derecho que suponían que iban a poder ejercer libremente, enviando el mensaje de que no pueden confiar en que el Vaticano no cambie las reglas del juego en cualquier momento (¡¿qué será lo próximo?!). Pero deben mantenerse firmes y perseverar, porque esa generación de los sesenta no estará por mucho tiempo en este mundo, y cuando finalmente se vayan, todo el bagaje de su época se irá con ellos. De lo que no se dan cuenta con este último intento de matar al Viejo Rito es de que están envenenando su propio legado. Hay muchas cosas en las que Francisco tiene razón: me ha hecho cambiar de opinión sobre el medio ambiente y me ha hecho moverme hacia la izquierda en economía. Pero al asociar esa agenda a una política cultural estrecha, los liberales dan la espalda a sus aliados naturales.

    También provocarán una gran confusión en el resto del mundo. ¿Por qué, en medio de una pandemia -con los casos de abusos a niños persiguiendo a la iglesia y la China comunista suprimiendo la religión- lanzar una cruzada contra una bonita liturgia que se dice en muy pocos lugares y no hace daño a nadie? Porque las guerras litúrgicas, como los debates sobre el arte o la arquitectura, son una tapadera para la obsesión ideológica. Nos traicionamos a nosotros mismos por nuestras prioridades.

    El liberalismo promovió en su día la diversidad; ahora que está en el poder se ha endurecido hasta convertirse en ortodoxia, en un diseño de vida que todos debemos seguir. Los conservadores solían dirigir la Iglesia y a menudo podían ser desagradables, es cierto: pero perdieron la guerra. Ahora que están fuera del poder, lo único que quieren es que se les deje en paz. Bueno, pues no les dejan y es ingenuo pensar que la paz es una opción. La razón por la que lo que ha hecho Francisco es importante es porque algún día el tipo de liberalismo que él encarna vendrá a por ti, por algo sencillo que estabas haciendo y que no molestaba a nadie más pero que, por su mera existencia, era una amenaza existencial para el régimen gobernante. Tú eres el siguiente.»


    https://infovaticana.com/2021/07/20/...-rito-antiguo/
    DOBLE AGUILA dio el Víctor.
    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

    En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47


    Nada sin Dios

  2. #2
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    Re: URGENTE: publicado el Motu Proprio Anti-Summorum

    Mejor que explicar con palabras, hacerlo con imágenes. En el siguiente vídeo se explica que es la Misa Tridentina, a la que muchos nunca, o casi, han tenido oportunidad de asistir. Para mi la parroquia más cercana se halla a unos 70 km de distancia. Luego, de llegar a la hora de su inicio, he de añadir el tiempo en buscar aparcamiento para el coche, lo que se lleva otro tiempo, en este caso perdido. Y me pregunto ¿cuántas parroquias hay entre mi casa y esta otra en la que se dice la Misa en latín? Pues no lo sé porque no las he contado, pero si digo que no menos de 25 ó 30 no me estaré equivocando. Ahora ya se verá lo que sucede, pero mi pregunta siempre ha sido la misma ¿y por qué motivo o razón moral y canónica yo no puedo asistir a la Misa a la que quiero ir? ¿Es acaso Cristo quien me lo impide? obviamente no, entonces ¿acaso me lo impediría? la respuesta es la misma. Pues yo como católico reclamo y exijo.

    https://www.religionenlibertad.com/v...explicada.html
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    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

    En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47


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  3. #3
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    Re: URGENTE: publicado el Motu Proprio Anti-Summorum

    Ite Missa est: las consecuencias
    Por Christopher A. Ferrara


    20/07/2021



    En el momento de escribir estas palabras no han pasado todavía 24 horas de la detonación nuclear irrisoriamente titulada Tratidiones custodes. Me recuerda lo que garabatearon en el revestimiento de Fat Man, la bomba atómica que se arrojó sobre Nagasaki: «¡Salud!» Según un tal Art Josephon de Chicago, eso fue lo que escribió Bergoglio mientras soltaba su bomba sobre un renovamiento litúrgico en rápida expansión encabezado por jóvenes que cada vez pone más de manifiesto la enfermedad terminal que padece la gran distopía eclesial que él preside.

    El Novus Ordo ya se moría siguiendo más o menos el ritmo que dicta el índice de mortalidad humano. Pero el proceso de defunción se aceleró vertiginosamente cuando Bergoglio impuso el culto al covid añadiendo su contribución a las injurias al Cuerpo Místico de Cristo acumuladas desde que Pablo VI inició el proceso de autodemolición de la Iglesia que lo dejó llorando en los palacios vaticanos por lo que llamó «una verdadera invasión de la Iglesia por la mentalidad del mundo Bergoglio cerró la basílica de San Pedro a los fieles mientras exigía obediencia a las disparatadas disposiciones de las autoridades civiles que en pocos meses hicieron pedazos el tejido social imponiendo una cuarentena universal equivalente a una especie de toque de queda en Europa Occidental y casi todo el resto de Occidente. Iglesias que ya estaban prácticamente vacías quedaron sin fieles; el precepto dominical suspendido por más de un año; colectas y donativos en mínimos históricos; y muchos feligreses a los que sus pastores cerraron las puertas de sus iglesias Novus Ordo no van a volver. La apostasía silenciosa de la que se lamentaba Juan Pablo II en Ecclesia in Europa ha quedado claramente instituida en templos más desiertos aún de la supuesta gran renovación en esta fase postcovid.

    Mientras tanto, y conforme a una especie de ley de Gresham eclesiástica, la liturgia tradicional sigue imponiéndose arrolladoramente sobre el invento de Bugnini, y los jóvenes ávidos de tradición a los trasnochados ideólogos de la revolución conciliar, como el astuto y malicioso político eclesiástico argentino que se cree que por el mero hecho de ocupar el trono de San Pedro se cree investido de poder absoluto sobre todos los bienes la Iglesia que le han sido confiados y hasta sobre la propia verdad revelada (como podemos observar en su total desprecio de lo que dice la revelación divina sobre la indisolubilidad del matrimonio y la justicia de la pena capital).

    Como reconoció monseñor Charles Pope ayer en una entrevista que concedió a EWTN, el movimiento a favor de la Misa en latín «es un sector de la Iglesia en auge. Es sabido que en la mayoría de las diócesis las cifras caen en picado. Pero [los tradicionalistas] constituyen un sector joven y vibrante de la Iglesia». Para un papa que considera a la Iglesia como una mafia de la que es jefe (la Cosa Mia*) (*por alusión a la Cosa Nostra, N. del T.), es algo intolerable. A esos jóvenes rígidos, entre los que se incluyen seminaristas y sacerdotes recién ordenados, los ve como un peligro, porque pueden demostrar que la Iglesia postconciliar es algo utópico, una tremenda fachada construida a base de novedades efímeras que irremediablemente dejará paso a lo que siempre fue y será. Como dijo Benedicto en la carta de presentación de Summorum pontificum, «Lo que para las generaciones anteriores era sagrado, también para nosotros permanece sagrado y grande y no puede ser de improviso totalmente prohibido o incluso perjudicial».

    Bergoglio no quiere nada de esa mentalidad. La Iglesia es suya y puede disponer de ella a su antojo, y está dispuesto a todo para conseguir lo que quiera de lo que tiene en sus manos. Y lo que quiere es acabar con el movimiento de la Misa Tradicional. Pero eso no sólo exigiría la revocación de Summorum pontificum, sino también del indulto anterior Ecclesia Dei, que dio el impulso inicial al movimiento, y además, nada menos que la abrogación de la propia Misa Tradicional. Sólo con esas medidas podía Bergoglio –o al menos eso espera– cortar de raíz el movimiento para que se muera. Y esas son ni más ni menos las brutales medidas que ha anunciado Bergoglio: hágase como digo, y cúmplase.

    De ese modo, haciendo un ridículo supino, el artículo 1 de Tradiciones custodes declara que la Misa aprobada y recibida en tradición desde tiempos inmemoriales en la Iglesia Romana, la Misa de los santos, el cimiento litúrgico de la Cristiandad cuyo Canon Romano es de origen apostólico, consiste exclusivamente a partir de ahora en la nueva Misa:

    Art. 1. Los libros litúrgicos promulgados por los santos Pontífices Pablo VI y Juan Pablo II, en conformidad con los decretos del Concilio Vaticano II, son la única expresión de la lex orandi del Rito Romano.

    Una verdadera ridiculez. Entonces, ¿qué pasa ahora para Bergoglio con la Misa Tradicional que codificó San Pío V a perpetuidad? Quiere hacernos creer que la ha abrogado de un plumazo. O, como mínimo, ha sido sustituida por el art. 1. Como explica en la carta que acompaña al motu proprio:

    Respondiendo a sus solicitudes, tomo la firme decisión de derogar todas las normas, instrucciones, concesiones y costumbres anteriores a este Motu Proprio, y de conservar los libros litúrgicos promulgados por los Santos Pontífices Pablo VI y Juan Pablo II, de conformidad con los decretos. del Concilio Vaticano II, como única expresión de la lex orandi del Rito Romano. Me reconforta esta decisión el hecho de que, después del Concilio de Trento, San Pío V también derogó todos los ritos que no podían presumir de una antigüedad probada, estableciendo un único Missale Romanum para toda la Iglesia latina.

    La vergonzosa mendacidad de este pontífice llega al colmo una vez más al afirmar que al derogar el rito inmemorial de la Misa sustituyéndolo por una novedad litúrgica que endilgaron a la Iglesia hace apenas cincuenta años, una de cuyas oraciones eucarísticas se redactó en un restaurante, imita el ejemplo de San Pío V, que abrogó las novedades litúrgicas en favor de la Misa de siempre. Si de verdad Bergoglio imitara a San Pío V, abrogaría la Misa nueva, con lo que haría algo mejor que cuando Benedicto restableció el Rito Romano único, y eliminaría ese invento, puramente verbal y que no convence a nadie, de la distinción entre una forma ordinaria y otra extraordinaria de un mismo rito.

    Con tan suprema arrogancia, Bregoglio publica sus ambiguas palabras con la ilusión de que lo tomen en serio. Pero claro, son puro papel mojado. El Papa no tiene el menor derecho a derogar el rito de la Misa recibido y aprobado por la Iglesia, y precisamente por eso Benedicto se desvivió por aclarar enSummorum pontificum que Pablo VI nunca lo había hecho. Como escribió el futuro papa Benedicto en el X anivarsario de Ecclesia Dei, «en ningún momento a lo largo de la historia ha abolido ni prohibido la Iglesia usos litúrgicos ortodoxos; sería algo bastante ajeno al espíritu de la Iglesia». Y sin embargo todo el pontificado de Bergoglio ha sido bastante ajeno al espíritu de la Iglesia.

    Dejando perfectamente claro que considera la Misa Tradicional letra muerta que tarde o temprano acabará enterrada –la idea en sí no podría parecer más ridícula–, Bergoglio declara a continuación en la carta de presentación queTraditiones custodes no se propone otra cosa que volver a una forma única de celebración, entendiéndose por esto el Novus Ordo, y que todo futuro uso del Misal de 1962 debe estar regido por la necesidad de “volver al rito romano promulgado por los santos Pablo VI y Juan Pablo II; por otro lado, interrumpir la erección de nuevas parroquias personales, vinculadas más al deseo y la voluntad de los sacerdotes individuales que a la necesidad real del “santo pueblo fiel de Dios”».

    El resto del motu proprio consiste en una serie de disposiciones destinadas a garantizar la asfixia y a la larga la muerte del movimiento por la liturgia tradicional. Tras notificar a los obispos en el Art.2 que son ellos los encargados de organizar las celebraciones litúrgicas en sus diócesis, incluida la autorización del uso del Misal de 1962, les hace saber en el Art. 3 –con su habitual doblez– que no son ellos los que deciden, sino que deben hacer todo lo que él mande para sofocar lo antes posible la Misa Tradicional. Para ello habrán de tomar las siguientes medidas no sólo para derogar Summorum pontificum, con Benedicto aún vivo, sino incluso buena parte de lo dispuesto en el indulto Ecclesia Dei:

    – Promesa de fidelidad a la nueva Misa por parte de todos los grupos que asisten a la Tradicional (§ 1);
    – acorralar a los grupos tradicionalistas en centros de culto que no sean parroquias, poniendo fin a toda Misa en latín en parroquias regulares a las que asisten los fieles en general (§ 2);
    – no se erigirán más parroquias personales dedicadas a la Misa en latín; con ello se establece un cupo máximo para que no aumente el número de los que se sienten atraídos por la Misa Tradicional (§ 2);
    – limitar la celebración de la Misa Tradicional a unos días determinados y exigir que no sólo las lecturas se hagan en lengua vernácula, sino utilizando también las horrendas «traducciones de la Sagrada Escritura para uso litúrgico, aprobada por las respectivas Conferencias Episcopales» (§ 3);
    – nombrar a un sacerdote de confianza para que esté a cargo de la Misa Tradicional en la diócesis y la pastoral de los fieles que asisten a ella; es decir, un supervisor que vele por que se obedezca la voluntad de Bergoglio (§ 4);
    – evaluar si cada parroquia erigida canónicamente a beneficio de los grupos tradicionalistas es útil para el crecimiento espiritual de los fieles y si la mantiene o no; dicho de otro modo: que las vaya cerrando (§ 5);
    – que no se autorice la constitución de nuevos grupos; o sea, prohibir totalmente el crecimiento de movimiento por la Misa Tradicional (§ 6).

    Luego viene el artículo 4, que afianza la mortal tenaza con la que Bergoglio inmoviliza a todo sacerdote ordenado a partir de la fecha de publicación deTraditiones custodes (16 de julio de 2021) que quiera celebrar la Misa Tradicional. Los sacerdotes recién ordenados «deberán presentar una solicitud formal al Obispo diocesano que consultará a la Sede Apostólica antes de otorgar la autorización». Todo sacerdote joven que quiera celebrar según el Misal de 1962, no sólo necesitará permiso del obispo sino hasta del Vaticano.
    El artículo 5 dispone que los sacerdotes que ya celebren la Misa de siempre «pedirán autorización para seguir haciendo uso de su facultad». Con ello se invita a los obispos hostiles a empezar a revocar esas facultades, eliminando el derecho inherente de todo sacerdote a rezar la Misa Tradicional que garantizaba Summorum pontificum.

    Con la mira puesta en la Fraternidad San Pedro, el Instituto Cristo Rey Sumo Sacerdote y otros apostolados de Misa Tradicional «erigidos por la Pontificia Comisión Ecclesia Dei», los artículos 6 y 7 los ponen a todos bajo la jurisdicción de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica juntamente con la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Ambas congregaciones están dirigidas por compinches de Bergoglio hostiles a la Misa de siempre. El destino de los Franciscanos de la Inmaculada es ahora probablemente, y tal vez de forma inminente, el mismo que el de la Fraternidad y las otras órdenes religiosas que celebran la Misa Tradicional, así como de sus seminarios.

    Por último, el artículo 8 declara que «Se derogan las normas, instrucciones, concesiones y costumbres precedentes que no cumplan con lo dispuesto en este Motu Proprio». Por costumbre Bergoglio entiende claramente la costumbre inmemorial de celebrar la Misa Tradicional.

    Para dar una apariencia de fundamentos pastorales a fin de disimular lo que no es otra cosa que odio a lo que desea destruir, Bergoglio da más muestras de su desmedida soberbia. Con un indignante desprecio a sus dos inmediatos predecesores, declara que el sondeo que realizó a los obispos sobre los grupos de Misa Tradicional –confirmando una vez más una tendencia anterior aTraditiones custodes– señala que fue un error por parte de Juan Pablo II y Benedicto XVI la solicitud que pusieron en atender a los malvados que explotaron el Misal de 1962 con fines nefandos:

    «Una posibilidad ofrecida por san Juan Pablo II y con mayor magnanimidad aún por Benedicto XVI para recomponer la unidad del cuerpo eclesial en relación con las diversas sensibilidades litúrgicas sirvió para aumentar distancias, endurecer diferencias, construir contrastes que hieren a la Iglesia y se obstaculizar su avance, exponiéndola al riesgo de divisiones.»

    Tras mencionar de pasada la abominable situación de la nueva liturgia, que no piensa hacer lo más mínimo por corregir, Bergoglio cita una vaga culpa mediante una asociación igual de vaga como única justificación en que basar su orden de someter a una férrea cuarentena la liturgia tradicional como preludio a su lenta agonía:
    «Me entristece un uso instrumental del Missale Romanum de 1962, cada vez más caracterizado por un creciente rechazo no solo a la reforma litúrgica, sino al Concilio Vaticano II, con la afirmación infundada e insostenible de que ha traicionado la Tradición y la «verdad Iglesia «. Si es cierto que el camino de la Iglesia debe entenderse en el dinamismo de la Tradición, “que nace de los Apóstoles y que avanza en la Iglesia con la ayuda del Espíritu Santo” (DV 8), el Concilio Vaticano II constituye el etapa más importante de este dinamismo, recientemente, en la que el episcopado católico escuchó para discernir el camino que el Espíritu indicaba a la Iglesia. Dudar del Concilio significa dudar de las intenciones mismas de los Padres,[14] y, en definitiva, dudar del mismo Espíritu Santo que guía a la Iglesia.»

    Así pues, es necesario confinar y a la larga extinguir la Misa en latín porque algunos de los fieles que asisten a ella –da igual quiénes o cuántos– dudan del Concilio. No de alguna doctrina particular del Concilio, que nunca es posible identificar en concreto, sino del Concilio en sí como un acto trascendental cuya esencia es preciso intuir de un modo gnóstico como el camino que el Espíritu Santo ha señalado a la Iglesia. El gran Romano Amerio explica que esa vaga oscuridad de la Fe que supera toda doctrina, dogma y costumbre es unaproliferación de circiterismos de la mentalidad postconciliar:

    «Un procedimiento común en la argumentación de los innovadores es el circiterismo: consiste en referirse a un término indistinto y confuso como si fuese algo sólido e incuestionable, y extraer o excluir de él el elemento que interesa extraer o excluir. Tal es por ejemplo el término espíritu del Concilio o incluso el de Concilio».

    O sea, que no se debe dudar del Concilio. Como Bergoglio asocia el dudar del Concilio con el Misal de 1962, al cual desprecia, nada más por ese motivo la Misa en latín tiene que emprender un corto camino hacia la extinción para que la Iglesia pueda proseguir el largo camino del Concilio, que no es otra cosa que un continuo dictado del Espíritu Santo. La herejía se redefine como una duda pertinaz sobre el Concilio en la que se incurre después del Bautismo en vez de sobre un artículo de fe católica y divina. Y la unidad de la Iglesia consiste en una mera adhesión al Concilio en el sentido en que lo interpretan los que saben.

    Así pues, en tanto que no se dude del Concilio habrá unidad y la Iglesia estará bien. En base a ello, sólo hay que tratar con severidad a los rígidos partidarios de la tradición litúrgica latina y sus intolerables dudas sobre el Concilio. «Para salvaguardar la unidad del Cuerpo de Cristo, me veo en la obligación de revocar las facultades que concedieron mis predecesores». Pero en cambio no se salvaguarda la unidad del Cuerpo de Cristo ante ataques contra los fundamentos mismos de la Fe, que tienen sin cuidado a Bergoglio, como ha dejado claro en sus innumerables diatribas contra los rígidos. Lo cierto es que Bergoglio no ve la menor relación entre la falta de unión en la Iglesia y la Misa nueva, en cuya menguante grey, que incluye a gente como Biden y Pelosi, cada vez son más los que disienten de muchas enseñanzas de la Iglesia sobre fe y costumbres entre las que se cuentan algunos de los preceptos más elementales de la ley natural.

    La persecución que quería desatar Bergoglio contra los partidarios de la Misa de siempre ha empezado en menos de un día, como podemos ver aquíy aquí​, y será mucho peor la que habrá de venir de los prelados hostiles y de los colaboradores de los que se ha rodeado con mucho cuidado Bergoglio en el aparato vaticano. Pero hay buenos motivos para albergar esperanzas de que en esta brutalidad cometida por ​ un déspota revanchista ​le salga el tiro por la culata, como suele sucederles a los dictadores en sus excesos. Para empezar, se ven indicios de que hay obispos comprensivos que opondrán resistencia pasiva a un tirano que lleva ocho años burlándose del oficio petrino y abusando de su poder un dictadorzuelo de república bananera. Al igual que los fieles, también se han hartado de él.

    ​De hecho, es posible que Bergoglio se arrepienta algún día de haber promulgado Traditiones custodes. Porque al declarar la guerra a la Misa de siempre, una guerra que no puede ganar, no sólo ha abierto las hostilidades contra los fieles que están en la Tierra sino también contra la Comunión de los Santos que han sido elevados a los altares, entre ellos nada menos que el pontífice con el que Bergoglio ​tuvo la osadía de compararse al pretender revocar la mismísima Misa que aquel gran papa blindó contra los ataques de intrusos profanos;
    «En nombre de Nuestra Autoridad Apostólica, Nos concedemos y acordamos que este mismo Misal podrá ser seguido en totalidad en la misa cantada o leída en todas las iglesias, sin ningún escrúpulo de conciencia y sin incurrir en ningún castigo, condenación o censura y que podrá válidamente usarse, libre y lícitamente y esto a perpetuidad.​ (…​) jamás nadie, quienquiera que sea podrá contrariarles o forzarles a cambiar de misal o a anular la presente intrusión o a modificarla , sino que ella estará siempre en vigor y válida con toda su fuerza, no obstante las decisiones anteriores​ (…)

    »Que absolutamente nadie, por consiguiente, pueda anular esta página que expresa Nuestro permiso, Nuestra decisión, Nuestro mandamiento, Nuestro precepto, Nuestra concesión, Nuestro indulto, Nuestra declaración, Nuestro decreto y Nuestra prohibición ni ose temerariamente ir en contra de estar disposiciones. Si, sin embargo, alguien se permitiesen una tal alteración, sepa que incurre en la indignación de Dios Todopoderoso y sus bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo.​»

    ¡San Pío V, ruega ​por nosotros! ¡Santos Pedro y Pablo, promulgad la censura del Cielo!



    https://adelantelafe.com/ite-missa-e...consecuencias/



  4. #4
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    Re: URGENTE: publicado el Motu Proprio Anti-Summorum

    De Summorum pontificum a Traditionis custodes, o de la reserva al zoológico





    Descarten esta Misa que ya no quiero ver másEl Papa Francisco publicó ayer un Motu proprio cuyo título podría llenarnos de esperanza: Traditionis custodes, "Custodios de la Tradición". Sabiendo que este texto está dirigido a los obispos, se podría empezar a soñar: ¿acaso la Tradición está en proceso de recuperar sus derechos dentro de la Iglesia?

    Todo lo contrario. Este nuevo Motu proprio lleva a cabo una eliminación. Ilustra la precariedad del magisterio actual e indica la fecha de caducidad de Summorum pontificum de Benedicto XVI, que ni siquiera podrá celebrar su decimoquinto aniversario.

    Todo, o casi todo, en Summorum pontificum, ha sido dispersado, abandonado o destruido. Además, el objetivo se indica claramente en la carta que acompaña a esta eliminación.
    El Papa enumera dos principios "sobre el modo de proceder en las diócesis": "por un lado, para proporcionar el bien de aquellos que están arraigados en la forma de celebración anterior y que necesitan tiempo para volver al rito romano promulgado por los santos Pablo VI y Juan Pablo II".

    Y, por otro lado: "para interrumpir la erección de nuevas parroquias personales, vinculadas más al deseo y a la voluntad de sacerdotes individuales que a la necesidad real del 'santo Pueblo fiel de Dios'".

    Una extinción programada

    Mientras Francisco se convierte en el defensor de las especies animales o vegetales en peligro de extinción, decide y promulga la extinción de aquellos que están apegados al rito inmemorial de la Santa Misa. Esta especie ya no tiene derecho a vivir: debe desaparecer. Y se utilizarán todos los medios para lograr este resultado.

    En primer lugar, una estricta reducción de la libertad. Hasta ahora, los espacios reservados al rito antiguo tenían una cierta latitud de movimiento, muy parecido a las reservas naturales. Hoy, hemos pasado al régimen del zoológico: jaulas, estrechamente limitadas y delimitadas. Su número está estrictamente monitoreado, y una vez instaladas, estará prohibido crear más.

    Los custodios (¿o deberíamos decir los carceleros?) no son otros que los propios obispos.
    Todo esto se especifica en el artículo 3, párrafo 2: "el obispo deberá indicar uno o varios lugares donde los fieles pertenecientes a estos grupos pueden reunirse para la celebración de la Eucaristía (no en las iglesias parroquiales y sin erigir nuevas parroquias personales)".

    El reglamento interno de estas celdas está estrictamente controlado (artículo 3, párrafo 3): "El obispo establecerá en el lugar indicado los días en que se permiten las celebraciones eucarísticas, utilizando el Misal Romano promulgado por San Juan XXIII en 1962".

    Este control se extiende hasta el más mínimo detalle (ídem): "En estas celebraciones, las lecturas se proclamarán en lengua vernácula, utilizando las traducciones de la Sagrada Escritura para uso litúrgico, aprobadas por las respectivas Conferencias Episcopales". Ni hablar de utilizar la traducción de un Dom Lefebvre o de un leccionario de antaño.

    La eutanasia está prevista para los especímenes considerados no aptos para cuidados paliativos (artículo 3, párrafo 5): "El obispo procederá, en las parroquias personales erigidas canónicamente en beneficio de estos fieles, a una valoración adecuada de su utilidad real para el crecimiento espiritual, y decidirá si las mantiene o no".

    Además, la reserva es eliminada en su totalidad, ya que desaparece la comisiónEcclesia Dei (artículo 6): "Los institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, establecidos por la Comisión Pontificia Ecclesia Dei pasan a ser competencia de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica".

    Prohibido a los migrantes

    Mientras el Papa no deja de ocuparse de todo tipo de migrantes, en las prisiones que instala queda estrictamente prohibida cualquier tipo de intrusión.

    Para asegurarse de impedir la constitución de reservas salvajes, el Papa prohíbe cualquier ampliación de la prisión (artículo 3, párrafo 6): "El obispo (...) cuidará de no autorizar la creación de nuevos grupos".
    Esta medida también es similar a una esterilización: queda prohibida la reproducción y perpetuación de estos salvajes del pasado que deben desaparecer.
    Esta esterilización también concierne a los sacerdotes que serán ordenados en el futuro (artículo 4): "Los presbíteros ordenados después de la publicación del presente Motu proprio, que quieran celebrar con el Missale Romanum de 1962, deberán presentar una solicitud formal al obispo diocesano, que consultará a la Sede Apostólica antes de conceder la autorización".

    En cuanto a los sacerdotes que ya se benefician de una autorización, de ahora en adelante necesitarán una renovación de su pase "de celebración", que es similar a una visa temporal (artículo 5): "los presbíteros que ya celebran según el Missale Romanum de 1962, pedirán al obispo diocesano la autorización para seguir manteniendo esa facultad".

    Por tanto, si se trata de contener, reducir o incluso destruir estos grupos, los obispos tienen carta blanca, pero si es necesario autorizar, el Papa no se fía de ellos: hay que pasar por Roma.

    Mientras decenas de sacerdotes, muchas veces apoyados por sus obispos, se burlaron de la Congregación para la Doctrina de la Fe al "bendecir" a las parejas homosexuales sin ninguna reacción romana excepto una velada aprobación de Francisco a través de su mensaje al Padre Martin, los futuros sacerdotes serán estrechamente vigilados si consideran la posibilidad de celebrar según la Misa de San Pío V.

    Evidentemente, es más fácil ocultar su falta de autoridad aterrorizando a los fieles que no resistirán, que controlar el cisma alemán. Como si no hubiera nada más urgente que golpear a esta parte del rebaño...




    Vacunación contra el lefebvrismo

    El gran miedo a la contaminación del virus lefebvrista es exorcizado con la vacuna obligatoria Vat. II -del laboratorio Moderno- (artículo 3, párrafo 1): "El obispo comprobará que estos grupos no excluyan la validez y la legitimidad de la reforma litúrgica, de las disposiciones del Concilio Vaticano II y del Magisterio de los Sumos Pontífices".

    Y se elimina sin piedad todo aquello que pudiera ser una fuente potencial de contagio (artículo 8): "Quedan abrogadas las normas, instrucciones, concesiones y costumbres anteriores que no se ajusten a las disposiciones del presente Motu Proprio".

    Arrastrado por su entusiasmo, el Papa prácticamente dice que la Misa antigua es un virus peligroso del que es necesario protegerse. Por ejemplo, en el artículo 1 se precisa: "Los libros litúrgicos promulgados por los santos Pontífices Pablo VI y Juan Pablo II, en conformidad con los decretos del Concilio Vaticano II, son la única expresión de la lex orandi del Rito Romano".

    Si el Novus ordo es la única expresión de la lex orandi, ¿cómo calificar a la Misa Tridentina? ¿Está en un estado de ingravidez litúrgica o canónica? ¿No tiene esta Misa derecho al lugar que todavía ocupan el rito dominico, el rito ambrosiano o el rito lionés en la Iglesia latina?

    Esto es lo que se desprende de lo que dice el Papa en la carta que acompaña al Motu proprio. Parece que, sin sospechar del paralogismo que comete, escribe: "Me reconforta en esta decisión el hecho de que, tras el Concilio de Trento, San Pío V también derogó todos los ritos que no podían presumir de una antigüedad probada, estableciendo un único Missale Romanum para toda la Iglesia latina. Durante cuatro siglos, este Missale Romanum promulgado por San Pío V fue, pues, la principal expresión de la lex orandi del Rito Romano, cumpliendo una función unificadora en la Iglesia".

    La conclusión lógica que se desprende de esta comparación es que este rito debe mantenerse. Más aún cuando la bula Quo primum de San Pío V lo protege contra cualquier ataque.

    Así lo confirmó también la comisión de cardenales reunida por Juan Pablo II, que afirmó, casi unánimemente (8 de 9), que ningún obispo podía impedir que un sacerdote celebrara la Misa antigua, después de haber observado, por unanimidad, que esta última jamás había sido prohibida.

    Y también lo confirma aquello que el Papa Benedicto XVI aceptó y ratificó enSummorum pontificum.
    No obstante, para Francisco, los ritos antiguos mantenidos por San Pío V, incluida la llamada Misa Tridentina, aparentemente no tienen ningún valor unificador. El nuevo rito, y solo él, con sus cincuenta años de existencia, sus infinitas variaciones y sus innumerables abusos, es capaz de dar unidad litúrgica a la Iglesia. La contradicción es flagrante.

    Volviendo a su idea de la eliminación de especies, el Papa escribe a los obispos: "Sobre todo, les corresponde trabajar por la vuelta a una forma unitaria de celebración, verificando caso por caso la realidad de los grupos que celebran con este Missale Romanum".

    Una ley claramente opuesta al bien común

    La impresión general que surge de estos documentos -Motu proprio y carta adjunta del Papa- da la impresión de un sectarismo acompañado de un abuso de poder manifiesto.

    La Misa Tradicional pertenece a la parte más íntima del bien común en la Iglesia, por lo tanto, restringirla, rechazarla, arrojarla a los guetos y, en última instancia, planificar su desaparición, no puede tener ninguna legitimidad. Esta ley no es una ley de la Iglesia, porque, como dice Santo Tomás, una ley no puede ser válida si atenta contra el bien común.

    Pero hay algo más en los entresijos, un tinte evidente de la saña manifestada por ciertos fanáticos furibundos de la reforma litúrgica contra la Misa Tradicional. El fracaso de esta reforma queda puesto de manifiesto, como en un claroscuro, por el éxito de la Tradición y de la Misa Tridentina.

    Por eso no pueden aceptarla. Sin duda, imaginan que su total desaparición hará que los fieles regresen a las iglesias drenadas de lo sagrado. Trágico error. El magnífico auge de esta celebración digna de Dios solo resalta más su pobreza: ella no es la causa de la desertificación producida por el nuevo rito.

    Lo cierto es que este Motu proprio, que tarde o temprano terminará en el olvido de la historia de la Iglesia, no es una buena noticia en sí mismo: marca un freno, por parte de la Iglesia, en la reapropiación de su Tradición, y retrasará el fin de la crisis que ha durado más de sesenta años.

    En cuanto a la Fraternidad San Pío X, encuentra en esto un nuevo motivo de fidelidad a su fundador, Monseñor Marcel Lefebvre, y de admiración por su previsión, su prudencia y su fe.

    Si bien la Misa tradicional está en vías de ser eliminada, y las promesas hechas a las sociedades Ecclesia Dei también se están cumpliendo, la Fraternidad San Pío X encuentra en la libertad que le legó el Obispo de Hierro, la posibilidad de continuar luchando por la fe y el reinado de Cristo Rey.



    Fuentes: Saint-Siège - FSSPX.Actualités


    https://fsspx.news/es/news-events/ne...3%B3gico-67515


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    Re: URGENTE: publicado el Motu Proprio Anti-Summorum

    Traditiones custodes: una guerra al borde del abismo

    Por
    Roberto De Mattei


    19/07/2021


    Lo que se propone el papa Francisco con el motu proprio Traditionis custodes del 16 de julio de este año es reprimir toda expresión de fidelidad a la liturgia tradicional, pero lo único que conseguirá será que estalle una guerra que concluirá inevitablemente con el triunfo de la Tradición de la Iglesia.

    Cuando el 3 de abril de 1969 Pablo VI promulgó el Novus Ordo Missae, su idea de fondo era que en pocos años la Misa Tradicional hubiera pasado a la historia. El encuentro de la Iglesia con el mundo moderno al que Pablo VI aspiraba en aras de un humanismo integral, preveía la desaparición de todo resto de la Iglesia constantiniana. Y el rito romano antiguo, que San Pablo V había restablecido en 1570, parecía destinado a desaparecer después de la devastación litúrgica protestante.

    Ningún previsión resultó más desacertada. Hoy en día los seminarios están faltos de vocaciones y las parroquias se vacían, en algunos casos abandonadas por sacerdotes que anuncian que se van a casar y reintegrar a la vida civil. Mientras que los lugares donde se celebra la Misa Tradicional y se predican la Fe y la moral siempre están llenos a rebosar de fieles y son viveros de vocaciones. La Misa Tradicional se celebra con regularidad en 90 países de todos los continentes, y el número de fieles que participan aumenta de año en año, acrecentando tanto la Fraternidad San Pío X como los institutos de Ecclesia Dei surgidos de 1988 para acá. El coronavirus ha contribuido a ese aumento, pues desde que se impuso la comunión en la mano, son muchos los fieles que disgustados con el sacrilegio han abandonado sus parroquias para recibir la Sagrada Comunión en los templos en que se sigue dando en la boca.

    Este trasvase de almas ha surgido en reacción a la ausencia de formas de la nueva liturgia, sobre la que escribió Martin Mosebach en su ensayo Eresia dell’informe (tr. it. Cantagalli, 2009). Si autores progresistas como Andrea Riccardi, de la comunidad de San Egidio, lamentan la desaparición social de la Iglesia (La Chiesa brucia. Crisi e futuro del cristianesimo, Tempi nuovi, 2021), una de las causas de ella es precisamente la incapacidad de la nueva liturgia para captar la atención de los fieles; no es capaz de expresar el sentido de lo sagrado y de la trascendencia. Únicamente en la absoluta trascendencia divina se puede expresar la extrema cercanía de Dios al hombre, como señaló Ratzinger en su libro Introducción al espíritu de la liturgia (Ed. Cristiandad, Madrid 2007) antes de ser elegido al pontificado. El entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que siempre había puesto la liturgia en primer plano de sus intereses, una vez elegido papa Benedicto XVI promulgó el 7 de julio de 2007 el motu proprio Summorum pontificum, por el que restableció derechos plenos de ciudadanía al Rito Romano antiguo (infelizmente calificado de rito extraordinario), que su bien nunca había sido derogado jurídicamente llevaba de facto cuarenta años prohibido.

    Summorum pontificum ha contribuido a la multiplicación de los lugares donde se celebra la Misa Tradicional y a una abundante serie de estudios de alto nivel sobre la antigua y la nueva liturgias. El redescubrimiento de la Misa d siempre por parte de los jóvenes ha estado acompañado de una producción de textos que no sería posible enumerar aquí. Entre las obras más recientes, baste recordar los escritos del P. Claude Barthe, Histoire du missel tridentin et de ses origines (Via Romana, 2016, tr. it. Solfanelli, 2018) y La Messe de Vatican II. Dossier historique (Via Romana, 2018); de Michael Fiedrowicz, The Traditional Mass: History, Form, and Theology of the Classical Roman Rite (Angelico Press, 2020) y de Peter Kwasniewski, Noble Beauty,Transcendent Holiness: Why the Modern Age Needs the Mass of Ages (Angelico, 2017, tr. it. Fede e Cultura, 2021). En el terreno progresista no ha aparecido ningún estudio que se les pueda equiparar.

    El papa Francisco ha reaccionado a este renacimiento cultural y espiritual encargando a la Congregación para la Doctrina de la Fe que envíe un cuestionario sobre la aplicación del motu proprio de Benedicto XVI. Aunque la encuesta era de orden sociológico, las conclusiones que ha sacado Francisco son de orden ideológico. No hace falta realizar un sondeo para ver que las iglesias frecuentadas por los fieles vinculados a la tradición litúrgica están siempre llenas mientras las parroquias normales están cada vez más vacías. En la carta a los obispos que acompaña al motu proprio del 16 de julio, Francisco afirma: «Las respuestas recibidas revelaron una situación que me duele y me preocupa, confirmando la necesidad de intervenir. Lamentablemente, la intención pastoral de mis predecesores, que habían pretendido “esforzarse al máximo para que todos aquellos que verdaderamente desean la unidad puedan permanecer en esta unidad o encontrarla de nuevo”.[12] , a menudo se ha descuidado seriamente». «Me entristece –añade Francisco– un uso instrumental del Missale Romanum de 1962, cada vez más caracterizado por un creciente rechazo no solo a la reforma litúrgica, sino al Concilio Vaticano II, con la afirmación infundada e insostenible de que ha traicionado la Tradición y la verdadera Iglesia». Por eso, «tomo la firme decisión de derogar todas las normas, instrucciones, concesiones y costumbres anteriores a este Motu Proprio».

    El papa Francisco no ha considerado necesario intervenir para resolver la grave herida producida a la unidad por los obispos alemanes, que en nombre del Concilio Vaticano II han caído frecuentemente en herejía, pero por lo que se ve está convencido de que el único peligro para la unidad de la Iglesia está en quienes han planteados dudas sobre el Concilio, como también suscitó dudas Amoris laetitia sin que haya respondido jamás. De ahí que el art. 1 del motu proprio Traditiones custodes declare que «los libros litúrgicos promulgados por los Santos Pontífices Pablo VI y Juan Pablo II, de conformidad con los decretos del Concilio Vaticano II, son la única expresión de la lex orandi del Rito Romano».

    Desde el punto de visto jurídico, la revocación del libre ejercicio de un sacerdote cualquiera en lo que se refiere a celebrar la Misa según los libros litúrgicos anteriores a la reforma de Pablo VI es patentemente ilegítima. El motu proprio Summorum pontificum de Benedicto XVI recalcó que el rito tradicional jamás ha sido abrogado y que todo sacerdote tiene pleno derecho a celebrarlo en cualquier lugar del mundo. Traditiones custodes entiende ese derecho como un privilegio, que como tal puede ser anulado por el legislador supremo. Este modus operandi es del todo arbitrario, porque la licitud de la Misa Tradicional no procede de un privilegio, sino del reconocimiento de un derecho subjetivo de cada fiel, sea laico, sacerdote o religioso. Es más, Benedicto XVI nunca concedió nada; se limitó a reconocer el derecho a utilizar el Misal de 1962, «jamás abrogado», y beneficiarse espiritualmente de él.

    El principio que reconoce Summorum pontificum es la inmutabilidad de la bula Quo primum de San Pío V del 14 de julio de 1570. Como señala un eminente canonista, el P. Raymond Dulac (Le droit de la Messe romaine, Courrier de Rome, 2018), Pío V no introdujo nada nuevo, sino que restableció la antigua liturgia y confirió a todo sacerdote el privilegio de celebrarla. Ningún papa tiene derecho a abrogar ni a cambiar un rito que se remonta a la Tradición Apostólica y se ha ido formando a lo largo de los siglos, como la llamada Misa de San Pío V. Lo confirma el gran liturgista monseñor Klaus Gamber en el libro que, en su edición francesa fue prologado el cardenal Ratzinger (La Réforme liturgique en question, Editions Sainte-Madeleine, 1992).

    En ese sentido, el motu proprio Traditiones custodes se puede considerar más grave que la exhortación Amoris laetitia. No sólo eso; el motu proprio tiene efectos canónicos que no tiene la mencionada exhortación postsinodal; mientras Amoris laetitia da a entender que pueden comulgar quienes no tienen derecho a hacerlo, Traditiones custodes priva del bien espiritual de la Misa de siempre a quienes tienen derecho a ese bien irrenunciable, del cual necesitan para perseverar en la fe.

    Es evidente el mecanismo ideológico de considerar a priori sectario a todo grupo de fieles ligados a la Tradición litúrgica de la Iglesia. Habla de ellos como si fueran sediciosos a los que hay que vigilar sin criterios de juicio (cf. nº 1, 5 e 6), restringiéndoles el derecho de asociación e impidiendo que los obispos aprueben más, y limitando el derecho propio del ordinario (cf. Código de Derecho Canónico, can. 321, §2). En realidad, hasta ahora los grupos de fieles han surgido espontáneamente y se han hecho portavoces de algunas situaciones ante la legítima autoridad, no es que nunca se los haya autorizado. Considerar necesaria la autorización de un grupo constituye un duro golpe a la libre asociación de los fieles que el propio Concilio propugnaba, como contraviene también el Concilio la disposición que convierte a los obispos en meros ejecutores de la voluntad pontificia.

    Traditiones custodes confirma el proceso de concentración de poder del papa Francisco contradiciendo sus continuas invocaciones a la sinodalidad de la Iglesia. Dice que es «exclusiva competencia» del obispo regular el Rito Extraordinario en su diócesis, pero en la práctica el motu proprio (cf. Art.4) limita la discrecionalidad y autonomía del obispo al disponer que no baste su autorización para celebrar la Misa solicitada por un sacerdote diocesano, sino que es necesario pedir el plácet de la Sede Apostólica. Eso quiere decir que el obispo no puede conceder dicha autorización (que nunca ha sido calificada de facultad, por lo que parece ser más que un privilegio) de forma autónoma, sino que es preciso que su decisión cuente con el aval de superiores. Como señala el P. Raymond de Souza, «se prohíben las reglas más permisivas mientras se fomentan las más restrictivas».

    El objetivo está claro: eliminar con el tiempo la presencia del Rito Tradicional para imponer el Novus Ordo de Pablo VI como único rito de la Iglesia. Para alcanzar ese objetivo hace falta una paciente reeducación de los revoltosos. Por eso, como se lee en la carta a los obispos, «las indicaciones sobre cómo proceder en las diócesis están dictadas principalmente por dos principios: por un lado, prever el bien de aquellos que están arraigados en la forma de celebración anterior [rito romano antiguo] y necesitan tiempo para volver al rito romano promulgado por los santos Pablo VI. y Juan Pablo II; por otro lado, interrumpir la erección de nuevas parroquias personales, vinculadas más al deseo y la voluntad de los sacerdotes individuales que a la necesidad real del “santo pueblo fiel de Dios”».

    No se equivoca Tim Stanley cuando en el Spectator del pasado día 17 lo llamó guerra sin piedad contra el rito antiguo. (The Pope’s merciless war against the Old Rite). Con Summorum pontificum Benedicto XVI reconoció públicamente que existe una lex orandi de la Iglesia que ningún papa podrá abrogar jamás. Francisco manifiesta por el contrario su rechazo a la lex orandi tradicional e, implícitamente, a la lex credendi que expresa el Rito de siempre. La paz que el motu proprio de Benedicto había intentado garantizar a la Iglesia ha terminado, y Joseph Ratzinger, ocho años después de su renuncia al pontificado, es condenado a presenciar la guerra que ha declarado su sucesor, como epílogo de una tragedia griega.

    La lucha se libre al borde del abismo del cisma. El papa Francisco quiere despeñar a sus críticos obligándolos a constituir de hecho, si no de principio, una verdadera Iglesia enfrentada a él, pero él mismo se arriesga a caer al abismo si se empeña en contraponer la Iglesia del Concilio a la de la Tradición. El motu proprio Traditiones custodes es un paso en esa dirección. Salta a la vista la malicia y la hipocresía de quien se propone destruir la Tradición autoproclamándose custodio de ella. Y es evidente también que esto sucede precisamente cuando la Iglesia es devastada por numerosas herejías y errores.

    Si la violencia consiste en el uso ilegítimo de la fuerza, el motu proprio de Francisco es un acto objetivamente violento, porque es prepotente y abusivo. Pero se equivoca quien piense que a la violencia ilegítima hay que responder con formas igualmente ilegítimas de disenso.

    La única resistencia legítima es la de quien no desconoce el derecho canónico y cree firmemente en la visibilidad de la Iglesia; de quien no cae en el protestantismo pretendiendo hacerse papa en lugar del papa; de quien modera su lenguaje y reprime las pasiones desordenadas que pueden llevarlo a cometer actos temerarios; de quien no cae en fantasías apocalípticas y mantiene un firme equilibrio en medio de la tempestad; de quien, en conclusión, lo cimenta todo en la oración convencido de que Jesucristo, y ningún otro, salvará su Iglesia.





    https://adelantelafe.com/traditiones...de-del-abismo/

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    Re: URGENTE: publicado el Motu Proprio Anti-Summorum

    «Sería cismático el papa que cambiara todos los ritos de la Iglesia que son de tradición apostólica» (Francisco Suárez/Klaus Gamber)

    Por RORATE CÆLI


    20/07/2021


    Apenas han pasado cuatro años de la publicación del nuevo Misal con el que Pablo VI sorprendió a todo el mundo católico al promulgar el Novus Ordo Missae el 6 de abril de 1969. La revisión de 1965 no tocó la liturgia tradicional. De conformidad con lo dispuesto en el artículo 50 de la Constitución sobre la Sagrada Liturgia, la principal preocupación era suprimir algunos añadidos posteriores al Rito de la Misa. La publicación del Ordo Misae de 1969 creó, no obstante, un rito nuevo. Dicho de otro modo: la liturgia tradicional no había sido objeto de una simple revisión como pedía el Concilio. Todo lo contrario: había sido derogada, y un par de años más tarde el rito tradicional fue de hecho prohibido. De ahí que nos preguntemos: ¿se ajustan unas reformas tan radicales a la tradición de la Iglesia?

    (…) Se podría argüir que la autoridad del Papa para introducir un nuevo rito, es decir, para hacerlo prescindiendo de la decisión de un concilio, puede derivar de la plena y suprema potestad que tiene sobre la Iglesia, según dice el Concilio Vaticano I; esto es, autoridad en cuestiones quae ad disciplinam et regimen ecclesiae per totum orbem difusse pertinent (de régimen y disciplina de la Iglesia difundida por todo el orbe) (Denzinger 1831). Ahora bien, la palabradisciplina no se aplica en modo alguno al rito de la Misa, y menos aún si tenemos en cuenta que los pontífices han señalado en repetidas ocasiones que el rito se basa en la tradición apostólica. Por este solo motivo, el rito queda fuera de lo que atañe a la disciplina y gobierno de la Iglesia.

    Podríamos agregar que no existe un solo documento, ni siquiera el Código de Derecho Canónico, que afirme concretamente que el Papa, como pastor supremo de la Iglesia, posea autoridad para derogar el rito litúrgico tradicional. Más aún: en ninguna parte se dice que el Sumo Pontífice tenga potestad para alterar siquiera una tradición litúrgica local. Que no mencione la existencia de dicha potestad añade un peso considerable a nuestro argumento. La plena y suprema potestas del Papa tiene unos límites claramente delimitados. Por ejemplo, es innegable que en cuestiones dogmáticas tiene que atenerse a la Tradición de la Iglesia universal. Es decir, como señala San Vicente de Lerins, lo que siempre se ha creído (quod semper, quod ubique, quod ab omnibus).

    De hecho, algunos autores afirman con bastante claridad que derogar el rito tradicional queda sin lugar a dudas fuera de la competencia del Papa. El eminente teólogo Suárez (que falleció en 1617) citando a autores anteriores como Cayetano (que murió en 1534), piensa que el papa que tal hiciere sería cismático, ya que, «no estaría en plena comunión con la Iglesia como es su deber si, por ejemplo, excomulgara a la totalidad de la Iglesia o sustituyera los ritos que la Iglesia ha heredado de la tradición apostólica» [Et hoc secundo modo posset Papa esse schismaticus, si nollet tenere cum toto Ecclesiæ corpore unionem et coniunctionem quam debet, ut si tenat et totem Ecclesiam excommunicare, aut si vellel omnes Ecclesiasticas cæremonias apostolica traditione firmatas evertere.].

    Al estudiar la cuestión de la autoridad ilimitada del Papa y en qué modo le daría potestad para alterar un rito litúrgico previamente establecido, es posible que si el argumento de Suárez no tiene suficiente peso éste otro lo tenga: el hecho incontestable de que antes de Pablo VI ningún pontífice efectuó cambios fundamentales en los ritos como estamos presenciando ahora.

    Klaus Gamber
    Die Reform der römischen Liturgie: Vorgeschichte und Problematik



    https://adelantelafe.com/seria-cisma...-klaus-gamber/


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  7. #7
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    Re: URGENTE: publicado el Motu Proprio Anti-Summorum

    Los obispos deben dispensar inmediatamente a sacerdotes y fieles de los horrores de Traditiones custodes
    Editorial de Rorate Caeli


    20/07/2021


    Aprobado por un doctor en derecho canónico

    En Rorate Caeli apreciamos los edificantes y generosos consejos paternales y pastorales que nos brindan muchos prelados, en particular del ámbito de habla inglesa y francesa, que han respondido al horror de Tradiciones custodes. Expresamos nuestra más sincera gratitud a los buenos pastores como ellos que nos leen.

    Cuando la ira y la tristeza tratan de abrirse paso en nuestro corazón y hacernos perder la calma, el actuar correcto y valeroso de esos pastores calma las aguas e impide que el enemigo gane territorio.
    Son acciones escasas y aisladas. Necesitamos más cuanto antes.

    Rogamos a todos los prelados de buena voluntad y todos los pastores que aman y cuidan a su grey por el bien espiritual de todos los fieles, clero y laicos, que desde hace años se benefician del inmenso tesoro espiritual, eucológico y teológico del Misal Romano de 1962 que nos dispensen de las draconianas medidas dispuestas en Traditiones custodes.

    La institución canónica de la dispensa cuenta con una sólida tradición en la historia del derecho canónico, y vige actualmente en el canon 87 §1 del Código de 1983 [1]. Con relación al concepto de dispensa, Hans-Jurgen Guth ha escrito en los últimos años tratados sobre el derecho que concede la legislación a los obispos para objetar las decisiones del Sumo Pontífice, derecho conocido como ius remonstrandi o supplicatio [2].
    Dado que el derecho a la Misa Tradicional está firmemente establecido en la tradición canónica por no haber sido jamás abrogado, los obispos pueden –y deben– ejercer inmediatamente el ius remonstrandi para impugnar semejante extralimitación.

    Todos los grupos de fieles de la Misa Tradicional manifiestan los saludables frutos espirituales mencionados en Mt.7,16: familias que se quieren y llevan bien, asisten sin falta a Misa y reciben con frecuencia los sacramentos la Penitencia y la Sagrada Comunión; seminaristas dedicados a la oración, el estudio y el servicio a la Iglesia; sacerdotes entregados a la cura de almas y religiosos consagrados plenamente en devoción sincera al Cordero de Dios.

    Dicen que la Iglesia nunca actúa con precipitación. Pero no se puede decir lo mismo de la promulgación original del Novus Ordo (o de la prohibición de la Misa Tradicional) ni de la brusca promulgación de Traditiones custodes. Es preciso impugnarla con la misma celeridad.

    Creemos que hay muchos prelados que sienten necesidad de un guía, esperan que uno de sus hermanos en el episcopado tome la iniciativa y dispense plenamente a los sacerdotes y los fieles de la observancia de Traditiones custodes para que su grey pueda proseguir tranquila el camino a la salvación sin que la molesten.

    Os rogamos e imploramos que hoy mismo ejerzáis ese derecho.



    [1]Can. 87 §1. El obispo diocesano, siempre que, a su juicio, ello redunde en bien espiritual de los fieles, puede dispensar a éstos de las leyes disciplinares, tanto universales como particulares, promulgadas para su territorio o para sus súbditos por la autoridad suprema de la Iglesia; pero no de las leyes procesales o penales, ni de aquellas cuya dispensa se reserva a la Sede Apostólica o a otra autoridad.

    [2]Guth, Hans-Jurgen. “Ius Remonstrandi: A Bishop’s Right in Law to Protest”. Revue de droit canonique 2002, Volume 52, Number 1, pp. 153-65.



    https://adelantelafe.com/editorial-r...ones-custodes/


  8. #8
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    Re: URGENTE: publicado el Motu Proprio Anti-Summorum

    Lo realmente llamativo era que algunos hubieran tomado en serio el Summorum Pontificum de Benedicto XVI, restablecedor (¿?) de la misa tridentina, que cerró en falso el problema en el año 2007.

    Que un "papa" como el actual, que va de globalista, ecumenista, ecolojeta, rojo, etc pudiera ser compatible con la misa tridentina, su santidad, sus virtudes, era algo estrafalario e inconcebible. Efectivamente, han caído las caretas, y eso siempre es buena noticia.
    Quedan en pie mons Lefebvre, sus diagnósticos sobre el origen de la crisis eclesial y su colosal obra. Eso nadie nos lo podrá quitar
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

  9. #9
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    Re: URGENTE: publicado el Motu Proprio Anti-Summorum

    El odio a la Misa de siempre, y la cuestión de la obediencia



    Prefacio del arzobispo Carlo Maria Viganó

    Este magnífico y contundente artículo del profesor Massimo Viglione es uno de los más lúcidos y profundos comentarios al tenebroso motu proprioTraditiones custodes. Mi intención al publicar tan valiosa intervención es ponerlo al alcance de los fieles, sean católicos o no, para su lectura y reflexión, a fin de que cada uno obtenga provecho de su claridad profética y valor apostólico en la encarnizadísima guerra que todos debemos afrontar. Una guerra cuyo inevitable desenlace será el triunfo de la Esposa de Cristo sobre las potencias desatadas del Infierno.

    El artículo del profesor Viglione merece una amplia difusión además por mostrar el panorama general de la estrategia y actividades simultáneas y coherentes de la iglesia profunda y el estado profundo. En unos momentos en que la discriminación contra los no vacunados ha sido adoptada también por la iglesia bergogliana, tenemos el ineludible deber de resistir con la máxima determinación, alzar la voz y dar a conocer lo que se está cociendo.

    +Carlo Maria Viganò, arzobispo


    ***

    El odio a la Misa de siempre, y la cuestión de la obediencia«Os expulsarán de las sinagogas» (Jn.16,2)Hermenéutica de la envidia de Caín a Abel


    Massimo Viglione

    En estos días posteriores a la oficialización por el motu propio de Francisco de la guerra entre las jerarquías eclesiásticas contra la Misa de siempre se han multiplicado los comentarios sobre el asunto. Más de uno de dichos comentarios ha puesto de relieve el nada disimulado desprecio y al mismo tiempo la absoluta claridad de forma y de contenido que caracteriza al motu proprio Traditiones custodes, redactado con un estilo y formalismo más político que teológico y espiritual.

    A todos los efectos, es una declaración de guerra. Salta a la vista la diferencia formal y de tono con los diversos documentos en los que Pablo VI anunció, programó y llevó a cabo a partir de 1964 su reforma litúrgica, finalmente oficializada por la constitución apostólica Missale Romanum del 3 de abril de 1969, con la que a todos los efectos el Rito Romano antiguo fue sustituido (es la palabra más apropiada desde el punto de vista de las intenciones que de los actos) por el nuevo rito en lengua vulgar. En los documentos montinianos encontramos en repetidas ocasiones muestras de un modo hipócrita pero evidente dolor, pesar y remordimiento mientras –paradójicamente– ensalza la belleza y sacralidad del rito antiguo.

    En resumen, es como si Montini dijera: «Hasta nunca, querido rito de siempre, ¡pero qué bonito eras!»

    Por el contrario, en el documento bergogliano se trasluce, como muchos han observado, odio a aquel rito. Un odio incontenible.

    Naturalmente, no es Bergoglio quien ha iniciado esta guerra, desatada por el movimiento litúrgico modernista (o, si se prefiere, el protestantismo) sino, a nivel oficial y operativo, el propio Pablo VI. Si se me permite la atrevida y popular metáfora, Bergoglio sólo se ha puesto a disparar a la desesperada intentando matar de una vez por todas a un herido de muerte que durante las décadas del postconcilio no sólo no ha muerto sino que revivido arrastrando consigo a un número incalculable de fieles en todo el mundo, con un aumento exponencial en los últimos catorce años.

    Y ahí está el quid de la cuestión. El clero progresista y más entusiásticamente modernista ha tenido que soportar a regañadientes el motu proprio de Benedicto XVI, pero al mismo tiempo ha estado actuando contra la Misa de siempre por medio de la resistencia hostil de una grandísima parte del episcopado internacional que siempre ha desobedecido descaradamente a cuanto decreta Summoroum pontificum desde los mismos años del pontificado ratzingeriano, y más aún desde su renuncia para acá.

    La hostilidad de los obispos ha dado lugar a que al final el deber de mantener activo el motu proprio dependiese con harta frecuencia del valor de algunos sacerdotes que lo celebraban de todos modos sin autorización del obispo (lo cual no era ciertamente necesario). Pues bien, esos prelados constante y obstinadamente desobedientes al Soberano Pontífice de la Iglesia Católica y al motu proprio de éste, en nombre de la obediencia al Sumo Pontífice y a un motu proprio suyo podrán ahora no sólo continuar sino intensificar su labor de censura, la guerra que ya no es oculta sino evidente, como de hecho venía sucediendo.

    Pero Francisco no se ha limitado a disparar contra víctima inmortal. Ha querido ir más allá, enterrarla en vida de forma tan veloz como furtiva y monstruosa, afirmando que el rito nuevo es lex orandi de la Iglesia Católica. De lo cual habría que colegir que la Misa de siempre ya no sería la Lex orandi.

    Sabido es que nuestro pontífice es un ignorante en materia de teología (que es como decir que un médico no sabe de medicina o un herrero no sabe emplear el hierro y el fuego). De hecho, la Lex orandi de la Iglesia no es una ley de derecho positivo aprobada por un parlamento o dictada por un soberano que pueda ser revocada, alterada, sustituida, mejorada o empeorada en cualquier momento. Es más, la Lex orandi de la Iglesia no es una cosa concreta delimitada por el tiempo y el espacio, sino el conjunto de normas teológicas y espirituales de uso litúrgico y pastoral a lo largo de toda la historia de la Iglesia, desde los tiempos del Evangelio –en concreto desde Pentecostés– hasta hoy. Para que se pueda vivir obviamente en el presente, hunde sus raíces en todo el pasado de la Iglesia. No hablamos, por tanto, de nada humano –exclusivamente humano– que un cacique cualquiera pueda alterar a su antojo. La Lex orandi comprende en su totalidad los veinte siglos de historia de la Iglesia, y no hay hombres ni consenso humano que puedan alterar este depósito veinte veces secular. No hay papa, concilio ni episcopado que pueda cambiar el Evangelio, el Depósito de la Fe, el Magisterio universal de la Iglesia. Y tampoco la liturgia de siempre. Y si es cierto que el rito antiguo tiene un núcleo esencial de origen apostólico que se ha ido acrecentando armónicamente a lo largo de los siglos, con alteraciones progresivas (hasta Pío XII y Juan XXIII), no es menos cierto que esas alteraciones –una veces más oportunas, otras menos, otras tal vez inapropiadas– siempre se han estructurado no obstante en un continuum de Fe, sacralidad, Tradición y belleza.

    La reforma montiniana pulverizó todo eso al inventarse un nuevo rito adaptado a las exigencias del mundo moderno y transformar la sagrada liturgia católica haciéndola antropocéntrica en vez de teocéntrica. Del Santo Sacrificio de la Cruz repetido incruentamente mediante la acción del sacerdote se ha pasado a una asamblea de fieles dirigida por su presidente. De instrumento de salvación y hasta de exorcismo se ha pasado a un encuentro populista horizontal susceptible de adaptaciones y continuos cambios autocéfalos y relativistas y adaptaciones más o menos festivas cuyo valor se basaría en el consenso de las masas, como si se tratara de un instrumento dirigido al público, que a pesar de todo va disminuyendo progresivamente.

    De nada sirve proseguir por ese camino: esos son precisamente los frutos de esta subversión litúrgica que hablan a la mente y al corazon y no mienten. Por el contrario, es preciso aclarar las causas de ese paso de la hipocresía montiniana a la sinceridad bergogliana.

    ¿Qué es lo que ha cambiado? El clima general, que sin exagerar se ha trastornado. Montini creía que en pocos años nadie se acordaría ya de la Misa de siempre. Y Juan Pablo II, ante la evidencia de que no se podía matar al enemigo, se vio obligado –también a regañadientes– a conceder unindulto (como si la sagrada liturgia católica de siempre tuviera necesidad de algún perdón para seguir existiendo) que (nadie lo dice) era incluso más restrictivo que este último documento bergogliano, aunque sin el odio que caracteriza a éste último. Pero sobre todo ha sido el imparable éxito entre el pueblo –sobre todo entre los jóvenes– que ha tenido la Misa de siempre después del motu proprio de Benedicto la chispa que ha hecho saltar tanto odio.

    La Misa nueva ha salido perdiendo ante la historia y ante la fuerza de los hechos. Las Iglesias se han vaciado, cada vez hay menos fieles; las órdenes religiosas –también, y tal vez, sobre todo, las más antiguas y gloriosas– van desapareciendo; monasterios y conventos están abandonados, habitados por religiosos ya muy avanzados en años, y se está a la espera de su muerte para clausurarlos; las vocaciones han quedado en nada; se ha reducido a la mitad el número de los que marcan la casilla de la Iglesia en la declaración de la renta, a pesar de la obsesiva, pesada y patética publicidad solidaria con el Tercer Mundo; las vocaciones al sacerdocio son escasas, por todas partes se ve a párrocos a cargo de tres, cuatro y hasta cinco parroquias; las matemáticas del Concilio y de la Misa nueva son lo menos misericordioso que pueda haber.)

    Pero la quiebra es ante todo cualitativa desde los puntos de vista teológico, espiritual y moral. También el clero que existe y resiste es en gran medida herético o tolera la herejía y el error en tanto que se muestra intolerante con la Tradición, no reconociendo valor objetivo alguno al Magisterio de la Iglesia (sino a lo que resulta agradable), y vive de la improvisación teológica y dogmática, así como litúrgica y pastoral, basándolo todo en un relativismo doctrinal y moral acompañado de una caterva de cháchara y lemas vacíos y desabridos; y eso sin hablar del devastador, por no decir monstruoso, estado moral de buena parte del clero.

    Cierto es que hay algunos movimientos que remedian un poco la situación: pero lo hacen a base, una vez más, de relativismo doctrinal, litúrgico (guitarras, panderetas, diversión, participación) y moral (el único pecado es oponerse a los dictados de esta sociedad: actualmente consiste en oponerse a la vacuna; todo lo demás está más o menos permitido). ¿Y esos movimientos siguen siendo católicos? ¿En qué medida y cuál es su calidad? Si analizáramos con precisión teológica y doctrinal su fidelidad, ¿cuántos aprobarían el examen?

    Enseña la Iglesia que lex orandi, lex credendi. Y ciertamente la Lex orandi de los diecinueve siglos anteriores al Concilio Vaticano II y a la reforma litúrgica montiniana han creado una suerte de fe, una fe diferente en los cincuenta años siguientes. Y un nuevo tipo de católico.

    «Por sus frutos los conoceréis» (Mt.7,16), enseñó el Fundador de la Iglesia. Ni más ni menos. Los frutos del fracaso total del modernismo (o, si se prefiere, para los más atentos e inteligentes, el triunfo de los verdaderos fines del modernismo), del Concilio y del postconcilio. ¿Dónde naufragó la propia hermenéutica de la continuidad? Junto con la misericordina, ha desembocado en la hermenéutica del odio.

    En cambio, la Misa de siempre es precisamente la antítesis de todo esto. Es rompedora en su propagación, a pesar de la perpetua hostilidad y censura de los obispos; es santificante en su perfección; es atrayente por ser expresión de la inmutabilidad eterna, de la Iglesia de siempre, la teología, la espiritualidad, la liturgia y la moral de siempre. Se la ama porque es divina, sagrada y ordenada jerárquicamente; no es humana, democrática ni liberal-igualitaria. Divina y humana a la vez, como su Fundador en el día de la Última Cena.

    Y la aman sobre todo los jóvenes, tanto los laicos como los que sienten atraídos por el sacerdocio. Mientras que los seminarios del nuevo rito (la lex orandi de Bergolio) son antros de herejía, apostasía (y mejor no hablemos de otras cosas…), los seminarios del mundo de la Tradición están rebosantes de vocaciones, tantos masculinas como femeninas, en una continuidad imparable.

    La explicación de esta innegable realidad se encuentra en la única Lex orandi de la Iglesia Católica. La que es querida por Dios, y aquella a la que ningún rebelde se puede sustraer.

    Ahí está la raíz del odio. El consenso mundial y multigeneracional en cuanto al enemigo que estaba destinado a morir ante el fracaso de lo que tendría que haber aportado savia nueva pero se está secando y muriendo.
    Porque falta la savia vital de la Gracia.

    El odio a las muchachas arrodilladas tocadas con velo blanco y a las madres de varios hijos cubiertas de velo negro; a los hombres arrodillados en oración y recogimiento, quizás desgranando las cuentas de un rosario; a los sacerdotes con sotana y fieles a la doctrina y la espiritualidad de siempre; a las familias numerosas y serenas ante las dificultades de nuestra sociedad; odio a la fidelidad, la seriedad y la sed de sacralidad.

    Es el odio a todo un mundo, cada vez más numeroso, que no ha caído –ni caerá– en la trampa humanista y mundialista del nuevo Pentecostés.

    En el fondo, ese disparar a la desesperada no es otra cosa que un nuevo homicidio de Caín, envidioso de Abel. De hecho, en el rito nuevo se ofrece a Dios «el fruto de la tierra y del trabajo del hombre» (Caín); en cambio, en el de siempre «hanc immaculatam Hostiam» (el Cordero primogénito de Abel: Gén.4,2-4).

    Caín vence siempre momentáneamente gracias a la violencia, pero luego sufre sin falta el castigo a su odio y su envidia. Abel muere brevemente, pero después vive por la eternidad en la sequela Christi.
    ¿Qué pasará ahora?

    La pregunta es más interesante e inevitable de lo que parece, y lo es a varios niveles. No podemos conocer el futuro, pero sí podemos plantear por el momento algunos interrogantes.

    ¿Obedecerán todos los obispos?

    No parece que vayan a hacerlo. Más allá de la gran mayoría, que lo harán de buena gana o porque participan del odio de su jefe (casi todos) o por temor a su futuro personal, pensamos que no serán pocos los que hagan frente a la ametralladora bergogliana, como se ve que está sucediendo ya en EE.UU. y Francia (no albergamos muchas esperanzas por los italianos, los más acobardados y acomodados, como siempre), bien porque en principio no sean hostiles, bien por amistad con algunas órdenes vinculadas a la Misa de siempre, bien quizá –¿es una esperanza infundada– por un arrebato de justo orgullo por la humillación –incluso grotesca– infligida por el documento de marras, que empieza afirmando que la concesión de permiso es competencia de ellos, y luego limita toda libertad de acción y sujeta a condiciones la más mínima posibilidad de elegir, ¡sino que cae en la flagrante contradicción de afirmar que en todo caso deben dirigirse a la Santa Sede!

    ¿Obedecerán en efecto ciegamente, o surgirán algunas arrugas que resquebrajen la estructura de odio?

    ¿Y qué pasará en el mundo tradicionalista?

    Se va a armar una buena, como se diría familiarmente… Podría hasta haber golpes de efecto de proporciones históricas. Unos caerán, otros sobrevivirán, otros a lo mejor sacarán provecho (pero cuidado con las albóndigas envenenadas de los siervos del padre de la mentira). Confiemos en la Gracia divina para que los fieles no sólo sigan siendo fieles, sino que aumente su número.

    Todo ello será confirmado ante todo por un aspecto que hasta ahora nadie ha señalado: el verdadero objetivo de esta guerra contra la sagrada liturgia católica que se arrastra desde hace varias décadas, y es además el verdadero objetivo de la creación ex nihilo (mejor dicho, diseñado en algún antro) del nuevo rito, es la disolución de la liturgia católica en sí, de toda forma de Santo Sacrificio, de la propia doctrina y la Iglesia misma en la amplia corriente mundialista de la religión universal, del Nuevo Orden Mundial. Conceptos como la Santísima Trinidad, la Cruz, el pecado original, el Bien y el mal entendidos en el sentido cristiano tradicional, la Encarnación, la Resurrección y por consiguiente la Redención, los privilegios marianos y la misma Madre de Dios Inmaculada Concepción, la Eucaristía y los Sacramentos, la moral cristiana con sus Diez Mandamientos y la doctrina del Magisterio universal (defensa de la vida, de la familia, de la recta sexualidad en todas sus formas, con todas las condenas consecuentes a la locura actual), son todas cosas que deben desaparecer en la religión universal monista futura.

    Desde semejante perspectiva, la Misa de siempre es el primer elemento que debe desaparecer, por ser precisamente el baluarte inflexible de todo lo que se quiere hacer desaparecer, y por ser el principal obstáculo a toda forma de ecumenismo. Con el tiempo, ello supondrá inevitablemente una aproximación progresiva a liturgia sagrada de siempre por parte de las multitudes de fieles que todavía frecuentan el rito nuevo, quizás con sacerdotes que lo celebran con dignidad. Porque al fin y al cabo estos últimos se verán tarde o temprano en la encrucijada de decidir entre obedecer el mal y desobedecer para ser fieles al Bien. Tanto en la sociedad como en la Iglesia, al final la Revolución lo arrolla todo: a la larga se termina cayendo de un lado o de otro. Y eso tendrá como consecuencia que los buenos que ahora están confundidos terminen por buscar la Verdad y la Gracia.

    O sea, la Misa de siempre.

    Los que continúan sin plantearse estas cuestiones y siguen a esos obispos y párrocos, sepan que si quieren ser católicos de veras y beneficiarse verdaderamente del Cuerpo y la Sangre del Redentor… tienen los días contados. Muy pronto se van a ver obligados a tomar partido.

    Hablemos ahora del problema central en esta situación: qué hacer ante una jerarquía que odia la Verdad, el Bien, la Belleza y la Tradición, y que combate la única Lex orandi verdadera para imponer otra que no agrada a Dios sino al príncipe de este mundo y a sus secuaces inspectores (en cierta forma, sus obispos)?

    Es el problema fundamental de la obediencia, que también en el mundo de la Tradición se lleva a cabo muchas veces un juego sucio que con frecuencia no es fruto de una sincera búsqueda de lo mejor y de la verdad sino de guerras personales, que se han agravado con la brecha causada por el totalitarismo sanitario y el vacunismo.

    La obediencia –y este es un error cuyas raíces más profundas están también en la Iglesia preconciliar– no es un fin. Es un medio de santificación. Por lo tanto, no es un valor absoluto, sino instrumental. Es un valor positivo cuando se ordena a Dios. En cambio, si se obedece a Satanás, a sus siervos, al error, a la apostasía, deja de ser un bien para convertirse en participación voluntaria en el mal.

    Como la paz, ni más ni menos. La paz –diosa de la subversión actual– no es un fin, sino un instrumento del Bien y de la justicia cuando tiene por objeto crear una sociedad buena y justa. Si su finalidad es crear o promover una sociedad satánica, maligna, errada y subversiva, la supuesta paz se convierte en instrumento del Infierno.

    No debemos agradar a los hombres, sino a Dios, que examina nuestros corazones (1 Tes.2,4). ¡Exactamente! Por eso, quienes obedecen a los hombres sabiendo que facilita el mal y obstaculiza el Bien, sean quienes sean, la jerarquía eclesiástica incluida sin faltar el Papa, se hace en realidad cómplice del mal, la mentira y el error.

    Quien obedece en esas circunstancias desobedece a Dios, porque «el siervo no es mejor que amo» (Mt.10,24). Judas también era parte del colegio apostólico.

    De lo contrario se incurre en hipocresía. Como si –por poner un ejemplo– un católico tradicionalista autoerigido en juez y dispensador de la seriedad ajena criticase abiertamente al actual pontífice por Amoris laetitia o por este último documento pero luego, en lo que respecta a la sumisión ¡incluso obligatoria! al vacunismo en sí y a la aceptación del empleo de líneas celulares humanas obtenidas a partir de víctimas de abortos voluntarios declarase para defenderse de la justa y obvia indignación general que obedece todo lo que ha dicho el Soberano Pontífice sobre la cuestión.

    La conditio sine qua non de toda seriedad no está tanto en el tono utilizado (éste también es un aspecto importante pero en modo alguno primordial, y desde luego no deja de ser subjetivo), sino sobre todo en la coherencia de doctrina, ideas e intelecto al Bien y a la Verdad en su integridad, en todo aspecto y circunstancia. Es preciso entender si quien dirige a la Iglesia hoy en día quiere ser siervo fiel de Dios o siervo fiel del príncipe de este mundo. En la primera hipótesis, se le debe obediencia, y la obediencia es un medio de santificación. En la secunda, hay que sacar conclusiones. Evidentemente dentro del respeto a las normas codificadas de la Iglesia, de los hijos de la Iglesia y con buena educación y tono sereno. En todo caso, siempre se debe tener en cuenta las consecuencias: la primera preocupación tiene que ser seguir y defender siempre la verdad, no el repugnante servilismo obsequioso y escrupuloso, fruto podrido de un mal entendido tridentinismo. Ni el Papa ni la jerarquía pueden utilizarse como referentes de la verdad cuando parece conveniente dependiendo de los fines personales.

    Vivimos los tiempos más decisivos de la historia de la humanidad y de la Iglesia. Todos los autores que han ofrecido sus comentarios en los últimos días nos invitan a la oración y la esperanza. Nosotros también lo haremos como es natural, con plena certeza de que cuanto está pasando en estos días, y en general desde febrero de 2020, es señal inequívoca de que se acerca el tiempo en que Dios intervendrá para salvar a su Cuerpo Místico y a la humanidad, así como el orden que Él mismo ha dado a la creación y a la convivencia humana, según la medida, las formas y los momentos que Él disponga.

    Recemos, esperemos, velemos y alistémonos en el bando bueno. El enemigo nos ayuda a tomar partido: de hecho, es siempre el mismo en todas partes.




    https://adelantelafe.com/993257-2/

    Última edición por Hyeronimus; 25/07/2021 a las 01:41

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    Re: URGENTE: publicado el Motu Proprio Anti-Summorum

    Y Lefebvre tenía razón…

    Por Padre Ildefonso De Asís


    23/07/2021



    Visto lo sucedido hay que afirmarlo sin complejos: Monseñor Lefebvre tenía razón cuando hizo lo que hizo. Tras la promulgación del Motu Propio que ataca la Misa tradicional, y el efecto inmediato a todos los niveles en la estructura interna de la Iglesia, la Fraternidad sacerdotal san Pío X (fundada por Lefebvre) viene a ser como un baluarte seguro donde la liturgia católica queda amparada.

    Lefebvre fue tildado de fanático, integrista, cismático, fundamentalista…etc; durante décadas solo pronunciar su nombre (sin apellido ofensivo) suponía ser considerado casi excomulgado por la misma Iglesia. Yo recuerdo muy bien una conversación que tuve, en el año 1991, con un jesuita, sobre un amigo que parecía querer ingresar en el seminario de Econe (de la FSSPX) y el respingo tremendo que dio al escuchar que era fundado por Lefebvre cuyo movimiento era calificado, por este jesuita (y cito textualmente) como “la mayor brutalidad”. La verdad esa escena me dejó impresionado y la recuerdo como se queda en la memoria una escena dura de película de terror. Escena significativa de la leyenda negra volcada sobre un obispo que durante su vida solo buscó restaurar todas las cosas en Cristo, y que durante su ministerio en África logró uno de los mayores crecimientos misioneros que se hayan realizado en la historia.

    Pues bien: hagamos ahora memoria de la verdadera. En primer lugar Lefebvre nunca fue cismático ya que jamás quiso formar una jerarquía paralela a la oficial de la Iglesia. En todos sus seminarios y prioratos estaba ubicada, y bien visible, la fotografía enmarcada del Papa (Juan Pablo II y los posteriores) porque nunca afirmó que la sede romana estuviera vacante. De hecho, el movimiento sedevacantista nunca tuvo alianza ni aceptación alguna en Monseñor, y a día de hoy siguen le siguen dedicando tantos descalificativos como sus enemigos modernistas.

    En segundo lugar, y no menos importante: Lefebvre no ordenó obispos por un acto de desobediencia sino movido por una situación de emergencia ante la terrible crisis existente -manifestada con contundencia en el lamentable acto de Asís encabezado por Juan Pablo II pocos meses antes-, para asegurar la continuidad de la Fraternidad tras su muerte (tres años después de esas consagraciones episcopales), por el bien de las almas. Gracias a Monseñor Lefebvre la FSSPX siguió adelante y, con cuatro obispos ordenados, cada año seguían y siguen ordenándose sacerdotes católicos al servicio de las almas y para Gloria de Dios. En el año 2009 el Papa Benedicto XVI levantó las penas de excomunión y tanto él como su sucesor Francisco declararon la validez de los sacramentos celebrados por los sacerdotes y obispos de la FSSPX.

    Sí, Lefebvre tenía razón. Dado que por medios canónicos penales podría desaparecer la Misa tradicional de forma pública en la estructura eclesial dependiente de Roma, no obstante quedaría la FSSPX como garante de continuidad de la misma Misa tradicional. Realmente, respecto a la Misa, en la época de Lefebvre las cosas estaban aún peor que ahora, y tuvo la intuición de lo que iba a suceder, y por ello actuó de esa manera. Y es muy posible que en el futuro la historia le dé oficialmente la razón y su persona (y obra) quede plenamente rehabilitada en la Iglesia de forma oficial. El “maldecido” obispo: cismático, integrista y fundamentalista…..el fanático que dejó un poso de “brutalidad” al final podría ser manifestado como un gran mártir de la Verdad cuyo testimonio sirva de acicate y ejemplo para las generaciones futuras.




    https://adelantelafe.com/y-lefebvre-tenia-razon/


    ALACRAN dio el Víctor.

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    Re: URGENTE: publicado el Motu Proprio Anti-Summorum

    Entrevista a monseñor Schneider dos días antes de Traditiones custodes: «Derogar Summorum pontificum sería un abuso de autoridad»



    14 de julio de 2021 (LifeSiteNews) – En una nueva entrevista radiofónica, monseñor Athanasius Schneider ha comentado los rumores de que el motu proprio Summorum pontificum de Benedcito XVI, que dio luz verde a la Misa Tradicional, podría ser objeto de alteraciones que restringieran el uso de dicho rito. Para el prelado, semejante medida sería «un abuso de autoridad» e infligiría «un grave daño a la vida de la Iglesia». En ese caso, los sacerdotes «podrán continuar celebrando porque la Misa constituye el centro mismo de la Iglesia y los fieles tienen derecho a lo sagrado». Schneider cree igualmente que la Fraternidad San Pío X (FSSPX) «no está fuera de la Iglesia», se puede acudir a ella en busca de los Sacramentos y, en caso de que Roma insistiera en que los sacerdotes tradicionalistas celebrasen también el Novus Ordo, algunos de ellos podrían integrarse a la FSSPX.

    En una entrevista por radio concedida a Joe McClane de Catholic Drive Time, monseñor Schneider, obispo auxiliar de Astaná (Kazajistán), habló en primer lugar de Summorum pontificum. Tal como hemos informado en LifesSiteNews, pululan rumores en el sentido de que el Papa estaría pensando en fijar límites al Rito Tradicional. El escritor católico Dr. Taylor Marshall opina que el Sumo Pontífice podría hacerlo insistiendo en que todos las sacerdotes tradicionalistas concelebrasen de vez en cuando con su obispo diocesano una Misa Novus Ordo. El blog tradicionalista católico Rorate Caeli ha informado que este próximo viernes podría promulgarse un documento que introdujera modificaciones en Summorum pontíficum. El diario francés Le Figaro ha informado a su vez que el documento ya habría sido firmado y estaría listo para publicarse.

    A pregunta sobre esta posibilidad, monseñor Schneider declaró que «acarrearía un grave perjuicio a la Iglesia». Insistió en que «la liturgia tradicional es un tesoro de toda la Iglesia; no sólo de hoy, sino los siglos que nos precedieron»”.

    «Es un tesoro de los santos; casi todos ellos se criaron con esa forma litúrgica» –añadió. Restringir el uso del Rito Tradicional sería »un abuso de autoridad»«.

    Hablando de una hipotética situación en ese sentido, explicó que los sacerdotes “podrían seguir celebrando esa Misa, porque es la Misa de toda la Iglesia y los fieles tienen derecho a lo sagrado» A su juicio, los sacerdotes, y «sobre todo los jóvenes», no se verían «privados de un tesoro tan valioso de fe y de espiritualidad».
    A la pregunta de si Roma puede obligar a los sacerdotes tradicionalistas a celebrar la Misa nueva, monseñor Schneider respondió que la Santa Sede tendría competencia para hacerlo, pero le parece que «contravendría la espiritualidad». Obligar a esos sacerdotes a celebrar la Misa nueva (Novus Ordo) –prosiguió– sería «una especie de vulneración espiritual de los derechos que les había conferido la Iglesia».

    Muchos sacerdotes tradicionalistas fueron ordenados según el rito antiguo y se criaron en él, señaló. Schneider recordó a los oyentes que cuando un sacerdote es ordenado según un rito determinado –por ejemplo, un rito católico oriental– no se lo puede obligar a decir Misa en otro rito:

    «La Iglesia no puede obligar a ningún ministro de un rito cualquiera a celebrar en otro (…) La Misa Novus Ordo y la Tradicional son, a decir verdad, muy diferentes. Son dos ritos, no dos formas diversas; es diferente, hay mucha diferencia. Por eso, creo que no se los debe obligar».

    Respecto a la posibilidad de que se obligase a los sacerdotes tradicionalistas a celebrar la Misa Novus Ordo –en nombre de la unidad, dirían algunos–, y de que algunos de ellos –por ejemplo, de la Fraternidad San Pedro– se negaran a hacerlo, monseñor Schneider afirmó que no sabía a ciencia cierta qué haría la Santa Sede, pero reiteró que la concelebración con un rito no se ha exigido nunca como señal de unidad:

    «La concelebración jamás se ha entendido en la Iglesia como una señal de unidad con el obispo o con el Papa», dijo.

    Con estas palabras se refería a las Iglesias de rito oriental, cuyos sacerdotes, «cuando en siglos anteriores han entrado en comunión con Roma nunca se les pidió que concelebraran con el Santo Padre».

    Monseñor Schneider explicó igualmente que la concelebración ha estado muy limitada en los últimos 1500 años y «la prohibía el Código de Derecho Canónico de antes». Los sacerdotes sólo podrían concelebrar en el momento de ordenarse, y lo hacían en ese momento con sus obispos. Imponerles la obligación de concelebrar, agregó, «chocará con toda la historia de la Iglesia. Sería un abuso de autoridad obligar a un sacerdote a concelebrar».

    Desgraciadamente, si esos sacerdotes se negaran a concelebrar y fueran sancionados, no tendían posibilidad de recurrir, porque «no es posible apelar contra una decisión de la Santa Sede».

    El entrevistador McClane preguntó a continuación por la Fraternidad San Pío X, reconociendo que «hay muchos mitos e ideas falsas entre el vulgo acerca de la FSSPX. Le pidió que hablara de la situación canónica de la Fraternidad, ya que Schneider participó en la visita ordenada por el Vaticano a la Fraternidad en 2015, reinando el papa Francisco, y gracias a eso tuvo oportunidad de conocer la situación con un detalle increíble. El propio locutor reconoció que durante muchísimo tiempo todo lo que había oído decir sobre la FSSPX era falso.

    «La Fraternidad San Pío X –repuso Schneider– la fundó un santo varón: Marcel Lefebvre. Para mí, un verdadero hombre de Dios que hizo muchas cosas meritorias en un época tan difícil para la Iglesia como el Concilio y el postconcilio.»

    Fundada hace cincuenta años con aprobación del obispo ordinario y de la Santa Sede, la FSSPX se acarreó problemas con la Santa Sede por criticar ciertas declaraciones del Concilio Vaticano II. Aparte eso, explicó Schneider, querían celebrar exclusivamente la Misa Tradicional. Cuando el Papa se negó a dar su aprobación para la consagración de los cuatro obispos propuestos, se abrió una brecha de desconfianza entre la Fraternidad y el Vaticano. Entonces, prosiguió Schneider, Lefebvre tuvo claro que la Santa Sede no aprobaría una futura FSSPX que hacía crítica constructiva de algunas declaraciones del Concilio».

    La consagración en 1988 de cuatro obispos por la propia Fraternidad acarreó la excomunión de Lefebvre y de los cuatro prelados (y de Castro-Mayer, que había asistido a la consagración).

    Con Benedicto XVI «se dieron dos pasos muy importantes para normalizar la situación», prosiguió Schneider. En 2007 «S.S. Benedicto promulgó Summorum pontificum, dando con ello libertad a los sacerdotes para celebrar la Misa Tradicional. En cierto modo restableció este rito en la Iglesia, lo cual había sido una de las principales exigencias de monseñor Lefebvre y la FSSPX.

    Dos años más tarde, prosiguió monseñor Schneider, Benedicto levantó las excomuniones de los cuatro obispos, aunque todavía quedaron algunos problemas canónicos pendientes. Con el papa Francisco «se dieron otros dos pasos importantes», según el prelado de Kazajistán, al conceder el actual pontífice facultades a los sacerdotes de la FSSPX para confesar «en todo el mundo».

    »Fue un gesto de gran generosidad –comentó Schneider–. No se puede afirmar que digamos que esos sacerdotes están fuera de la Iglesia o son cismáticos cuando el propio Papa les ha dado facultades ordinarias para confesar. Y luego autorizó a los obispos diocesanos para conceder facultades a los sacerdotes de la FSSPX para oficiar matrimonios.»

    El prelado alemán explicó seguidamente que aparte estas dos últimas medidas, varios obispos de algunos países ya han otorgado facultades generales a los sacerdotes de la FSSPX para las bodas sus respectivas diócesis, y han dicho además a los fieles que asistan a dichos enlaces matrimoniales que es lícito asistir a dichas misas.

    Monseñor Schneider también comentó: «Vemos, pues, que la situación está cada vez más cerca de una normalización canónica, y ello es bueno. Debemos alegrarnos de que esta situación se pueda resolver y la FSSPX pueda estar presente en la Iglesia y funcionar en beneficio de ella y con vistas a su renovación», para «mantener la tradición de la Fe en la liturgia y la vida espiritual, porque en esencia, en realidad, la FSSPX no hace otra cosa que creer, dar culto a Dios y vivir como lo ha hecho la Iglesia durante siglos, hasta el Concilio».
    Concluyó Schneider: «Esperamos que obtenga pleno reconocimiento [la FSSPX], y que sea pronto. Sería bueno. Entonces la FSSPX sería otra realidad normal en la Iglesia. Ello es necesario para estos tiempos de crisis, tinieblas y confusión.» Para el prelado, es necesario que la Iglesia se enriquezca con comunidades como la Fraternidad, «sacerdotes y seglares que simplemente mantienen la Fe de siempre, la Misa de siempre. Eso hacen los sacerdotes y fieles de la FSSPX.»

    El entrevistador le preguntó si es lícito asistir a capillas de la Fraternidad, y monseñor Schneider respondió que si no hay otra opción, «desde luego, porque están autorizados para confesar legítimamente (…) Hay autorización pontificia para acercarse al sacramento de la Confesión. Y sería absurdo no poder asistir a una Misa dicha por el sacerdote que les dio la absolución».

    Agregó que «los Sacramentos y la Santa Misa tienen por objeto la salvación de las almas, el bien de ellas. Yo creo que cuando los católicos normales no lo tienen fácil para asistir a la Misa Tradicional y tienen una opción más próxima con la Fraternidad San Pío X, pueden asistir, y también conseguir buenos catecismos para sus hijos. Así pues, yo diría que como no están fuera de la Iglesia, a pesar de que haya algunos problemas canónicos pendientes de resolver, es lícito asistir a la Misas de la FSSPX.»

    En cuanto a la posible derogación o restricción de Summorum pontificum, y a que se pidiese a los sacerdotes tradicionalistas que celebraran la Misa Novus Ordo, el locutor preguntó: «Si, Dios no lo quiera, llegara a suceder tal cosa, cómo afectaría a la FSSPX? ¿Se exigiría a sus sacerdotes que celebraran también el Novus Ordo? ¿Lo harían?»

    A lo que monseñor Schneider contestó lo siguiente para concluir:

    «No creo que se lo pidan [rezar la Misa Novus Ordo], y aunque se lo pidieran no lo harán, porque todavía no se han sometido plenamente a la Santa Sede. Así que no creo que los obliguen. Y en caso de que obliguen a sacerdotes de la Fraternidad San Pedro y otras órdenes a celebrar también la nueva Misa, habrá algunos que se pasen a la Fraternidad San Pío X, porque así tendrán más libertad para continuar la Tradición de la Iglesia. De todos modos, espero que no llegue a pasar. Recemos primero para que el Espíritu Santo ilumine al Papa a fin de que no fije límites al motu proprio de Benedicto y para que la Fraternidad San Pío X obtenga un reconocimiento más pleno por parte de la Iglesia.


    Con respecto a las posibles restricciones a Summorum pontificum, una fuente vaticana de alto rango comunicó a LifeSiteNews que esa derogación o restricción de la Misa Tradicional se está haciendo sin consultar con los fieles afectados. Afirmó:

    «Los rumores relativos a Summorum pontificum no sólo tienen que ver con el rito mismo, sino con el modo dictatorial de tomar las decisiones (no muy sinodal que digamos) sin tener en cuenta a los afectados, a los que trata como a niños chicos desobedientes obligados a hacer caso de sus padres, que supuestamente saben más, o como a soldados de un cuartel de corte prusiano adiestrados por un sargento testarudo que no atiende a razones.

    »Es importante señalar que aun antes de la publicación del ucase, la manera tan imposible en que tienden a comportarse los ideólogos de Fratelli tutti. A otros se los difama tildándolos de rígidos con miras a hacer posibles medidas más rigurosas contra ellos que contravengan todos los principios de la fraternidad cristiana y la tan mentada misericordia.

    »No dejan de reabrirse heridas y focos de tensión que contradicen el servicio del sucesor de San Pedro a la unidad de toda la Iglesia y su fidelidad a la verdad revelada.»




    https://adelantelafe.com/entrevista-...-de-autoridad/



  12. #12
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    Re: URGENTE: publicado el Motu Proprio Anti-Summorum

    Si estos callan, hablarán las piedras... Y las piedras están hablando. Calla la mayoría de los obispos, pero en Francia, el filósofo Michael Onfray, conocido por su ateísmo radical, ha arremetido contra Traditiones custodes porque, aunque no crea, reconoce el valor cultural de la Tradición en la historia de la sociedad. En España ha hecho lo propio el también ateo y liberal Gabriel Albiac, en el ABC del pasado lunes. Aunque ni uno otro aducen, como es natural, razones religiosas sino culturales, no por ello dejan de tener más razón que un santo, si bien se quedan cortísimos en sus apreciaciones al no mencionar el aspecto espiritual.




    Última edición por Hyeronimus; 28/07/2021 a las 01:50

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