Dividendos en lugar de deudas
Por M. Oliver Heydorn
Justo la semana pasada, Equifax Canadá, una agencia de información crediticia, reveló que la media de las deudas de consumo pendientes por persona adulta en Canadá (excluyendo las hipotecas) se había incrementado un 3,6% a lo largo del curso del período de un año hasta los 22.081 CDN. Al final de Septiembre de 2015, los consumidores canadienses debían un total de 1,587 billones de dólares en deuda (hipotecas incluidas). Para el final de Septiembre de 2016, esos números habían subido hasta los 1,702 billones de dólares (hipotecas incluidas). Cf. More Canadians going bust as consumer debt surges 3.6% - The Globe and Mail. El incremento del 3,6% en la deuda media por persona, si bien suena pequeña, se complementó con incrementos en la toma de préstamos hipotecarios, de tal forma que el incremento neto total en deudas de consumo pendientes era del orden de 115 mil millones de dólares. Por favor, nótese que NO se nos dice cuánta deuda de consumo fue cancelada como deuda incobrable durante el mismo periodo. Si esa deuda no hubiese sido borrada, la cantidad total debida hubiera sido indudablemente aún mayor.
El continuo incremento en deudas de consumo pendientes ocurre porque hay insuficientes ingresos del consumidor para poder adquirir todo lo que se ofrece en la economía. Los tipos de interés relativamente más bajos simplemente facilitan ese incremento; no constituyen su causa fundamental como el artículo parece sugerir. Cuando la gente no tiene suficiente dinero para adquirir los bienes y servicios que están disponibles y que responden a alguna necesidad o deseo, pueden de todas formas obtener los bienes si son capaces y están dispuestos a empeñar sus ingresos futuros como garantía a cambio de crédito adicional para el presente. Debe subrayarse que este crédito, que se obtiene de los bancos privados en forma de líneas de crédito, préstamos personales, tarjetas de crédito, hipotecas, préstamos estudiantiles, préstamos para coches, programas de compra a plazos, etc…, es, al igual que la mayor parte de la oferta monetaria, creado de la nada en forma de números intangibles y emitido como deuda con intereses. Los consumidores que toman prestado no están tomando prestado de los ricos, con el banco actuando como un intermediario; están tomando prestado dinero introducido a la existencia directamente del banco, en tanto que agencia creadora de dinero. El crédito al consumo, por tanto, representa una inyección de dinero nuevo o adicional para la economía, dinero que la economía desesperadamente necesita si quiere evitar la recesión o algo peor.
Al margen de las enormes sumas de interés que pueden pagarse en esas deudas del consumidor, y que constituyen una transferencia de riqueza de aquéllos que habitualmente carecen de suficiente poder de compra (de ahí la necesidad de tomar prestado) a aquéllos que disfrutan de un superávit, la dependencia respecto de las deudas de consumo para poder mantener el impulso de la economía es también inflacionaria. A medida que las deudas del consumidor son gradualmente devueltas con las ganancias futuras, la erosión del poder de compra provocará peticiones de incrementos de sueldos y salarios a fin de poder “mantenerse al mismo ritmo que el coste de la vida”. Estas concesiones al coste de la vida –a no ser que se desembolsen a partir de una más equitativa distribución de beneficios– tendrán la consecuencia ulterior de hacer subir eventualmente los costes y, por tanto, los precios, ya que los empleadores que conceden esos incrementos tendrán que tomar prestado de los bancos más crédito a la producción a fin de poder satisfacer los incrementos en la factura laboral. Esto conducirá a más peticiones de ajustes de sueldo/salario en el futuro, en una espiral sueldo-precio interminable. Al mismo tiempo, el incremento en las ganancias y costes relativizarán el tamaño de las deudas de consumo pasadas, creando así más espacio para un incremento en la toma de préstamos y una mayor intensificación del ciclo vicioso de la inflación por empuje-costes. A aquéllos que tengan ahorros y que vivan con ingresos fijos se les hace soportar la carga.
Ahora bien, estas estadísticas particulares concernientes a las deudas del consumidor son muy interesantes desde una perspectiva de Crédito Social, porque nos proporcionan un medio para indicar, a una escala pequeña e incompleta, lo que el Crédito Social pretende en el campo de la reforma monetaria y económica. Imaginemos que, en lugar de tomar prestado una cantidad adicional de 115 mil millones de dólares de los bancos privados, se hubiese prohibido toda toma de préstamos por los consumidores que implique la creación de nuevo dinero. Imaginemos a su vez que una agencia del estado, una Oficina Nacional de Crédito, crea los 115 mil millones de dólares que la economía necesita en forma de crédito libre de deuda, libre de coste, lo divide entre toda la población, y distribuye incondicionalmente una parte igual, inalienable, libre de impuestos, a cada persona residente en Canadá. Puesto que la población fue estimada en 36,4 millones de gente en 2016 (incluyendo tanto residentes permanentes y temporales, como ciudadanos), esa parte o porción sería equivalente a 3.159,34 $ por persona a lo largo del curso del año en cuestión [1]. Puede que eso no suene a mucho, pero puede que marque toda la diferencia en el mundo para estudiantes, padres solteros, desempleados, etc… Tendría la ventaja añadida de no ser inflacionario sino más bien contra-inflacionario. Cuando este crédito “libre de deuda” sea recibido por los minoristas a cambio de cierto bien o servicio, se usará para liquidar parte de sus líneas de crédito al productor rotativas, o se usará para ayudar a restablecer su stock de capital circulante para el siguiente ciclo de producción. El crédito “libre de deuda” y la deuda se cancelarán la una a la otra quedando fuera de la existencia, o se transformará en crédito al productor, pudiendo re-emitirse solamente junto a un nuevo conjunto de costes. No habrá necesidad de devolver el crédito con los ingresos futuros; por tanto, no habrá necesidad de exigir sueldos/salarios más altos como respuesta a las presiones sobre el coste de la vida que inducirían las deudas de consumo.
Básicamente, esta innovación en nuestros asuntos financieros podría tomarse como modelo de lo que el Crédito Social concibe para la economía en su conjunto. El reemplazo de las deudas de consumo por crédito “libre de deuda” emitido a cada persona en forma de un Dividendo Nacional podría servir como punto de partida para la conversión del actual sistema financiero en un sistema de Crédito Social. Probablemente pueda emitirse un poco más de crédito “libre de deuda” que los 115 mil millones que se tomaron prestados, sin que ello suponga causar dificultad alguna. En la misma línea, toda esa excesiva y típicamente en aumento deuda pública (a todos los niveles del gobierno) en forma de estímulos keynesianos (en forma de programas de vuelta al trabajo, innecesarios proyectos públicos, varios programas sociales, etc…) podría también ser reemplazada por la creación y emisión de crédito “libre de deuda” en forma de un Descuento Nacional y de un más expandido Dividendo Nacional. Lo mismo podría y debería hacerse con las excesivas deudas empresariales para producción adicional, la cual es buscada más por su cualidad para la provisión de puestos de trabajo y distribución de ingresos que por la producción resultante propiamente dicha (la cual consiste, probablemente, en algo que un consumidor adecuadamente financiado y psicológicamente satisfecho e independiente no desearía o necesitaría para consumir). [2] Naturalmente, los patrones de producción y consumo cambiarían, y los patrones de trabajo también se verían modificados a medida que la economía se fuera alejando del pleno empleo como objetivo ideal y se girara en dirección hacia la única cosa que tendría sentido en términos de verdadera eficiencia económica: el mínimo empleo necesario para suministrar los bienes y servicios que se requieren para la supervivencia y florecimiento de cada individuo en la comunidad.
[1] Esto sirve simplemente para proporcionar un ejemplo general sin complicaciones añadidas de ningún tipo. En la práctica, el dividendo debiera probablemente ser pagado solamente a los ciudadanos y quizás también a los residentes permanentes, y solamente a los adultos, recibiendo los menores algún tipo de pago prorrateado. Estas alteraciones, por supuesto, incrementan el tamaño del pago general.
El lector atento probablemente haya advertido también que el dividir el crédito compensatorio “libre de deuda” en partes iguales en contraposición a la actual distribución de los créditos al consumo, probablemente ha de tener un buen número de consecuencias, algunas de ellas quizás inintencionadas, en la economía. Por esta misma razón, cualquier intento de poner un programa de este tipo en funcionamiento tendría que hacerse con cuidado, quizás en etapas, y habiéndose emprendido el debido estudio antes, durante y después.
[2] Como cuestión de hecho, el incremento neto en las deudas de consumo habitualmente es sólo un pequeño componente del incremento neto en las deudas compensatorias en toda la sociedad (es decir, la cifra que uno obtiene cuando se incluyen también los incrementos netos en deudas gubernamentales y empresariales). La cantidad total de un dividendo y descuento “libre de deuda” vendría efectivamente determinado por la cantidad que sería necesaria para reemplazar en su totalidad un flujo de deuda social compensatoria completo.
Fuente: CLIFFORD HUGH DOUGLAS INSTITUTE
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