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Tema: Monasterios españoles medievales más renombrados

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    Re: Monasterios españoles medievales más renombrados

    ***
    San Millán de la Cogolla (Prov. de Logroño)

    A 15 kilómetros de Nájera y 35 de Logroño, en el valle de San Millán, en un pequeño declive, se halla un monasterio cuya traza exterior, sin el signo de grandiosidad que es característico en esta clase de construcciones, no da la sensación de belleza que encierra su interior. Este monasterio fué mandado construir por Sancho el Mayor para que en él estuviesen los restos mortales de San Millán, mártir muerto en olor de santidad en el año 564, durante el reinado de Atanagildo. San Millán, Patrón de la comarca, que en tiempos medievales tuvo tanta veneración que sólo Santiago le superaba.



    El rey Don Sancho sentía tanta devoción por él que ordenó fuese construido el monasterio y una preciosísima arca de donde procedían los valiosos relieves de marfil por los que fué nombrado ese lugar en todo el mundo.

    El cenotafio famoso, prodigio de arte, era un arca con tapas de dos vertientes, de vara y media de largo por cinco sexmas de alto, chapadas en oro con diversidad de labores. El marco lo constituían veintidós chapas de marfil esculpidas, representando diversos momentos de la vida del santo. De esas chapas sólo quedaban dieciocho, de ellas doce en España. De las que faltan se sabe que cuatro se hallan en el Museo de Artes Industriales de Leningrado; una en el Kaiserfrederik Museum, de Berlín; otra en el Metropolitan Museum, de Nueva York, y media en el Bargello, Museo Nacional de Florencia.

    El chapado de oro acentuaba su valía con labores de filigrana de un mérito extraordinario, que las hacía únicas en el mundo.

    Las tablas estaban divididas en tres series, por razón de su estilo, asunto y dimensiones. Principalmente se trata en ellas de la vida de Jesucristo y de la acción taumatúrgica del santo fundador. Las primeras de esas placas representan la curación de los ciegos y de los paralíticos por Nuestro Señor; la entrada de Jesús en Jerusalén sobre un asno y el cuadro de la Cena, el más importante de todos. Ha sido reputada esta Cena como la obra más lograda de su época, comienzos del siglo XI.

    Este dictado no lleva nada de hiperbólico, porque la reunión de los personajes que rodea a Jesús, la majestad con que Éste se halla modelado, la armonía del conjunto, la perfección del diseño, los elementos que entran en el exorno, son asombrosos. No puede concebirse obra de mayores perfecciones, ni un dominio de la técnica como el que demuestra el artista que dió a la posteridad tal prueba de maestría artística.

    En la reproducción de escenas de la vida del santo hay también verdaderos aciertos. Uno de los relieves representa a unos miserables prendiendo fuego al lecho del santo, en tanto éste se hallaba dormido; se incorpora aquél y los incendiarios caen muertos; otro relieve muestra a dos ladrones que le roban su cabalgadura, quedando en seguida ciegos, y recobrando la vista cuando devuelven el animal robado; un tercero nos presenta a San Millán distribuyendo vino a los enfermos para sanarlos.

    Curiosísima es la placa en donde se representa la destrucción de Cantabria. La puerta árabe, el almenado, las vestiduras y cotas, los mandobles, los jaeces, están reproducidos con estricto verismo.

    Realismo del artista que para su alarde iconográfico no tuvo modelos, sino que se inspiró en la vida del santo, según la versión de San Braulio. Felizmente, el mundo sabe a quiénes se debe el prodigio de estos marfiles únicos de San Millán. En dos placas, por cierto desaparecidas, estaban los nombres: Enelmiro, Magistro, et Rodolphe, filio, así como el del ayudante, Simoene, discípulo.

    Abonan la capacidad creadora de España estos marfiles, que enlazan perío dos de suma importancia y son capitales . en la historia política y religiosa de nuestra Patria.

    ***

    San Pedro de Siresa (Prov. de Huesca)

    Se acumulan las bellezas del paisaje en el camino que de Hecho va a enlazar con Siresa, el pueblo laborioso que, desde hace mucho tiempo, se activa en una industria singular, la del besque o liga, que extraen del muérdago y de otras plantas.



    En este pueblo existe la iglesia de San Pedro de Ciresa, últimos restos de lo que fuera notabilísimo monasterio, al que ya se retiraran los obispos de Huesca cuando la invasión árabe en nuestro suelo, época en que comenzó a llamarse de Aragón. Durante los siglos IX y X acrecentó su fama, saliendo de él los monjes benitos en 835 para fundar en Ribagorza el monasterio de Nuestra Señora de Alahon, o de la O.

    En el Concilio jacetano celebrado en 1063, en el que fué fijada la sede oscense en la iglesia de Jaca, se unió y anexionó a ella el monasterio de San Pedro de Siresa, con todas sus pertenencias.

    Forma de cruz tiene el templo al que se da acceso mediante dos puertas. La de Occidente está formada por un arco embutido en el final del brazo largo de la Cruz. En el atrio están el lábaro y el escudo real de Sobrarbe con la inscripción: Fundata fuit per illustrissimos Reges Aragonum. En la puerta de la fachada meridional existe una lápida en mármol en la que están esculpidas las llaves y la tiara de San Pedro y la inscripción: Regia S. Petri de Siresa Ecclesia Collegiata, Regum Aragonum Capella Regia.

    Mide este templo 200 pies de largo por 54 de ancho, siendo de elevados techos y todo él de piedra labrada. Magníficos son los retablos del siglo XV que tiene esta iglesia. También es notable el ábside, que lleva sencillos ventanales y potentes contrafuertes.

    Don Sancho Ramírez concedió a esta iglesia el título de Capilla Real, y Don Alfonso el Batallador, que nació en este pueblo, agregó a este monasterio la iglesia de Santiago, de Zaragoza.

    Don Vidal de Canellas, obispo de Huesca y Jaca, visitó Siresa en 1252 y, al ver la situación de este monasterio, ordenó que en él hubiese trece clérigos para el culto, otorgándoles para su mantenimiento la mitad de las décimas labores que tenía desde La Foz hasta la cumbre de los Pirineos. Posteriormente fueron reducidos a nueve de estos sacerdotes, en tiempos del obispo don Guillermo Ponz (siglo XV).

    ***


    Leyre (Navarra)

    La fábrica de este antiquísimo monasterio era nuncio de la grandeza de Navarra, de los tiempos en que ese reino extendía su influencia de Cataluña a Galicia, del Pirineo a la Tierra de Campos. Camino de Europa, Navarra, no solamente prepondera políticamente, sino que deja su influjo también en la arquitectura. Doble función la suya en este aspecto, pues que recoge elementos galicianos para influir a su vez con matices arábigo-españoles.



    Las típicas iglesias navarras suelen tener tres naves abovedadas de cañones paralelos, con crucero (aunque también las presenta sin él) y portadas con tímpanos y arcos esculpidos.

    San Salvador de Leyre pertenece al tipo arcaico, luego audazmente reformado por el Cister, el que derribó las sombrías naves primitivas sustituyéndolas con una única de catorce metros de luz.

    Este monasterio, cuya cripta fué panteón real, tiene origen remoto, siendo uno de los primeros levantados en nuestro suelo. Cuando Iñigo Arista se enfrentaba con los sarracenos, año 848, ya había en él cien religiosos de San Benito. San Eulogio, el máximo doctor, los vió entonando sus preces al pie del peñascal. En el templo románico primitivo estos monjes oraban por la victoria y enseñaban a las gentes.

    En este monasterio trocó Fortunio Garcés el ruido de la gloria por el silencio de la meditación, el brillo de la corona por la sencillez de la tonsura.

    Con Sancho el Mayor, el rey de los hechos hazañosos, culmina el esplendor de Leyre. Toda la gloria del monarca, acumulada en el monasterio. Famosos fueron sus abades, como famosas fueron las solemnidades con que se daba testimonio de la recepción de grandezas. Hacia Leyre caminaban en peregrinación constante quienes sabían lo que el monasterio significaba en la cultura y en el arte. Glorias que iniciaron su decaimiento en 1035, a la muerte de Sancho el Mayor.

    De Leyre marcharon los que fueron alma del cenobio, los monjes de Cluny y del Cister, y con el tiempo sólo quedó de tanto esplendor una hermosa portada, unas naves desiertas con sus muros desnudos y la cripta prerrománica, antiguo panteón de los reyes de Navarra.

    ***

    San Pedro de la Espina (Prov. de Valladolid)

    Es éste uno de los monasterios más visitados de España^ y en el que con mayor devoción permanecen los fieles que llegan a él atraídos por la reliquia poseída desde siglos, una de las espinas de la Santa Corona, guardada con unción por los reyes de Francia en el famoso monasterio de San Dionís (1).


    Monasterio Castellano fundado por Doña Sancha, llamada la Reina, hermana de Alfonso el Emperador, de regreso de una peregrinación a la ciudad santa de Jerusalén, iniciada el año 1142. De vuelta a España, esta infanta visitó en Roma al Papa Inocencio II, el que le regaló un Lignum crucis y uno de los dedos del Príncipe de los Apóstoles. En Francia visitó la infanta al rey Luis el Joven, el que la acompañó a la abadía de San Dionisio, en donde le enseñó la corona de espinas del Salvador. Doña Sancha logró que una de estas espinas le fuese donada, la que colocó en una valiosa urna de oro, incrustada de topacios y otras piedras valiosas.

    Antes de regresar a España marchó a Claraval para tratar con San Bernardo la fundación de un monasterio en los estados que ella poseía. Aprobó el proyecto el santo y le envió a San Nibardo, su hermano menor, para que le ayudase al establecimiento de esa fundación.

    Si el origen de la Santa Espina ha sido puesto en duda, en cambio existe unanimidad en atribuir la fundación del monasterio a la infanta. Para su edificación cedió un palacio de su propiedad, situado en un ameno paraje entre los reinos de Castilla y de León, en el Obispado de Palencia, y no lejos de Valladolid. Los planos fueron trazados por San Nibardo, que era notable arquitecto, imitando el estilo del de Claraval. Y sobre lo que en tiempos remotos fuera lugar de recreo de procónsules romanos se levantó el monasterio. De regreso a Francia San Nibardo, envió a la nueva fundación al abad Balduino con varios monjes, los que integraron la nueva comunidad.

    Al monasterio le llamaron de San Pedro, en memoria de la reliquia traída de Roma por Doña Sancha, pero más adelante le fue cambiado el nombre por el de Santa María, siguiendo la costumbre de la Orden Cisterciense de dar a sus monasterios la advocación de la Virgen, de la que San Bernardo era tan devoto. Pero, teniendo presente que en el monasterio se adoraba la Santa Espina, se le dió el título de Santa María de San Pedro de Santa Espina.

    Este monasterio fué dotado por su fundadora con grandes riquezas, a las que contribuyó también el emperador. De esas regias mercedes hablaba la inscripción de la valiosa tapicería guardada en el monasterio. Inscripción latina, cuyo texto castellano decía así: "Pide: edifica, enriquece, ampara, abre—Sancha: Bernardo por Nibaldo—Alfonso corona de espinas Pedro."

    Fué ésta una de las abadías cirtercienses más notable, e iglesia y convento presentaban gran belleza y admirable disposición. El altar de la iglesia estaba adornado de pedestales, columnas, capiteles y figuras de alabastro. Sus vitrales, de elegante disposición, facilitaban abundante luz a la capilla mayor, reflejando en los dorados retablos. Sus claustros eran amplios y bien ornamentados; su biblioteca encerraba riquísimos volúmenes y valiosos manuscritos; en su sacristía se guardaban riquísimos ornamentos de brocado y artísticos vasos sagrados de oro y plata; su relicario abundaba en custodias y urnas de plata.

    En el catálogo de sus abades, que abarca desde 1143, con San Balduino, hasta 1608, con fray Luis Bernaldo de Quirós, figuran nombres preclaros, demostrativos de la importancia que ese cargo tenía y del prestigio que rodeaba a ese monasterio, cuya traza, disposición, adorno y riqueza causaron el asombro del rey Felipe II.

    (1) Este origen de la Santa Espina ha sido refutado recientemente, sosteniéndose que mucho antes de que Doña Sancha naciera ya se encontraba en España esa reliquia, por la que juraban decir verdad los testigos y litigantes de aquellos lugares castellanos próximos.


    ***

    El Puig (Prov. de Valencia)

    Se ha calificado al Puig de Covadonga valenciana, pues que en él tuvo origen por dos veces la reconquista valenciana, una en tiempos del Cid; otra, en los de Jaime I de Aragón. El Caballero castellano se hizo fuerte en las colinas del Puig, para caer como férreo alcotán sobre la llanura. Siguiendo la táctica del Cid, Don Jaime se detuvo un día en el Puig, donde sentó sus reales, edificó un castillo y construyó una calzada hasta el mar para recibir la ayuda de sus galeras. Y desde el Puig parten sus huestes en la lucha con Ben Zeyan hasta acabar con su poderío y dominio sobre Valencia.



    No habían transcurrido dos años desde la victoriosa entrada de Don Jaime en Valencia cuando, en agosto de 1240, fundó en el Puig un monasterio, que confió a la Orden de la Merced, acabada de fundar por San Pedro Nolasco, quien con sus mercedarios había acompañado al rey en las operaciones de la conquista.

    Y el hecho taumatúrgico tiene realidad en las tierras levantinas: San Pedro tuvo la visión de cielos en los que refulgían cegadores los astros, los que con sus movibles parpadeos le anunciaban el lugar en que los monjes basilios enterraron bajo una campana, en los campos del Puig, la Virgen para sustraerla a la saña de los sarracenos. Dió cuenta al rey y a sus monjes de aquella visión, y acudieron todos al lugar por él determinado, en donde, soterrada, se hallaba la imagen de Nuestra Señora, conservada en integridad durante siglos. Allí mismo fué edificada una iglesia y un monasterio para los religiosos a quienes se les encomendaba su custodia y culto.

    A los pies de esa imagen, tallada en granito por un monje del Medievo, colocó Don Jaime las llaves de la ciudad de Valencia y a la imagen la proclamó Patrona de sus conquistas y de Valencia.

    La magna mole del monasterio, flanqueado por cuatro ingentes torreones, sirvió de enterramiento a los héroes de la reconquista y de relicario a las joyas del rey. Las reliquias de los santos tuvieron su exposición en él y en la riquísima biblioteca fué conservada la ciencia, con el cariño propio de aquellas épocas creadoras.

    Adornaban el monasterio retablos góticos y tablas bizantinas, que desaparecieron un día; como le aconteció a los incunables y libros renacentistas, a los brocados y tisúes, a las valiosas ropas conventuales, a las joyas prodigio de arte medieval y renacentista. Fué el mismo desbarajuste que despojó a la mayoría de los monasterios españoles por obra de disposiciones inconcebibles, de lenidades que permitieron el despojo o participaron en él.

    Entre las joyas, reliquias y objetos valiosos que se conservaron en el monasterio del Puig figuraban: La cruz que surmontaba el pendón real de Don Jaime, de alabastro con remates y pomos de plata dorada; la cruz abacial del monasterio; el copón o arquilla del Sacramento con que dió San Pedro Nolasco la comunión al ejército cristiano en la decisiva batalla del Puig; los ex votos de los reyes Jaime II y Alfonso V; los autógrafos de San Pedro Nolasco, San Vicente Ferrer y Santa Teresa de Jesús; el cuerpo momificado de fray Gilaberto Jofré, el preconizador de métodos racionales para acabar con el trato inhumano dado a los dementes, a quien se debe el primer manicomio que hubo en Europa.

    El monasterio primitivo fué reconstruido en 1590. Del antiguo monasterio persistió la iglesia primitiva y dos muros extendidos a sus costados. La iglesia sufrió una restauración en su traza primitiva. Sus arcadas, capiteles, sus capillas y sus sepulcros pregonan la grandeza de la obra. El camarín lleva una cúpula bellamente pintada por Camarón, a quien, con Vergara, se debe también el decorado del resto de la pieza.

    En el barroco altar mayor se muestra la imagen de la Virgen, encerrada en relicario de plata. Este retablo sustituyó en 1608 al que regaló el Papa Luna, Benedicto XIII, del que únicamente se conserva una tabla. Son de extraordinario mérito los sepulcros de don Bernardo Guillén de Entenza, el vencedor del rey Zenyán, y de sus descendientes, en quienes estuvo vinculado el señorío del Puig por donación real.


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    Última edición por ALACRAN; 02/11/2020 a las 17:38
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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    Re: Monasterios españoles medievales más renombrados

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    Santo Toribio (Prov. de Santander)

    Persistente tradición se conserva en tierras de Liébana, allí en donde se halla "uno de los recintos de aquel alcázar soberano que la Providencia labró en España para asilo de su libertad, de su independencia y de su gloria". Allá donde los caminos serpean y lo selvático del ámbito fuerza al viandante a exclamar con el Arcipreste: "De nieve e de granizo no hobo do me esconder". Tradición antañona del Lignus Crucis, adscrita al monasterio de Santo Toribio, adonde a diario llegan los devotos para adorar el trozo mayor de la Vera Cruz en que nos redimió el Salvador. El trozo del glorioso madero traído por Santo Toribio, obispo de Astorga, y depositado por él en la catedral de la capital de la Maragatería. Aunque otros creen que este Santo Toribio no fué el obispo nombrado, sino otro Santo Toribio, presbítero de Turieno, pueblecito cercano, y acaso obispo de Palencia. Pero tiene mayoría la opinión de los que fijan el acontecimiento en el obispo astorgano.


    Singular la vida de este santo, patricio de la primitiva Astorga, que de joven, a imitación de San Francisco, se vió arrastrado por la riada humana y que un día, cuando allega a él la orfandad, se contempla sólo en la inmensidad de su palacio, en donde recuerda la condición impuesta por Jesucristo al joven rico que pretendía ser su seguidor. Con un pobre rebujo sale Toribio por la puerta de su ciudad que se abría a la Via Aquitania.

    Toribio, que se siente predestinado, boga por los mares, cruza tierras extrañas y merece que el Patriarca de Jerusalén, Juvenal, le haga depositario de las valiosas reliquias de la Pasión que poseía. El sacerdote español cumple como buen cristiano la delicada misión que le ha sido confiada. Entre esas reliquias figura, como asevera el historiador Flórez, un "gran trozo de la Cruz en que Cristo murió por nuestro remedio, que era de largo tres palmos y medio al través dos palmos más, y que era el brazo izquierdo de la Santa Cruz que la reina Elena dejó en Jerusalén cuando descubrió las cruces de Cristo y los ladrones".

    Cuando llega a España Santo Toribio esta reliquia no tarda en quedar depositada en la catedral de Astorga, de la que llega a ser su prelado este español insigne, que conjuraba las aguas y en cuyo honor y sin ajeno impulso volteaban las campanas.

    Ante el embate agareno la quietud de aquellas tierras se altera un día, Astorga peligra, y entonces los cristianos recogen sus reliquias y trasladan el cuerpo de su santo, el amado obispo Toribio, a Liébana, en la majestuosa belleza de las Peñas de Europa. Para relicario de prenda de tan subido valor como la que llevan escogen el monasterio de San Martín de Liébana, que se engrandece con los religiosos y fieles que en él se recluyen temerosos.

    Santo Toribio de Liébana albergó a numerosos monjes, que en él estuvieron hasta que el vendaval del siglo XIX ahuyentó a los hermanos que hacían honor al lema "Cruce et Aratro". Abandonado por los benedictinos luego de diez siglos de habitarlo los de su Orden, el obispo de León, a cuya jurisdicción pertenecía, erigió en parroquia la iglesia monacal, procurando que no cayese en total abandono el monasterio de vestigios románicos, que tan famoso fuera en otro tiempo.

    Como santuario, su actividad se inicia el 16 de abril, festividad de Santo Toribio, para terminar el 5 de octubre, en los albores de las clásicas veladas. Durante ese tiempo se celebran todos los viernes solemnes cultos con gran concurrencia de fieles que asisten a la procesión y adoración de la sagrada reliquia.

    La reliquia fué salvada de la destrucción en el período rojo por un campesino que enterró la auténtica, sustituyéndola por otra semejante. Liberado Santander presentó la verdadera, y, al verificarse la función de desagravio, surgió el prodigio, así certificado por un cronista: "Sin una vacilación, ese día se organizó la comitiva bajo la lluvia. Y una vez más se operó el milagro: fué al pisar la comitiva el umbral de la iglesia cuando, instantáneamente, cesó la lluvia, mientras se alejaban las nubes y el sol lucía espléndido en el cielo azul, engalanando el marco en que se desenvolvía la procesión camino del monasterio".

    Por estrecho sendero se llega desde Cabezón de Liébana a Piasca, que fué fundado antes del siglo X. El monasterio de Piasca fué dúplice y en él hacían vida religiosa comunidades de uno y otro sexo. Dependía del monasterio de Sahagún, que, como hemos indicado anteriormente, poseía jurisdicción sobre numerosos cenobios. Se cree que la iglesia actual de Piasca no es la primitiva, la que consagró el obispo Recaredo en 930, aunque sí fueron utilizados materiales a ella pertenecientes. Aún muestra la iglesia actual dos soberbios pórticos, en las que parece apuntar ya la ojiva, de bello diseño. Uno de ellos lleva un tríptico de gran valor. La cornisa del edificio aparece labrada con canes variados, admirablemente trazados. El interior recuerda la forma de las mezquitas.

    ***


    Obarra (Prov. de Huesca)

    Cerca del límite de la provincia de Huesca se hallan los restos del que fue monasterio de Obarra. En lugar sosegado y plácido fué levantado este monasterio, que se remonta a los primeros tiempos de la vida eremita en nuestra nación. Se tiene noticia cierta de su existencia a partir del siglo IX; pero, sin atenernos a la prueba documental, podemos aceptar la tradición que lo supone existente mucho tiempo antes.



    La ermita, a cuyo amparo crecería, sin duda, el cenobio, es de máxima sencillez. Su ábside lleva los arcos característicos del románico, finas saeteras, por donde se ilumina el interior. Se completa la fábrica con el clásico tejado de dos vertientes, formado con losas escalonadas.

    El monasterio lleva también el signo de la sencillez. La iglesia tiene tres naves, más elevada la central, con ventanales bajo la cornisa. Cada nave lleva el correspondiente ábside, con arquitos profundos. En la iglesia existen diversas sepulturas de monjes, lado de la Epístola, así como la que guardó un día los restos de doña Toda y de su esposo, el conde Bernardo, hijo de Wandregisilo. El retablo, obra del siglo XV, está pintado sobre tabla.

    Coinciden las opiniones en atribuir el origen de esta pieza arquitectónica al siglo XI. De su avatar nos informa el historiador aragonés Jiménez Soler, que nos dice: "Obarra tuvo, por nuestra suerte, la desgracia de volverse pobre muy pronto; en el siglo XI, ya el rey Sancho Ramírez lo anexionó al monasterio de San Victorián, y la centralización surtió sus efectos; el principio centralizador de que yendo todo a una sola mano ésta lo reparte más equitativamente y hace que los más ricos den a los más pobres se invierte siempre: son los pobres los que dan lo suyo a los ricos, por ser éstos los que tienen influencia, y Obarra entregó sus rentas y sus bienes, se convirtió en hijuela de San Victorián, y en su fábrica no se echó ya una pellada de yeso; así lo vemos hoy como en el siglo XI; más no bendigamos por eso la centralización; nos ha conservado Obarra petrificado, pero no lo hubiera dejado nacer”.

    ***


    San Jerónimo de la Murtra (Prov. de Barcelona)

    La fundación de este monasterio se debe al barcelonés Bertrán Nicolau, que era un ciudadano inmensamente rico y muy dado a ejercitarse en obras de caridad. Al efecto solicitó de Benedicto XIII (Pedro de Luna) el permiso para fundar un nuevo monasterio de jerónimos. La bula correspondiente fué firmada en Aviñón el 6 de agosto de 1413. El lugar elegido para construirlo fué una casa heredad de la parroquia de San Pedro de Ribas, y se llamó San Jerónimo de Monte Olívete. Para que se hiciesen cargo de él envió a dos legos el prior de San Jerónimo de Monte Olivete, y el de Cotalba mandó, a su vez a cinco frailes presbíteros. La comunidad tomó posesión el día 20 de noviembre de 1413. El fundador asignó a esta comunidad catorce mil libras catalanas para constituir una renta.



    Resultó malsano ese paraje elegido, y entonces fué vendido el monasterio y las tierras, siendo adquirida una masía, la de la Murtra, a la que pasaron el 12 de noviembre de 1414, llamando a aquel edificio Nuestra Señora del Valle de Belén. El monasterio así establecido fué siendo ampliado, perdiendo la masía su carácter primitivo y acentuándose en el cenobio. El rey Don Juan II mandó edificar el refectorio y los Reyes Católicos sufragaron el coste del ala meridional del claustro, en donde se pueden ver cinco escudos de estos reyes, sin el cuartel de Granada, ya que aún no había sido conquistada esta ciudad. Las sillas del coro de la iglesia fueron costeadas por Carlos el Emperador, que allí pasó varias temporadas.

    Las guerras de los siglos XVIII y XIX ocasionaron graves perjuicios al monasterio, y el Gobierno de 1823 expropió a la comunidad, que tuvo que salir de él, en tanto que el edificio, con todas sus dependencias, fué vendido a varios particulares.

    Destacan de este monasterio la torre del homenaje, el airoso campanario, el caserío, al que rodean centenarios Robles y algarrobos. El portal de entrada al claustro es de elegantes líneas y el conjunto pleno de austeridad. El claustro, sin duda la pieza más artística y mejor conservada, tiene tres alas y en él resplandece en toda su pureza el gótico del siglo XV. Sobresalen por su esbeltez los arcos y es notable la pureza del abovedado. El surtidor de piedra del claustro es obra de depurado gusto. Tiene ocho caras con gradería y en su estructura evidencia el influjo de las normas de ornamentación orientales.

    Las claves y nervaduras de las bóvedas están trazadas en piedra policromada y las ménsulas son cabezas esculpidas con todo detalle. En esta pétrea iconografía puede distinguirse a Fernando el de Antequera, Benedicto XIII, Juan II, los Reyes Católicos, Cisneros.

    Los vanos que recogen las nervaduras de las bóvedas rematan en la figura de un ángel que tiene en sus manos una especie de apellido, sin duda perteneciente a algún bienhechor del monasterio. El refectorio lleva tres bóvedas de bellas líneas.

    ***

    Yuste (Prov. de Cáceres)

    El renunciamiento a las glorias terrenas tuvo efectividad entre los muros de este monasterio, que en el siglo XV labraron ios eremitas Pedro Brañes y Domingo Castellanos, en la falda de la Sierra Tormantos, sobre un terreno que en 1402 les donó un piadoso vecino de Cuacos llamado Sancho Martín. A poco se les agregaron otros ermitaños, entre ellos Juan de Robledillos, Andrés de Plasencia y Juan de Toledo.



    Del primitivo trazado sólo persistieron dos claustros, en lastimoso estado de ruina, gótico y pequeño el más antiguo; plateresco el moderno, con dos pisos de galerías, de los que quedan las elegantes arquerías del inferior y algunas columnas del superior. El refectorio llevaba asientos corridos de fábrica y zócalo de azulejos mudéjares.

    Adosada al claustro viejo, la iglesia conventual. Templo gótico con imafronte desprovisto de ornato y portada de medio punto moldurado sobre pilastras. Interior de una sola nave, cubierta con bóveda de crucería estrellada. La sillería del coro, que en parte fué trasladada a la inmediata iglesia de Cuacos, era una preciosa talla en nogal, de estilo gótico correspondiente al siglo XV, obra parecida a la existente en la catedral de Plasencia, por lo que se ha supuesto que sea del mismo artista Maestre Rodrigo. Obra de valiosa ejecución era el retablo del altar mayor, que fué llevado a la iglesia de Casatejada. Fué realizada esta obra por encargo del rey Felipe II, que deseaba honrar la memoria de su padre. Es de talla policromada y dorada, que se divide en tres cuerpos con columnas corintias, sobre las que se dispone un valioso entablamento que corona un frontis dividido con imágenes y el escudo imperial. En el centro lleva una excelente copia de La Gloria, del Tiziano.

    Adosada a la iglesia por el costado opuesto al monasterio se halla la Casa del Emperador, de modestas proporciones y sin adornos ni pinturas; sus blanqueadas paredes hablan de la austeridad del que quiso conocer también el gozo del renunciamiento.

    El deseo expresado con el mayor laconismo a los Jerónimos de Yuste: "Deseo retirarme entre vosotros a acabar la vida: y por esso querría que me labraçedes unos aposentos en San Jerónimo de Yuste, y por lo que fuere menester acudiréis al secretario Juan Vázquez de Molina, que él procurará dineros, para lo cual os embio el modelo de la obra..."

    Y a las cinco de la tarde del 3 de febrero de 1557 una litera se detenía ante la puerta de la iglesia de Yuste y de ella descendía un caballero prematuramente envejecido, cuyas piernas se resistían a mantenerle en la antigua gallardía que viera toda Europa. En silla de brazos le transportaron hasta las gradas del altar mayor el conde de Oropesa y su fidelísimo don Luis de Quijada. Carlos I de España y V de Alemania acababa de decir adiós al mundo.

    ***

    Casbas (Prov. de Huesca)

    En el conjunto de monasterios que un día jalonaran las tierras de España figura el de Casbas en tierras aragonesas, donde la naturaleza en su grandeza moldeó en superación los caracteres. No obstante su poca nombradla, este monasterio merece ser sacado del olvido, aunque sea en la forma somera que exige la escasa literatura a él referente.



    Luego de contemplar en San Miguel de Falces su soberbio templo, que conjunta detalles del románico de la decadencia con otros del ojival que comienza a dominar en la construcción, puede el viajero trasladarse a Casbas, a sólo unos kilómetros de distancia.

    El monasterio de Casbas fué fundado el año 1173 por doña Oria, condesa de Pallás. Ante el monasterio ancha plaza. Da acceso al recinto sagrado una portada bizantina, con arcos escalonados, con pintorescas ornamentaciones. En lugar principal el signo del Lábaro.

    El coro, construido en fecha posterior a la del monasterio, ha desfigurado la traza del interior. Sobresale el ábside, del más puro estilo románico. El claustro es de estilo gótico, y entre el resto de la obra sobresale la torre del homenaje

    ***

    El Parral (Prov. de Segovia)

    En época en que Segovia era predominante, gobierno del príncipe don Enrique, luego desdichado monarca depuesto simbólicamente entre befa y escándalo, fué erigido el real monasterio de Santa María del Parral, que venía a continuar la pura tradición del arte gótico. Se atribuye tradicionalmente este monasterio al funesto valido de ese personaje real, don Juan de Pacheco, segundo marqués de Villena. Un desafío que puso en peligro su vida dió ocasión a su promesa de levantar un templo en honor de la Virgen, en el lugar en donde ya existía una ermita llamada de Santa María del Parral, nombre luego aplicado al monasterio.



    La Historia determina que, reunidos en 23 de enero de 1447 los señores don Fortún Velázquez, deán; don Luis Martínez, arcediano de Sepúlveda; don Alonso García, arcediano de Cuéllar; don Gonzalo Gómez, chantre, y otros prebendados de Segovia, entre los que figuraba don Fernando López de Villaescusa, capellán mayor de Don Enrique y tesorero de dicha catedral, este capellán presentó una carta de Don Enrique, fechada en Olmedo dos días antes, en la que rogaba al Cabildo que atendiese a lo que propondría López de Villaescusa: Que el marqués de Villena deseaba establecer en Segovia un monasterio de Jerónimos, y que le parecía ser lugar idóneo a la fundación el lugar ocupado por la ermita de Santa María del Parral. Por esto indicaba al Cabildo, de quien era la propiedad indicada y sus huertas aledañas, que hiciese cesión de esta propiedad a los fines propuestos.

    No puso obstáculo el Cabildo a la petición, y en 10 de diciembre hizo entrega de los bienes solicitados a don Rodrigo de Sevilla, quien dió poderes al general de la Orden de los Jerónimos, que era el prior de San Bartolomé de Lupiana.

    A expensas de Don Enrique se hizo la fundación, para lo que señaló 20.000 maravedíes de juro en rentas de la ciudad. Cuando subió al Trono siguió protegiendo al monasterio, al que hizo donación de varias reliquias, entre ellas la espada de Santo Tomás de Aquino, que los dominicos de Tolosa habían extraído del sepulcro de este santo, y la entregaron al rey Don Juan II, con destino a una iglesia de su reino.

    El primer prior de este monasterio fue fray Pedro de Mesa, y su mandato sobre los cuatrocientos setenta y nueve religiosos que en él había comenzó el 2 de abril de 1448. El último lo fué fray Julián Durán, elegido en 27 de junio de 1834, y que cesó dos años después al consumarse el atropello de la exclaustración, liminar de una serie de despojos en los que España perdió inmensos tesoros artísticos y bibliográficos.

    Todo es admirable en El Parral. Desde la monumental fachada, el visitante contempla acumulado el arte, de tal forma que se ve precisado a declarar que la joya de una ciudad saturada de arte, la obra de más perfección, es El Parral. Este se atribuye al maestro segoviano Juan Gallego, quien se cree que también dirigió los primeros trabajos. La construcción duró bastante tiempo y la obra no estuvo totalmente acabada hasta el reinado de Carlos I. Esta es la causa de que en esa joya se vean unidas facetas del arte gótico y del plateresco. Entre los maestros que continuaron los trabajos figuraron Bonifacio Gilás y Juan de Ruesga.

    Gran belleza la del imafronte. En las estatuas se ve patente el influjo del estilo ojival. El pórtico destaca por la delicadeza de sus líneas y en el decorado floral se ha alcanzado perfección en la variedad. El claustro es de estilo gótico. El patio interior muestra espaciosas galerías y bellas arcadas. El refectorio presenta un magno artesonado. A la galería de la izquierda da la capilla-panteón, en la que se dispusieron al eterno descanso próceres segovianos. Entre esas sepulturas figuró la del historiador Diego de Colmenares, el de la acerada pluma.



    Espaciosa es la nave de la iglesia, la que presenta airosas arcadas de estilo gótico. Bóveda de crucería, esbeltas columnas y sobrios capiteles. En las juntas de los arcos del crucero lindas hornacinas con imágenes. Es muy notable el púlpito, de elegante talla con esculturas. En el lateral izquierdo del templo existen varias capillas con bellísimos pórticos. En el brazo izquierdo del crucero se muestra la soberbia portada de la sacristía, pieza que por sí sola merece el viaje al Parral. Dos columnas, bellamente ornamentadas, se prolongan hasta la altura del arco. Lleva éste esculturas bajo labrados doseles; la arcada está limitada por calado festón. Sobre el arco, otro cuerpo que nos ofrece un prolijo trabajo ornamental, en donde las esculturas, los cálices y hojas se muestran bellamente tallados en mármol. A la derecha de esta puerta, uno de los bellos sepulcros del Parral, el de doña Beatriz de Pacheco, hija del marqués de Villena. Bellísima estatua yacente la de esta dama, con soberbio túmulo de tres cuerpos y en los recuadros artísticas esculturas.

    Este monumento, en donde todo es bello, acrece interés y belleza en la capilla mayor. Muestra excepcional del arte plateresco es la capilla que, por los años 1468 al 70, construyeron los maestros Juan y Bonifacio Gilás. Las estatuas de los apóstoles son obra de Sebastián de Almonacid, de fines del siglo XV. De este artista es también la imagen de la Virgen que se halla en el parteluz de la puerta de acceso al templo. El retablo, de policroma talla, está colmado de imágenes, en cuya parte central va una ad mirable talla del Crucificado. En la parte superior otra no menos bella imagen de la Virgen, obra de 1528, que se debe al artista abulense Juan Rodríguez, como todo el retablo de que es autor. Consta en los documentos que hacen referencia a este magnífico retablo que en la ejecución del mismo ayudaron al maestro Juan Rodríguez el pintor Francisco González y los tallistas Blas Hernández y Jerónimo Pellicer. Formando monumental tríptico con este retablo se hallan, a ambos costados de la capilla mayor, los magistrales sepulcros del segundo marqués de Villena y de su esposa, doña María de Portocarrero. Son de idéntico estilo que el retablo, por lo que se supone que unos mismos artistas intervinieron en su ejecución. La concepción, lo complicado del adorno, la profusión de esculturas, lo perfecto de las estatuas orantes, la armonía del conjunto, hacen de estos sepulcros dos joyas que asombran a quienes las contemplan.

    ***
    Última edición por ALACRAN; 02/11/2020 a las 17:47
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
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    Re: Monasterios españoles medievales más renombrados

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    Sancti Spiritu del Monte (Prov. de Valencia)

    Este monasterio fué el tercero que los franciscanos fundaron en España. En el término de Gilet, rodeado de elevadas montañas desde las que perfuma el pino, se alza la obra monacal que nos ocupa.



    Fué fundado por la reina Doña María de Luna, esposa del rey Don Martín, y lo dotó de forma espléndida, a la par que le concedía notables privilegios. Luego los señores territoriales de Gilet, don Pedro Catalá y Jaumeta Poblet, le hicieron donación de una masía en el valle de Tolín. El Papa Pedro de Luna (Benedicto XIII) expidió la bula de fundación desde el castillo de Sorgia, Aviñón, en el mes de agosto de 1406.

    La primitiva planta de este monasterio no debió ser de gran valor ni distinguirse por su mérito artístico, lo que tenía ya el precedente de otros monasterios de la misma comarca.

    El primer vicario de esta fundación fue fray Vicente Maestre, al que asignó la reina Doña María 7.000 sueldos valencianos de renta anual. La misma reina ordenó que fuese amojonado el término del monasterio, cuyo perímetro alcanzaba a más de tres kilómetros.

    A mediados del siglo XV los religiosos de Sancti Spiritu fueron acusados de inobservantes ante Eugenio IV, quien les privó de sus exenciones, sometiéndolos a la jurisdicción de los ministros provinciales. Este castigo lo hizo efectivo su sucesor, Nicolás V. A la par perdieron la renta real asignada por la fundadora. A petición de Fernando el Católico, dejaron los frailes este convento, año 1497, a las religiosas de la Trinidad, pero a los cuatro años volvieron a él para evitar la ruina de la institución.

    El templo monacal está restaurado al estilo corintio en su única nave, que tiene coro alto sin cúpula ni crucero. El altar mayor, que lleva varios recuadros, es de estilo plateresco y corresponde al siglo XV; la nave es cuadrilonga, con bóveda de cañón, excepto en el presbiterio, que se forma de cortes de cúpula con recalados divisorios y pechinas al fondo. El templo está al sudeste del monasterio, entre la hospedería y los claustros. Tiene seis capillas laterales, altar mayor y trasagrario. El claustro, de estilo Renacimiento, lleva jardín y fuente central.

    De las valiosas pinturas que adornaban este monasterio sólo se conservó una tabla de Pablo Mathei representando a la Virgen de la Divina Gracia. También se conservaba en este templo el cuerpo de San Benito Mártir.

    En el siglo XVI fué reedificada la iglesia, fortificándose el monasterio contra posibles asaltos.

    Los nuevos claustros comenzaron a ser edificados en 1679, y dos años después el refectorio y otras dependencias.
    A fines del siglo XVI se instaló en este apartado monasterio el Colegio de misioneros apostólicos.

    ***


    Fresdelval (Prov. de Burgos)

    A unos kilómetros de Burgos pone la mole de su blanca silueta lo que fué famoso monasterio de Fresdelval, fundación que, mediante la colaboración de los religiosos Jerónimos, hiciera don Gome Manrique el Viejo en el siglo XV. En ese recinto, sobre el que un día recayó la protección real, quiso tener su sepultura y la de su esposa el fundador. Como también lo hicieron otros nobles de la familia Padilla, cuyo escudo se veía en el monasterio junto con el de los Manrique.



    De lo que este monasterio fué es testimonio el admirable claustro bajo, pieza única que se ha salvado de la destrucción que acabó con casi todo el edificio. Es de estilo ojival florido, con estribos cilindricos, preciosos ventanales con parteluces y rosas de seis lóbulos, apoyadas en ojivas treboladas. La armonía de este claustro se halla también en el patio del monasterio con su triple galería, con arcadas que están sostenidas por columnas de sencillos capiteles. La iglesia, de altos muros, presenta finas nervaduras. La bóveda se apoyó maravillosamente en ellas, como puede inferirse de la disposición de las partes que aún pueden contemplarse de este monasterio, en el que la incuria sólo dejó de él, aparte del claustro y patio aludidos, paredones derruidos, capiteles y columnas tirados, esculturas mutiladas, blasones destrozados.

    A este monasterio llegó para pasar la Semana Santa de 1524 el emperador Carlos, y en él dió cumplimiento a la piadosa costumbre de indultar a un reo en la solemne adoración de la Cruz el Viernes Santo. Ese reo fué don Pedro Girón, hijo del conde de Ureña, capitán general que fuera de la Junta de las Comunidades.

    ***


    San Pedro de Dueñas (Prov. de León)

    Es éste un monasterio de religiosas benedictinas, que fué fundado en la segunda mitad del siglo x por el conde Ansur. Fué enriquecido con importantes donaciones de Ramiro III, Fernando II y otros personajes reales. La Orden a que este monasterio pertenecía lo colocó bajo la dependencia del abad y monasterio de Sahagún.



    La iglesia consta de tres naves, tres ábsides semicirculares, sin crucero, atrio en la parte norte y coro a los pies. Su estilo es románico y muestra semejanza con la de San Isidoro, de León, una de las iglesias de mayor mérito que existen. Tiene pilares de núcleo prismático, con columnas adosadas, que llevan capiteles de monstruos y de hojas; arcos de medio punto, sin molduras, en los que separan naves, y apuntados los transversales de la mayor. Sobre el crucero va la torre, que es de ladrillo, con grandes ventanas de arco de herradura en la primera zona y con huecos pareados y pequeñas columnas de piedra en la segunda.

    En la capilla, un admirable retablo del siglo XVI, formado por tablas pintadas con escenas de la Pasión de Nuestro Señor. En el ábside de la nave menor, al lado de la Epístola, una soberbia escultura, el Cristo de Gregorio Hernández. En un altar dos imágenes en madera, Santa Ana y San Antón, que son de lo más perfecto que conserva la estatuaria de estas iglesias, tan pródigas en tesoros de arte. Ambas son debidas a Juan de Juni.

    ***

    Rueda (Prov. de Zaragoza)

    Frente al pueblo de Escatrón, cerca de parajes donde el padre Ebro ve henchirse su caudal por conjuntas aportaciones, se halla situado el monasterio de Rueda, que con el de Veruela forma el dual artístico de mayor valía de todo Aragón.



    Llamábase Rueda el lugar escogido en el siglo XII por los monjes cistercienses para la fundación de su comunidad, ya que habían abandonado su retiro de Junqueras, en donde se hallaban desde el año 1153. Por concesión del rey Alfonso II poseían ese territorio desde mucho tiempo antes, pero hasta los comienzos de la centuria décimotercera no se decidieron al establecimiento en las cercanías del río simbólico.

    La primera piedra de este famoso monasterio de Rueda fué colocada en año 1226. Cuando hubo sido terminado, Rueda comenzó a superarse de dominio por los lugares de las cercanías.

    En las admirables muestras que de ese monasterio quedaron sustraídas a la inconcebible dejación oficial se comprueba cómo sus constructores se superaron en pericia, arte y buen gusto, al armonizar el arte gótico con el bizantino. Las bóvedas, de depurada estilización, y la diferenciada proporción entre la nave central y las dos laterales demuestran con fuerza la influencia del nuevo estilo que, hasta ese momento constructivo, había inspirado a los artistas.

    Nuevo influjo artístico que también dejó su impronta en dos sepulcros, prodigios de labra. Bajo un arco bizantino se muestra la estatua yacente de un abad, cuya cabeza se reclina sobre las manos de dos ángeles aposados en la almohada. En el frente cuatro escudos con las barras de Aragón y la rueda, símbolo del monasterio. Angeles, astrólogos y dos perros completan los motivos ornamentales.

    Frente a este sepulcro, que se supone encierra los restos de un duque de Híjar, que, al enviudar, se hizo monje y llegó a regir el monasterio, se encuentra otro sepulcro de menos valor, pero también sumamente artístico, sobre el que se ve la estatua de una dama de bello rostro, cuyas manos se cruzan en beato ademán, y que está cubierta de amplio ropaje. A sus pies, dos perros y adornando el túmulo leones de no muy perfecto dibujo.

    Dos piezas de una belleza pocas veces lograda son el claustro y la sala capitular. En ella está magistralmente desenvuelta la armonización de los estilos que generan este monasterio. Gótico y bizantino se enlazan con tal maestría que dan como fruto unas arcadas de columnas, capiteles y rosetones de perfecta ejecución. El refectorio lleva un pulpito admirable, y son primorosas las arcadas que se van sucediendo en diagonal de alado columnario.

    Bajo el suelo de la iglesia, y en enterramientos distribuidos por ella, reposan varios de los abades de esta famosa fundación, que sirvió también de enterramiento de los reyes de Aragón. En ella estuvo el rey Felipe IV durante su viaje a Cataluña para reprimir una rebelión que tuvo foráneos instigadores.

    ***

    San Miguel del Fay (Prov. de Barcelona)

    No todos los monasterios españoles han de ser ensalzados por su riqueza arquitectónica, por la estatuaria que en ellos dejó obras de suprema belleza; también pueden serlo por el prodigio de una naturaleza que enmarcó la quietud de su vida y les mostró elementos que contribuyeran al afinamiento de su sensibilidad. Entre estos últimos podemos colocar el de San Miguel del Fay, que fuera construido en el siglo X, y que tiene el campanario más bajo de España.



    A seis kilómetros de San Felíu de Codinas, y no lejos de la ciudad de Barcelona, se halla el monasterio de San Miguel del Fay, en donde fijaron su apartamiento los monjes que quisieron llevar a la perfección su vida de humildad, con arreglo a las severas prescripciones de los fundadores del monacato. En marco de una grandiosidad primitiva, en la que no ha puesto su acción modificadora el hombre, está el monasterio. Por la agreste belleza que allí se prodiga, por las condiciones únicas de la edificación y la forma en que ha sido resuelta parte de ella, este monasterio es ejemplar único. En contraste con la generalidad de los monasterios, éste se acusa por su máxima sencillez, por la pequeñez de su conjunto, la carencia de detalles arquitectónicos.

    ***


    Porta Coeli (Prov. de Valencia)

    Al aproximarse el viajero a este singular monasterio la frescura del aire, los efluvios que percibe, acentúan la grata impresión del camino, en el que también pone su recuerdo la Historia, ya que hay que cruzar ante el castillo de Montbuy, donde buscó refugio Borrell II luego de la derrota que le causaron los moros, y por la fortaleza de Moncada, en la que tantos sucesos tuvieron escenario. Entre los barrancos que rodean el monasterio resuenan extraños sonidos originados por gigantesca cascada de caudalosa corriente, que se deshace circunstancialmente en el roquedo para volver a conjuntar sus aguas y seguir poniendo su colosal penacho por la elevada montaña.



    Muy próxima a la cascada hállase la iglesia, un tiempo monasterio, y que no presenta ninguno de esos atractivos que es obligado buscar en los cenobios. A este apartado lugar llegó un día, para compartir la vida con los monjes, don Guillermo Berenguer, hijo de Berenguer Ramón I, previa renunciación del condado de Ausona, que cedió a su hermano mayor.

    Al monasterio se penetra por una puerta de igual sencillez que el resto de la construcción. Pero el viajero queda sorprendido ante las extrañas formas que la roca adapta ante ella. Como exteriorizaciones de gárgolas del Medievo se presentan esos peñascos, como anunciando el misterio. La extrañeza causada se continúa en el templo, que ha sido construído dentro de la montaña, por lo que tiene el más singular de los embovedados, la más consistente de las techumbres.

    Varias columnas sostienen aquella bóveda natural, que parece que no ha de tardar en hundirse bajo el peso que sobre ella gravita. Alarde constructivo éste en una época en que los elementos empleados no habían alcanzado la perfección y el complemento de los tiempos modernos.

    De su tesoro artístico conserva únicamente dos imágenes, una de la Virgen, de estilo gótico, y que está esculpida en alabastro, y otra de madera, un San Miguel, que luce armadura del siglo XVI.

    El tercer obispo de Valencia, don Andrés de Albalat, adquirió de los sucesores de don Jimén Pérez de Arenós los terrenos de Lullen cedidos a Gil de Rada por Don Jaime I . En 1272 decidió ese prelado edificar allí un monasterio de la Orden de la Cartuja, con el nombre de Porta Coeli, en atención a la belleza de aquel paraje.

    En sus comienzos las obras no tuvieron gran amplitud ni pretensiones artísticas. Iglesia de tosca piedra, arcos apuntados y techumbre de madera, patio cerrado delante de ella, con arcos también apuntados y celdas en derredor. En mayo de 1298, ya fallecidos Don Jaime I y el obispo fundador, el rey Jaime III tomó bajo su protección el monasterio, y a su amparo pudo desenvolverse éste. El monasterio amplió sus obras, las que adquieron gran impulso cuando doña Margarita de Lauria, hija del famoso almirante Roger de Lauria, se declaró protectora de Porta Coeli.

    A fines del siglo XIV y comienzos del XV fueron intensificadas las obras, acreditándose los monjes de esa fundación por su piedad y sabiduría. En su recinto buscaron acogimiento personajes de prosapia y de fama, que deseaban terminar sus vidas en aquel artístico edificio, el que enmarcaba, pródiga, la naturaleza. También llegaron a él, para reiterar su aprecio y protección, personajes reales como Don Pedro IV, Don Martín, Alfonso V, Doña María de Castilla... Sobre la Cartuja de los famosos frescos recayeron los privilegios pontificios... Constante predilección regia y papal desde el siglo XV y que ya no perdió el monasterio hasta que fueron perseguidas las órdenes religiosas.

    Grandes bellezas artísticas acumuló Porta Coeli, tanto en su arquitectura como en la profusión de cuadros y de mármoles que le embellecen; tanto en la riqueza de su joyero como en la de sus ropas litúrgicas; tanto en las tallas de varias generaciones de artistas como en los detalles decorativos de orden menor. Porta Coeli fué considerado con justeza como un pequeño museo en donde el artista encuentra infinitos motivos a su inspiración.

    ***


    En la síntesis que del espléndido acervo monacal ha sido hecha quedan testimonios de cómo los estilos arquitectónicos alcanzaron plenitud estética en esos monasterios que jalonan las rutas de España y aun se extienden hasta los lugares de menor frecuentación. Aun cuando no han sido incluidos los máximos exponentes arquitectónicos del monacato, Poblet, Montserrat, Guadalupe, los testimonios presentados poseen fuerza suficiente para capacitar al lector de cómo el Arte y la Historia, la Cultura y el Trabajo tuvieron en esos recintos ejemplar valoración.

    También la poseen para valorar en todo su funesto resultado la conducta de unos gobernantes que con sus precipitadas determinaciones, con la lenidad con que actuaron, destruyeron un tesoro artístico de insuperables calidades y toleraron que incluso fueran utilizadas, para convertirlas en muelas maquileras, las piedras que sirvieron de sillares en esos monumentos que trazaron los monjes arquitectos en edades en que, según el poeta, la piedra hablaba, anticipándose en siglos a la fijación del lenguaje por obra de la Imprenta, esa máxima ideación.

    Última edición por ALACRAN; 02/11/2020 a las 17:56
    DOBLE AGUILA dio el Víctor.
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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