Arquitectura insignificante para el signo (minimizado?) de la Fe
En un par de dias se me ha juntado la pésima impresión de dos altares para dos próximos eventos, los dos muy señalados: La beatificación de Newman en Birmingham y la peregrinación del Papa a Santiago. Un doble y desagradable impacto estético-espiritual.
Que todas las bellas artes están sumidas en la crisis del no-arte es tan evidente como son patentes los desechos de un Tapies o un Barceló, manipuladores arteros para el consumo de absurdos conformistas de lo abyecto. La arquitectura también, de forma muy manifiesta y tanto más infectante/invadente cuanto que han convertido el mundo en una galería homogeneizada despersonalizante, construyendo lo mismo para una cosa y otra, en un sitio y en sus antípodas. A veces pienso que es un eructo retardado del empacho uniformista del izquierdismo sesentayochista, tan penetrado en la mente de las pseudo-élites, todavía.
Particularmente me preocupa en cuanto afecta a la fe. La fe es gracia, y virtud, y es sobrenatural. Pero la fe es para el hombre y el hombre está en el mundo, y aunque el hombre de fe, por la fe, se despega del mundo, en su decurso el mundo se le pega y termina oliendo a su mundo, que es su entorno. A pesar de la fe.
La fe de Tomás de Aquino tenía el color de y olía a siglo XIII tanto como la de Descartes se coloreaba y olía a grand siècle. Y nuestra fe, desventuradamente, huele a siglo XXI con tufo retroactivo y persistente del XX, que no son buenos olores para la fe. Ni para el arte. Incluso peor para el arte que para la fe, en razón de su materialidad fundamental.
Aunque en el fundamento del arte esté algo tan sutil y volátil como la inspiración, que es razón, que es intelecto, en el siglo del absurdo desfundamentante el bajo intelecto de la razón inspiradora deforma lo material hasta la degradación artística que padecemos, titubeante para la belleza y atrevida para el feísmo inexpresivo y vacuo, nauseabundo. Lo grave es que en la mente des-inspirada del pseudo-artista se pretende, justamente, eso. O se disimula con esto la imposibilidad esteril de una verdadera expresión de lo bello.
El otro día, viendo un mini-reportaje sobre algo que pintaba Antonio López, una vista de la Puerta del Sol, me asaltó la misma impresión de cada vez que veo algún cuadro suyo: Pinta muertos, pinte lo que pinte, sea un retrato, sea un paisaje o una pila de bidé, todo lo pinta muerto (o lo mata cuando pinta). Es la antítesis de aquellos maestros que pintaban naturalezas muertas que revivían en sus cuadros. Y pienso en los bodegones de Sánchez Cotán o de Zurbarán, que laten vida a pesar de ser materia inerte pintada. La diferencia entre arte y no-arte, que se quiere obviar.
Conozco, y me perturba, aficionados a eso, ciegos de yo no sé bien qué parte de los ojos, la estimativa o la razón estética. Enfermos, sin duda. Quizá, también, sea por pecado, por el pecado (no digo sus pecados, no me atrevo). Y es triste. Pero me afecta más, decía, cuando entiendo que devalua a la fe, al misterio.
Volviendo a los 2 altares proyectados, vean y juzquen sus calidades estético-religiosas y católico-litúrgicas:
Este es el escenario proyectado para la beatificación de Newman
Este el que se va a levantar en el Obradoiro para la Misa del Papa
El del Birmingham está super-visto, mil veces repetido, fatigosamente aburrido por multi-representado, passim, aquí y alla, tan semejante a un escenario de concierto, de auditorio, de espectáculo de cualquier cosa y/o género. Solamente la presencia minimalista de algún signo cristiano (un crucifijo) le confiere cierta entidad identificativa. Nada más.
El de Santiago, a falta de más concreción y detalle, según se ve en ese esquemático plano, parece una tarima-plataforma con techo y mampara lateral estilo ikea. Se supone que la decoración posterior precisará más que se trata de un espacio determinado para la celebración de la Misa por el Papa Benedicto. Llevará, imagino, algunos emblemas ad casum, alguna leyenda u otros elementos configurantes. Y poco más.
Se entiende que todo ese espacio escenográfico, el inglés y el compostelano, se transformará y aparecerán definitivamente sacralizados en cuanto sean ocupados por el Papa y el clero asistente. Pero pregunto: ¿De que se trata, para qué se han construido, para enmarcar al Papa o para celebrar el Sacrificio del Altar? ¿Qué/Quién tiene que resaltar? ¿Qué presencia debe remarcarse y prevalecer, la del celebrante o la del Celebrado?
En el sentido de esta cuestiones (y otras anejas y dependientes que evito por simplificar la exposición y no cargar el artículo) se me degrada la apreciación de uno y otro escenario en razón de una consideración que va más allá de lo estético-arquitectónico, porque se trata ya de una reflexión litúrgico-sacramental, y de índole espiritual y piadosa.
¿Qué creen (o qué no creen) los que idean tales formas para expresar y contener la Fe y el Misterio? ¿Y los responsables que encargan y aceptan eso?.
Lo de Birmingham supongo que se va a levantar en un espacio abierto, un descampado en el extra-radio de la ciudad, sin edificios próximos. Pero lo de Compostela se va a erigir en plena Plaza del Obradoiro, entre el Palacio de Rajoy y el Colegio de San Jerónimo...y la fachada de la Catedral, como un espejo. Un espejo para no mirarse y no tener forzosamente que compararse.
No pretendo decir que sean comparables una arquitectura efímera e insustancial con otra monumental, al mismo nivel, con parejas consideraciones. Pero sí digo que en este y otros casos semejantes se impone una relativa comparación, imposible de evitarse, indisimulable: Esto es lo que edifica nuestra fe, y aquello es lo que edificó la fe de los que nos precedieron, en otros siglos.
¿Es la misma fe, se puede identificar una con la otra, la nuestra con aquella, según se ve, según las formas visibles que manifiestan una y otra, la fe que trasluce el altar diseñado y la fe que contiene la fachada del Obradoiro? ¿Esta fe de hoy es aquella fe de ayer?
Una difícil cuestión que responde sí, primeramente, para irse matizando con considerandos y juicios que complican la primera y aparentemente facil identificación conclusiva, sin más. (Y eso que no he introducido la variante Pórtico de la Gloria, elemento de expresión de fe de un orden y calidad estético-cristiano un grado aun más profundo que el de la monumental fachada, que es su exterior, simplemente su envoltura).
Desde el versículo de la Escritura "...caeli enarrant gloriam Dei et opera manuum eius adnuntiat firmamentum /los proclaman la gloria de Dios, el firmamento anuncia la obra de sus manos" Sal 18, ¿qué mensaje, qué pregón de Dios hacen esos dos altares, qué dicen, qué enseñan de Cristo el Señor, de su Misterio, de su Presencia? ¿Y qué idea dan de su Iglesia, la que va a celebrar tan gran Misterio en ese espacio concebido ex profeso, para una y otra ocasión?
¿Opinan ustedes? ¿Deducen ustedes, concluyen? ¿Se atreven? Porque la conclusión da escalofríos. Si se cree, claro está.
A propósito: ¿Ustedes creen?
p. s. Y más a propósito: ¿Esas cosas les ayudan a creer?
+T.
EX ORBE
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