Se reproduce a continuación dos textos que resumen la filosofía social de la Tradición Política Española (una parte de ella) así como la del Crédito Social.
El texto correspondiente al legitimismo español está tomado de la imprescindible obra de Frederick Wilhelmsen El Problema de Occidente y los Cristianos. En el siguiente documento PDF puede leerse buena parte de este magistral libro de este gran pensador tradicional.
El problema de occidente y los cristianos.pdf
El texto del Crédito Social que se transcribe después es de la autoría de William Waite, que ha creado una página web (SOCIAL CREDIT.AU) con abundante material histórico del Crédito Social (principalmente publicaciones de números antiguos), y que sirven para ayudar a una mejor comprensión del mismo.
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(Los subrayados en cursiva son del texto original)
6) LA PROPIEDAD PRIVADA
Si la base de la sociedad es la familia, ésta encuentra su cimiento en la propiedad privada. La propiedad poseída por la familia es la garantía de la libertad. El lector debe pensar muy seriamente en la paradoja de que la libertad, así como su corolario, la propiedad privada, son fenómenos rara vez encontrados en la historia del hombre. Lo corriente en la historia del hombre es la esclavitud, que se define como la condición que exige que un hombre trabaje para otro sin poder escoger. La esclavitud no se define por la pobreza: hay esclavos sumamente ricos y hay hombres libres relativamente pobres. La esclavitud significa el no tener ninguna alternativa en la vida en cuanto a [198] todo lo que toca al terreno económico de la existencia humana. Ser esclavo es estar obligado a aceptar un determinado empleo. Ser esclavo es tener que escoger entre el hambre y este empleo. Ser esclavo es no tener la libertad de moverse, de cambiar, de mejorar, de decir que “no”.
Lo corriente en la historia del hombre es una economía basada en una concentración de la propiedad en las manos de unos pocos o en las manos del Estado, sea éste el moderno o el de una tribu. La inmensa mayoría de la población del mundo tiene como propiedad privada solamente unos pocos bienes particulares, la ropa que lleva puesta, y nada más. No tienen tierras y no participan de los beneficios de la industria.
Durante la época cristiana, el fermento de la fe católica hizo posible una distribución amplia de la propiedad privada. Esta distribución no destruyó la existencia de clases. Al contrario, hizo posible su formación jerárquica. La fe cristiana trabajaba para la creación de unas clases amplias de personas que desempeñaban muchos oficios y profesiones y de familias que reposaban sobre unas tierras o fincas, casas, acciones u otros bienes. Estas clases daban el tono a la sociedad en general. Esta situación, lograda paulatinamente a través de siglos de experimento y de progreso, levantó un pueblo de hombres cuya libertad se conseguía no solamente a través de la ley, sino también a través de sus posesiones. Un hombre que es dueño de su trabajo, sea éste físico o intelectual, bien pagado o no, no tiene aquella libertad de decisión y de movimiento que tiene un hombre cuyo pan no depende exclusivamente de su amo o de su patrón. No tiene que humillarse diariamente, porque cualquier otra postura le dejaría en la calle, sin nada [199] en el banco, y sin otros bienes capaces de mantenerle hasta que encuentre un nuevo empleo.
En cuanto a este asunto, podemos distinguir dos clases de hombres creados por la cristiandad católica: 1) los que vivían de sus tierras, como los campesinos, y los artesanos, que vivían de sus herramientas y talleres; 2) los que trabajaban para otros mientras conservaban cierto margen de libertad por tener respaldándoles alguna forma u otra de propiedad privada, por modesta que fuera. Así conservaban la libertad de vender sus servicios y de cambiar de empleo, según sus propios gustos. No eran esclavos de sus patronos, sino hombres libres que habían entrado en un contrato con ellos. Esta propiedad, desplegada según una inmensa variedad de bienes, de tierras, etc., convirtió al europeo en un hombre libre, en una persona no totalmente dependiente de las clases dirigentes y mejor dotadas, y tampoco dependiente totalmente de las decisiones de sus propios sindicatos. Así se estableció un equilibrio entre los pobres y los ricos, sin destruir la jerarquía que siempre existirá en la sociedad. Esta condición iba templando la tendencia de los poderosos hacia la tiranía y la injusticia, e hizo posible que la inmensa mayoría de los cristianos defendieran sus propios derechos contra sus enemigos.
Se puede decir que esta situación es lo corriente dentro de la libertad, aunque la libertad no es lo corriente para la raza humana. El liberalismo del siglo pasado trabajó incansablemente contra esta libertad basada en la pequeña propiedad. Aunque los liberales levantaron el lema de la propiedad y de la iniciativa personal, lo guardaron para ellos solos. Por haber robado a los municipios sus patrimonios, el liberalismo tendía a [200] reducir el número de familias con un patrimonio propio. Por lo tanto, el liberalismo en toda Europa, pero de una manera feroz en España, se vio obligado a enfrentarse con una enorme masa de hombres relativamente pobres pero gozando de una dignidad y de una seguridad social, debido a su participación de una manera u otra en la propiedad y en los bienes de la patria. El liberalismo siempre encontraba la oposición a sus propósitos más tenaz en las regiones más adelantadas de España, donde había una distribución amplia de propiedad y riqueza.
Ya hemos hablado del robo de las tierras de la Iglesia. Pero también se robaron los patrimonios de los municipios, que antes habían compartido todos los vecinos. Este crimen, unido con la huida de millones de aldeanos y de campesinos desde el campo a la ciudad, creó el proletariado y las masas socialistas y comunistas.
Otra vez damos con la relación íntima entre el liberalismo y el comunismo. Para que el comunismo prospere hace falta una masa inmensa de hombres sin propiedad, disponiendo sólo de sus brazos o sus cerebros y nada más. De esta masa despojada de su sitio en la sociedad y de su justa porción de los bienes, recluta el comunismo sus fieles. El liberalismo, so capa del lema de la propiedad, la expolió de los demás y así sembró las semillas de las cuales han brotado el socialismo y el comunismo.
Sólo una política sana y prudente puede resolver este problema creando un ambiente propicio para la restauración de la propiedad en la sociedad. Esto no quiere decir que todo el mundo necesita o incluso desea tener propiedad, pero sí señala el hecho de que su posesión en una escala modesta [201] es una condición normal dentro de cualquier comunidad sana y cristiana. En parte, esta propiedad puede consistir en tierras o rentas y, en parte, en acciones. Aquí no pretendemos escribir un texto de administración política y no queremos extendernos en más detalles. Lo importante para nuestro fin es hacer resaltar la importancia de una restauración amplia de la propiedad, sobre todo en las ciudades grandes, donde la institución está declinando. Esto es una condición necesaria para la aniquilación definitiva de la herencia liberal, así como para la destrucción del comunismo mundial. Además, la propiedad es el brazo derecho de la libertad y nosotros somos partidarios de la libertad.
Fuente: El problema de occidente y los cristianos. Frederick Wilhelmsen. 1964. Páginas 198 - 201.
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El Enfoque del Crédito Social
Por William Waite
Los sistemas que tienen como objetivo organizar a la gente pueden ser situados en dos grupos; sistemas que limitan las libertades de las gentes y aquéllos que las incrementan. Esta segunda filosofía constituye el fundamento del movimiento del Crédito Social, concebido por el ingeniero anglo-escocés Mayor Clifford Hugh Douglas.
Era afirmación de Douglas que, tan lejos como la ley natural y la tecnología lo permitiera, los sistemas deberían liberar a la gente para elegir qué hacer con su tiempo; y esto forma el objetivo de las proposiciones del Crédito Social para la reorganización de la finanza y la economía. Tal y como se explica en la contraportada de la edición de 1924 de una de sus principales obras, el Crédito Social es “el sistema monetario científico para la automatizada era de abundancia y ocio.”
El objetivo de la organización de la finanza, la economía y la industria en este tiempo es el de limitar las libertades de la gente en un grado cada vez mayor. Esto se confirma por el análisis de la historia de la financiación por deuda, los impuestos, las actitudes ante el empleo, la guerra y los gastos de guerra, el internacionalismo y la mutilación medioambiental. La tendencia general hacia la centralización del poder en todas partes está sistemáticamente privando a los individuos del poder y, por tanto, de una significativa responsabilidad sobre sus propias vidas. Esta tendencia va en contra de la afirmación del Crédito Social de que los sistemas están hechos para el hombre y no los hombres para los sistemas.
Aquéllos que lean por primera vez a Douglas y vengan a entender el Crédito Social se verán sorprendidos de sus conclusiones y proposiciones para la rectificación. Por favor, persistan. Es creencia de un largo número de gente que el conocimiento en los campos de la economía y la finanza caen fuera de su capacidad intelectual y, de esta forma, son del dominio exclusivo de los expertos, es decir, de aquéllos que están pagados por el poder. Las fuerzas que controlan las vidas de la gente deben constituir el interés activo de la gente, si es que la democracia ha de realizarse. Constituye el objetivo de las principales fuentes de información, incluyendo los mass media y la educación, el oscurecer la verdad acerca de las fuerzas controladoras existentes en nuestras vidas y, de esta forma, dejar a la gente confusa e indiferente.
Los intereses del poder sobre la gente son desafiados en el plan del Crédito Social. El gobierno y la finanza deben inclinarse ante las realidades de nuestro mundo para la promoción de la libertad y el bienestar de la gente, que son inseparables del cuidado responsable de nuestro mundo natural.
Las propuestas de Douglas para una reorganización del sistema monetario, esencialmente “que el sistema monetario se constituya de tal forma que refleje los hechos”, formaron una parte importante de la discusión existente hasta la llegada de la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces han sido activamente suprimidas o, más significativamente, ignoradas por un público cada vez menos capaz o dispuesto a estudiar el problema por sí mismos, felices de creer lo que se les dice.
Las observaciones y recomendaciones del Crédito Social para la reforma monetaria derivan de una más amplia filosofía articulada por Douglas y creída y desarrollada por los creditistas sociales. Esta filosofía es una elaboración del mensaje de Cristo de que el “Sabbath fue hecho para el hombre”, o de que los sistemas y reglas son los servidores en lugar de los amos de los individuos. El mantenimiento de sistemas a expensas de la libertad del individuo es un lugar tan común que incluso pocos de nosotros reconocemos la extensión de sus imposiciones e influencia en nuestras vidas. La legitimidad de estos sistemas necesitan ser desafiados; la filosofía y la política resultante del Crédito Social constituyen ese desafío.
Esta página web contiene los incalculables y maravillosos escritos concisos de C. H. Douglas, un pensador adelantado a su tiempo, cuyas ideas son igual de relevantes hoy como lo fueron cuando él las escribió por primera vez. Es parte de un movimiento global para el restablecimiento de una señal indicativa que sólo podremos ignorar a costa de nuestro propio riesgo.
Constituye la esperanza de todo creditista social el que el mensaje de Douglas reavive una vez más de nuevo en gente consciente de todas partes el deseo por la verdad y la búsqueda de soluciones reales a nuestros problemas.
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Reenviado con permiso de www.socialcredit.com.au: The Social Credit Angle - Social Credit Angles
Fuente: CLIFFORD HUGH DOUGLAS INSTITUTE.
Última edición por Martin Ant; 08/04/2015 a las 12:26
Tierra y Libertad
Por Juan Manuel de Prada
06-Septiembre-2015
Lo que distingue el tránsito al mundo moderno es el ocaso de la libertad como medio concreto para alcanzar un fin concreto y el surgimiento de una libertad abstracta que es un fin en sí misma, y con frecuencia un mero brindis al sol. Frente a las libertades modernas, placebos que enardecen a las masas con ideales utópicos y las enzarzan en una demogresca aturdidora mientras los amos del cotarro se llevan la pasta, las libertades antiguas estaban ligadas al oficio de las gentes, a la tierra que les brindaba el sustento y a la defensa de sus familias y de sus formas de vida, actuando como freno contra los que se querían llevar la pasta. Quisiéramos ilustrar este tránsito de las operativas libertades antiguas a las inoperantes libertades modernas mediante uno de los hechos más característicos del mundo moderno, que es el despojo de la propiedad de la tierra como medio para conseguir la sumisión de los despojados.
Tocqueville lo percibe de manera nítida en El Antiguo Régimen y la Revolución, refiriéndose a la Iglesia: «Los sacerdotes, a los que con frecuencia hemos visto luego tan servilmente sometidos al poder temporal y convertidos en sus más audaces aduladores, formaban entonces [antes de los despojos y las desamortizaciones, se entiende] uno de los cuerpos más independientes de la nación. (…) Me atrevo a pensar, en contra de la opinión más extendida, que los pueblos que privan al clero de la propiedad de la tierra y transforman sus rentas en salarios no hacen más que servir a los intereses de la Santa Sede y de los príncipes temporales, privándose ellos mismos de un vigoroso elemento de libertad». El tiempo, en efecto, no ha hecho sino dar la razón a Tocqueville; pues, en efecto, para asegurarse una Iglesia complaciente, el poder temporal que primero la despojó no tiene que hacer otra cosa sino garantizarle una asignación presupuestaria que la mantenga apoltronada. En general, cuando se quiere convertir a alguien en un lacayo hay que despojarlo de los bienes concretos y valiosos por los que merece la pena luchar, llámense tierras o hijos, sustituyéndolos por abstracciones subvencionadas.
Y este mismo proceso que Tocqueville describe referido a un gran propietario sucedió también con los pequeños, que fueron incorporados como mano de obra barata por la revolución industrial. Acabo de leer The Invention of Capitalism, un libro algo tendencioso, pero muy iluminador, de Michael Perelman, que muestra cómo el capitalismo naciente puso un especial empeño en despojar a los agricultores ingleses de sus tierras, para convertirlos luego en asalariados empobrecidos. El libro de Perelman es especialmente instructivo porque aporta multitud de citas ‘secretas’, espigadas de sus correspondencias privadas, de los fundadores del capitalismo, que a la vez que se disfrazaban ante la galería con los angelicales ropajes del laissez faire exigían al Estado que interviniese con leyes restrictivas que hostigasen a los campesinos (impidiéndoles cazar en sus tierras, exigiéndoles la división de los terrenos comunales, imponiendo precios ínfimos a los productos agrícolas, etcétera), hasta hacer inviable su forma de vida y obligarlos a emigrar a la ciudad.
Algunas citas de los prohombres del capitalismo aportadas por Perelman son, en verdad, estremecedoras: por una parte, no dejan dudas sobre la importancia que este despojo de la tierra tuvo en el éxito de su doctrina económica; por otra, nos confirman que Adam Smith (un apóstol del libre cambio que trabajaba como… ¡inspector de aduanas!) y sus discípulos eran unos hipócritas redomados. Reparemos, por ejemplo, en esta afirmación brutal de Patrick Colquhoun: «La pobreza es ese estado en el que el individuo carece de propiedad y de otros medios de subsistencia que los derivados de su industriosidad en ocupaciones diversas. Por lo tanto, la pobreza es el más necesario e indispensable ingrediente en la sociedad; sin él, las naciones y las comunidades no podrían existir civilizadamente. La pobreza es la fuente de la riqueza, dado que sin pobreza no podría haber trabajo; y tampoco podría haber riquezas, refinamiento, comodidad ni beneficio para los poseedores del dinero».
Y para alcanzar ese estado en que la pobreza se convierte en fuente de riqueza para los poseedores del dinero había antes que fabricar a los pobres, despojándolos de sus tierras, para ponerlos luego a trabajar en las fábricas por un sueldo mísero, dándoles a cambio de la libertad concreta que les brindaba la tierra un batiburrillo de libertades abstractas que les llenasen la cabeza de ideales utópicos (o sea, de fantasmagorías e irrealidades) y los enzarzasen en una demogresca aturdidora. Así se creó una humanidad esclavizada y encantadísima de la olimpiada de libertades que le habían regalado.
Fuente: FINANZAS.COM
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