El Modernismo resurge de nuevo
Un hecho dramático casi desconocido, que se desarrolló durante el pontificado del Papa Pío XI, demuestra que la facción clandestina del pensamiento modernista continuaba, en el período inmediatamente posterior al de San Pío X, “viva y coleando”.
El P. Raymond Dulac relata que, en el consistorio secreto del 23 de mayo de 1923, el Papa Pío XI consultó con los treinta Cardenales de la Curia sobre si sería oportuno convocar un Concílio ecuménico. Estaban presentes ilustres prelados, como Merry del Val, De Lai, Gasparri, Boggiani y Billot. Los Cardenales se manifestaron contrarios a esa idea. El Cardenal Billot advirtió: «No se puede ocultar la existencia de profundas divergencias en el propio seno del Episcopado (...) Se corre el riesgo de enzarzarse en discusiones que se prolongarían indefinidamente.»
Boggiani recordó las teorías modernistas, de las que, según dijo, una parte del Clero y de los Obispos no se hallaba exenta. «Esta mentalidad puede dar pie a ciertos Padres para presentar mociones e introducir métodos incompatibles con las tradiciones católicas.»
Billot fue todavía más preciso: manifestó su recelo de ver “manipulado” el Concilio por «los peores enemigos de la Iglesia, los modernistas, que ya se están preparando, según ciertos indicios lo demuestran, para hacer la Revolución en la Iglesia — un nuevo 1789.»17
Las predicciones de la Masonería sobre
una ruptura modernista en un Concilio Ecuménico
Al desaconsejar, por los motivos expuestos, la idea de un Concilio, esos Cardenales se mostraron más preparados para reconocer “las señales de los tiempos” que todo el grupo de teólogos post-Vaticano II unidos. Sin embargo, su aprensión puede haber sido causada por algo más profundo. Tal vez estuviesen también preocupados con los escritos del famoso visionario, el excomulgado Canónigo Roca (1830-1893), que proclamaba la revolución y la “reforma” de la Iglesia y, con detalles asombrosamente precisos, predijo que la subversión de la Iglesia sería provocada por un Concilio.
En Athanasius and the Church of Our Time [Atanasio y la Iglesia en la Actualidad], el Obispo Graber se refiere a la predicción de Roca, de una “iglesia nuevamente iluminada”, bajo la influencia del “socialismo de Jesús”.18 A mediados del siglo XIX, Roca predijo que «la nueva Iglesia, que quizás no consiga conservar nada de la Doctrina Escolástica, ni de las características originales de la Iglesia precedente, recibirá, sin embargo, de Roma su consagración y jurisdicción canónica.» Sorprendentemente, Roca predijo, además, la “reforma” litúrgica post-Vaticano II: «[El] culto divino, en la forma orientada por la liturgia, el ceremonial, el ritual y las rúbricas de la Iglesia Romana, pasará en breve por una transformación, en un Concilio ecuménico, que habrá de restaurar la veneranda simplicidad de la edad de oro de los Apóstoles, según los dictados de la mentalidad y de la civilización modernas.»
Roca vaticinó que, a través de ese Concilio, surgiría «un acuerdo perfecto entre los ideales de la civilización moderna y el ideal de Cristo y de Su Evangelio. Esto constituirá la consagración del Nuevo Orden Social y el bautismo solemne de la civilización moderna.» En otras palabras, este Concilio marcaría el comienzo del triunfo del plan masónico para la subversión de la Iglesia. Roca aludió también al futuro del Papado. Escribió: «Hay en el horizonte un sacrificio que representa un acto solemne de expiación (...) El Papado caerá; morirá bajo el cuchillo santificado que forjarán los Padres del último Concilio. El César papal es una hostia [víctima] coronada para el sacrificio.» Roca predijo entusiásticamente nada menos que una «nueva religión, un nuevo dogma, un nuevo ritual, un nuevo sacerdocio.» Llamó “progresistas” a los nuevos sacerdotes, y habló de la “supresión” de la sotana y del “matrimonio de los sacerdotes”.19
Citando los escritos del Heresiarca francés, Abate Melinge (que usaba el seudónimo “Dr. Alta”), el Obispo Graber advirtió sobre la existencia de un programa revolucionario destinado a «sustituir la Fe romana por un Pontificado “multiconfesional”, que facilitaría la adaptación a un ecumenismo polivalente, tal como lo vemos instituido actualmente en la concelebración de sacerdotes y pastores protestantes.» (Melinge se refería a ciertos sacerdotes renegados; hoy, sin embargo, es el propio Papa quien preside servicios conjuntos, incluso las Vísperas, con “obispos” protestantes.)20
Ecos escalofriantes de Roca, de Melinge y de Alta Vendita se encuentran en las palabras del rosacruz Dr. Rudolph Steiner, quien en 1910 declaró: «Necesitamos un Concilio y un Papa que lo proclame.»21
La alianza entre la Masonería y el Comunismo
Nótese que, en su lucha para alcanzar estos objetivos, los masones eran emparentados con los comunistas, quienes, en unión con aquéllos, conspiraban para demoler la Iglesia y el Estado. Como observó el Papa León XIII en la Humanum Genus (1884), la extraordinaria encíclica sobre la amenaza representada por las Sociedades masónicas,
«Sí, esta transformación, esta subversión la traman y la proponen deliberadamente muchas asociaciones de comunistas y de socialistas; y la secta de los masones no se opone a sus actividades, sino que, al contrario, tiene en alta consideración sus designios y participa de las ideas preponderantes de aquéllas.»
Como hemos descubierto desde entonces, por medio de numerosos testimonios independientes, la infiltración comunista en la Iglesia22 tuvo ya inicio en la década de los treinta del siglo pasado. El propio Lenin (el verdadero fundador del Comunismo ruso) declaró en los años veinte que se infiltraría en la Iglesia Católica, y concretamente en el Vaticano. La prueba histórica de ese propósito ha sido recientemente sintetizada en el prestigioso periódico Christian Order:
Douglas Hyde, ex comunista y famoso converso, reveló ya hace tiempo que, en la década de los años treinta, los líderes comunistas difundieron, a escala mundial, una directiva sobre la infiltración en la Iglesia Católica. Y, a principios de la década de los años cincuenta, la Sra. Bella Dodd también proporcionó informaciones minuciosas sobre la subversión comunista de la Iglesia. Hablando como antigua funcionaria de alto cargo en el Partido Comunista Norteamericano, dijo la Sra. Dodd: Durante la década de 1930 colocamos mil cien hombres entre los sacerdotes, con el propósito de destruir la Iglesia desde dentro.” La idea era que esos hombres se ordenasen y ascendiesen hasta ocupar cargos con influencia y autoridad, como Prelados y Obispos.Doce años antes del Vaticano II, ella había declarado: “En este momento se hallan en los cargos más elevados de la Iglesia”, desde los que venían actuando para conseguir cambios destinados a restar la eficacia de la Iglesia en su lucha contra el Comunismo. Añadió que esos cambios serían tan radicales que “no reconoceréis a la Iglesia Católica.”23
Como acentuó el Christian Order, la existencia de una conspiración comunista para infiltrarse en la Iglesia ha sido ampliamente confirmada no sólo por los antiguos comunistas Bella Dodd y Douglas Hyde, sino también por desertores soviéticos:
El ex agente de la KGB, Anatoliy Golitsyn, que desertó en 1961 y predijo, con 94% de exactitud en 1984, los espectaculares acontecimientos que desde entonces ocurrieron en el Bloque Comunista, confirmó hace varios años que esta «penetración en la Iglesia Católica, así como en otras iglesias, forma parte de la “línea general” [o sea, del programa inmutable] del Partido en su lucha antirreligiosa.» En efecto, centenares de documentos pasados al Occidente por el antiguo archivero de la KGB, Vassili Mitrokhin, y publicados en 1999, relatan igualmente que la KGB cultivaba las más estrechas relaciones con los católicos “progresistas” y financiaba sus actividades. Uno de los vehículos izquierdistas identificados fue la pequeña agencia de prensa católica italiana Adista, que por varias décadas promovió todas las causas o “reformas” posconciliares que se puede imaginar, y cuyo Director constaba en el Archivo Mitrokhin como agente pagado por la KGB.
La Sra. Dodd, que poco antes de morir se convirtió a la Fe, era asesora jurídica del Partido Comunista de los Estados Unidos. En la década de los años cincuenta prestó ante el Comité Parlamentario de Actividades Antiamericanas una extensa declaración sobre la infiltración comunista en la Iglesia y en el Estado. Como si desease expiar su papel en la subversión de la Iglesia, la Sra. Dodd pronunció una serie de conferencias en la Universidad de Fordham y en otros lugares, durante los años que precedieron al Vaticano II. Christian Order rememora el testimonio de un religioso que asistió a una de sus conferencias a principios de los años cincuenta:
Durante cuatro horas oí a aquella mujer y se me pusieron los pelos de punta. Todo lo que ella dijo, se cumplió al pie de la letra. Se podría imaginar que fuese la profetisa más grande del mundo; pero no era profetisa: estaba sencillamente exponiendo paso a paso el plan de combate de la subversión comunista en la Iglesia Católica. Ella explicó que, de todas las religiones del mundo, la Católica era la única que temían los comunistas, por ser su único adversario real y verdadero. La idea general era destruir, no la Iglesia como institución, sino más bien la Fe del pueblo, y, si fuera posible, llegar a usar la propia Iglesia para destruir la Fe, mediante una seudorreligión, algo que se asemejara al Catolicismo pero que no mantuviera la doctrina auténtica. Tan pronto se destruyese la Fe, — explicó ella — se inculcaría en la Iglesia un complejo de culpa (...), para tildar a “la Iglesia del pasado” de opresora, autoritaria, impregnada de prejuicios, arrogante al reivindicar para sí la condición de única poseedora de la verdad, y responsable de la división de las comunidades religiosas a través de los siglos. Esto sería necesario para que los dirigentes de la Iglesia, avergonzados, adoptasen una “apertura al Mundo” y una actitud más flexible para con todas las religiones y filosofías. Los comunistas explotarían entonces esa apertura para destruir, gradual e insidiosamente, a la Iglesia.24
Pues bien. Si los enemigos de la Iglesia lograsen tener éxito en sus planes — que acabamos de esbozar —, veríamos que ocurriría en la Iglesia lo siguiente:
- En primer lugar, como predijo Roca, en un Concilio ecuménico habría una convulsión de tal envergadura, que todo el mundo comprendería que la Iglesia Católica había pasado por una revolución que la iba a alinear con las ideas modernas. Todos verían claramente que la Iglesia había sido objeto de una “modernización”.
- En segundo lugar, se introduciría una nueva “teología”, con tendencia a contraponerse a las ense anzas anteriores.
- En tercer lugar, los propios masones y comunistas vociferarían su estridente grito de victoria, imaginándose que la Iglesia Católica, por fin había “visto la luz” en asuntos como el pluralismo, el estado seglar, la equivalencia de las religiones y cualesquiera otras concesiones alcanzadas.
- En cuarto lugar, como resultado de esa subversión, la nueva orientación de la Iglesia terminaría sobreponiéndose a los propios Dogmas y Tradiciones de la Iglesia en Sus ense azas y en Su vida práctica — incluso el Mensaje de Fátima, que habría que “revisar” o enterrar, para amoldarse a la nueva orientación.
Habremos de demostrar ahora hasta qué punto se ha llegado a realizar este plan de subversión de la Iglesia, y cómo surgió el motivo para el grave crimen cometido: la tentativa de invalidar el auténtico Mensaje de Fátima. Al perpetrar este crimen, los acusados dejaron a la Iglesia y al mundo expuestos a los más grandes peligros, incluida la aniquilación de varias naciones y la pérdida de millones de almas. Realmente este crimen no ha sido solamente contra la Iglesia sino contra la Humanidad.
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