A continuación se reproduce un artículo aparecido en The Tablet, bajo la autoría de Paul Derrick, con motivo del fallecimiento de C. H. Douglas el 29 de septiembre de 1952.
Creo que resulta interesante, porque en él se utiliza una táctica curiosa contra el Crédito Social, haciéndolo parecer como si su doctrina se hubieran estado aplicando realmente en las políticas económicas de los gobiernos occidentales posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Realmente lo que se aplicaba era el keynesianismo; pero en este artículo se trata de identificar, fraudulamente, al Crédito Social con el keynesianismo.
Precisamente el artículo fue reproducido en The Social Crediter para realizar las correspondientes correcciones que aparecen al final, en forma de Comentarios a los errores vertidos en el referido artículo, en relación a esa supuesta identificación entre la doctrina del Crédito Social y las políticas económico-sociales de la posguerra. Es, pues, de The Social Crediter de donde hemos tomado el artículo, así como los mencionados Comentarios rectificadores.
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(Fuente: The Social Crediter. Vol. 29, Nº 10, Sábado, 1 de Noviembre de 1952, páginas 5 – 8)
Artículo del número de The Tablet de 11 de Octubre de 1952.
Visto en: SOCIAL CREDIT.AU
El fallecido Mayor Douglas. Su contribución al pensamiento económico
Por Paul Derrick
El Mayor C. H. Douglas, que murió la pasada semana a la edad de 73 años, probablemente ejerció una mayor influencia sobre el pensamiento económico de nuestros tiempos que la que la mayoría de sus seguidores estarían dispuestos a reconocer. Sus teorías fueron rechazadas como falaces por todos los economistas ortodoxos (y también por una buena parte de los heterodoxos); pero su insistente énfasis sobre ciertas ideas ahora aceptadas por los economistas ortodoxos, y que estaban lejos de ser ortodoxas en los años veinte, probablemente tuviera un importante efecto sobre el desarrollo de las ideas de muchos que rechazaban su teoría básica y, en realidad, sobre las políticas de otros Gobiernos al igual que las de la provincia de Alberta.
El Mayor Douglas nació en 1879; fue ingeniero de profesión, y sirvió como Asistente del Superintendente en la fábrica de la R.A.F. en Farnborough durante la primera Guerra Mundial. Expuso por primera vez sus ideas acerca de la reforma monetaria en un artículo que apareció en The English Review de diciembre de 1918, y en su libro Economic Democracy, que apareció el siguiente año. Desarrolló sus ideas en numerosos libros, tales como Credit-Power and Democracy y The Monopoly of Credit, y en las páginas del New Age, al mando de A. R. Orage; pero la base de su argumento, el Teorema A + B, aparece, quizás, más convenientemente resumido en The New and the Old Economics, en donde él escribió:
“Los pagos de una fábrica o de otra organización productiva pueden dividirse en dos grupos: Grupo A – todos los pagos hechos a los individuos en sueldos, salarios, dividendos, etc.; y Grupo B – todos los pagos hechos a otras organizaciones por materias primas, cargas bancarias y otros costes externos. El ritmo de flujo de poder adquisitivo a los individuos está representado por A, pero, puesto que todos los pagos van a los precios, el ritmo de flujo de los precios no puede ser menor a A + B. Puesto que A no podrá adquirir A + B, una proporción del producto como mínimo equivalente a B debe ser distribuido mediante una forma de poder adquisitivo que no esté comprendida en la descripción agrupada bajo A.”
La idea es muy simple [1]. En el caso de cualquier particular empresa, el ingreso distribuido en sueldos, salarios y dividendos será insuficiente para comprar los bienes producidos, porque tendrán que venderse a un precio lo suficientemente alto como para cubrir el coste de las materias primas así como el de los sueldos, salarios y dividendos. En cualquier particular empresa, el ingreso personal distribuido será insuficiente para comprar el producto a causa del coste de las materias primas; los ingresos personales se quedarán cortos con respecto a los precios. Por tanto, argumentaba el Mayor Douglas, en todo el país tomado en su conjunto, el total de los ingresos personales se quedarán cortos con respecto al total de precios, y el resultado será el de una escasez de poder adquisitivo, depresión y desempleo.
Con el fin de mantener la demanda y el empleo [2], era, por tanto, necesario para el Gobierno inyectar una corriente continua de nuevo dinero al sistema económico mediante la distribución de, así llamados, “créditos al consumo” o medios para todos los ciudadanos, mediante el pago de un “Dividendo Nacional”. Cualquier tendencia hacia la inflación sería contrarrestada mediante un “ajuste científico del precio” o “descuento del precio”, manteniéndose bajos los precios gracias al pago por el Gobierno [3] de parte del precio. Era una idea atractiva, y sin duda ayudó a aupar al Partido del Crédito Social de Alberta al poder en 1935, sobre la promesa de pagar ₤ 5 al mes a todo ciudadano.
También constituía una teoría plausible durante la depresión de los años veinte, cuando Bretaña estaba intentando volver al Patrón Oro, así como durante la gran depresión de principios de los años treinta. En realidad, el tipo de política [4] defendida en aquel entonces por los creditistas sociales es reconocida o considerada, por aquellos que ahora son economistas ortodoxos, como siendo más sana que aquélla que en aquel entonces se consideraba ortodoxa. El Sr. Churchill ha reconocido desde entonces que fue un error haber intentado volver al Patrón Oro en 1925; el haber adoptado una política deflacionaria que necesariamente tendía a rebajar los precios corrientes por debajo de los costes pasados, y que causaba depresión y desempleo; mientras que si se hubiera tomado el consejo de los creditistas sociales al tiempo de la gran depresión, es probable que el desastre se hubiera evitado en gran medida [5].
Los economistas ortodoxos argumentaban en aquel tiempo que era deber del Gobierno, en esos tiempos difíciles, economizar, cortar y rebajar el gasto, y salvar a la libra. La propuesta de recortar las prestaciones por desempleo causó una revuelta en el Partido Laborista. Los creditistas sociales replicaron que en aquel tiempo el problema no consistía en “demasiado dinero en frente de muy pocos bienes”, sino en “muy poco dinero en frente de muchos bienes.” Había pobreza en medio de la abundancia, decían ellos, y el problema era que había muy poco dinero en manos del público consumidor como para poder comprar la producción de la industria a un precio que cubriera el coste de dicha producción [6]. Incrementad la oferta monetaria, argumentaban ellos, y la demanda y el empleo quedarían restaurados. Nunca se cansaron de repetir que era esencial que la distribución de bienes debería equilibrarse mediante una adecuada distribución de dinero; y actualmente está generalmente reconocido que ellos tenían razón [7] en esto, si bien estaban errados en su análisis acerca del origen de la deficiencia en la demanda.
Tenían razón acerca de muchas otras cosas también; por ejemplo, en insistir que los bancos “creaban dinero”, en contraposición a la opinión de Edwin Cannan y otros economistas ortodoxos de los años veinte que decían que no lo creaban. Actualmente se reconoce que los bancos sí, de hecho, “crean dinero”; que, como Reginald McKenna lo expuso a los accionistas del Midland Bank, “todo préstamo crea un depósito”; cuando un hombre es acreditado con una suma de dinero en los libros contables del banco, éste incrementa el volumen de dinero en circulación. R. G. Hawtrey, en aquel entonces Subsecretario del Tesoro, estaba de acuerdo con Douglas en esto en una radioemisión en 1933; pero había muchos que no lo estaban. Aquí también los creditistas sociales abrieron el camino hacia lo que desde entonces ha venido a ser ortodoxo [8].
Los creditistas sociales eran también sanos en muchas otras cosas (como en sus políticas sobre la agricultura [9]). Si no lo hubieran sido, no se les habría hecho volver al poder con una mayoría aún mayor en 1940 en Alberta, a pesar de que el Gobierno de Canadá bloqueara su intento de poner sus teorías en práctica, y a pesar de no haber materializado los ₤ 5 al mes. Si la administración del Crédito Social en Alberta no hubiera demostrado ser ella competente y popular, no se le habría hecho volver otra vez con una mayoría incluso aún mayor –cincuenta y un escaños de cincuenta y siete– en 1944 y, de nuevo, una vez más con una substancial mayoría, este año. Y no habría emergido como el partido más votado en las recientes elecciones en la Columbia Británica si no hubiese tenido logros sustanciales en su haber en Alberta.
Al mismo tiempo, la falacia que está en la raíz del Crédito Social resulta extraordinariamente simple, como Douglas Jay [10] y otros economistas han demostrado convincentemente. Es cierto, como argumentaba el Mayor Douglas, que el dinero que una empresa distribuye en sueldos, salarios y dividendos es insuficiente para comprar el producto, debido al coste de las materias primas. Pero no es cierto que todos los ingresos personales sean necesaria e inherentemente insuficientes para comprar los bienes producidos por la industria. Son insuficientes para comprar todos [11] los bienes, pero son suficientes para comprar los “bienes de consumo”, esto es, el tipo de bienes en los cuales se gastan los ingresos personales. Los empleados de una fábrica de máquinas-herramientas no serán capaces de comprar sus productos; pero es que no querrán comprarlos [12], pues ellos no quieren gastar sus sueldos en máquinas-herramientas.
Sin embargo, la escasez de poder adquisitivo, la deficiencia en la demanda a la que los creditistas sociales tan denodadamente prestaban atención, era una realidad. J. M. Keynes proporcionó una más convincente [13], si bien más complicada, explicación en su Teoría General, con la “tasa de ahorros” tendiendo a exceder la “tasa de inversión”, en lugar de que los ingresos personales necesariamente tendieran a quedarse cortos con respecto a los precios; y los Gobiernos adoptaron su consejo y tuvieron éxito en mantener la demanda y el empleo mediante el gasto deficitario. Pero fue Douglas quien mostró el camino y proclamó el tipo de remedio correcto en la depresión, cuando los bancos y los economistas estaban equivocados [14].
Por el tiempo de la publicación del Libro Blanco sobre Política de Empleo en 1944, las ideas de Keynes se habían convertido en ortodoxas en lugar de aquéllas de Montague Norman. El Libro Blanco insistía en que el “primer paso en una política de mantenimiento del empleo general ha de ser prevenir que decaiga el gasto total”. “Para el propósito de mantener el empleo general es deseable que la inversión pública se expanda cuando la inversión privada esté declinando.” Sir William Beveridge, en su obra Pleno Empleo en una Sociedad Libre, fue más allá, y argumentaba que tanto en tiempos de paz, como en tiempos de guerra, el gasto del Gobierno debería incrementarse tanto como pudiera ser necesario para mantener el pleno empleo [15]. Otros, al igual que los creditistas sociales, son conscientes ahora de que el empleo depende de la demanda [16].
Hoy en día ya no nos vemos enfrentados más con el problema de la pobreza en medio de la abundancia; con la existencia de bienes en las tiendas y gente sin el dinero con el que poder pagarlas. En lugar de ello, tenemos “demasiado dinero en frente de muy pocos bienes”, así como apelaciones para restringir las reivindicaciones salariales en frente de una subida de precios; en una palabra, inflación. A veces se decía que la inflación es el precio que teníamos que pagar para conseguir el pleno empleo [17]. Y, quizás, no será demasiado decir que esta situación se ha producido por la aplicación de algo muy parecido a las políticas del Crédito Social [18].
En 1946 el Banco de Inglaterra fue nacionalizado, y estaba en una posición de poder ejercer un control efectivo [19] sobre la política crediticia semejante al de la “Oficina Nacional de Crédito” exigida por los creditistas sociales. Y el Gobierno y los bancos, de hecho, sí intentan equilibrar los ingresos distribuidos con los bienes producidos, de tal forma que los ingresos sean suficientes, y no más que suficientes, para comprar los bienes. Sí intentan asegurar que los ingresos totales del consumidor igualen a los precios totales al por menor [20].
Al mismo tiempo, el Estado de Bienestar ha sido desarrollado en una medida que supone un largo camino recorrido en dirección al encuentro de la exigencia de los creditistas sociales en favor de un Dividendo Nacional [21]. Hay, por ejemplo, Subsidios para la Familia, una Junta Nacional de Asistencia para ayudar a aquéllos que están en necesidad, pensiones y prestaciones de muchos tipos, y un Servicio Nacional de Salud gratuito. Sería un desarrollo del mismo tipo [22] de idea el pagar a todos un Dividendo Nacional en efectivo, como abogaba Lady Rhys Williams y otros. Constituye una verdadera e importante diferencia el que las prestaciones del Estado de Bienestar no son principalmente financiadas con nuevo dinero, sino a partir de los impuestos. Pero existe un elemento de nuevo dinero [23]. El exceso de gasto del Gobierno de ₤ 276 millones durante los primeros seis meses de este año, por ejemplo, sin duda ha hecho algo por estimular la demanda.
En tercer lugar está el Descuento del Precio. La idea de pagar subsidios [24] con el fin de mantener reducido el precio de los alimentos fue tomado directamente de los creditistas sociales. El gasto deficitario, durante la guerra y desde entonces, ha mantenido algo parecido al pleno empleo [25]; pero al mismo tiempo necesariamente ha tendido a crear una situación inflacionaria en donde los precios de los alimentos tienden a crecer. El Gobierno, por tanto, ha mantenido reducidos los precios de los alimentos mediante el pago de un subsidio a los precios; lo cual es exactamente lo que los creditistas sociales propusieron hacer con su Descuento del Precio. Las tres exigencias de los creditistas sociales han sido en gran medida satisfechas por los Gobiernos de la posguerra [26].
Las ideas que fueron en primer lugar popularizadas por el Mayor Douglas y los creditistas sociales han hecho, así, una considerable contribución a la política gubernamental [27]. Todos los expertos han dicho que sus teorías eran falaces; pero sus recomendaciones han sido en gran medida puestas en acto [28]. El resultado ha sido el pleno empleo [29], acompañado de inflación y dificultades en la balanza de pagos. Puede argumentarse, y ha sido argumentado por muchos, que la inflación es preferible al desempleo masivo. Pero estas políticas no han producido la Abundancia [30] sobre la cual les gustaba hablar a algunos creditistas sociales (en todo caso en Bretaña, con independencia de lo que pueda estar ocurriendo en la creciente y en auge Alberta). En sus pláticas sobre la abundancia y las posibilidades de la producción de energía, algunos creditistas sociales tendían a ser igual de optimistas que lo que los socialistas solían ser antiguamente. Cualesquiera que sean los errores que los creditistas sociales pudieran haber cometido, nunca se deprimían; y, aunque su consejo para tratar con la depresión no fue tomado, puede que hayan ayudado a aligerar la carga llevando esperanza a los hambrientos.
Comentarios
[1] Si la idea es simple, ¿por qué la representa en una forma que, aún si fuera correcta (que no lo es), la hace inadecuada para su aplicación en el mundo práctico? Las materias primas no son la única fuente de deficiencia de poder adquisitivo. “Categóricamente, hay al menos cinco causas de deficiencia de poder adquisitivo en relación con los precios colectivos de los bienes a la venta: (1) Los beneficios monetarios obtenidos del público (el interés es un beneficio sobre un intangible). (2) Los ahorros, es decir, la mera abstención de comprar. (3) La inversión de los ahorros en nuevas obras, que crean un nuevo coste sin proveer nuevo poder adquisitivo. (4) La diferencia de velocidad de circuito entre la liquidación del coste y la creación del precio, que da como resultado cargas que están siendo transferidas a los precios a partir de un previo ciclo contable del coste. Prácticamente todas las cargas de fábrica o planta son de esta naturaleza, y todos los pagos por material traído a partir de un previo ciclo de salario son de esta misma naturaleza. (5) La deflación, es decir, la venta de títulos por los bancos y la retirada de préstamos.” (The New and the Old Economics, p. 19.)
[2] Este párrafo representa de manera deshonesta el objetivo del Crédito Social presentándolo como si éste consistiera en el estado de trabajo. Éste es el objetivo, por el contrario, de los gobiernos que están subordinados a la Alta Finanza o de la Alta Finanza, definida como “el negocio, arte, o ciencia de manipular el sistema monetario para obtener resultados políticos o económicos.” (Warning Democracy, p 50.)
[3] Los Gobiernos nunca pagan nada.
[4] ¿Tipo de política? ¿Del mismo modo debería decirse que la Iglesia Católica y las quinielas de fútbol tienen el mismo tipo de política porque ambas van dirigidas a proveer al individuo con lo que él cree que son los medios para su salvación?
[5] No es una admisión de poca importancia, ciertamente, pero véase [6] infra.
[6] Aunque sólo sea para aligerar la monotonía de una sucesión de indicaciones a lo que, en substancia, no es más que la misma falsificación, podemos decir en relación a “los creditistas sociales” que, cualquiera que sea la parte que hayan podido jugar, y que deben jugar, ellos realmente no tenían nada que ver con eso. Al igual que todas las excepcionalmente grandes e importantes concepciones del pasado, la de Douglas fue, en sus orígenes, una intuición, no de un hecho aislado entre un número de otros hechos, sino de esa clase de relación que conecta todos los hechos relevantes con una particular esfera del interés y la experiencia humana. No hay nada de paradójico en la afirmación de que no era necesario que todos los hechos le debieran ser conocidos o estar presentes en su mente consciente a la vez, o absolutamente. Cualesquiera que fueran, son o sean, cuando se pongan de manifiesto, asumen su posiciones correctas dentro del nexus, que así se ha “revelado”. No hay ninguna diferencia de tipo entre una revelación y otra: ellas son revelaciones de la Realidad; de la Verdad en tanto que distinta de, y trascendente de las “verdades”; de Dios. Es absurdo tratar de minimizar a Douglas con esos comentarios tales como el de “él admite que esto o aquello fue advertido por éste o aquél antes que él.” El nexus de las cosas políticas y económicas fue descubierto por (o revelado a) Douglas. Sus seguidores podrán estar de acuerdo en mirar aquello a la cara; sus enemigos (y los del hombre) podrán declinar hacerlo. Lo que ninguno puede hacer es modificar el rostro de aquello. Si lo intentan, lo harán bajo su propio riesgo. Pocos están más persuadidos o seguros de las consecuencias de rechazar la Verdad que los mejores de entre los lectores de The Tablet. Es lamentable que la competencia y la integridad de algunos de sus colaboradores contraste tan fuertemente con la de sus colaboradores partidistas. La verdad no es susceptible de una exposición partidista.
[7] Otro argumentum ad hominem.
[8] Véase (6) y (7).
[9] A menos que la referencia sea a “Proposiciones para una Solución de la Cuestión de la Tierra” [en número de ocho, formando un capítulo de la obra “The ´Land for the (Chosen) People´ Racket”, 1942], lo cual declararía al Sr. Derrick culpable de querer entender más de lo que pretende, nos extraña este punto.
[10] ¿El político laborista? ¿Por qué un jinete nuevo para una antigua montaña? Ningún economista, ni ningún otro, ortodoxo o heterodoxo, ha refutado la tesis de Douglas. ¿Ya está el Sr. Jay acicalado para ser el siguiente Ministro de “Trabajo”?
El medio convencional para las “refutaciones” del Crédito Social consiste en evitar la cita directa de cualquier declaración completa de su tesis hecha por el Mayor Douglas, obteniendo así el crítico libertad para sí mismo para declarar su propia visión de las características centrales de las técnicas del Crédito Social en una forma adaptada a su propio propósito. Toda instancia que ha llegado a nuestro conocimiento ha sido impugnada, conduciendo invariablemente a la retirada del crítico en base a un pretexto irrelevante. Esto no es “refutación”, ni es crítica honesta.
[11, 12] Nos preguntamos cuál sería la seguridad de muchas simples proposiciones de la ciencia física, –por ejemplo, la relación entre el volumen de un cono y su altura y radio de la base, o entre el tiempo de oscilación de un simple péndulo y la longitud de la cuerda que sostiene la masa moviente–, si su demostración fuera intentada comúnmente en una atmósfera densa con los humos de la ciega ignorancia agitados por el estruendo de un argumento partidista, siendo los premios al peor concursante los mejor ofrecidos. Como quiera que sea, la confusa, engañosa y exigua exposición de este párrafo y del que le sigue (por ejemplo, “la escasez era una realidad”) sugiere que el escritor está de acuerdo en que hay una parte de la producción total (incluyendo toda la parafernalia de trabajo humano, costes financieros, etc., etc.,) que el poder adquisitivo presente es insuficiente para comprarlo, incluso si aquéllos entre los cuales se distribuye desearan comprarlo. Él dice que ellos no desean comprarlo; pero él a su vez pasa por alto las profundamente importantes consecuencias del hecho indicado en la vida económica de la comunidad. Esto es lo que pasa cuando se comienza el análisis desde un extremo equivocado. Visítese la Exposición Internacional del Motor en Earls Court, y véase, frente a frente, junto a aquello que los consumidores “no pueden (pero no desean) comprar”, una exhibición de aquello que los potenciales consumidores “no pueden (pero sí desean) comprar”. Añádase la creciente gama de bienes de consumo (creciente de acuerdo con el plan) que los consumidores “no pueden comprar (pero que desean comprar, siempre han deseado comprar y que hubo un tiempo en que fueron capaces de comprar cuando lo deseaban)”. Considérese aún más la tasa entre la suma de todos estos bienes producidos y aquéllos que el Sr. Derrick situaría en la primera categoría y, por vía de la clara declaración de la cruda realidad por parte de Douglas, puede conseguirse una percepción de lo que está ocurriendo en la vida económica y política. El hecho de que nadie “quiera comprar” una bomba atómica, ya sea por ₤ 100.000.000 o con un descuento considerable, no significa que nadie la posea; no significa que no haya costado sudor y sangre producirla; ni tampoco significa que el coste financiero no esté relacionado con escaseces de alimentos y altos precios, privaciones y pobreza real “en medio de la abundancia”.
La esencia del actual sistema monetario consiste en que éste crea una escasez artificial de poder adquisitivo, por un lado, y sitúa el poder para aliviar esa escasez en manos de una organización internacional, por otro lado. Un –quizás el principal– uso de este poder para aliviar es a través de la financiación mediante crédito bancario de una expansión constantemente acelerada de planta industrial (haciendo cosas que el Sr. Derrick “no quiere comprar”), para así distribuir en sueldos y salarios una insuficiencia de poder adquisitivo para el cada vez más contraído mercado de consumo. Esto es el Estado de Trabajo, el Socialismo, la subordinación del individuo a una abstracción. El verdadero objetivo de un sistema de producción no es el trabajo sino el producto, y el verdadero objetivo de un sistema monetario no es el gobierno sino la distribución.
[13, 14] Existe más de una razón para preferir la complicación a la simplicidad. Keynes sabía y confesó que Douglas tenía razón. ¿Cuánta miseria ha sido causada a consecuencia de su admisión a regañadientes y del tardío reconocimiento de otros?
[15] Otra vez; el “pleno empleo” no es el verdadero objetivo de un sistema monetario. No nos preocupa el por qué las cuentas están falsificadas, sino el hecho de que están falsificadas. El orden de la Sociedad no debería descansar –y en última instancia no puede descansar– sobre una base fraudulenta.
[16] Vide supra.
[17] Vide supra.
[18] Puesto que el Sr. Derrick está tan demostradamente equivocado o desinformado en relación a la naturaleza de la política de Crédito Social, ¿no resulta, por decir lo menos, arriesgada esta identificación que hace? “La situación” se ha producido por la obstinada persistencia en el uso del dinero para fines políticos, y de entre esos fines principalmente para la promoción de la revolución mundial con un objetivo totalitario.
[19] La “Oficina Nacional de Crédito” fue un slogan de los ya extintos “Camisas Verdes”, resucitado durante las recientes semanas por los periódicos como parte principal en un ardid de tergiversación. Es posible que se concibieran a sí mismos como una intelectualidad controladora. Nosotros no. El control del Banco de Inglaterra es un control arbitrario, político. La relación entre las técnicas del Crédito Social y el control no es esencialmente diferente del que hay entre un barómetro y el tiempo.
[20] Deberían esforzarse más, y sin fijar de antemano los totales.
[21] Tal y como se indica de manera general en su diatriba, el Sr. Derrick es un Socialista (de cualquier partido político), que no puede distinguir, no distingue o no distinguirá entre el estado de un esclavo no demasiado bien alimentado y un estado de libertad y responsabilidad, ejercido en condiciones razonablemente libres de un juego sucio contra el participante individual.
[22] Véase (4) supra.
[23] ¿”Nuevo dinero”? Recordemos el relato de Lady Rhondda acerca de su invariable costumbre de “Admitir libremente lo que ya se sabe”.
[24] En esta noción de subsidio aparece inherente el robar a Pedro para poder pagar a Pablo. Es probablemente más cierto de lo que muchos se dan cuenta el que nuestros fantásticos Presupuestos no revelan en qué medida se recurre hoy en día a la financiación sin costo. (Vide El Sr. Churchill, para quien “era una sorpresa descubrir que ₤ 100.000.000 podían ser gastados sin ni siquiera el conocimiento del Parlamento.”)
[25] Véase (15) etc.
[26 a 29] Principalmente [28]: Los expertos no deberían, en cualquier caso, “actuar sobre la base de teorías falaces”, ni tampoco lo hacen, de hecho. Lo que se ha aplicado muy extendidamente es una perversión del Crédito Social. Las consecuencias desastrosas surgen a partir de esa perversión.
[30] La “abundancia” es producible, cuando es producible, mediante la correcta aplicación de los medios apropiados. Lo que ocurre con la “abundancia” bajo una administración financiera del tipo a la que estamos sometidos es que aquélla desaparece, como así ocurre actualmente.
Última edición por Martin Ant; 14/03/2015 a las 21:08
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