Las Portadas: Herencia Olvidada
José Heriberto Díaz Cáceres
Arquitecto Técnico
“El tiempo no se detiene y sigue su marcha, pero la historia, el pasado, permanece vivo en los
monumentos, en los paisajes, en las viejas piedras que fueron testigos del ayer”
Pedro Hernández
Las portadas son un elemento olvidado, olvidado por el paso del tiempo, olvidado por su razón de ser inicial, por la desubicación en la que se encuentran en la actualidad, por su falta de protagonismo en la arquitectura actual, o quizás porque no sabemos apreciar suficientemente un elemento rico y característico de nuestra arquitectura. Herencia de culturas tan diversas y distintas que han convergido en un mismo punto, en Canarias, y con el paso del tiempo se han convertido en una seña de nuestra identidad; de ahí la riqueza de nuestra arquitectura. Los muros que rodeaban las haciendas y su correspondiente portada eran un elemento característico de la arquitectura rural canaria. Su principal utilidad era servir de resguardo del viento, aunque también se utilizaban como delimitación de las propiedades, proporcionando intimidad y al mismo tiempo ofreciendo una imagen ante la sociedad.
Las portadas se encontraban incrustadas en un muro frecuentemente almenado, que rodeaba toda la hacienda, cerrando las fincas o patios de las casas patriciales. Presentaban variantes en el tratamiento de la fábrica, que podía ser engarrafada o enjalbegada. Con frecuencia la portada era adintelada, con triple almena, y tenían una cruz centrada en su parte superior sobre una base de piedra labrada o un blasón, o ambas cosas a la vez. A veces lucían en su parte superior un frontón sustituyendo las almenas; tratándose éstas de portadas mucho más modernas que las originales. Se construyeron principalmente en las tres islas mayores, siendo un complemento familiar en el paisaje, particularmente en las cercanías de las capitales o de las ciudades donde se asentaron las familias de economía más próspera.
Su origen no está del todo claro, pero la existencia de portadas idénticas en Portugal nos hace pensar en una más que probable influencia lusitana, aunque no debemos olvidar su carácter mudéjar. El elemento más característico de las portadas es la almena, de origen hispanomusulmán. La almena es un cubo de mampostería enlucida con mortero de cal y algunas veces con esgrafiados, rematada en punta de diamante. Como elemento propio de la arquitectura militar, es un símbolo de poder y de fuerza, por esta razón la almena sólo podía ser utilizada por los estamentos privilegiados: la iglesia y la nobleza.
Otra característica muy común en las portadas es el color blanco, aunque en algunas también podemos observar mezclas de otros colores, como el añil, bordeando el cerco de la puerta (antiguamente se creía que este color alejaba a los malos espíritus y por esa razón se empleaba en los cercos de las ventanas y puertas de las casas). Se solían construir muy cerca o coincidiendo con los antiguos Caminos Reales, donde destacaran bien y pudieran ser apreciadas. Estas portadas no dejan de ser un elemento ostentoso, ya que las familias la utilizaban para manifestar su posición social privilegiada. Como hemos mencionado anteriormente, no todo el mundo tenía derecho a poner almenas en sus portadas y casas, ya que para ello tenía que demostrar su grado de nobleza (a mayor número de almenas en la portada, mayor rango nobiliario poseía la familia dueña de la casa), y lo mismo ocurría con los escudos nobiliarios. Así podríamos seguir con otros elementos, como la cantería, que sólo era totalmente vista cuando tenía una labra perfecta, resultando muy costosa, por lo que sólo se la podían permitir las familias más adineradas.El resto de portadas solían tener piedras vistas enjalbegadas mezcladas con partes ocultas por la cal. La mayoría de estas construcciones han desaparecido, quedando como únicos vestigios de su existencia aislados portones que muchas veces nos habremos encontrado en nuestros caminos, no reparando en que representan una parte muy importante de nuestra arquitectura.
En la actualidad, los portones de las antiguas grandes haciendas suelen estar enclavados en un lugar aislado o rodeados de una arquitectura a la cual no pertenecen, rompiendo de esta forma su verdadero sentido y realidad. Ya no existen las murallas que lo acompañaron antaño y la gran mayoría sufre el deterioro del tiempo, encontrándose en muchos casos en un estado lamentable; otros han sufrido el ataque de personas dueñas de lo ajeno: expoliación de sus elementos decorativos, como escudos, almenas, carpintería, etc.
En La Palma, el conjunto más importante de estos tipos de edificación se encuentra en Breña Alta, Breña Baja, Los Llanos de Aridane, Tazacorte, Mazo, Santa Cruz de La Palma y Puntallana. Sin embargo, la cruda realidad respecto a estos elementos descritos es que si no se toman medidas a corto plazo, muchos de ellos, ahora en un estado casi ruinoso, acabarán desapareciendo, y perderemos un legado que forma parte de nuestra arquitectura, de nuestra cultura y de nuestra identidad.
La solución más fácil sería restaurarlas con los materiales actuales más comunes, pero la verdadera restauración está en volver a darle el verdadero sentido a los elementos, en darles vida, en retornarlos a su orígen con los mismos materiales con que fueron realizados, aquellos que se encontraban en las cercanías (no procedentes de Alemania o de Estados Unidos), que eran los que se conocían y de los que disponemos en la actualidad, a pesar de no ser rentable en muchos casos. De nada sirve restaurar un elemento si en dicha restauración se pierde parte del sentido con que fue creado. Infinitas eran las ventajas de dichos materiales, como la cal, la cantería, etc. Aunque, lógicamente, también tenían sus defectos, pero no más que los materiales de hoy en día. De nosotros mismos, técnicos y no técnicos, estudiosos y no estudiosos, depende la conservación en su verdadero sentido, para mantener y preservar el patrimonio que con tanta sabiduría y esfuerzo nos han legado nuestros antepasados. Es nuestra la responsabilidad de que llegue en las mejores condiciones posibles a las generaciones que nos sucedan.
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