previsiones y temores


Se ha conocido oficialmente el Motu Proprio Ecclesiae Unitatem, con el anuncio de la fusión de la Comisión Pontificia Ecclesia Dei con el Dicasterio de la Doctrina de la Fe, siendo desde ahora el prefecto de esta comisión presidente natural de la Comisión. Se destaca en el documento que los temas doctrinales que estaban en la competencia de Eccelsia Dei hasta la fecha pasan a las instancias propias de Doctrina de la Fe, quedando esta nueva sección, a cargo de los aspectos prácticos de las comunidades de misa tradicional, según se infiere.

Escribe el Editor y Responsable

Se preveía la posibilidad de que en este Motu Proprio se diera a la FSSPX, un estatus canónico provisorio para mayor acomodo de este instituto religioso durante el tiempo que duren las conversaciones doctrinales. No solo nada de esto ha sido anunciado, sino que del texto de Motu Proprio y del comunicado de la Oficina de Prensa surge lo contrario, es decir, una reafirmación de la suspensión a divinis. (1)

Por otra parte se reitera también en ambos documentos que es por especial solicitud hacia la Fraternidad San Pío X y complementando las medidas solicitadas por ella y otorgadas por el Santo Padre Benedicto XVI, -a saber la liberación de la Misa Tridentina y el levantamiento de las excomuniones a los cuatro obispos supérstites de las consagraciones de 1988- es siguiendo esta línea de gestos de confianza, que el Papa pone la discusión en la órbita doctrinal, tal cual lo ha solicitado la FSSPX innumerables veces.

Los intentos de conferir a la Congregación fundada por Mons. Lefebvre algún tipo de regularidad canónica, a pesar de los esfuerzos del Cardenal Astrillón Hoyos, fracasaron porque los tradicionalistas han declinado metódicamente esta posibilidad, la cual atan de un modo absoluto a la resolución de las cuestiones doctrinales iniciadas por el Concilio Vaticano II.

Como estas conversaciones han de ser, presumiblemente, largas e intrincadas, se preveía la posibilidad de poner un paréntesis a la “ingravidez canónica” de la FSSPX, lo cual, ante su negativa, se podría dar solo por un acto unilateral de Roma, y aún a riesgo de que aquella lo rechazara. Es comprensible que el Santo Padre no haya dado este paso, sobre todo después de los escándalos mediáticos de enero pasado, indudablemente iniciados desde instancias eclesiásticas enemigas de toda reconciliación.

Por otra parte, los temores sobre un supuesto “acuerdismo” que algunos tradicionalistas declaran vocingleramente, y que en algunos casos han derivado a posiciones no solo irreductibles a toda razón, pero hasta cercanas a la paranoia, vuelven a recibir un mentís en los hechos. No solo queda la cosa en el terreno de la doctrina (sin acuerdos de ningún tipo) sino que además en manos de quien podríamos declarar el mayor enemigo de todo acuerdo con la FSSPX, el Card. Levada, puesto que ha militado reciamente en contra de toda concesión por parte de Roma.

Si nos atenemos a consideraciones humanas, se da así el peor escenario para que prospere una discusión como la que pretende la FSSPX, es decir, una suerte de retractación de los puntos doctrinales que claves para el llamado “espíritu del concilio”: libertad religiosa, ecumenismo, colegialidad y la nueva teología que se ha dado en llamar “del misterio pascual”, fundamento del cambio litúrgico aprobado en 1970.

Se desdibujan, o al menos deberían desdibujarse, los temores de los ultraprogresistas y de los sedevacantistas cercanos a la FSSPX, en el sentido de una concesión canónica a cambio de una concesión doctrinal a partir de estos documentos y del futuro próximo previsible. Y también las expectativas de los amigos y simpatizantes de los tradicionalistas que militan en el así llamado campo “conservador”, aunque hoy en día sería más propio denominarlos, “tradicionalistas legales”, cuyo destino pasa, además, a manos poco amigas.

De todos modos hay una ficha en juego: el futuro del Card. Levada, de quien se sabe no goza de la confianza del Papa. Su permanente oposición a la política de reconciliación con los tradicionalistas ha desgastado la relación con Benedicto XVI y, además, padece de serios problemas de salud. Su tiempo útil a cargo del dicasterio parece será muy breve.

¿Será esta movida del papa una maniobra en dos pasos? Podría bien conjeturarse (y solo conjeturarse) que en un primer paso parezca estar poniendo en manos de sus enemigos las estructuras que protegen a los tradicionalistas de los obispos rebeldes, que son legión. En una segunda instancia, el recambio de Levada por otra figura más afín al pensamiento tradicional, completaría un nuevo escenario, el cual sería demasiado indigesto para los progresistas en un solo movimiento. Es posible.

Habrá que ver las reacciones y previsiones de los voceros ultraliberales, que temen muchísimo la pericia del Papa en los asuntos de la Curia Romana y su alemana paciencia y perseverancia.

En tanto, una conclusión resulta tan evidente como asombrosa: la cuestión tradicionalista se ha convertido en la piedra de toque de este pontificado, y en divisoria de aguas. Un movimiento numéricamente minoritario habla casi mano a mano con Roma, y Roma, a pesar de sus convulsiones internas, se reestructura en función del diálogo con este pequeño rebaño. No es posible que estos cambios se deban solamente a cuestiones humanas diplomáticas o políticas, sino a la fuerza de la verdad y a las promesas divinas que protegen a la Iglesia. Ninguna mirada sobrenatural podría obviar esta realidad.

(1) Algunas opiniones sostienen que al levantarse la pena mayor, caen las menores, de modo que levantadas las excomuniones han cesado las suspensiones sin necesidad declarativa alguna