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Tema: Contra las tres culturas

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  1. #1
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    Re: Respuesta: Contra las tres culturas

    711

    «El embajador de Rodríguez Zapatero en Washington —Sr. Dezcallar— se dispone a festejar el próximo 23 de marzo los mil trescientos años de la invasión árabe-musulmana en el Encuentro "East meets West" del Virginia Military Institute (Lexington, Virginia). No será el único»


    POR SERAFÍN FANJUL

    Día 20/03/2011





    EN los últimos años de su vida don Claudio Sánchez-Albornoz, asustado ante el cariz que iba adquiriendo en Andalucía la rearabización de guardarropía y subvención, publicó en periódicos varios artículos de divulgación histórica con el fin de alertar y concienciar a la población española del contraproducente dislate en que políticos oportunistas y personajes más comerciantes que intelectuales estaban sumiendo a nuestro país, en aras de restaurar una imaginaria justicia histórica en la que la España real era desconocida y marginada, cuando no escupida, por gentes cuyos conocimientos eran tan reducidos como enormes sus ambiciones. Los arabistas que, a la sazón, tenían autoridad y medios para contribuir a la clarificación permanecieron mudos: no convenía luchar contra la corriente, por mucho que discreparan en la intimidad de la falsificación arrasadora.
    El intento de don Claudio pasó inadvertido, por su fallecimiento, que impidió su continuidad, por escribir en diarios del norte que raramente llegaban a Andalucía («Acaso no hayan sido muy leídos al sur de Sierra Morena los ensayos en que desarrollé lo sabido sobre la realidad de la historia andaluza…», se lamenta el historiador) y, sobre todo, porque la avalancha contraria era demasiado fuerte. El pánico a de-sentonar con la moda, junto con la exaltación del tribalismo de taifa y sus pingües beneficios, indujo a parafrasear, para el propio coleto, a Quevedo: «Con la islamización… ¡chitón!». So pena de ser condenados al ostracismo moral —y lo que es peor: editorial— por los beatos adeptos de la nueva doctrina.
    En horas veinticuatro el islam, en bloque y sin matices, fue prohijado por el progresismo hispano como parte de la «España perseguida por la reacción» y, de inmediato, canonizado en altares laicos, en batiburrillo deprimente: Blanco White, junto a los alfaquíes que persiguieron a Maimónides o Averroes; Antonio Machado, quemándose a la fuerza en la pira que Almanzor dedicó a los libros de al-Hakam II, los hosannas al pacifismo aureolando las degollinas de infelices campesinos cristianos en las aceifas estivales que organizaban los emires cada año, mientras pudieron. Monumento a la incongruencia, al desconocimiento y al olvido —por cierto— de las durísimas y hasta insultantes opiniones (insultos puros), documentos, escritos que los dirigentes comunistas, socialistas, republicanos dedicaron a los moros durante la Guerra Civil. Esta sí fue una reconversión industrial: el soplo benéfico del progresismo reconvirtiendo al islam —porque así convenía— en paradigma de tolerancia y pacifismo.
    Hasta el 11 de marzo de 2004, berrido que nos despierta y testifica que tanta simpleza exige, al menos, aclaración y matices. El islam no puso las bombas de Atocha, pero sí —al parecer— los autores fueron musulmanes que decían actuar por y para su fe. Y, sin embargo, el embajador de Rodríguez en Washington —Sr. Dezcallar— se dispone a festejar el próximo 23 de marzo los mil trescientos años de la invasión árabe-musulmana en el Encuentro «East meets West» del Virginia Military Institute (Lexington, Virginia). No será el único. Y si todo quedara en abrazos protocolarios y retórica de circunstancias, bien estaría la cosa. Pero no, topicazos, medias verdades y la imagen folclórica e inane de la España forjada por los anglosajones protestantes están garantizados: «Una fusión entre dos mundos que empezó hace 1.300 años (…). Únete a nosotros para conmemorar las brillantes contribuciones resultantes de mezclar las culturas orientales y occidentales. El programa abordará el crucial relato de aquellos gloriosos hechos, cuando cristianos, judíos y musulmanes florecieron codo con codo en la Europa occidental, construyendo una sociedad que iluminó las Eras Sombrías…», reza el anuncio. Y todo a ese tenor.
    Las dudas sobre al-Andalus —que una mera fecha nos induce a suscitar— empiezan por el comienzo mismo: la forma, el lugar y hasta los protagonistas. El profesor Joaquín Vallvé demostró hace años algo con claridad: la inconsistencia de las noticias y de la verdad oficial admitida en torno a la conquista árabe. La etimología de Gibraltar, la batalla del Guadalete y la misma existencia del personaje histórico Táreq ibn Ziyad quedaron en entredicho. Y otros muchos detalles anejos. El desembarco había sido por Cartagena, y la famosa rota visigoda habría tenido lugar en el Campo de Sangonera. Sin llegar a una conclusión definitiva sobre el asunto —Vallvé lo hace, y con fuertes razones— algo está muy claro: la fragilidad y falta de credibilidad de los cronistas árabes, respecto a los primeros tiempos de la Conquista, es clamorosa, empezando por que más bien se puede hablar de fuentes históricas que de crónicas en sentido estricto, fuera de la ordenación temporal. Díaz del Castillo, Cieza de León o Francisco de Xerez vivieron e historiaron los acontecimientos, fueron testigos de los mismos, en tanto que estos autores árabes escriben dos, tres, hasta nueve siglos (al-Maqqari) después de lo que narran. Y gustan de entreverar leyendas, chascarrillos, exageraciones, como si fueran historia. Pero no se trata de arremeter contra ellos, que, al fin, hacían lo que podían.
    D El problema es otro. Hace años que al-Andalus se ha convertido en diana fija de islamistas fanáticos y árabes en general, sean cuales sean sus intenciones inmediatas y visibles, máxime en el presente tobogán de inestabilidad que se corre por el norte de África como mancha de aceite, enarbolando la espada de internet, pero siempre con la amenaza islámica de fondo. Han cambiado los métodos, pero no los objetivos ni las convicciones de los actores. La recuperación de al-Andalus hace años que dejó de ser ensoñación chistosa de poetas para trocarse en objeto tangible de codicias colectivas. Palestina, primero —como meta más acuciante en orden cronológico y por imperativo geográfico—, y al-Andalus, en tanto que continuación del destino manifiesto de expansión islámica, constituyen los dos polos de atracción de islamistas moderados y extremosos. Al-Andalus desempeña un importantísimo papel, de bandera ideológica y refugio sentimental que justifique cualquier irracionalidad y sinrazón del tipo «como fue nuestro, es justo que lo recuperemos». El resultado de esta clase de juicios arbitrarios solo puede resultar desastroso, si se insiste con contumacia de neófitos, por parte española, en la resurrección del conmovedor y tierno al-Andalus que nunca existió. En otros tiempos, no demasiado lejanos, arabistas de primer orden como Asín Palacios o García Gómez pudieron disfrutar el lujo de embellecer y adornar su visión de las parcelas de al-Andalus que tocaban porque, de aquella, no había en España ni en el resto de Europa peligro islámico de ninguna clase y por ignorar cómo se utilizarían a posteriori, años después de su muerte, para recrear en la práctica un pasado detestable. Una cosa es dedicar un recuerdo amable y lo más documentado posible a esa parte de la historia de la Península Ibérica —como hemos reclamado en alguna ocasión—, y otra olvidarnos de quiénes somos realmente. Miro a mis antepasados y no veo más que gallegos, asturianos y leoneses: lo mismo que casi toda
    la población de Cádiz, Sevilla o Granada.
    SERAFÍN FANJUL ES CATEDRÁTICO DE ESTUDIOS ÁRABES


    711 - abcdesevilla.es
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  2. #2
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    Re: Respuesta: Contra las tres culturas

    RECOBRAR LO ARREBATADO


    Los mozárabes

    DESPACIO, PERO SIN PAUSA


    Para todos aquellos que afirman que no existió la Reconquista. Para todos aquellos que sostienen el mito de las tres culturas. Para todos los falsificadores de la Historia. Para todos los colaboracionistas.

    Confesión de Abd Allah ben Buluggin, cuarto y último rey zirí de la taifa de Granada:

    "Yo sabía que tales eran sus propósitos, por lo que contaban sus ministros y por lo que me repitió Sisnando, con ocasión de este viaje. "Al-Andalus -me dijo de viva voz- era en principio de los cristianos, hasta que los árabes los vencieron y los arrinconaron en Galicia, que es la región menos favorecida por la naturaleza. Por eso, ahora que pueden, desean recobrar lo que les fue arrebatado, cosa que no lograrán sino debilitándoos y con el transcurso del tiempo, pues, cuando no tengáis dinero ni soldados, nos apoderaremos del país sin ningún esfuerzo"."*
    Sisnando Davídiz, un conde mozárabe, declaró a Abd Allah el firme propósito de los españoles. Recobrar lo que les arrebataron los invasores.

    No eran de aquí. No son de aquí. Y, aunque estén, nunca serán de aquí.

    *NOTA: La cita está extraída de "El siglo XI en 1ª persona Las "memorias" de 'Abd Alláh, último rey zirí de Granada, destronado por los almorávides (1090) Traducidas por E. Lévi-Provençal (Ob. 1956) y Emilio García Gómez", Alianza Tres, pp. 158-159.


    LIBRO DE HORAS Y HORA DE LIBROS
    Donoso, Xaxi y Pious dieron el Víctor.

  3. #3
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    Re: Respuesta: Contra las tres culturas

    El mito de las 3 culturas en la España Andalusi.

    LA DEPORTACIÓN DE LOS MOZÁRABES
    Me admira mucho el silenciamiento que de algunos episodios históricos se hace. La engañifa que lleva por nombre eso de “Las Tres Culturas” sirve con sus silencios y no pocas dosis de fantasía para incrementar la ignorancia del común de los españoles, anestesiándolos con una sustancia opiácea compuesta a base de mucho presunto esplendor califal. El triculturalismo (ya saben ustedes, ese mito que dice que musulmanes, judíos y cristianos convivían en al-Andalus fraternalmente) prefiere callar un episodio muy poco conocido: el de la deportación de los mozárabes al norte de África. Los secuaces del triculturalismo no dirán ni esta boca es mía, ni mu sobre este particular. Pero en este blog se dice lo que hay que decir, con respeto pero sin tapujos.
    La invasión islámica no supuso en un principio la extinción del cristianismo en los territorios ocupados por los invasores. A los cristianos que no apostataron se les cargó con un impuesto, y no fueron pocos los godos e hispano-romanos que, para no pagar tributo, se convirtieron al Islam por conveniencias, que siempre ha habido convenidos sin convicciones.
    La cristiandad fue reducida a la servidumbre en los dominios islámicos de España –llamados al-Andalus – y, con excepción de los mártires voluntarios de Córdoba, liderados espiritualmente por San Eulogio de Córdoba, la resistencia fue prácticamente inexistente. El conformismo de los españoles supuso la esclavitud bajo el alfanje y el alcorán.

    Martirio de San Eulogio de Córdoba, ejemplo de tolerancia triculturalista
    En la época de Yusuf b. Tasufin hubo conatos de discordia entre musulmanes ocupantes y cristianos ocupados, y los musulmanes derribaron una iglesia en Granada allá por el año 1098 ó 1099. En 1125 los cristianos mozárabes prestaron su apoyo a la expedición de Alfonso I que atravesó por tierras andaluzas en una correría que sembró la desmoralización de los musulmanes, pero que no pudo cristalizar en la reconquista estable de ninguna ciudad o territorio. Muchos mozárabes pidieron a Alfonso I que los acogiera como súbditos para liberarse de sus opresores musulmanes. El rey accedió y se los llevó consigo al norte de España.
    La incursión de Alfonso I llegó hasta Córdoba en 1124, y los moros quedaron suspensos sin osar salir de sus fortificaciones. Muchos mozárabes se añadieron a las tropas de Alfonso, casi diez mil, y a la zaga y bajo el amparo de las mesnadas del rey se retiraron de Andalucía, emigrando al norte una multitud de mozárabes que acabaron estableciéndose en los Reinos de Navarra y Aragón. No todos los mozárabes siguieron la senda del éxodo, abandonando su suelo natal. Muchos quedaron en Andalucía.
    Los musulmanes afectaron la emigración masiva de sus antiguos cristianos sometidos y, muy irritados por las pérdidas que de ello se dedujeron, expropiaron los bienes a los mozárabes que habían quedado en Andalucía, e incluso arremetieron contra ellos en una implacable persecución a sangre y fuego, matándolos y maltratándolos. Abu l-Walid ibn Rusd, abuelo de Averroes –el Comentador de Aristóteles-, marchó a Marrakech para explicar la situación de al-Andalus y terminó por dictaminar la expulsión de los cristianos mozárabes al norte de África. Entre septiembre-octubre del año 1126 un gran número de cristianos autóctonos fueron deportados al norte de África.
    Cuando los reyes cristianos reconquistaron Andalucía no encontraron ninguna comunidad cristiana en las ciudades que liberaron. Los mozárabes habían sido asesinados o deportados en masa allá por 1124. Así que todos aquellos que todavía creen en el mito de las Tres Culturas tienen sólidos argumentos históricos para, a lo sumo, poder hablarnos en todo caso de dos culturas: la judía y la musulmana, pues en el año 1126 la tercera en danza –la cristiana- fue dispersada del siguiente modo: 1.) unos por propia voluntad marcharon al norte; 2.) otros fueron exterminados en un holocausto, y 3.) los supervivientes fueron expulsados de su patria, conducidos al norte de Marruecos y evaporándose de la historia.

    No estará mal recordar estas cosas, para que cuando alguien pretenda ensuciar la memoria de los Reyes Católicos, aduciendo la expulsión de los judíos, o la de los Austria que terminaron expulsando a los moriscos, reparen en que los pioneros en el uso de la deportación en masa fueron los musulmanes, expeliendo de su patria nativa a los cristianos autóctonos y exterminando la cristiandad en Andalucía.
    No olvidemos la historia, si es que queremos evitar que se repita.
    La Teoría de las Tres Culturas es un aleación de excrementos ideológicos que proceden de una tendenciosa interpretación histórica de España, la alumbrada por el brasileño Américo Castro. El libro “España en su historia. Cristianos, moros y judíos” (1946) supuso el foco originario de esta Teoría que establece la idea de una España sincretista como resultado del presunto mestizaje cultural de hebreos, moros y cristianos. Este libro fue escrito en Princeton (USA). Posteriormente, Américo Castro vendría a polemizar con el gran maestro D. Claudio Sánchez-Albornoz, historiador cuyas teorías no han gozado de tanta celebridad como las de su adversario brasileño. Fruto de aquella polémica entre medievalistas, Américo Castro editaba en 1954 el libro “La realidad histórica de España”, auténtico catecismo del sincretismo cultural que segrega toda la tela de araña de las Tres Culturas.
    Fundamentalmente, la Teoría de las Tres Culturas pretende ser una interpretación de la realidad histórica que abarca el largo y tenebroso paréntesis histórico en que España dejó de ser Europa, para poner su cerviz bajo el yugo del Islam. Al-Andalus -que no se limitaba a las lindes actuales de Andalucía y se extiende hasta el norte peninsular-, se nos presenta en dicha teoría mitológica como una cultura floreciente y tolerante en la que musulmanes, judíos y cristianos compadreaban como si sus diferencias religiosas se hubieran borrado. Un mundo feliz en que, al parecer, no existían ni la intolerancia ni el fanatismo religioso -y si es que existían, nos dicen sus valedores, era por culpa de los “bárbaros” reinos cristianos del norte, llamados “cristianos mesetarios” por el impresentable y nefasto Blas Infante.
    Cuando murió Franco y se abrió el proceso de la transición democrática era preciso dotar de antecedentes históricos a la reconciliación nacional de las dos Españas que se deseaba ensayar. Una intención muy noble. Fue entonces cuando este “Mito de las Tres Culturas” adquiría una funcionalidad nada desdeñable: el Mito de las Tres Culturas se propuso como doctrina oficialista de la Historia de España, como si ese pasado ilusorio fuese un antecedente histórico para asentar las bases de una convivencia entre las distintas ideologías enfrentadas en 1936. Y lo que en principio fue “proposición”, luego ha resultado algo poco menos que “imposición”.
    Con este Mito de las Tres Culturas eficazmente implantado en la educación y en la cultura oficial, con el rango de dogma incontestable, lo que se llaman comunidades islámica y hebrea, asentadas de un tiempo a esta parte en España y creciendo imparablemente, han logrado adquirir una aparente legitimidad histórica que se fundamenta en el absurdo y suicida concepto de ciudadanía adquirido por “derecho de suelo” y no, como en Marruecos por ejemplo, por “derecho de sangre”.
    Con esta teoría en las manos se explica que desde hace años algunos “españoles”, hostiles a la Iglesia Católica, vengan a exigir que la Iglesia ceda la Catedral de Córdoba para convertirla en Mezquita, o que otros iluminados propongan que el día en que se conmemora la toma de Granada por los Reyes Católicos se convierta en el “día de la Tolerancia”, impidiendo que los granadinos celebren el día de la liberación de Granada.
    Remitido por luis_guichot, autor: smaara

    Noticias - GC - El mito de las 3 culturas en la España Andalusi.
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  4. #4
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    Re: Respuesta: Contra las tres culturas

    CÓRDOBA ANTE EL RETO DEL MULTICULTURALISMO




    Por Rafael Bocero


    CÓRDOBA ANTE EL RETO DEL MULTICULTURALISMO. Crónica de una jornada muy concurrida.


    En el Hotel Córdoba Center volvía a realizarse una conferencia organizada por la plataforma ‪#‎StopISISya‬, en ésta los ponentes eran Serafin Fanjul, Gustavo Bueno y Fernando Paz.


    Cada uno hablaba desde su experiencia tanto académica como “vivida". Comenzó Serafin Fajul quien se centró en recordar que descendemos de los castellanos antiguos y no de los moros del Al-andalus, asi como aprovechó para contradecir a todos aquellos que califican solo al Andalus como Andalucía, cuando era toda la Hispania musulmana, también durante las preguntas del público, reclamó que el pueblo de Córdoba era quien debía reclamar y luchar por la Catedral, que pertenece a la Iglesia. Fue una charla muy amena y rápida como él decía, puesto que para explicar todo lo que sabe hace falta un día entero y no había tiempo. Recordó que las que solo existían eran dos culturas, puesto que los judíos no dejaron una “cultura” que hemos heredado, así como mencionar que no se vivía en convivencia como tanto han hecho pensar.



    Gustavo Bueno fue más crítico con aquellas televisiones que favorecen al islamismo y a la sociedad que vive engañada, pues explicó que el mito de las tres culturas es reciente, no es antiguo como se intenta engañar al pueblo, que es algo que viene del 78 y más. Y recordó que fue en estos gobiernos cuando nombraron padre de Andalucía a un notario que se convirtió al Islam.

    No hay musulmanes buenos y menos islamistas. Cuando se preguntó quién iba detrás de financiar, recordó que Qatar está detrás de muchas financiaciones y que Irán financia a Hispan TV. También mencionó que Cataluña prefiere a islamistas que a otros extranjeros.



    Por último fue Fernando Paz, quien continúo la línea de Gustavo, quien recordó que los catalanes ganan con la idea de musulmanes antes que extranjeros hispano-hablantes, porque su idea es acabar con la Hispanidad. Más aún con las ideas de los nacionalistas y la izquierda, incluso con el respaldo del gobierno actual y el pasado, poniendo de ejemplo al reciente premio Cervantes. Recordó que tenemos cosas de la época musulmana como es normal, pero también los musulmanes lo obtuvieron de los hispanos y que si se quiere recordar el pasado, dejó totalmente claro que nuestra madre era ROMA.




    RAIGAMBRE

  5. #5
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    Re: Respuesta: Contra las tres culturas

    El mito de la «convivencia dorada» en la Andalucía árabe

    Los testimonios históricos contradicen el cliché de que musulmanes, judíos y cristianos vivieron en armonía





    Grabado de una escuela coránica en la España musulmana - ABC



    FRANCISCO DE ANDRÉS

    19/12/2016 01:48h - Actualizado: 20/12/2016 16:12h. Guardado en: Internacional


    Nadie se sorprende de que los medios de propaganda yihadista ensalcen los siglos de dominio árabe en Andalucía, y anuncien su deseo de reconquistar ese territorio para el proyecto de califato mundial. Daesh explota un estereotipo muy arraigado en todo el mundo árabe: la noción de que la Andalucía musulmana fue una «época dorada» tanto para el espíritu como para las ciencias universales. El cliché ha hecho fortuna desde hace tiempo en los foros de la izquierda agnóstica occidental. Desde el presidente Obama hasta el influyente semanario The Economist han recurrido al mito de la Andalucía bajo dominio árabe para explicar por qué el islam fue en el pasado «una religión de paz y de tolerancia» -por la presunta armonía en que vivieron durante siglos musulmanes, judíos y cristianos en España-, frente al oscurantismo y la Inquisición que supuestamente hacían mella en el resto de la península.

    Dos libros recientes han puesto de relieve que las fuentes históricas que demuestran lo contrario son abrumadoras. La obra editada en inglés por el profesor de la Northwestern University Darío Fernández-Morera (“The Myth of the Andalusian Paradise”) explica por qué los invasores del siglo VIII no fueron representantes de una civilización superior a la visigoda, sino bárbaros en el sentido original del término. El académico español demuestra que la nueva civilización creada por los invasores no fue -como algunos creen- la que preservó la herencia clásica griega, sino Constantinopla. Lejos de ser un ejemplo de tolerancia, los califas andaluces aplicaron casi sin desmayo la Sharía y persiguieron a judíos y cristianos con periódicos progromos. Califas que suelen ser calificados de «ilustrados» como Abderramán I (731-788) o Abderramán III, dos siglos más tarde, cometieron atrocidades tanto en público como en su vida privada.

    El islamólogo francés François Jourdan cree que la convivencia entre las tres «religiones del Libro» fue pacífica con Abderramán III, pero sospecha que esa fue la única excepción. En su argumentario para desmitificar la Andalucía tolerante de la España musulmana destacan el martirio de los cristianos de Córdoba que se negaron a ser islamizados (año 850 y siguientes), la matanza de judíos en Granada en 1066, la expulsión de los mozárabes (cristianos arabizados) en 1120, la prohibición de construir iglesias, o el entierro del filósofo y científico Averroes junto a todos sus libros (1198). Jourdan estima además que quienes edificaron la civilización de la España musulmana fueron súbditos de los califatos que en su mayor parte no eran ni árabes ni musulmanes.




    __________________________

    Fuente:

    El mito de la «convivencia dorada» en la Andalucía árabe

  6. #6
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    Re: Respuesta: Contra las tres culturas

    Entrevista:SERAFÍN FANJUL | RAÍCES

    'Los musulmanes de Al-Ándalus no eran españoles, su proyecto político era árabe'




    Santiago Belausteguigoitia



    Sevilla 2 MAY 2001

    Serafín Fanjul ha hecho añicos en Al-Ándalus contra España la idea de una sociedad musulmana refinada, pacífica y culta que fue doblegada por unos cristianos caracterizados por el salvajismo y la barbarie. Su libro, publicado en Madrid por Siglo XXI de España Editores, ha supuesto un mazazo para el escenario mítico -un paraíso perdido en el que el buen salvaje se despereza rodeado de placeres y tolerancia- en que, a su juicio, muchos han convertido Al-Ándalus.

    Fanjul tenía un primer objetivo con su obra. 'Quiero clarificar desde el punto de vista sociocultural la situación. España vive ahora un momento histórico grave. Se están fomentando de manera irresponsable localismos basados muchas veces en invenciones pseudohistóricas: en Cataluña se inventan pasados míticos, las ideas de Sabino Arana en el País Vasco, el celtismo en Galicia...', relata el experto, que ha publicado otros estudios, como Canciones populares árabes y Literatura popular árabe.


    El islam entró en España y salió de España por la fuerza. Es la realidad de la historia'



    'Al-Ándalus fue una yuxtaposición de comunidades más parecida al apartheid que a una idea de tolerancia'



    Esta promoción de los localismos más variados ha llegado tambíen a la comunidad, en opinión del catedrático. 'En Andalucía, que es un territorio sin lengua diferencial, sin burguesía nacionalista, se han agarrado al clavo ardiendo de la historia. Blas Infante promovió un movimiento de tipo nacionalista irredentista muy semejante al de los vascos. Se agarró al argumento histórico', dice Fanjul. 'Pero la realidad histórica de Andalucía y la realidad desde hace tres, cuatro o cinco siglos no es ésa. Desde la expulsión de los moriscos, a principios del siglo XVII, hemos vivido sin más minorías que los gitanos. Esto ha creado una sensación de tranquilidad, de seguridad, de grupo homogéneo. Yo no digo que esto sea bueno, pero es que es así', puntualiza.

    Esta situación ha propiciado, a juicio de Fanjul, que España no se haya visto envuelta en guerras como las que viven o han vivido recientemente otros países. 'Nos hemos evitado los conflictos que sufren países multiétnicos y multirreligiosos. Yo sé que esto es tocar una brasa. Los resultados sobre lo que ha sucedido en países con multiplicidad de etnias o religiones son lo que son: Yugoslavia, India, Pakistán, Líbano, Israel, Irlanda del Norte, Indonesia, Filipinas... Es un rosario de desgracias provocadas por esas multiplicidades en teoría tan bonitas', señala.

    'El mestizaje absoluto es la solución para todos estos problemas, pero es que generalmente el mestizaje no se da en términos de equidad. Nunca hay un mestizaje respetuoso. Se habla de las tres culturas exquisitas y respetuosas de nuestra Edad Media; pero, en realidad, la Edad Media española fue una época muy dura, llena de barbaridades', asevera el catedrático de Literatura Árabe.

    Fanjul echa por tierra cualquier visión edulcorada de Al-Ándalus. 'Hubo discriminaciones contra las minorías en Al-Ándalus: persecución de judíos y cristianos por parte de los musulmanes, deportaciones masivas de cristianos y judíos hacia el norte de África, grandes matanzas de judíos en Granada en el siglo XI... Los cristianos hicieron exactamente lo mismo con los musulmanes. Hubo vejaciones y discriminaciones durísimas', recuerda. 'Al-Ándalus -y la Edad Media española en general- fue una yuxtaposición de comunidades mucho más parecida al apartheid surafricano que a una idea de tolerancia y amor', recalca Fanjul. 'La inmensísima mayoría de la población de Andalucía desciende de gente del norte que empezó a llegar desde el siglo XIII hasta hoy. Quiero evitar que se sustituyan unos mitos fundacionales por otros más rechazables', agrega el autor de Al-Ándalus contra España.

    La facilidad con que los árabes conquistaron la Península en el año 711 no fue acompañada, según Fanjul, de una asimilación tan evidente. 'Los árabes no esperaban esa facilidad de conquista. Había la debilidad de un sistema en el que una casta minoritaria de germanos dominaba a una población mayoritaria de hispanorromanos que no debían de sentirse muy dispuestos a luchar por ellos. La masa de la población era de cuatro o cinco millones. Las minorías dominantes germánicas empezaban a integrarse en el país tras 200 años. Cayó el aparato visigótico; pero, ojo, quedó el componente ideológico', dice.

    'La onomástica de los cristianos en los siglos X y XI siguió siendo mayoritariamente cristiana, lo que indica un prestigio. Lo mismo que hoy en día se pone a las niñas Vanessa o Samantha de nombre porque hay un prestigio anglosajón. Estos cristianos se iban al norte siempre que podían. Entre los siglos VIII y XI hubo fugas masivas de cristianos que se instalaron en el norte', agrega el catedrático.

    Fanjul cuestiona también una de las ideas más asentadas entre muchos estudiosos: que los musulmanes de Ál-Ándalus eran españoles. 'Dudo que desde hace cuatro siglos la gran civilización de Al-Ándalus tenga presencia en la vida de España. Al-Ándalus es una parte de la historia de España; pero otra cosa es que eso sea España y que los musulmanes fueran españoles. Hasta el siglo XV no se puede decir que hubiera españoles. Los musulmanes de Al-Ándalus en modo alguno eran españoles porque no tenían ni las características culturales ni la intención de pertenecer a un proyecto cultural y político que no era el suyo. Su proyecto era árabe', explica.

    'Incluso los moriscos en el siglo XVI sentían un odio permanente hacia la sociedad que les rodeaba. No se sentían españoles. Ese odio se puede justificar por lo mal que los trataban. Pero lo cierto es que colaboraban con los piratas, se rebelaron en más de una ocasión y eran una quinta columna permanente. Los moriscos no querían ser españoles', recalca. Fanjul resume sus palabras de forma taxativa: 'El islam entró en España y salió de España por la fuerza. Es la realidad de la historia'.

    La convivencia que muchos han elogiado de moros, judíos y cristianos no fue tal, según Fanjul. 'Esa supuesta convivencia se da por sabida y por hecha. Y no fue así. Hubo realmente problemas de fondo. Las religiones son un factor de conflicto permanente entre los seres humanos. Los problemas raciales se acabarán cuando haya un mestizaje absoluto. El tema de las religiones es distinto. No es sólo que unos rezan de una manera y otros de otra. El conflicto se produce cuando eso pasa al terreno social. En Indonesia ocurre, por ejemplo, cuando se obliga a las mujeres cristianas a ponerse el velo', arguye.

    Fanjul tiene una dura opinión para los escritores que idealizan el pasado musulmán de la Península. 'Quienes intentan esta resurrección forzada de Al-Ándalus contribuyen a alimentar un irredentismo andaluz que va a beneficiar poco a Andalucía y España. Hemos alcanzado niveles de libertad gracias al hecho de pertenecer a la cultura europea y a la latinidad. Los derechos humanos, la convivencia y el lugar de la mujer son cuestiones a las que no estoy dispuesto a renunciar', concluye.

    * Este articulo apareció en la edición impresa del Miércoles, 2 de mayo de 2001



    __________________________

    Fuente:


    'Los musulmanes de Al-Ándalus no eran españoles, su proyecto político era árabe' | Edición impresa | EL PAÃS
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    Re: Respuesta: Contra las tres culturas

    Se habla y se estudia mucho sobre criptojudíos y criptomusulmanes ya con la consolidación de la Monarquía Católica; sin embargo, parece no interesar el hecho criptocatólico en Alándalus, cuando hay notorios ejemplos: A saber, Ibn Hazm, cuya familia se convierte al islam, pasando del interior de Huelva a Córdoba; o los Hafs, de donde sale Ben Hafsun, el mismo que vuelve al cristianismo de sus antepasados hispanogodos en plena revuelta contra el califa. ¿Cuánto criptocatolicismo habría ante las conversiones forzadas y masivas provocadas por almorávides y almohades? ¿No interesa estudiar este "misterio"?

    Por otra parte, se pide a la España cristiana que haga muchos gestos por moros y judíos, ¿pero por qué no se le pide al norte de África que haga gestos por no haber dejado ni un cristiano, máxime cuando eran nativos antes de la llegada del islam, como lo fueron Cipriano de Cartago y San Agustín de Hipona?

    Lo de siempre.



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  8. #8
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    Re: Contra las tres culturas

    Sorprende al leer a Ibn Hazm, por ejemplo, la facilidad con la que habla de esclavos por todos lados. Y es que es verdad que la Qurtuba andalusí fue un faro cultural de la época, pero también es verdad que fue el mayor mercado de esclavos de Europa. Y que el mundo islámico, ya fueran andalusíes, berberiscos o turcos, se caracterizó por aumentar la trata de esclavos de todas razas y clases; y que de hecho, fueron musulmanes los que controlaron la trata negrera, así como fueron musulmanes los que hicieron de Europa del Este la misma palabra ("saqaliba") para sus correrías. Hay que contarlo todo. Por eso, puestos a pedir reparaciones o responsabilidades, ya saben los fariseos hispanófobos/cristianófobos a dónde acudir.



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  9. #9
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    Re: Contra las tres culturas

    ¿Sabes que es la Yizia?; El terrible tributo y humillación impuesta a cristianos y judíos en los Estados Musulmanes, que también se impuso en Al Andalus

    3 weeks ago By Nemeron






    Las mujeres y las niñas de una familia esclavizada pasaban a ser propiedad de un amo musulmán y eran utilizadas como esclavas sexuales u otras actividades (raqiq o baghiya) y en En Marruecos conllevaba el uso de chilabas de color negro, indumentaria impuesta inicialmente por los Almohades, en el siglo XII, para que los no musulmanes quedaran plenamente marcados.

    En la ley islámica, la yizia o yizya es un impuesto per cápita que se impone a los hombres adultos y libres no musulmanes, conocidos como dhimmíes. Desde el punto de vista de los gobernantes musulmanes, la yizia era una prueba material de la aceptación de los no musulmanes de la sujeción/humillación al Estado y sus leyes; a cambio, a los sujetos no musulmanes se les permite practicar su fe, para disfrutar de una medida de autonomía comunal, para tener derecho a la protección del Estado musulmán de la agresión exterior, y para la exención del servicio militar y del impuesto zakat que grava a los ciudadanos musulmanes. En la práctica, a los dhimmíes no les estaba permitido hacer proselitismo religioso, y a veces estaba acompañado de otras exigencias, como el no caminar por el lado derecho de la calle, no montar a caballo, solo en mulas, etc.


    Los Castigos aplicados si no se paga la yizia

    Según Abu Yúsuf, jurista de Harun al-Rashid, los que no pagan yizia deben ser encarcelados sin dejarles en libertad hasta que paguen. Aunque era un impuesto anual, a los no musulmanes se les permitía pagar en cuotas mensuales. Si alguien había accedido a pagar la yizia, y abandonaba el territorio musulmán hacia tierras no musulmanas, era punible con la esclavitud si alguna vez era capturado.


    En la práctica, el impago del impuesto de la yizia, o el impuesto asociado del jaray, por cualquier sujeto no musulmán en un país musulmán se castigaba con el arresto y esclavitud de toda su familia.

    Las mujeres y las niñas de una familia esclavizada pasaban a ser propiedad de un amo musulmán y eran utilizadas como esclavas sexuales u otras actividades (raqiq o baghiya).



    Un no musulmán podía evitar el arresto o dejar de pagar el impuesto de la yizia en cualquier momento mediante la conversión al Islam, ya que la misma era un castigo por no aceptar el Islam, lo cual se les recordaba constantemente. En algunas regiones de hegemonía islámica, los sultanes se enfrentaron a rebeliones y las masas de no musulmanes se negaban a convertirse al Islam o pagar la yizia. Este tipo de oposición militante conllevó al brutal castigo islámico por negarse a pagar el impuesto discriminatorio de la yizia. Tales revueltas ocurrieron en India, España y Marruecos. En algunos casos, esto llevó a su abolición en algunos períodos como la suspensión de la yizia en el año 1704 d.C. en la región del Deccan en la India por Aurangzeb.


    La Aplicación de la yizia

    Tan pronto como los comandantes militares musulmanes iniciaron la expansión de su imperio y empezaron a atacar países en Asia, África y el sur de Europa, daban tres opciones a sus enemigos: convertirse al Islam, o pagar la yizia (impuestos) cada año, o se enfrentarían a una guerra a muerte. Aquellos que se negaron a ir a la guerra y a convertirse en musulmanes tuvieron que pagar la yizia.

    En los primeros períodos del Islam, la yizia se aplicó a todo hombre libre no musulmán. Los esclavos, las mujeres, los niños, los ancianos, los enfermos, [1] los monjes, ermitaños y los pobres [2] estaban todos exentos del impuesto, a menos que alguno de ellos fuere independiente y rico. Sin embargo, estas excepciones ya no se observan en los períodos posteriores de la historia musulmana, y se descartan por completo también en la teoría por la Escuela Shāfi’ī de Derecho, que se impuso en Egipto.

    Aunque la yizia inicialmente sólo era obligatoria para la gente de la Escritura, es decir, los seguidores de religiones monoteístas (judaísmo, cristianismo, sabeísmo), bajo la escuela malikí de fiqh, la yizia se extendió a todos los no musulmanes. Así, algunos gobernantes musulmanes recogieron la yizia incluso de hindúes y sijs que estaban bajo su dominio.


    El impuesto de la yizia tenía que ser pagado en mano por cada varón no musulmán personalmente mediante la presentación en persona, llegando a pie sin caballo, con el fin de confirmar que él se rebaja a ser un sometido, acepta la humillación de haber sido conquistado, que paga de buen gusto en agradecimiento por habérsele perdonado la vida a cambio de pagar tributo.



    El precio de la yizia

    En la época de Mahoma, la tasa de la yizia era un dinar por año impuesto a los dhimmíes masculinos en Medina, La Meca, Jaibar, Yemen y Nejrán y un máximo de doce dirhams bajo el Achtiname de Mahoma para el Monasterio de Santa Catalina. Yúsuf afirma que no había una cantidad fija del impuesto, aunque el pago por lo general dependía de la riqueza: el Kitab al-kharaj de Abu Yúsuf estableció el monto en 48 dirhams para los más ricos (por ejemplo, casas de cambio), 24 para los de riqueza moderada y 12 para los artesanos y trabajadores manuales.

    Otros académicos afirman que los tipos impositivos y las cantidades fueron fijadas y rigurosamente aplicadas. La tasa de la yizia y el impuesto de jaray, impuesto por cabeza y el impuesto por la tierra, superaban el 20 % para todos los no musulmanes, y se tenía que pagar durante la luna nueva. En los países islámicos occidentales, los dimmíes que eran cristianos o judíos en Egipto y Marruecos, los impuestos por lo general se clasificaban en tres niveles con una tasa mínima del 20 % de todos los activos estimados y las ventas. Las tasas más elevadas oscilaban entre 33 % y el 80 % de toda la producción anual de la granjas. En los países islámicos del este, la estructura tributaria fue similar para los dimmíes que eran hindúes y jainistas. Los no musulmanes pagaban tanto la yizia como el impuesto de jaray, que era al menos dos veces lo que pagaban los musulmanes mediante el zakat. Los tipos impositivos discriminatorios y altos condujeron a masivas protestas civiles en el año 1679 en la India, las cuales fueron aplastadas por Aurangzeb.

    A cambio de los impuestos, a los que pagan la yizia se les permite conservar su religión, siempre que la practiquen en privado y sin ofender a los musulmanes, pero no se les permite la construcción de nuevas iglesias, sinagogas o templos. Se considera que están bajo protección del Estado musulmán, siempre que cumplan determinadas condiciones.




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    https://nemeronwriter.com/sabes-que-...en-al-andalus/

  10. #10
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    Re: Contra las tres culturas

    Sobre la identidad romana de España (que algunos hacen menor en siglos a la presencia islámica), cabe reseñarse que durante el dominio godo, éstos llamaban "romanos" al resto de la población (que era la gran mayoría). Hasta el Edicto de Leovigildo, que ya permite los matrimonios entre ambos pueblos, habla de "godos y romanos". Otrosí, los moros siempre se refirieron a la población autóctona como "rumíes". Hasta Al Mutamid se enamoró de la Romaicqiya, que en román paladino sería "romanita". Y Cervantes hablaría de Sevilla como "Roma triunfante en ánimo y nobleza". Pues eso, que como decía el Beni de Cádiz QEPD: Los más romanos del mundo.


    https://www.facebook.com/escritorant...57043807827423






    Otro dato interesante sobre la romanidad de España: Los musulmanes llamaban "al rumía" ("la romana") a la lengua que hablaban los cristianos mozárabes de Valencia, y estos mozárabes a su vez llamaban a su propio idioma "llengua romana". Romance derivado del latín, con incorporación de bastantes vocablos árabes y bereberes, pero romance al fin y al cabo. ¿Ha quedado influencia de este tronco romance mozárabe en Andalucía? No tenemos pruebas, aunque yo intuiría que sí. Y no deja de ser curiosa las coincidencias entre las jarchas mozárabes y las cantigas galaicoportuguesas. Todo en un tronco romance inteligible, como lo podía ser hasta el provenzal para la época. Válganos la redundancia romana. O romance. O lo que ustedes prefieran.


    https://www.facebook.com/escritorant...58734800991657
    Última edición por Mexispano; 10/07/2017 a las 05:13
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  11. #11
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    Re: Contra las tres culturas

    "A los cristianos que vivían bajo dominio musulmán se les prohibía construir nuevas iglesias, tocar las campanas y celebrar procesiones públicas. En 1066 hubo en Granada un pogromo en el que se masacró a la comunidad judía. En 1126, miles de cristianos fueron deportados a Marruecos como esclavos. En la literatura árabe de al-Ándalus podemos encontrar actitudes completamente despectivas hacia cristianos y judíos. La idea de que la España islámica medieval era, en algún sentido, lo que podríamos reconocer hoy en día como una sociedad tolerante es un mito de la imaginación liberal moderna."

    - Raymond Carr, Historia de España.







    https://www.facebook.com/77125717629...type=3&theater

  12. #12
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    Re: Contra las tres culturas


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    Re: Contra las tres culturas

    El príncipe musulmán nombrado Grande de España y Comendador de la Orden de Santiago


    14 junio, 2017

    Jorge Alvarez




    Licenciado en Historia y diplomado en Archivística y Biblioteconomía. Fundador y director de la revista Apuntes (2002-2005). Creador del blog El Viajero Incidental. Bloguer de viajes y turismo desde 2009 en Viajeros. Editor de La Brújula Verde. Forma parte del equipo de editores de Tylium.




    El sultán de Marruecos saliendo de Meknés, por Delacroix/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons




    La rebelión del Amistad, un barco esclavista español de mediados del siglo XIX



    Avempace, el primer filósofo de Al-Ándalus




    Se llamaba Muley Xeque y, con ese nombre, parece fácil suponer que hablamos de un personaje musulmán y marroquí. Sin embargo, no siendo del todo inexacta la deducción, hay que matizarla porque aunque empezó con tales condiciones, al final de su vida habían cambiado radicalmente: un aspirante al sultanato de Marruecos, hijo del titular derrocado, que abrazó el cristianismo en su exilio español y vivió feliz en él hasta que los difíciles avatares del período, a caballo entre los siglos XVI y XVII, le obligaron a marcharse también de esa tierra de acogida para fallecer en otra lejana y ajena.

    Situémonos geográfica y cronológicamente: Marrakech, año 1566. Muhammad al-Mutawkil, sultán de Fez, acaba de tener un hijo al que da el nombre de Muley Xeque (Mawlay al-Shayj). Nunca heredará el trono porque una década después su tío Abd al-Malik al-Mutasim da un golpe de estado y se hace con el poder ayudado por los otomanos.

    Al-Mutawkil no se resigna y entabla una alianza con Portugal para recuperar su reino. El monarca luso, Sebastián I, era un fervoroso cristiano deseoso de protagonizar una cruzada, en parte para acallar los comentarios sobre su enfermizo físico, y la situación en Marruecos le venía como anillo al dedo.




    Sebastián I por Cristobal de Morais/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons



    Como entonces el norte de África era un territorio de especial importancia geoestratégica para el control del Mediterráneo, de ahí las continuas disputas entre otomanos, españoles y portugueses, Sebastián no sólo decidió intervenir a favor del derrocado sultán sino hacerlo personalmente. Felipe II le cedió ayuda económica y material, aunque los generales enviados aconsejaron cancelar una aventura tan incierta; el rey luso, entusiasmado, siguió adelante.


    El 4 de agosto de 1578 se enfrentó a las tropas de Al-Malik en Alcázarquivir, en lo que se conoce como la Batalla de los Tres Reyes, que terminó en el desastre que predijeron los españoles. La derrota de los aliados fue total y encima doblemente trágica, pues tanto Sebastián como Al-Mutawkil fallecieron en combate. De hecho, también murió Al-Malik y así, los dos principales países implicados se quedaron sin rey.





    Batalla de Alcázarquivir/Imagen: Georges Jansoone en Wikimedia Commons




    Mientras en Portugal brotaba la leyenda del sebastianismo (el rey habría sobrevivido y volvería), Felipe II se encontró con una oportunidad de oro para unir ese reino a España bajo su corona, lo que hizo en septiembre de 1580. Pero en Marruecos el óbito del usurpador no supuso la devolución de sus derechos al joven Muley Xeque, que vio cómo otro tío suyo ocupaba el hueco: Mulay Ahmed alias al-Mansur (el Victorioso) o Ad Dahb (el Áureo). Para ponerle a salvo de una previsible represalia, Portugal acogió a Muley, instalándolo en Lisboa con una pensión de dos mil maravedíes diarios.


    Tenía entonces doce años y residiría en otras localidades más antes de convertirse en un hombre, a decir de las crónicas bastante fuerte y de tez oscura, lo que le valió el apelativo de Príncipe Negro. En 1587 pasó a España para intentar convencer a Felipe II de que le cediera un pequeño ejército con el que recuperar su reino, pues estaba convencido de que el pueblo se rebelaría a su favor; algo difícil teniendo en cuenta que al-Mansur había logrado establecer un período de paz y prosperidad. Y como el todopoderoso soberano no estaba dispuesto a repetir el error de Sebastián, Muley se tuvo que quedar y establecerse en el alcázar real de Carmona.





    Felipe II por Sofonisba Anguissola/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons




    Su llegada a la villa sevillana, elegida por residir allí una importante comunidad morisca (más de un millar de vecinos, la mitad de la población total), causó un serio problema económico porque mantener aquella corte de medio centenar de personas no era precisamente barato y el lugar había sufrido tras la epidemia de peste de 1583 y una serie de malas cosechas; encima, el dinero de las arcas reales destinado a ello no terminaba de llegar (de hecho, no lo haría hasta años después).

    Muley Xeque vivió en Carmona hasta 1593, afrontando la incomodidad de su residencia (una antigua fortaleza almohade reformada por Pedro I el Cruel pero que había quedado en mal estado tras sufrir un terremoto en 1504), y tratando de integrarse lo más posible en el ambiente. Se sabe que participaba en las fiestas y eventos locales, como juegos de cañas, toros y cacerías; sin duda, la corta edad con la que había llegado a la península le ayudaba. Es más, en 1590 conoció a un recaudador de impuestos llamado Miguel de Cervantes, al que impresionó lo suficiente como para que luego le hiciera aparecer en su obra Viaje al Parnaso.





    Juegos de cañas en la Plaza Mayor de Madrid, por Juan de la Corte/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons




    Otra cosa era su gente, mucho mayor, que tuvo roces cada vez más frecuentes con la población y los alguaciles y a los que se acusó de acudir al mercado de esclavos para comprar reos berberiscos y liberarlos. Como además Muley estaba incómodo, siempre vigilado por hombres del duque de Medina-Sidonia, decidió trasladarse a Sevilla, seguramente con la intención de fletar algún barco que le llevara a su tierra.


    Felipe II se lo prohibió y, temiendo que terminara subvertiendo a los moriscos, le instaló en Andújar, a donde se enviaron trece mil doscientos reales para prevenir nuevos problemas. Fue en esta ciudad donde renunció a su fe y se convirtió al cristianismo. Lope de Vega, que fue amigo suyo y le compuso un soneto, además de hacerle co-protagonista de una de sus piezas teatrales (Tragedia del rey don Sebastián y bautismo del Príncipe de Marruecos), lo atribuyó a una iluminación al contemplar la romería de la Virgen de la Cabeza, aunque parece más probable que fuera asumiendo la imposibilidad de ser sultán y buscase llevar una vida normal en su país de adopción.





    Retrato funerario de Felipe de África




    Como cabía esperar, la decisión entusiasmó tanto a unos como ofendió a sus compañeros musulmanes; su tío Abd al-Karim, por ejemplo, intentó envenenarle, aunque su otro tío, Muley Nazar, no lo vio con tan malos ojos porque él era el siguiente en la línea sucesoria (Felipe II se lo quitó de encima autorizándole a regresar a Marruecos, donde en 1595 terminó derrotado y asesinado). El caso es que, tras la correspondiente catequesis, Muley Xeque fue bautizado en El Escorial el 3 de noviembre de 1593.


    Se le puso el nombre de Felipe en honor de Felipe II, quien le apadrinó (Felipe de África se le solía decir), nombrándosele Grande de España y comendador de la Orden de Santiago, esto último con la curiosa acreditación previa de no poseer sangre judía. También le concedieron la encomienda de Bédmar y Albáñez, que le proporcionaría unas rentas más bien escasas y por eso siempre tuvo problemas económicos, pese a que en Madrid, a donde se trasladó cuando la ciudad fe nombrada capital del reino, habitaba un palacete con servidumbre.





    Monasterio de San Lorenzo de El Escorial/Foto: Turismo Madrid Consorcio Turístico en Wikimedia Commons




    Nada cambió con la subida al trono de Felipe III; Muley llevaba una vida similar a la de cualquier noble español, asistiendo a misa periódica en la basílica de Atocha, mostrando una especial afición a los toros (al igual que muchos moriscos) y con espacio reservado en un corral de comedias. Pero no se conformaba con esa relajada vida y solicitó ingresar como capitán en los Tercios para ir a combatir a Flandes; lamentablemente, aunque el rey se mostró dispuesto e incluso le subvencionó los gastos, el duque de Lerma no lo juzgó apropiado.


    La negativa debió dejarle frustrado, al igual que descubrir que la integración que intentaba no podía pasar de cierto punto; sus hijos no fueron admitidos en colegios ni se les permitió el acceso a cargos públicos, y probablemente comprendió que apenas había sido más que un peón de Felipe II para mantener a raya al sultán marroquí e impedir que se aliara con los ingleses y los seguidores de Antonio, prior de Crato, candidato al trono portugués.





    Retrato de Felipe III/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons




    En ese sentido, la puntilla a su situación fue el proyecto del valido de expulsar a los moriscos, aún cuando él se había integrado perfectamente, al igual que otros de clase alta. Y así Muley Xeque -o Felipe de África- decidió irse de España en 1609 para recalar en Italia, a donde habían marchado muchos moriscos, algunos tan ilustres como Carlos de Austria (hijo del rey de Túnez) o Gaspar de Benimerín.


    Una vez en tierra trasalpina pudo conocer al papa Pío V y se instaló en Milán, poniéndose a las órdenes del gobernador Pedro Enríquez de Acevedo como capitán; su amistad llegaría a ser tan estrecha que Enríquez le legó parte de sus bienes en herencia. Con el sucesor de éste ya no se llevó tan bien y se trasladó al vecino pueblo de Vigevano, donde también se hizo buen amigo del obispo alojándose en su palacio.

    La muerte le sorprendió el 4 de noviembre de 1621, a los cincuenta y cinco años de edad, dejando como albacea de sus limitados recursos a una hija natural llamada Josefa de África, que era monja en Zamora. No se sabe con exactitud dónde está enterrado -hay quien apunta a la catedral de Vigevano-, pero la localidad de Valdemorillo, donde residió durante su catequesis, le ha dedicado una calle con el nombre de Felipe de África.




    Fuentes:

    /Muley Xeque. Conversión, integración y decepción del príncipe de los moriscos (ponencia de Esteban Mira Caballos en II Congreso Internacional Descendientes de Andalusíes Moriscos en el Mediterráneo Occidental, Ojós, 2015)

    /Cuatro ensayos sobre Gabriel Lobo Laso de la Vega (1555-1615) (Jack Welner)

    / Mulay Ech-Cheij, el llamdo Don Felipe de África (hispanista marroquí del siglo XVI-XVII)(Ahmed Mgara en Eco de Tetuán)

    /Wikipedia.



    Libro recomendado: Vida de Don Felipe de África, príncipe de Fez y Marruecos (1556-1621) (Jaime Oliver Asín).




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    Fuente:https://www.labrujulaverde.com/2017/...en-de-santiago

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