Revista FUERZA NUEVA, nº 119, 19-4-1969
Complot católico contra la Iglesia Católica
En la “National Review”, hará aproximadamente un año (1968), apareció con este nombre de “Complot católico contra la Iglesia Católica” uno de los artículos más importantes respecto al problema interior dentro de la Iglesia Católica, publicado bajo la firma de Joseph P. Boyle.
Se plantea en él la existencia de un grupo de “teólogos revolucionarios”, entre ellos Kung, Congar, Davies, Rahner, Schillebeeckx, etc., con sus ideas y actuaciones, así como la de una serie de cardenales “de avanzada” que pueden considerarse como “revolucionarios” dentro de la Iglesia.
El artículo citado ha sido recogido y glosado por Agustín Navarro y publicado recientemente (1969) en la revista mejicana “Vértice”.
Por considerarlo de gran interés para nuestros lectores lo tenemos a las páginas de “Fuerza Nueva” con la seguridad de que les va a hacer reflexionar muy profundamente.
****
Charles Davies (ex sacerdote) al que se le consideró como uno de los peritos conciliares de mayor significación y como el principal teólogo católico británico antes que abandonara la Iglesia, afirma: “sin dudar un momento, yo admito como un hecho evidente que hay fuerzas, dentro de la Iglesia Católica Romana, contrarias a su presente estructura, que están tendiendo a la disolución o eliminación de las instituciones existentes. Y, otra vez, la presente estructura institucional de la Iglesia Romana implica un particular concepto de la verdad. Si la nueva comprensión de la verdad cristiana triunfa en su esfuerzo por ser la dominante, ello originará, en mi opinión, la disolución de esa estructura. Desde este punto, yo creo que los temores de los conservadores están bien fundados”.
En otra parte, dice textualmente el artículo: “Capítulo tras capítulo de volúmenes postconciliares y de discursos de Rahner, Kung, Schillebeeckx y otros peritos, claramente demuestran sus puntos de vista completamente anticatólicos y su disconformidad con los resultados actuales del Concilio Vaticano II, para no mencionar otras creencias oficiales católicas. En el número de enero 23, de la revista “Look”, por ejemplo, el p. Schillebeeckx dijo (con respecto al Papado): “En la situación feudal era natural forma de autoridad para tomarse en cuenta. En nuestra cultura, totalmente diferente, solamente conduce a cortocircuitos e incomprensiones. POR ESTO ES POR LO QUE YO LO ATACO (el énfasis es añadido)”.
En el mismo número de “Look”, otros teólogos católicos holandeses muestran claramente sus puntos de vista completamente anticatólicos. Pero comparemos este pensamiento con el del Papa Juan XXIII en su encíclica “Aeterna Dei Sapientia”: “Es indispensable, sin embargo, para la unidad de la fe, que debe existir una unión entre los maestros de las divinas verdades, lo que está en armonía con los obispos entre ellos, en la comunión y en la sumisión al Romano Pontífice. Hemos decidido convocar el II Concilio Ecuménico Vaticano. Así lo hicimos confiando en que la impresionante realización de la jerarquía católica no solamente fortalezca los presupuestos de unidad y fe, trabajo y gobierno, que son las prerrogativas de la verdadera Iglesia, sino que también atraerá la atención de innumerables creyentes en Cristo y los invitará a participar con el Gran Pastor de las ovejas, quien ha confiado su perenne custodia a Pedro y sus sucesores”.
El mismo artículo manifiesta que, bajo el papa Juan XXIII, “nada se aprobó para menguar la fuerza de la autoridad del Vaticano, es decir, aunque él personalmente era demócrata, sostenía la completa estructura monárquica del catolicismo romano. Mencionaba cómo en los tiempos de Pío XII, que fue el más fuerte de los pontífices, éste se oponía a todos los experimentos sociales y políticos que le urgían algunos monseñores. Él detuvo el movimiento de los sacerdotes obreros en Francia, cuando muchos de ellos se convirtieron en comunistas. Cuando los cardenales franceses fueron a Roma a pedirle que lo reconsiderara, él los hizo regresar bruscamente“.
“El partido Católico Popular Republicano falló en las elecciones, e hizo a Pío XIII dudar si era adecuado y conveniente que los católicos lo apoyaran. La Curia le convenció gradualmente que esos experimentos eran peligrosos. Así, monseñor Montini (futuro Pablo VI) fue trasladado a Milán y el Papa Pío XII se convirtió en su propio Ministro del Exterior, sin confiar en nadie. Los intereses nacionales de las jerarquías del centro de Europa pasaron a ignorarse y Pío XII se convirtió en el único dirigente del Catolicismo Romano”.
Sigue el artículo diciendo:
“Pero cuando Pio XII murió (1958), los obispos franceses, encabezando a los centroeuropeos, formaron una alianza para impedir la elección papal de otro italiano autócrata. Pero como la llamada mayoría conservadora carecía de votos suficientes para imponer su candidato al trono papal, se arregló una transacción, y se escogió un Papa interino, bastante anciano y bondadoso, el cardenal Roncalli, quien se convirtió en el Papa Juan XXIII. Lo que los conservadores no pudieron comprender fue que Juan XXIII, aunque se le había considerado generalmente inocuo, personalmente no estaba muy contento con el círculo de poder cerrado en el Vaticano, en la Curia, y era el mejor amigo del cardenal Bea y de otros católicos liberales franceses. Así, una vez que fue electo, el Papa Juan XXIII empezó sus esfuerzos para corregir los supuestos “errores” del reinado de Pío XII. Su primer acto fue convertir al arzobispo Montini (futuro Pablo VI) en cardenal. Bajo la influencia de su “eminencia gris” el cardenal Bea y otros cardenales disidentes centroeuropeos, convocó el Concilio Vaticano II: para internacionalizar el gobierno de la Iglesia, para modificar la liturgia católica y las prácticas sociales”.
“A la muerte del Papa Juan XXIII, los bien preparados obispos franceses, holandeses, austriacos, belgas, alemanes, ayudados por las plumas de sus peritos de vanguardia habían convencido a la mayoría de los obispos a apoyar su plan para desplazar del poder a la Curia italiana. Los obispos y sus peritos hicieron efectivo uso de todas las armas de la prensa moderna y de la propaganda para ganarse al público en general. Hicieron aparecer que el problema era realmente de “conservadores” contra “modernistas”, italianos contra no italianos, buenos contra malos, y agentes de la propaganda de izquierda como “Xavier Rynne” (seudónimo de un padre Ryan, o tal vez de Mary Mac Carthy) escribieron reportajes internos desde el Concilio, aparentemente relatando la “lucha política” que se estaba realizando, pero en realidad dando una americanizada y desviada relación política. Sus “Cartas desde la Ciudad del Vaticano” son obras maestras de propaganda tendenciosa. “Times”, “Newsweek”, “Life” y otros medios de propaganda tomaron esa idea de los “malos contra los buenos” y jugaron con ella. Lo que no se había logrado por los revolucionarios en el Concilio, se hizo realidad mediante reportajes amañados. Se sugirió que el mariscal Mac Luhan estaba sentado a la derecha de los peritos, mientras Maquiavelo daba consejos desde la izquierda”.
La elección del cardenal Montini como Supremo Pontífice (1963) se aseguró mediante las gestiones del cardenal Spellman, quien, según se dijo, convenció al cardenal Ottaviani y a otros cardenales conservadores, líderes entre los cardenales, de la afirmación de que mons. Montini detendría los cambios doctrinales, pero que seguiría adelante con experimentos en materias sociales, de organización y litúrgicos (aunque el papa Juan XXIII había creado algunos “liberales” como cardenales, la mayoría del Sagrado Colegio todavía lo constituían cardenales nombrados por Pío XII). Los liberales estuvieron, por tanto, muy jubilosos con la elevación de uno que creían de su círculo, al papado; pero como Pablo VI demostró que él no se había convertido en el primer Vicario de Dios para presidir la disolución de su Iglesia, muy pronto ellos dejaron de estar de acuerdo con él. Como Pablo VI desbarató una y otra de las maniobras para cambiar las doctrinas de la Iglesia, pronto cayó bajo el ataque de los cardenales “progresistas” y de los peritos, a tal grado que, al terminar la tercera sesión del Vaticano II, algunos de ellos volvieron la espalda al Papa cuando pasó por la nave central de la Basílica de San Pedro (“Life” publicó esa gravísima ofensa).
El principal problema del Vaticano II era en realidad la colegialidad, o la idea de que los obispo de alguna manera manejaran juntos la Iglesia como un cuerpo colegiado. Los “liberales” sabían que, para destruir el poder del Papa y de la Curia, deberían difundir la idea del dominio de los obispos en forma colectiva. Así, esta maniobra vendría a estorbar la doctrina de la infalibilidad papal, tan rechazada por los protestantes. En una maniobra, lograron avanzar algo mediante una declaración de “colegialidad” que desenfatizaba la infalibilidad papal y, en forma anti-histórica, reconocía al Papa solamente como jefe de los obispos, en un “Colegio” de obispos (o sea, el “primero” pero entre “iguales”). Esto convertía en una burla todas las enseñanzas católicas previas y negaba las decisiones del Vaticano II como Paul Blanshard dice en su libro sobre el Vaticano II: “En toda la discusión sobre este asunto del poder y de la autoridad de la Iglesia, el recurso favorito verbal por los partidarios de la Reforma fue la frase “colegialidad de los obispos”. Sobre todo, los liberales querían definir el poder de los obispos más claramente, de manera que pudiera usarse como arma contra la Curia Romana”.
“Pero el Papa Pablo VI actuando con su derecho legal para corregir, vetar, o alterar las deliberaciones del Concilio (el cual era solamente un cuerpo consejero, no un parlamento, a pesar de la propaganda liberal en contrario), hizo trece “inserciones” en el proyecto final del “Esquema sobre la Iglesia” (Lumen Gentium) concerniente a la colegialidad, entre otras cosas para corregir la doctrina completamente falsa creada por algunos obispos.Una de estas notas decía:
“Pero el Colegio o cuerpo de obispos no tiene autoridad, a menos de que sea simultáneamente concedida de acuerdo con su cabeza, el Romano Pontífice, el Sucesor de Pedro, y sin ninguna disminución de su poder de primacía sobre todos, tanto los pastores como los creyentes en general. Porque en virtud de este cargo que es el de Vicario de Jesucristo y Pastor de toda la Iglesia, el Pontífice Romano tiene un amplio y supremo poder universal sobre toda la Iglesia, y siempre puede ejercitar ese poder libremente” (Pág. 43, “Los documentos del Vaticano II”).
“Usando la técnica de ridiculizar por medio de la propaganda, Hans Kung dijo poco después al papa Pablo que “tenía un exagerado punto de vista de su cargo”. Si eso fuera verdad, entonces todos los Papas habrían exagerado, y las enseñanzas católicas anteriores habían sido una mentira”. (...)
***
“Los “peritos” europeos fundaron la más eficiente maquinaria para presionar en favor de las reformas del Concilio. Los “peritos” intelectuales, que realmente impusieron sus teorías sobre muchos obispos, tenían muchas ideas en común y fueron influenciados por distintas corrientes del pensamiento moderno:
1º- La fenomenología existencialista. 2º- La teología protestante alemana, especialmente Bonhoeffer. 3º- Las ideas del jesuita Teilhard de Chardin”.
Durante cerca de siete siglos, la teología católica romana se había basado en la filosofía de Santo Tomás de Aquino, el intérprete cristiano de Aristóteles, del siglo XIII. Sin embargo, el pensamiento moderno generalmente ignoró la filosofía de Santo Tomás y la validez de la filosofía “substancial” de Aristóteles, que se ha venido poniendo en duda en una era de “proceso” de la filosofía de la Ciencia.
Reaccionando contra esa tendencia, los teólogos “de vanguardia católicos” encontraron un énfasis fenomenológico existencial sobre la “auténtica fe”, “la conciencia”, “la persona”, “amor humano”, etc., más de acuerdo con el modo de pensar actual. Más aun, el trabajo de Teilhard de Chardin presenta un proceso desde un punto de vista universal que impresiona el temperamento moderno. Teilhard considera la evolución como un hecho probado y predice, optimista, la evolución de la humanidad en una “noósfera” espiritual de un solo mundo”. “El problema es que su pensamiento pueda impresionar a un público más amplio que el tomismo (que tiene una terminología muy técnica). Teilhard de Chardin y otros teólogos han tratado de arrojar al católico fuera del tomismo.
Es evidente que la vanguardia de estos teólogos “católicos” trata de apoderarse del Concilio como un medio de descatolizar a la Iglesia Católica Romana, mientras afirman pretender solamente “desromanizarla”.
Tratando de dirigirse a todos las áreas del pensamiento actual (1968) (ahora hay una sociedad “Católico Marxista” en Londres, y el teólogo Leslie Dewart argumenta en favor de un entendimiento católico con el marxismo), los “liberales” han pretendido disolver lentamente a la Iglesia Católica. Torciendo el sentido de las palabras, usando terminologías e ideas protestantes modernas, los desviacionistas teológicos han triunfado al producir confusión entre los católicos laicos, sacerdotes y religiosos (…).
Los llamados liberales trataron de racionalizar el daño que habían hecho, arguyendo que la mayoría de aquellos que abandonan la Barca de San Pedro lo hacían porque estaban desanimados por el “fracaso” de Pablo VI, al no adoptar todos los esquemas liberales en la doctrina católica.
La realidad de los hechos es que la Iglesia, que siempre había pretendido hablar en nombre de Dios, está ahora “hablando en tantas lenguas” que muchos creyentes están confundidos y decepcionados. El deseo de los liberales de ganar a la juventud, ha dejado a los mayores en la angustia y desesperación con que observan la disolución de su fe. ¿Qué caridad y amor demuestra este fraude?”
***
Hasta aquí el artículo de Joseph P. Boyle, aparecido en la “National Review”. Quedan los conceptos personales del autor al juicio maduro de los lectores. El tema es, a no dudar, de trascendental importancia y no puede ser soslayado.
Nosotros, por nuestra parte, vemos, confortados, cómo sean cuales fueren los embates internos o externos que tenga que sufrir, la Barca de San Pedro sigue adelante –ahora bajo la guía providencial de S. S. Pablo VI- afrontando con valor los asaltos de la tempestad que la sacude, en su lento navegar a través de los siglos hacia el puerto a que la conduce el Espíritu de Dios.
|
Marcadores