Keynes y Douglas
Por Edward Minton
Pareciera que a menudo tuviera que haber una dimensión subterránea con respecto a la vida y literatura públicas de movimientos humanos profundamente importantes. Ya sean estos movimientos políticos, religiosos, nacionalistas o intelectuales, hay al menos, –si uno se acerca lo suficiente a ellos,– cierto conocimiento que aparentemente es demasiado íntimo, demasiado sensible al desprecio, demasiado privado, demasiado abierto al ridículo, demasiado profundamente retenido como para ser ofrecido a la censura de los profanos, o como para aventurarse nunca más allá de los íntimos del movimiento.
La manera legendaria de las muertes de San Pedro y San Pablo pudo en otro tiempo haber sido retenida íntimamente de esta forma para los primeros cristianos, con inhibiciones a compartir este conocimiento que se estaba esfumando con el tiempo y con la más amplia aceptación de la Iglesia.
Por medio de una larga cadena de circunstancias y mis relaciones con un hombre, se me dio a entender que los chinos nacionalistas poseen una noción semejante sostenida tradicionalmente. Se sostiene que Mao Tse Tung no era competente en el asunto de dirigir los aspectos militares de la revolución que le llevó al poder. Su dirección fue “externa”, y recayó sobre un canadiense francés que buscaba una recompensa excepcional (1).
El Partido Laborista australiano de la primera época se dice que se comprometió estrechamente él mismo al establecimiento del Banco Central por medio de la acción de King O´Malley añadiendo fraudulentamente algunos apoderamientos a los recién recibidos correspondientes a camaradas ausentes. (2)
Mi intención no es indagar en la verdad, o falsedad, de lo que hemos podido llamar, anteriormente, las “nociones sensibles”. Quizás sea suficiente con decir que todos los perros tienen pulgas, aunque normalmente sólo son visibles para los íntimos.
El Movimiento del Crédito Social también tiene algunas de esas “nociones sensibles”. Normalmente se piensa que tienen una forma muy pobre como para airearlas públicamente, porque son altamente indemostrables, y por consiguiente, únicamente exponen al relator a la sospecha de considerarle mentiroso. Sin embargo, dejando a un lado la precaución, las circunstancias que rodean al siguiente “mito” no son de pequeño interés e importancia históricas, y pueden influir en algún momento al futuro del pensamiento económico. Por estas razones, parecería tener valor la exploración acerca de la hipótesis de que el mito pudiera tener enjundia.
Éste es como sigue:
C. H. Douglas fue invitado una vez a un meeting privado de aproximadamente 20 economistas en Londres. J. M. Keynes, cuya reputación estaba en aquél entonces bien establecida, estaba entre los asistentes. El Presidente, al introducir a Keynes para un discurso dirigido a los presentes, lo hizo muy efusivamente, refiriéndose a él como “el economista más grande del mundo”.
Keynes dio las gracias al Presidente por la generosidad de su introducción; sin embargo, declinó todo derecho a ser el economista más grande del mundo, pues ese honor recaía en otro que estaba ahí presente, decía él, indicando “al caballero de la segunda fila”, es decir, Douglas.
Muchos creditistas sociales admiten en privado y aceptan lo anterior como algo que ocurrió de verdad. Una importante base para esta fácil aceptación es que el diagnóstico de Keynes sobre el problema (una insuficiencia de poder adquisitivo en manos de los consumidores) puede mostrarse como ya formulado por Douglas en 1917. La “Teoría General” de Keynes no fue publicada hasta febrero de 1936. (3).
John Kenneth Galbraith, en su “La era de la incertidumbre”, publicada por la British Broadcasting Commission en 1977, escribiendo acerca de la oposición a Keynes en Harvard, dice de él mismo que “Fui blanco de ataques tachándome de Príncipe Heredero del “Keynesianismo”. Estaba muy complacido y esperaba que mis amigos se ofendieran debidamente.” (4)
Galbraith reconocía a David Ricardo como el economista dominante del pasado siglo, señalando que él aceptaba la Ley de Say. Jean Baptiste Say fue un intérprete francés de Adam Smith, y que promulgó su Ley que sostenía que, dice Galbraith,
“… la producción siempre proporcionaba el ingreso para comprar todo lo que se producía… de tal forma que nunca podía haber una escasez de poder adquisitivo.” (5)
“En este punto Malthus puso objeciones”, nos cuenta Galbraith. (6)
Thomas Robert Malthus sostenía que la población se incrementaría siempre más rápidamente que el suministro de alimentos, de tal forma que el hambre, la guerra y la catástrofe constituían el inevitable lote para el hombre, y la principal contribución de Malthus a la economía parecería consistir en haber inspirado que le pusieran la etiqueta de “Ciencia de lo Fatal”.
Continuando con Galbraith, “Durante los siguientes 100 años, hasta la década de la Gran Depresión, Say y Ricardo gobernaron de manera suprema. A los hombres que decían que podía haber una escasez de poder adquisitivo se les tachaba diciendo que no sabían de economía; de hecho, se les consideró como chiflados. Luego, con John Maynard Keynes, la idea de Malthus de una escasez de poder adquisitivo se convirtió en una doctrina aceptada. La tarea más urgente para el gobierno ahora era la de compensar esa escasez…” (7)
Durante los 16 años anteriores a la publicación de “La Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero”, Douglas había escrito tres grandes obras, había dado testimonio en Comisiones Reales en Canadá, Nueva Zelanda e Inglaterra [el 1 de mayo de 1930, a una Investigación Parlamentaria, de la cual Keynes era uno de sus Miembros y que interrogó a Douglas] y por invitación había dado discursos a audiencias en Japón, Noruega, Australia y los Estados Unidos. Douglas era reconocido a lo largo del mundo como el hombre que estaba diciendo que la pobreza en medio de la abundancia era resultado de una escasez de poder adquisitivo. La pequeña crítica de Malthus a Say estaba acumulando polvo en el cubo de la basura histórico de la ciencia de lo fatal. (8)
La declaración testimonial de Douglas ante el Comité MacMillan de Finanza e Industria, y su interrogatorio completo ante ese Comité están disponibles en socialcredit.au [en Hispanismo.org están disponibles aquí y aquí]. Estaba presidido por Lord MacMillan y el Sr. J. M. Keynes era conocido como uno de los 12 miembros. (9).
Douglas había presentado su explicación sobre la existencia de una escasez de poder adquisitivo en su escrito testimonial ofrecido antes de su aparición en persona, y todos los miembros se habían familiarizado con ella. Ésta se conoce normalmente como el teorema A + B. Afirma que los costes indirectos, pagados en etapas anteriores de la fabricación de un producto, no están ahora disponibles en manos de los consumidores para satisfacer su coste al por menor total. Después de explicar esto leyendo lo que él llamaba “la forma más corta en que puede ser presentada esta declaración”, Keynes le preguntó “¿Por quién son pagados los costes indirectos?”
Douglas respondió “Son puestos dentro del coste del producto. No son pagados a nadie. Ellos han aparecido dentro del coste de la fábrica en ciclos de producción previos.”
Con eso Keynes plegó su tienda, por decirlo así, y no preguntó nada más. Parecía que ése era el punto final a toda la cuestión. Keynes tenía “su” diagnóstico del problema en una deficiencia de poder adquisitivo.
Por supuesto, un diagnóstico es una cosa. Recomendar una cura es otra muy diferente.
Douglas veía el dinero más o menos como un sistema de tickets, en donde los productos eran elegidos para el consumo por los consumidores. Si no había suficientes “votos de dinero” en la comunidad para permitirles elegir para su uso la producción disponible y deseable, entonces uno producía más de aquéllos. Pero sus ideas de equidad veían a todos beneficiándose, o bien mediante la emisión de un Dividendo Nacional, o bien a través de su mecanismo del Justo Precio, las cuales incrementaban ambas el poder adquisitivo en relación con los precios. (10).
Éstos NO constituían objetivos financieros. Eran un intento práctico para proporcionar eficiencia en términos de satisfacción humana, mediante la subordinación y sometimiento de la finanza a este fin.
El gobierno hacía largo tiempo que había abandonado la responsabilidad de una política nacional de emisión crediticia, y había consagrado con ineptitud un monopolio privado en esta área. Esta oligarquía, esta Internacional del Oro, no aceptaría ninguna democratización del crédito, por lo que Keynes se enfrentaba con aspectos prácticos “políticos”.
La Internacional del Oro reconocía la existencia de una revuelta continua contra la finanza ortodoxa animada por la Gran Depresión. El Gobierno en las praderas del Partido de la United Farmers en Alberta, Canadá, había nombrado a Douglas para que los aconsejara con sus ideas para luchar contra la depresión. Esta revuelta indudablemente sería exitosa en algún momento siempre que fuera provocada suficientemente, y durante el tiempo suficiente, por una falta de poder adquisitivo. Algo había de hacerse. (11).
La Internacional del Oro se resignó a reactivar la economía, pero existían dos precondiciones para cualquier plan en ese sentido. En primer lugar, todo dinero creado para superar el problema de la deficiencia de poder adquisitivo tenía que pertenecer en su totalidad a los Bancos de la Internacional del Oro. En segundo lugar, cualquier defensa de, o exposición de un medio o teoría de reactivación, había de ser tan oscurecida como para impedir el reconocimiento de Douglas. El diagnóstico de Douglas fue aceptado; sin embargo su solución asociada era anatema.
La primera condición fue satisfecha fácilmente. Los gobiernos no poseían mecanismo alguno disponible para crear crédito independientemente, a pesar de los Bancos Centrales. Éstos fueron poblados desde su fundación con personal dependiente de la Internacional del Oro. Siendo esto así, todo lo que Keynes había de hacer era no defender ningún medio de creación de crédito independientemente de la fraternidad de la Banca establecida.
En la segunda exigencia, para el oscurecimiento del análisis, el genio en alza de Keynes era sin par. En las 400 páginas de su “Teoría General” él en realidad nunca declara explícitamente ni una sola vez, como Galbraith hace en la cita de antes, que su análisis dependiera para su veracidad de la aceptación de una escasez de poder adquisitivo. ¡Un imponente monumento a la confusión difícil de creer!
Sin llegar aún a la mitad de su Prefacio a su Teoría General, fechado el 13/12/1935, da una de sus más notables, y en realidad inolvidables, exhibiciones de habilidad para confundir y dejar estupefacto jamás hechas en lengua inglesa. No estoy siendo grosero, sino que estoy sinceramente impresionado, y mi risa de admiración solamente queda ahogada intermitentemente. Él está intentando explicar (o dejar inexplicado en medio de un revoltijo de verborrea; lo que uno quiera) por qué su Teoría General comparada con su Tratado sobre el Dinero de hace 5 años, que “constituye una evolución natural en una línea de pensamiento… puede a veces chocar al lector como un cambio confuso de opinión.”
En primer lugar él dice que esto “…es probablemente más claro para mí mismo que lo será para los otros”. Esto debería inscribirse en una piedra como una Verdad Eterna Keynesiana.
En el anterior libro dice que él estaba “…considerando la influencia del dinero en tanto que… separado de la teoría general de la oferta y la demanda”, pero que hacia el final del mismo él estaba “…empujando a la teoría monetaria de nuevo para convertirse en una teoría de la producción como un todo.” En este párrafo de una página y media, las ambigüedades conceptuales juegan un papel majestuoso. No deseo desfigurarlo. Por favor, léanlo. Una vez conocida la naturaleza de su intención, constituye una pieza maestra de hilaridad escrita a expensas de aquéllos con pretensiones de querer entenderlo, o de aquéllos que, dentro de una honesta desesperación por incomprensión, se van cabizbajos. Igual que todas las verdaderas obras de genios, constituye una cosa multifacética en donde los opuestos pueden ser ambos verdaderos. Para la gente honesta y humilde que intenta entender con el fin de ayudar en medio de la Gran Depresión, constituía una cruel humillación y una desesperante condenación a la pobreza y la desesperación. Nos ofrecía los frutos de nuestros propios trabajos, pero sólo al precio de someternos a una eterna creciente deuda. (12).
Otro intérprete keynesiano, el Profesor Dudley Dillard, a menudo estaba acostumbrado a hacer aproximadamente inteligible la Teoría General de Keynes. Por ejemplo, en su folleto “Lord Keynes y la Prevención de la Depresión” (I. P. A. Review, Sept./Oct. 1950), él dice:
“El punto esencial en la teoría de la demanda efectiva consiste en que la actividad de inversión constituye el desembolso de ingresos, la mayoría de los cuales serán gastados en bienes de consumo, sin que al mismo tiempo se traiga al mercado ningún bien de consumo actual para su venta. El gasto del ingreso derivado de la actividad inversora cubre la brecha entre los ingresos recibidos y el gasto hecho a partir de esos ingresos por los bienes de consumo.” (13)
Para aquéllos que estén familiarizados con el teorema A + B de Douglas, esto representa una danza alrededor de él. Es más, constituye algo claramente erróneo, pues si el “… ingreso derivado de la actividad inversora cubre la brecha…”, esto no es algo axiomático, sino que depende de su magnitud, y sincronización.
La mayoría de los legos son muy distintos a los profesionales. George Bernard Shaw dijo que “Todas las profesiones son conspiraciones contra los legos.” Si él se refería a que lo hacían consciente o inconscientemente es algo que no deja claro. Él también dijo que “Aquello que no se entiende inmediatamente, se considera como algo profundo”, y esto generalmente proporciona el modus operandi de la “conspiración”. (14) (15)
La pequeña burla de los embrolladores a expensas de la inocencia de aquéllos que se arrodillan, y que está destinada a su humillación, es compartida en la cita que se da a continuación. Proviene de un discurso dado en el London School of Economics (el cual lo publicó) por Sir Hugh Casson el 6 de diciembre de 1957:
“Unos pocos nombres –Keynes, Kaldor, Bareu, Einzig– fluyen a la memoria como si fueran los títulos de crédito de alguna película épica de Hollywood… y entonces la ceguera de la ignorancia y la pereza intelectual descienden. Espero, sin embargo, que esté en lo cierto al asumir que puesto que mi propia vida profesional depende en gran medida de faroles (bluffs), también lo será la vuestra, y que es así, como compañeros de fraudes, establecidos o por venir, que podremos juntarnos esta tarde como mínimo sobre esa base común.” (16)
Por supuesto, la reactivación de la economía sobre la base de una deuda cada vez más acelerada se encontró con resistencia. Ésta no fue menor procedente de la inercia de las ideas deflacionarias de “dinero sano” prevalecientes previamente, las cuales iban destinadas a mantener el poder adquisitivo del dinero más bien que el poder adquisitivo de la población, para así aumentar el valor real de las hipotecas de la Banca.
Galbraith nos refiere los acontecimientos históricos que llevaron a Keynes al ascenso:
“Aunque la recesión de 1937 hizo respetables las ideas de Keynes en Washington, la acción para estimular el nivel de empleo se mantuvo poco entusiasta. En 1939, el año en que la guerra vino a Europa, nueve millones y medio de americanos estaban desempleados. Ello constituía el 17 por ciento de la fuerza laboral. Casi los mismos (14,6 por ciento) todavía permanecían desempleados el siguiente año.
La guerra, entonces, trajo consigo el remedio keynesiano rápidamente. Los gastos se duplicaron y reduplicaron. Lo mismo hizo el déficit. Antes del final de 1942, el desempleo era mínimo. En muchos sitios la mano de obra era escasa.
Existe otra forma de mirar sobre esta historia. Hitler, habiendo terminado con el desempleo en Alemania, había seguido adelante para terminar con él en favor de sus enemigos. Él fue el verdadero protagonista de las ideas keynesianas.” (17)
De esta forma, Keynes, –el plagiador del diagnóstico de Douglas–, con la ayuda de Hitler, puso al mundo sobre la vía del cada vez mayor endeudamiento de las Naciones y de los pueblos con respecto a la Internacional del Oro.
El mundo, para acceder a su propio crédito, se sometería a un endeudamiento continuamente acelerado, bien por vía de su voluntaria aceptación de la deuda para cualquiera de varios propósitos, o bien por vía de una imposición involuntaria de déficits de gobierno que habían de ser atendidos mediante los impuestos.
La distribución de ese poder adquisitivo adquirido como deuda, siempre que fuera posible, estaba estrictamente confinado a la recompensa asociada con el empleo, con independencia de que éste fuera útil o necesario. Ésta se encontró que, necesariamente, había de ser aumentada mediante la seguridad social, la cual también se financiaba mediante deuda y/o impuestos.
La centralización del control sobre el organismo humano fue enormemente aumentada.
Y así continuamos en 2013 en un mundo keynesiano. Uno en donde una escasez recurrente de poder adquisitivo siempre es superada [en la medida en que sea superada] mediante un incremento en el endeudamiento por quienquiera que lo acepte.
En la “Teoría General” de Keynes la escasez de poder adquisitivo se consideraba un asunto de “ahorros perdidos” que no eran ni gastados ni reinvertidos. En “El Apretón de la Muerte” de Michael Rowbotham, él observa que “Douglas y otros subrayaron que no parecía que hubieran excedentes de ahorros en las cuentas bancarias domésticas, ya fueran privadas o comerciales. De hecho, los ahorros estaban en su punto más bajo. Los economistas replicaban sugiriendo que quizás algunos de los ahorros perdidos o bien literalmente fueron perdidos, o bien eran acumulados en dinero en efectivo.” (18)
Cuando Pat estaba emigrando desde Irlanda hacia América, mientras se apoyaba en la barandilla en medio del Atlántico, la correa de su reloj se rompió y su reloj cayó al mar. Pat negaba que él hubiera perdido su reloj, sobre la base de que “¡Nada se pierde si sabes dónde está!”
Sobre esta misma base, los ahorros perdidos de Keynes estaban realmente perdidos, ya que nadie hasta el día de hoy ha sido capaz de descubrir su lugar escondido y, por tanto, verificar su existencia.
En el culmen de la Gran Depresión, al menos en Australia, el dinero en existencia realmente se contrajo durante unos pocos meses. Esto fue así porque los préstamos de la Banca estaban siendo devueltos a un ritmo más rápido que la realización de préstamos adicionales. Los bancos jugaban el papel de “agujero negro” que succionaba el poder adquisitivo del público y bloqueaba al mundo dentro de la depresión por el mismo tiempo. Los ahorros, que sólo representan, y vienen a la existencia, como el endeudamiento de algún otro con respecto a la fuente de todo el dinero moderno, –es decir el Sistema Bancario–, no estaban siendo acumulados en absoluto, sino que estaban siendo eliminados al cancelar parte de las deudas en manos de los acreedores hipotecarios.
La diferencia entre los enfoques de Douglas y Keynes para superar esta comúnmente reconocida escasez de poder adquisitivo, puede ser mejor entendida mediante una observación del Profesor Geoffrey Dobbs en su introducción de 1979 a la edición de “El Monopolio del Crédito” de Douglas.
“La mejor analogía es, quizás, una de tipo químico. Un estado de inflación puede ser comparado al de un ácido corrosivo intoxicante, a consecuencia de un gran exceso de iones (positivos, hidrógeno). La necesidad urgente consiste en neutralizarlos con una base, es decir, añadiendo iones negativos, básicos. El argumento de que, puesto que el peligro se ha debido a un exceso de “iones”, añadir más “iones” lo empeoraría, es muy similar a aquel argumento utilizado por los economistas que rechazan el análisis y las propuestas de Douglas como “inflacionarias””. (19)
Introducir continuos incrementos de deuda dentro del sistema económico constituye algo completamente diferente en esencia al hecho de introducir créditos dentro del mismo y que surgen procedentes de un punto fuera de ese sistema, al mismo tiempo que son efectivos a la hora de cancelar deuda. El dinero es algo similar a la electricidad en el sentido de que puede llevar consigo tanto cargas positivas como negativas. Fluye de los Bancos incrementando el endeudamiento, y fluye hacia ellos disminuyendo la deuda. Fluye hacia fuera incrementando cargas, y vuelve disminuyéndolas.
Douglas sostenía que una escasez de poder adquisitivo se estaba generando constantemente, mientras que los ahorros perdidos de Keynes daban a entender que la escasez era periódica e intermitente. Puesto que en todos los años de existencia de Australia como nación [desde 1901], la oferta monetaria (M3) se ha incrementado, las autoridades responsables de esto parecerían estar del lado de la opinión de Douglas. La tasa de incremento varía entre la expansión y la recesión, aunque en cada periodo anual se incrementó. Las variaciones recientes de incremento incluyen un 19,07 % en 2007-8 y un 4,30 % en 2009-10, reflejando el impacto de la recesión global. El incremento medio desde 2007 a 2011 fue del 11,5 %. (20)
Pienso que es algo significativo que en el último capítulo en donde Keynes trata con asuntos técnicos (capítulo 23), dedica toda la última página al Mayor Douglas. [El último capítulo 24 sólo trata de cuestiones sociales]. ¿Es en esta página en donde él alcanza su objetivo: el apartamiento de Douglas respecto de la aceptación del público de la naturaleza de las soluciones que él propuso en relación al reconocido problema de la deficiencia de poder adquisitivo?
En esta página Keynes niega que los pagos B de Douglas, –que se fueron al liquidar los costes de previos ciclos de producción–, creen la significativa deficiencia de poder adquisitivo que Douglas mantiene. Él dice, en parte, “Si el mayor Douglas hubiera limitado sus partidas B a las reservas financieras de los empresarios a las que no corresponde gasto corriente en reposiciones o renovaciones, estaría más cerca de la verdad. Pero aun en ese caso es necesario dejar cierto margen para la posibilidad de que estas reservas estén contrarrestadas por nuevas inversiones en otros sentidos, así como por el aumento de los gastos en el consumo.” (21)
La respuesta (en parte) a la primera frase es que el “gasto corriente en reposiciones o renovaciones” es realizado principalmente para la adquisición de inventarios procedentes de previos ciclos de producción, o todavía no existirían. En el caso de la segunda frase, cuando hay una deficiencia de poder adquisitivo del consumidor ya existente, el hecho de comprar más de lo que los fondos existentes te permiten poder comprar o el hecho de financiar inversiones a partir de ventas que consecuentemente no pueden hacerse, sólo es posible en una de estas dos formas: incrementando la deuda nacional dentro del modelo de Keynes, o emitiendo un dividendo nacional dentro del modelo de Douglas.
El crédito social de Douglas constituye la antimateria de la deuda social de Keynes.
Siendo imparciales con los banqueros, su producto, el crédito, constituye una abstracción, y el hábito de pensamiento de los financieros consiste en tenerlo para hacerle servir a objetivos financieros abstractos. No es visto desde el punto de vista del ingeniero, como un sistema contable que es completamente maleable para el mejor servicio del objetivo de costear la producción y distribuirla.
Dejando a un lado unas pocas consideraciones insignificantes, uno de los imponderables de la Banca se presenta de la siguiente forma:
- Actualmente todo dinero es creado por los bancos dando préstamos que ellos consideran como Activos. Todo depósito de banco surge como resultado del gasto de estos préstamos, los cuales crean depósitos que los bancos llaman Pasivo. Todo esto es muy ordenado. Los Activos del banco igualan al Pasivo del banco, junto con unos pocos pequeños ajustes para fondos de accionistas, reservas, activos reales, etc.
- Luego viene Douglas sugiriendo que las Naciones establezcan Hojas de Balances como las que se requieren que mantengan las compañías públicas. El lado del Activo registraría todas aquellas cosas [ya fueran mantenidas privada, pública o corporativamente] conducentes a la producción para el consumo humano, por ejemplo, tierras arables, instalaciones de transporte y comunicaciones, plantas industriales, la educación de sus pueblos, viviendas y activos culturales y mucho más. El lado del Pasivo haría una lista de todas aquellas partidas que constituyen derechos sobre aquellos Activos, siendo de lejos la mayor de todas aquéllas la oferta monetaria agregada nacional.
- Más aún, puesto que el crédito emitido por la Banca actualmente es visto como emitido contra la Hoja de Balance Nacional, él sugiere que un tanto de crédito igual en cantidad a cualquier deficiencia actual de poder adquisitivo debería ser emitido, no contra los activos de la Banca [que se añadirían a los costes y precios a través de la posterior demanda para su recuperación] sino directamente contra los Activos de la Nación.
- Es en este punto en donde los ojos de los banqueros ortodoxos se ponen vidriosos. Si ellos no están haciendo el préstamo, entonces ellos no tendrán ese Activo para registrarlo. Si, sin embargo, ellos están recibiendo el depósito resultante, éste entrará como un Pasivo. El patrimonio neto de los banqueros se disminuye por cada céntimo que surge como crédito que es creado fuera de su sistema.
- Uno puede compadecerse, por supuesto, del dolor que se origina a partir de la adherencia equivocada a una conceptualización abstracta. Todos hemos pasado por eso mismo. Pero realmente, si esta dificultad es considerada simplemente como otro asunto a tener en cuenta hacia el camino que nos permita la maximización de la satisfacción humana a partir de la economía, resultará algo fácilmente de atender. Imaginemos una situación en donde, digamos, el 20 % de todo el crédito de la Nación haya sido emitido contra su Hoja de Balance Nacional, y que el Banco XYZ tenga Activos de $ 1.000 millones y un Pasivo, por tanto, de $ 1.200 millones.
- Ya que éste [el 20 %] no se había emitido contra los Activos del Banco, sino contra los de la Nación, constituye una tergiversación de la verdad atribuir su pasivo al Banco XYZ por el 20 % de sus depósitos. Equilibrar las cifras constituye un hecho cotidiano en el mundo de la contabilidad. El pasivo por sus depósitos podría ser descontado por un 20 %, siendo éste el pasivo atribuido a la Hoja de Balance Nacional. Probablemente no se necesita legislación alguna en esto, ya que constituye un deber legal para los contables reflejar la realidad, pero podría formalizarse con alguna formalidad legal si alguien se siente más a gusto con esto.
- N.B. Alternativamente a lo dicho arriba, los bancos podrían ser requeridos para emitir una cantidad igual a la deficiencia de poder adquisitivo contra la Hoja de Balance Nacional. Si ésta fuera libre de devolución, no haría aumentar los costes y precios por esta vía y, más aún, si únicamente se hiciera una modesta y justa carga como coste de administración, esto no presentaría problema ninguno, sino que permitiría a las Hojas de Balance de los bancos continuar “equilibrando”.
Siempre que no estemos oprimidos por abstracciones, sino que estemos sirviendo los intereses de la vida, ajustaremos nuestras herramientas para servirnos a nosotros y a nuestros compañeros. Si algún objetivo idealizado preconcebido tuviera precedencia, entonces la vida debería ajustarse para servir a éste, y cualquier locura se convertiría en algo posible.
En Keynes y Douglas tenemos dos genios, dos filosofías, dos políticas que emanan a partir de dos filosofías, dos resultados, y dos consecuencias sociales, y nunca los dos se reunirán.
Notas
1. Patrick Walsch, Oficial de Inteligencia de la Royal Canadian Mounted Police, que sirvió en el Norte de África, Canadá y los Estados Unidos. Después de retirarse, fue delegado de Canadá para varias Conferencias de la Liga Mundial Anti-Comunista en la que los chinos nacionalistas fueron particularmente activos. Comunicación personal en 1976.
2. Dorothy M. Catts, 1957, “King O´Malley: Man & Stateman”, Publicity Press, páginas 172-3.
3. Profesor Geoffrey Dobbs, 1979, “Monopoly of Credit”, 4ª edición, Bloomfield Books, en “About the Author”, página 181.
4. Véase la página 218 de la publicación antes citada.
5. John Kenneth Galbraith, 1977, “The Age of Uncertainty”, BBC y Andre Deutsch, página 36.
6. John Kenneth Galbraith, 1977, “The Age of Uncertainty”, BBC y Andre Deutsch, página 36.
7. John Kenneth Galbraith, 1977, “The Age of Uncertainty”, BBC y Andre Deutsch, página 36.
8. “Economic Democracy” y “Credit-Power and Democracy”, en 1920, y “Social Credit” en 1924.
9. Reimpresión australiana de 1931 de parte de esta Investigación Parlamentaria, tomada de sus Actas Oficiales de Testimonios, titulada “Testimonio Presentado al Comité MacMillan de Finanza e Industria por C. H. Douglas M.I.E.E. M.I.M.E. M.I.Mech.E.”. Publicado por la Douglas Social Credit Association (N.S.W.).
10. C. H. Douglas, “The Use of Money”, Tercera Impresión, Septiembre 1935, Stanley Nott Ltd, Londres, páginas 15-16. Discurso pronunciado por el Mayor Douglas en Nueva Zelanda el 13 de febrero de 1934.
11. C. H. Douglas, 1937, “The Alberta Experiment – An Interim Survey”, Eyre y Spottiswoode, Londres. Primera Edición publicada en 1937, páginas 27-28.
12. J. M. Keynes, 1936, “General Theory of Employment, Interest and Money”, MacMillan and Co., Limited, St. Martin´s Street, Londres, Primera Edición. Del Prefacio, fechado el 13 de diciembre de 1935, páginas vi y vii.
13. Este artículo fue aportado a “Review”, Sept./Oct. 1950, por Dudley Dillard, quien entonces era Profesor de Economía en la Universidad de Maryland, EE.UU., y más tarde fue reimpreso por cortesía de National Bank of Autralasia Ltd.
14. George Bernard Shaw, 1906, “The Doctor´s Dilemma”. Una obra ahora disponible en eBook # 5070.
15. Oops. Google no ha sido capaz de descubrir esta segunda “cita de Shaw” o de atribuirla a cualquier otro. ¿Podría ayudar alguien por favor? Si no, atribúyase al autor, provisionalmente, y sigamos adelante.
16. Sir Hugh Casson R.D.I., M.A., F.R.I.B.A., 1958, “The Unseeing Eye”. Un discurso pronunciado en el London School of Economics and Political Science (que también la publicó) el viernes 6 de diciembre de 1957. Página 3.
17. John Kenneth Galbraith, 1977, “The Age of Uncertainty”, BBC y Andre Deutsch, página 221.
18. Michael Rowbotham, 1998, “The Grip of Death”, Jon Carpenter Publishing, Alder House, Market Street, Charlbury OX7 3PH. Cuarta Impresión 2009, página 238.
19. El publicante de esta Cuarta (Centenario de Douglas) Edición fue Bloomfield Books, 26 Meadow Lane, Sudbury, Inglaterra. Páginas xix y xx.
20. Official Year Books of the Commonwealth of Australia, Números 1 a 99 de 2013, publicado por la Commowealth Bureau of Census and Statistics, y preparada por los Estadísticos de la Mancomunidad del momento.
21. J. M. Keynes, 1936, “General Theory of Employment, Interest and Money”, MacMillan and Co., Limited, St. Martin´s Street, Londres, Primera Edición. Páginas 370 y 371.
Texto original: KEYNES AND DOUGLAS
Fuente: SOCIAL CREDIT.AU
Última edición por Martin Ant; 13/01/2015 a las 17:17
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