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Honores1Víctor
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Tema: Nuestra rota herramienta del dinero (Will Waite)

  1. #1
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    Nuestra rota herramienta del dinero (Will Waite)

    Nuestra rota herramienta del dinero




    Por Will Waite



    Claramente se ve que la satisfacción de las necesidades materiales de los ciudadanos no constituye el objetivo del actual orden económico. Los australianos acabarán dándose cuenta dolorosamente de que el propósito de la economía consiste en “trabajos y crecimiento” o, en otras palabras, en actividad económica intensificada.

    Cualesquiera que puedan ser las diferencias entre los varios campos políticos, no hay espacio dejado a alternativas cuando se viene a tratar de este asunto. Les aseguro que la maquinaria política estará en perfecta sincronía cuando venga para ponerle a usted, y a cualquier otro, a trabajar. Douglas escribió que el propósito que tenía la economía, en aquel entonces y también ahora, es el de


    (…) hacer que el número de horas-hombre necesarias para un programa dado de producción tienda a ser igual al número de horas-hombre de toda la población del mundo, de tal forma que cualquier persona capaz de realizar cualquier tipo de trabajo deba, mediante algún tipo de organización poderosa, ser puesta a trabajar durante ocho o cualquier otro número adecuado de horas al día.


    Y no sólo el gobierno electo está trabajando también para conseguir este fin. De acuerdo con el Acta del Banco de la Reserva de 1959, el Banco de la Reserva de Australia es responsable “del mantenimiento del pleno empleo en Australia.”

    Así pues, a pesar del hecho –obvio desde hace cientos de años– de que la maquinaria remplaza al trabajo e incrementa la producción; y a pesar de la superabundancia de bienes que de manera imparable fluyen torrencialmente de las granjas y las fábricas, toda esa “organización poderosa” del gobierno y la finanza se confabulan para mantenernos “dando vueltas a la muela” como cuestión de principio. No se pondrá, bajo las actuales circunstancias, dinero alguno a disposición del público a menos que haya de por medio algún trabajo.

    Ahora bien, necesitamos afinar y profundizar más en una idea falsa que está muy generalizada, y que es la que mantiene toda esta locura en funcionamiento. Con independencia de que uno trabaje por un sueldo o haga funcionar un negocio con el cual haga o venda cosas, siempre se va a necesitar dinero para poder vivir. Así pues, sea lo que sea lo que uno haga para obtener dinero, a esa actividad se la llamará “trabajo”. Pero usted debería saber que el dinero no se hace mediante el trabajo, sino que se hace mediante préstamos bancarios. El problema del que todo el mundo se queja consiste en que no tenemos dinero suficiente para permitir el buen funcionamiento de la economía. De esto se sigue, en consecuencia, que resulta irrelevante para este asunto el querer intentar resolverlo haciendo más trabajo o vendiendo más cosas, porque el dinero no se hace mediante el trabajo o la venta.

    Perdónenme si me limito a señalar lo que es obvio, pero debemos ser cuidadosos con las palabras que utilizamos. Si uno hace cierto trabajo y se le paga por ello, esa persona no “hace” dinero, sino que simplemente lo obtiene de alguna otra persona. Por tanto, es un hecho que no existe en absoluto vínculo funcional alguno entre trabajo y cantidad de dinero. Hacer dinero es del dominio exclusivo de los bancos. Cuando los bancos prestan dinero literalmente lo hacen e, irónicamente, se trata de la ocupación menos laboriosa que imaginarse se pueda.

    Para ilustrar el proceso imagínense que yo trabajo en un banco y que este ordenador que estoy usando se encuentra en el banco en el que yo trabajo. Tengo una cliente sentada delante mía llamada Sue, a quien el banco en el que yo trabajo ha aprobado concederle un préstamo por valor de $ 100.000. Traigo a la pantalla su cuenta, pongo el cursor en el campo correcto, sonrío por encima de la pantalla de mi ordenador y tecleo

    $ 100.000,00 (pulso enter después del último cero)

    Dinero hecho.

    Que éste es el método mediante el cual viene a la existencia el dinero moderno es algo evidente. Los $ 100.000 son depositados en la cuenta de Sue y nadie los rechazará como pago a cambio de bienes y servicios. Es dinero nuevo. No hay oro ninguno respaldándolo, ni tampoco se ha reducido la cuenta de ningún otro para que Sue pudiera tener sus $ 100.000. Este mismo principio se aplica a nivel nacional. Prácticamente todas las naciones del mundo funcionan y operan desde una posición de insolvencia, porque la herramienta que necesitan para dirigir sus asuntos económicos es creada de esta forma. Cuanto más productiva sea una economía, más dinero se necesitará, y más grande será la deuda nacional; véase, por ejemplo, las deudas de EE.UU. y Japón. El problema esencial que afronta ahora el sistema financiero es que los gobiernos, empresas y población privada están tan endeudados que no toman suficientes préstamos con los cuales proveer a las economías con suficiente dinero-deuda con el que poder lubricar la actividad económica.

    Han surgido a la existencia todo tipo de mecanismos con el fin de incrementar la cantidad de dinero prestado circulando en la economía. Expansión cuantitativa, tipos de interés negativos, tarjetas de créditos, micropréstamos, sistema de pensiones de reparto, mostradores o despachos de financiación en los solares de coches de segunda mano, televisores que se pueden comprar con planes de financiación libres de intereses durante 5 años, etc… El Banco Nacional de Australia quiere financiar mi boda, unas vacaciones en Londres y una nueva casa, y frecuentemente recibo correo de ellos diciéndome cuánto me merezco su última tarjeta de crédito con un interés bajo (más información dentro del folleto). Douglas nos advertía que el querer intentar resolver nuestro problema de escasez de dinero mediante préstamos crediticios es algo que hipotecaría de manera creciente la propiedad en favor de los bancos. Compruebe usted los préstamos en los libros contables de la industria financiera en el país en el que usted esté leyendo esto (si puede) para ver si él estaba en lo cierto.

    Los gobiernos a menudo se preguntan: “¿de dónde me va a venir el dinero?”. Esta pregunta se toma en este sentido: “¿de quién vamos a tomar el dinero para así poder pagar esto o aquello?”. Pero esto admite una respuesta en un sentido general. La respuesta es que los bancos lo prestan y lo traen a la existencia. En lugar de fijarnos en esta respuesta, nuestra atención es desviada hacia toda clase de callejones sin salida que no tienen influencia alguna en relación al aumento de la oferta monetaria. Uno podría preguntarse si esta distracción o desviación es, en cierto nivel, deliberada.

    Toda (y cuando digo toda, me refiero a TODA) la corriente principal de debate acerca de nuestros problemas económicos falla a la hora de tener en cuenta esta verdad primordial y vital. Es como si se tratara del juego de magos de un prestidigitador. Todo el mundo, desde el obrero de mono azul hasta el político, se queja de no haber dinero suficiente, si bien nadie piensa que sea lo suficientemente importante el examinar su fuente de origen.

    Se nos conduce por todo tipo de senderos de jardín estériles. Por ejemplo, considérese el empuje en favor de la innovación. Innovar significa “hacer cambios en algo establecido, especialmente mediante la introducción de nuevos métodos, ideas o productos”. La innovación está bien si los nuevos métodos, ideas o productos son buenos y útiles; pero, a menos que se innove también en el método de fabricación del dinero, aquélla no va a cubrir ninguna escasez de dinero, porque uno no hace o fabrica dinero innovando.

    Ni tampoco resolveremos nuestro dilema desarrollando industrias para mercados de exportación. Una balanza comercial favorable se refiere a una situación en la que un país vende más de lo que compra, en términos financieros. Obviamente se trata de una política exterior dirigida a abordar una escasez nacional de dinero. El problema está en que toda nación industrializada simultáneamente sigue este mismo curso, que sólo sirve para incrementar la fricción en el escenario internacional. Cualquier observador puede ver que la formación de camarillas o pandillas comerciales diseñadas con el fin de asegurar mercados para la venta de producción orientada a la exportación posee paralelismos preocupantes con aquellas alianzas que solían preceder a las pasadas guerras. El comercio es algo bueno, pero no puede compensar o cubrir una escasez global de dinero, porque uno no hace o fabrica dinero haciendo y vendiendo cosas.

    La inversión extranjera es otro instrumento en la caja de herramientas política usado para abordar la escasez crónica de dinero. En la rara ocasión en que se les dice a las multinacionales que no se les permite comprar algún trozo o porción vital de la riqueza real de Australia, el equipo o grupo internacional nos advierte con tonos sombríos acerca del peligro que tiene el desalentar las inversiones extranjeras. Es sorprendente lo que somos capaces de hacer a cambio de un efímero pedazo de dinero extranjero. Australia no sólo se contenta ya con vender la vaca y el carbón, sino que también parece que está dispuesta a deshacerse de toda la granja y de toda la mina igualmente. Los precios de las casas en las capitales están fuera del alcance de la mayoría de los compradores australianos debido a que se les ha dado a los extranjeros carta blanca en el mercado inmobiliario. Si Australia tuviera una oferta monetaria adecuadamente apropiada para ella, las razones para vender las fuentes de nuestra riqueza real simplemente desaparecerían. En lugar de ello, los gobiernos continúan permitiendo que la creación de dinero sea de dominio exclusivo de los bancos (extranjeros o domésticos), y se asustan cada vez que alguna agencia de calificación internacional susurra la posibilidad de degradar nuestra calificación crediticia. Uno se ha de preguntar quién es el que está haciendo funcionar todo este espectáculo. Así pues, la inversión extranjera constituye otra falsa solución puesto que –nunca me cansaré de subrayar esto– uno no hace o fabrica dinero vendiendo la granja.

    ¿Qué decir de otras medidas planteadas o propuestas? ¿La construcción de submarinos hace dinero? ¿Tender carreteras hace dinero? ¿Subsidiar las pagas de la gente mayor; la gente joven; las madres; los trabajadores de guarderías; gente discapacitada, hace dinero? ¿Gravar a los ricos hace dinero? ¿Gravar en general hace dinero? ¿Sacar brillo a la amplia frente de Bill Shorten hace dinero? Ninguna de estas actividades hace dinero. Ninguno de estos supuestos remedios hará nada más que aliviar durante un nanosegundo nuestra migraña económica, porque ninguno de ellos hace dinero.

    Podría seguir diciendo más, pero probablemente ya se haya captado todo el cuadro. El dinero es simplemente un instrumento que usamos para organizar actividades y distribuir bienes. El instrumento no consiste en los bienes y servicios mismos. El método de creación de dinero controlado por la banca coloca al dinero como el factor limitativo que gobierna la actividad económica. Es algo completamente inapropiado. Es como elegir la ropa que uno se va a poner cada día refiriéndolo a un termómetro con un desfase o error de 30 grados centígrados. Como uno puede imaginarse, ello conduciría a todo tipo de malas decisiones.

    En la contraportada de una de mis copias de Crédito Social aparece impresa una foto de un Douglas sonriente al lado de la siguiente declaración: “El sistema monetario científico para esta automatizada era de abundancia y ocio”. Una vez que abriéramos nuestros ojos a la verdad de la inmediata posibilidad de abundancia y ocio mediante la corrección de ese instrumento, podríamos armar o montar una “organización poderosa” propia y exigir un sistema monetario científico.


    Fuente: CLIFFORD HUGH DOUGLAS INSTITUTE
    Imágenes adjuntadas Imágenes adjuntadas
    Trifón dio el Víctor.

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