Respuesta: Dificultades que entraña la opinión sedevacantista
Iniciado por
Alexandros
, todos los teólogos coinciden en la EXTREMADA DIFICULTAD de que alguien que esté externamente fuera de la Iglesia se salve. Si son una docena o 300 millones,
sólo Dios lo sabe.
3. Litus ha hecho unos
comentarios de buena fe,
que, por cierto,
son bastante acertados (Se retrata usted muy bien). No me gusta entrar en polémicas personales (
nadie lo diría),
pero a veces lo que "da asco" son ciertas actitudes de prepotencia y, lo que es peor, de pre-juicio, que no responden a los argumentos que se dan, sino que se van por los cerros de Úbeda para desautorizar o ridiculizar a grito pelado, cual tertuliano de "La Noria".
Siempre he pensado que el grito y el exabrupto dicen mucho, muchísimo de quien los lanza, pues la persona formada y caritativa:
- ante el error, corrige;
- ante la duda, insiste;
- ante el rechazo, calla;
- ante la blasfemia, golpea;
- ante la constatación del propio error, se enmienda.
Un cordial saludo para todos.
¿Quién ha gritado aquí?
¿Quién ha soltado exabruptos?
¿Le parece a usted correcto el mensaje de Litus lanzado contra un forista concreto?
¿Acaso eso es una muestra de caridad hacia él, o es cómo usted se la imagina?
¿Y tal vez, hasta en su opinión sea una muestra clara de amor al prójimo?
¿No juzga usted haciendo afirmaciones sobre otros y sin saber siquiera quiénes son?
¿Acaso no está usted condenando?
¿Acaso lo que usted ha redactado no es sino una manifestación de pre-juicio negativo?
¿Le parece a usted que la predestinación ("des-graciados", en referencia a quienes no ha llegado la Gracia, ¡bonita forma de mostrar amor por el prójimo!) está acorde con la Doctrina católica?
¿Y usted con su mensaje no es un pre-potente?
Por lo que se ve usted debe de ser un asiduo de ese programa radiofónico que menciona, pero no atribuya usted a otros modos o formas que nada tienen que ver con él.
No juzgues si no quieres ser juzgado y teme el Juicio de Dios.
No condenes, si no quieres ser condenado y teme la sentencia de Dios.
No hables de lo que no sabes, pues doctores tiene la Iglesia.
Lee el Evangelio y medita las palabras que contiene para ver en qué y cómo te afectan.
Cumple los Mandamientos.
Evita caer en los pecados capitales.
Procura estar en Gracia de Dios, pues más culpa tiene a quién habiéndole llegado, no corresponde como debe con sus actos.
No juzgues las intenciones de Dios.
No pretendas saber cuáles son sus designios
Pide perdón y misericordia para ti y para los demás.
Este es mi modo de conducirme, sin tanto circunloquio y presunción.
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
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