La economía helénica de Belloc
Por Edward Minton
La obra Economía para Helen de Hilaire Belloc, reeditada por IHS Press, Norfolk, VA, USA en 2004, fue publicada por primera vez en Marzo de 1924. La obra Social Credit de C. H. Douglas había aparecido solamente un mes antes o así.
Para un Creditista Social posee cualidades tanto arcaicas como avanzadas. Pretende ser un “punto de arranque” sobre economía –y lo es–, y refleja las grandes dificultades y esfuerzos en ese período a la hora de ajustar el pensamiento económico conceptual a los cambios que, aunque quizás de larga existencia ya, eran solamente de reciente manifestación o evidencia.
El capítulo VIII titulado Dinero empieza en la página 68 y, hasta su final en la página 78, aparece cruzado por el tema acerca de las cualidades que hacen que el dinero adopte la mejor forma. Se dan las razones históricas para el triunfo del oro. Que el oro es la moneda, y que esto debería ser así, es algo que se pone de manifiesto a partir de declaraciones tales como, “Es algo moralmente erróneo que el Gobierno defraude a la gente su propiedad haciendo dinero falso” (página 77), y “(…) una vez que hemos aprendido la naturaleza del dinero, podemos apreciar los peligros que provienen de usar dinero falso.” (página 79). Estos comentarios vienen después de sus observaciones acerca de la proliferación del papel moneda y de que “Cuando el Gobierno (…) está tentado de emplear menos el oro y más las aleaciones (…) a eso se le llama “Envilecer la Moneda.” (página 75).
Primeramente observa que “Por el momento, lo interesante que se ha de notar sobre la Eficiencia en la Circulación es que debemos a este factor en los precios la creación del ‘Papel Moneda’.” Y además que “El Papel moneda fue un método que aumenta inmensamente la Eficiencia en la Circulación.” (páginas 73 y 74).
En la página 76 encontramos que “Mientras la cantidad de papel impreso no era mayor que la que se habría imprimido cuando los billetes eran redimibles, y cuando la moneda se basaba sobre un verdadero “Patrón Oro”, no se hacía daño alguno; pero, por supuesto, aquello hizo que el Gobierno acudiera a imprimir muchos más billetes que esos, (…)”
La pura verdad es que los billetes nunca fueron redimibles en ningún momento desde la fundación del Banco de Inglaterra en 1694, a menos que uno no quisiera redimirlos. Aunque ha habido diez veces más billetes de banco impresos prometiendo pagar oro a la vista y al portador, que cantidad de oro en el Banco de Inglaterra para poder satisfacer esos compromisos durante al menos los últimos doscientos años, los billetes eran en la imaginación del público “tan buenos como el oro”. Con el estallido de la Primera Guerra Mundial la gente verdaderamente buscó redimir su oro, y todo el oro se esfumó (o casi todo él) en apenas un día, de tal forma que se declaró un Cierre de Bancos de dos días, durante el cual se produjeron camiones llenos de frágiles billetes rápidamente impresos, ¡y el público se encontró con el hecho de que eso era todo lo que iban a obtener!
De hecho, durante la mayor parte de un siglo la escasez de oro fue mayor que la proporción de 10 a 1. La gente había empezado aceptando préstamos que eran depositados en sus cuentas del Banco y transferibles a través de la escritura a su Banco (mediante el uso de cheques) para ordenarle la transferencia de esos fondos. Del mismo modo que se habían creado diez veces más billetes de lo que había en oro, también existían ahora diez veces más depósitos bancarios de lo que había en billetes. La proporción era ahora de 100:1. Si incluso un 2 % de los depositantes quisieran oro, no podrían todos ellos obtenerlo.
El dilema o dificultad que experimentó una mente de primera clase como la de Belloc al venir a enfrentarse con este asunto, resulta indicativa de la magnitud del problema que supone explicarlo a un público más amplio.
La dificultad de conseguir un control completamente disciplinado de este tema en 1924 resulta evidente en la declaración de la página 136 al hablar de un préstamo a un cliente del banco, en donde dice que “(…) le fue prestado por el banco a partir de los saldos de otras gentes.” En toda la historia de la banca no ha ocurrido nunca semejante cosa. Descúbranme a alguien que haya visto su saldo reducido por el Banco a fin de prestarlo a cualquier otro, y quedaré corregido al respecto.
A pesar de todo, Hilaire opinaba otra cosa distinta. En la página inmediatamente después (137) él dice, “Pero se les ocurrió a los Bancos, después de un cierto tiempo, que no había necesidad de usar el dinero de ningún otro en absoluto. Ellos mismos podían ofrecerse a hacer honor a los cheques de un hombre al que ellos prestaran el dinero sin tener ningún dinero real con el que pagar esos cheques.” Y en el siguiente párrafo dice, “Si ellos dijeran a un hombre que no tuviera ningún dinero depositado con ellos: ‘Haremos honor a tus cheques hasta 1.000 libras’, lo que realmente estarían haciendo sería incrementar el papel moneda hasta una cantidad de 1.000 libras. Estarían emitiendo promesas de pago, exactamente como los billetes de banco, sabiendo que de la cantidad total solamente una pequeña proporción se les exigirá en cualquier momento en dinero real.”
Ambas citas anteriores ponen el énfasis sobre la idea del “dinero real”. Incluso en las páginas 149 y 150 todavía sigue considerando la inflación en términos de oro. Esto viene a ser como un fragmento de cáscara de huevo pegajosa que se queda pegado a un neonato que emerge del mismo, en referencia a la idea ilusoria de que el propio dinero mismo es una materia prima. Douglas apoyaba la definición del dinero del Profesor Walker como “cualquier medio que, sin importar de lo que esté hecho ni por qué la gente lo quiere, nadie lo rechazará a cambio de sus bienes.” [1] El dinero se define socialmente. Lo que hace que el dinero lo sea es el credo, el yo creo. Incluso en 1924 menos del 10 % del dinero era físicamente visible; el resto consistía simplemente en derechos registrados (hoy día hasta el 97 %) que hace mucho tiempo que abandonaron los Libros Contables para entrar en el ciberespacio.
El dinero es ahora –y es probable que permanezca así para siempre jamás– los derechos abstractos numerados sobre los bienes y servicios de una comunidad, cualquiera que sea la forma en que se registren.
El capítulo XI titulado “Usura” nos dice, “El carácter de la Usura no tiene nada que ver con el hecho de tomar un interés alto o bajo. Tiene que ver con algo muy diferente.”
“La Usura consiste en tomar cualquier interés sobre un préstamo IMPRODUCTIVO.”
Esto, en realidad, es música para los Creditistas Sociales. En el “modelo Heydorn”, así llamado por ser el preferido o recomendado en la obra Social Credit Economics de Oliver Heydorn, todas las creaciones de dinero empezarían con una Autoridad (u Organización) Nacional de Crédito, y se desembolsarían únicamente en tres formas específicas. La financiación del consumidor iría toda ella directamente a cada persona, no requiriéndose devolución ni interés alguno, bien como Dividendo Nacional, o bien en forma de precios descontados. Toda la financiación para la producción se haría disponible a los bancos comerciales sin interés alguno, para su préstamo a las entidades productivas. Estos fondos serían reembolsables a la ANC.
A los bancos comerciales se les prohibiría financiar la especulación o el consumo, y quedarían confinados a financiar solamente la producción. Como tal, cualquier interés que cargaran a los productores no sería usurario bajo la definición de Belloc.
Por estas razones todo el dinero empezaría su vida y se pondría en circulación sin usura. La subsiguiente usura secundaria entre personas, si bien nunca ha podido ser totalmente cesada o detenida en ninguna jurisdicción, se podría esperar que quedara limitada.
En la página 100 hemos descubierto el primer reconocimiento de Hilaire de una deficiencia de poder adquisitivo del consumidor, que él ilustra con el ejemplo de una fabricación de botas. Puesto que los sueldos pagados para hacer las botas son menores que el coste total de su fabricación, él observa que, “El capitalista, controlando la maquinaria fabricadora de botas, una vez que se ha provisto él mismo con una docena de pares de botas, y la clase trabajadora de la comunidad se ha provisto de las botas que sus sueldos les permite comprar, deberá o bien intentar vender el excedente de botas en el extranjero (…) o bien parar de hacerlas.”
Este tema fue retomado de nuevo en 1933 en su discurso del 26/05/1933 publicado en el G. K.´s Weekly del 08/06/1933, “(…) El Capitalismo Industrial se ha venido abajo. Se ha venido abajo por una muy simple razón aritmética: distribuye menos poder adquisitivo del que crea. No voy a hablar acerca del programa del Crédito Social del Mayor Douglas, ya que éste es simplemente un método indirecto de distribución de propiedad, la cual yo prefiero conseguirla mediante medios directos. El Capitalismo Industrial se ha venido abajo porque está produciendo una cantidad de riqueza que es mayor que el poder adquisitivo que está distribuyendo para la adquisición de dicha riqueza; y para decirlo de una forma muy tosca verdaderamente, si yo quiero hacer cien mil botas, –o más bien emplear a hombres para hacer esas botas–, para el tiempo en que las botas estén hechas yo habré distribuido a los hombres que las hacen dinero con el que poder adquirir treinta mil botas y, entonces, ¿qué habré de hacer con las setenta mil botas que quedan?”.
Este reconocimiento del Teorema A + B, por decirlo así, nos lleva a la única mención del Crédito Social que hay en Economía para Helen en la página 139, “ De esta forma, tenemos en Inglaterra un movimiento muy poderoso en favor de lo que se denomina el ‘Programa de Crédito de Douglas’, (…)”. Douglas ofreció por primera vez sus pensamientos al dominio público en 1920, por lo que resulta muy interesante que Belloc no sólo estuviera ya al tanto del Crédito Social, sino que además pensara de él como de un “movimiento muy poderoso”. Una vez que los bancos popularizaron la propuesta de J. M. Keynes para resolver la deficiencia de poder adquisitivo mediante el incremento progresivo del endeudamiento de la sociedad consigo misma, y que la Segunda Guerra Mundial se financiara de esa forma, la urgencia por el Crédito Social se retrasó en, al menos, una generación, y solamente es ahora cuando está entrando en un nuevo periodo de crecimiento.
Con todo, la dificultad de asimilación del Crédito Social resulta a menudo evidente en el pensamiento de Hilaire. Por ejemplo, él dice en la página 51, “Hemos visto que el capital no puede venir a la existencia a menos que alguien ahorre”. La verdad es que al capital a menudo se le ordena entrar en la existencia a través de las acciones de los bancos, extendiendo préstamos a los inversores, acción la cual es completamente independiente de los ahorros.
De manera similar, como otro ejemplo, él habla en su Capítulo IX Préstamos Nacionales y Tributos, de la toma de préstamos de los Gobiernos como si éstos tomaran prestado de sus ciudadanos. Nunca he preguntado a un auditorio si alguno de ellos posee algún bono del gobierno, sin que se me contestara con una unánime negativa. Durante la guerra la gente a veces compra bonos de guerra por patriotismo y bajo presión de la propaganda. Al margen de esta excepción, los préstamos al Gobierno son casi totalmente financiados por los Bancos, los cuales crean sin coste alguno el crédito de la nación y a continuación insisten en que nos endeudemos para poder obtenerlo.
Otro ejemplo aún de la dificultad de Hilaire a la hora de venir a afrontar y dominar el Crédito Social proviene de su declaración de que el debate entre libre comercio versus proteccionismo constituye “(…) la discusión económica más importante en la Inglaterra moderna”. ¿Más importante presumiblemente que la prevención de la Gran Depresión venidera de la cual previno Douglas, y que sólo una perversión del Crédito Social en forma de Keynesianismo le puso fin?
También es destacable que el mismo hombre que podía hipotetizar en la página 99 diciendo, “Supongamos que un hombre viniera a poseer todos los medios de producción, y supongamos que él viniera a entrar en posesión de una máquina que pudiera producir en una cantidad indefinida todo lo que los seres humanos necesitan a fin de poder vivir”, no pudiera ver absolutamente que sólo un ingreso distinto del percibido por el empleo podría satisfacer o atender la situación. Si bajo el Distributismo tuviéramos que distribuir la propiedad de la máquina en partes iguales a cada persona sobre la tierra, éstos no podrían, si el producto llevara adjunto un precio, comprar producto alguno de ella.
Éste es el dilema del que Hilaire Belloc –mente brillante y maravillosa persona como ciertamente lo era– curiosamente no podía escapar.
En ninguno de sus escritos Hilaire Belloc mencionó ningún plan, programa o medio de conseguir la realización del Distributismo; un defecto por el cual vino a recibir cierta censura de parte de sus colegas. Ésta era una crítica realmente injusta, porque él de hecho en una ocasión sí mencionó una cosa como “método de distribución de propiedad”. Ésta fue el Crédito Social según la cita dada más arriba del G. K.´s Weekly. Es cierto que lo denigró al considerarlo como “simplemente un método indirecto”, pero, sin embargo, es el único método que él haya mencionado alguna vez, y tuvo el buen sentido de no confundirnos ofreciéndonos otro distinto.
[1] The Monopoly of Credit, Bloomfield Bookds, Sudbury, 4ª edición, 1979, página 17.
Texto original: Bellocs Hellenic Economics.pdf
Fuente: SOCIAL CREDIT.AU
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