La liberación del ocio
Por Michael Watson
En nuestra moderna sociedad de ritmo acelerado –que sostiene que el trabajo servil y la fanática búsqueda de dinero constituyen el objetivo primario de nuestra misma existencia– todo hombre y mujer adulto debe tener un “empleo” remunerado a fin de poder sobrevivir y sentirse “dignificado” para así no sufrir la maldición del desempleo, ni la pobreza y el estigma asociados a él; y ello a pesar de –o quizás debido a– los miserables y condescendientes pagos de “subsidios por desempleo” que el Estado les pudiera repartir. No sólo se espera que trabajemos, sino que también se espera que compitamos y luchemos los unos con los otros en conseguir tal o cual puesto de trabajo o en obtener tal o cual promoción a fin de ganar el dinero con el que pagar todas esas caras facturas y con el que comprar todos esos preciados bienes que necesitamos para sobrevivir y prosperar. Debemos trepar por esa escalera corporativa o trabajar aquella hora extra para así poder conseguir esos pocos dólares extra con los que poder pagar esta hipoteca o hacer que el matrimonio nos dure sólo un poquito más.
Todo lo demás que se sale fuera de esto aparece como irrelevante. El ocio –esto es, tiempo libre para aquellas actividades que no implican trabajar en algún tipo de ocupación servil que sirva a algún fin materialista o financiero– se considera “inútil”, un signo de puerilidad, carente de importancia, e incluso está abierto a un desprecio absoluto o es visto como una idolatría diabólica por nuestra sociedad puritana, especialmente por aquéllos que están a cargo de la política y de la alta finanza. Incluso en una era de abundancia en donde hay suficientes bienes para todos gracias a la automatización industrial y la producción mecanizada (que necesita de menos y menos trabajo humano en la producción), todavía nuestros amados políticos esperan de nosotros que trabajemos más y más horas. En las familias, se espera que los padres y las madres trabajen, y que los niños sean expedidos a guarderías comerciales. La misma noción de recibir algo libremente o gratis –ya sea por herencia, donaciones, o asociación familiar o comunal– se considera escandalosa, incluso en una era en la que, debido al creciente papel de las máquinas en la ejecución de varias tareas, habrá de ser necesario que se pague libremente a los ciudadanos un ingreso universal que represente la plusvalía generada por la asociación en la producción, a medida que el pleno empleo ya no pueda ser factible. El filósofo tomista alemán Joseph Pieper rechazó firmemente esta mentalidad puritana en su famoso libro El ocio y la vida intelectual: “Pero la creencia más íntima que sostiene esa revalorización del esfuerzo parece ser la de que el hombre desconfía de todo lo que es fácil, que únicamente quiere tener, en conciencia, como propiedad lo que él mismo se ha conseguido con doloroso esfuerzo y rehúsa admitir regalos”.
Por supuesto, la política de pleno empleo ciertamente no constituye un inocente error económico o social. Sirve a un propósito político vital para las poderosas élites oligárquicas que tienen bajo su control la banca y la finanza global, y que hacen funcionar el sistema en favor de sus propios intereses y de nadie más (a menos que ello beneficiara de alguna forma su propia agenda). Esta política es sostenida a fin de mantener a la gente tan ocupada, y luchando por subvenir al coste de la vida, y alcanzando o reteniendo un empleo, que se les impide poder tener suficiente tiempo de ocio y energía para reflexionar sobre cuestiones políticas, morales y filosóficas, y para hacer pleno uso de sus impulsos creativos. Se los mantiene distraídos con terrorismo de falsa bandera, celebridades frívolas y triviales, y sueños delirantes como, por ejemplo, uno de los más grandiosos y fraudulentos sueños de entre todos ellos, a saber, la noción de que, puesto que viven bajo una “democracia” liberal universal, están en consecuencia definitivamente libres de toda tiranía. Tal y como Clifford Hugh Douglas (el ingeniero británico del siglo XX que desarrolló la teoría del Crédito Social como un sistema económico alternativo) escribió sucintamente en su obra Programa para la Tercera Guerra Mundial: “(…) si uno puede controlar la economía, puede hacer que el cometido de ganarse la vida permanezca siempre como el factor dominante de la existencia, y de esta forma mantener uno el control de la política; ni más ni menos.”
El modelo económico reinante ahueca la cultura, quebranta la vida familiar y suprime el impulso creativo, el cual es vital para el cultivo de las artes y la filosofía. Cuando la gente se ve amenazada con la posibilidad o realidad de la pobreza e inseguridad económica, se les sitúa bajo un tremendo estrés mental y físico que puede desembocar en problemas de salud, comportamiento criminal, codicia y competencia sin escrúpulos. Puesto que el ocio constituye la base de la cultura –la cual es esencialmente la expresión espiritual del alma de la gente– la resultante supresión del ocio por la disfuncional economía obrera servil desemboca en la degeneración y sofocación del verdadero arte y cultura en favor de formas menores, más elementales. Por ejemplo, la angustia, el tedio y la frustración experimentada por mucha gente bajo las actuales condiciones económicas y sociales se han expresado mediante el cultivo de formas banales, feas y sensuales que tan a menudo se encuentran en la música, el arte, la arquitectura, los vestidos, las maneras y el lenguaje modernos. La infantil rebelión característica de los jóvenes desafectos que crecen dentro de semejante cultura puede entonces ser secretamente manipulada para hacer avanzar aún más las agendas políticas y culturales de los oligarcas políticos y financieros.
El efecto general de centrar la existencia humana en la obsesión puritana del trabajar por el trabajo mismo –una obsesión que ha sido tan infundida en las mentes de la gente ordinaria– aparece bien descrita de nuevo por Pieper en su obra ya mencionada: “Es también verdad que el mundo del trabajo empieza a ser, amenaza a ser, cada vez más excluyentemente, nuestro mundo a secas; la exigencia del mundo del trabajo se vuelve cada vez más totalitaria, se apodera cada vez más de la existencia humana en su totalidad”.
En efecto, este Estado económico obrero servil que los oligarcas financieros nos han impuesto ha creado una plaza o ruedo dispuesta para una despiadada competencia salvaje de unos con otros. Esto se debe a las enormes presiones financieras y de empleo que se establecen sobre todos y cada uno, los cuales deben luchar y combatir los unos con los otros para sobrevivir, para salir adelante, y adquirir una gran riqueza y estatus a toda costa y, por tanto, a expensas de los demás. En tal sistema, el instinto humano de auto-conservación naturalmente habrá de triunfar sobre el instinto de auto-expresión de la personalidad debido a la falta de seguridad financiera y tiempo de ocio. Tal sistema es profundamente hostil hacia aquellas clases de gente que poseen grandes talentos, habilidades y genio para las artes, la innovación, la filosofía y las esferas intelectuales, debido a que se los desafuera económica y socialmente de tal forma que, o bien se ven forzados a tomar en su lugar un empleo servil, o bien habrán de afrontar la miseria. Tal política también causa efectos disgénicos profundamente negativos sobre el rumbo de las futuras sociedades, ya que el empleo en trabajos serviles remunerados constituye el único medio para financiar el establecimiento de prósperos matrimonios y familias y, por tanto, de estar en posición de poder propagar la siguiente generación. Esto significa que aquéllos con talentos que no sean considerados “útiles” para el Estado obrero servil son efectivamente cancelados y expulsados fuera del patrimonio genético o acervo génico.
Esta vergonzosa situación se está haciendo peor por el ascenso del feminismo y de las relaciones poliamorosas, que son también parte integrante de la agenda de aquéllos que están a cargo de la política y la alta finanza. El feminismo defiende la política del pleno empleo para las mujeres y el simultaneo desaforamiento de los hombres, especialmente de aquellos hombres que son ricos en talentos artísticos o intelectuales pero que son financieramente pobres. El poliamor conduce a la destrucción de la unidad familiar monogámica al aprobar la práctica de tener múltiples parejas sexuales solteras, y asegura que la selección para el apareamiento favorezca en última instancia a los hombres más rapaces, sin escrúpulos y culturalmente degenerados.
Por supuesto, esta tendencia se adecúa a la agenda de los poderes político-financieros que buscan reducir toda jerarquía y estructuras sociales a una agrupación conglomerada de individuos atomizados que estén preparados para servir a todas sus necesidades, y que buscan también eliminar aquellos elementos de la población que sobresalen naturalmente en creatividad y pensamiento crítico. Personas con tales disposiciones temperamentales serían las que más probablemente cuestionaran y resistieran la agenda de los oligarcas de dominación a través del poder financiero, el monopolio del dinero y el “Estado del Pleno Empleo” artificialmente impuesto. Es de este Estado Obrero Servil de donde surgen las personalidades típicas de la acertadamente llamada “sociedad burguesa” en todas sus formas competitivas, ya vengan aquéllas en forma de clase alta o baja, de ejecutivo empresarial o de proletario marxista. Pieper explica la resultante degeneración de la cultura de la siguiente manera: “El que necesita de lo desacostumbrado para asombrarse muestra que ha perdido la capacidad de dar respuesta adecuada a lo asombroso del ser. La necesidad de lo sensacional puede gustar presentarse con máscara de bohemia, pero es signo inconfundible de pérdida de la auténtica capacidad de asombro y, por tanto, síntoma precisamente de una humanidad aburguesada”.
Tampoco es sorprendente que el sistema financiero y el Estado Obrero Servil hayan corrompido y cooptado la educación superior transformándola en una superficial industria de bienes de consumo de miles de millones de dólares y en un medio de adoctrinamiento en varias ideologías que sirven a los intereses de la alta finanza. Los títulos de grado de Universidad o de Colegios universitarios han pasado de ser reconocimientos oficiales de los méritos intelectuales de una persona a reducirse a productos de consumo, símbolos de estatus, o meros tickets de carrera que no se correlacionan con una genuina habilidad o mérito intelectual, y que incluso son perjudiciales para las mismas.
Sin embargo, el reinado de esta política de pleno empleo, con el trabajo servil como la fuente principal de ingreso para vivir en las sociedades industrializadas, ahora está cayendo bajo una grave amenaza a medida que el ordenador y la industria mecanizada toman de manera creciente posesión de varios puestos de trabajo, e incluso profesiones, de manos de los seres humanos; a medida que la tecnología continúa avanzando y acelerándose más rápido que nunca antes. Douglas también anticipó este estado de cosas en términos inequívocos en su obra Poder del Crédito y Democracia: “La máquina industrial es una palanca, la cual está continuamente siendo agrandada por el progreso, que permite que la carga de Atlas (de la humanidad) pueda ser aligerada con una cada vez más creciente facilidad. Puesto que el número de hombres necesarios para hacer funcionar la palanca decrece, así mismo se incrementa el número de hombres que quedan libres para agrandarla”. Se está prediciendo que hasta un 50 % de los puestos de trabajo existentes en los países desarrollados podrían automatizarse en los próximos 20 a 30 años. Esto hará que sea algo insostenible en el futuro el empleo a tiempo completo de toda la población físicamente hábil.
Esta situación nos sitúa ahora en una encrucijada y nos presenta dos opciones: o bien continuamos aferrados a la insostenible política puritana del pleno empleo y afrontamos una mayor degeneración cultural, crisis económicas y políticas y, finalmente, la destrucción última; o bien podríamos aceptar la oferta de liberación respecto del Estado Obrero Servil y abrazar las grandes bendiciones del Estado de Ocio que la automatización industrial ha de ofrecer a todos y cada uno de nosotros. Sería también de gran relevancia observar que incluso en Inglaterra, durante los tiempos medievales pre-industriales, hasta un tercio del año se dedicaba a Días Festivos [Holy Days], los cuales eran días de ocio (en los que no debía emprenderse ningún trabajo servil); de ahí el origen de la palabra moderna “vacación” [holyday].
El sistema económico de Crédito Social que se ha mencionado al principio del artículo es el medio propuesto mediante el cual podría implementarse este “Estado de Ocio”. Explicado de manera resumida, el Crédito Social implica la pública regulación del sistema bancario y financiero en conformidad con el rendimiento actual y potencial físico objetivo de la economía, con el fin de aumentar el bien común de los ciudadanos que constituyen la nación mediante el cumplimiento del verdadero propósito de toda economía, esto es, la distribución de bienes y servicios cuando, donde y en la medida en que sean requeridos y con la mínima cantidad de molestias para todo el mundo.
El actual sistema financiero bajo el cual trabajamos no está exactamente o ajustadamente diseñado para reflejar la producción económica física y real; éste viene a ser especialmente el caso cuando se trata de una mayor producción hecha posible por las máquinas. Por el contrario, se dedica a limitar y distorsionar artificialmente la economía real al restringir el flujo de dinero a fin de servir a los intereses de los oligarcas financieros. La alternativa del Crédito Social implica el establecimiento de una Autoridad Nacional de Crédito, que es un cuerpo público que funciona de manera similar a un banco, a excepción de que se le controla y se le hace funcionar públicamente. Esta oficina de crédito será responsable de crear dinero adicional (tal y como hacen los bancos) y distribuirlo como créditos “libres de deuda” en forma de un dividendo nacional del ciudadano. Éste vendría a ser una suma de dinero distribuido por igual a todo ciudadano –independientemente de cuál fuera su estado de ocupación o empleo– como poder adquisitivo. La cantidad de dinero que se cree para el dividendo reflejará el excedente total de la producción de la nación y se contabilizará como un crédito por los costes incurridos por las máquinas. De esta manera, cada individuo será reconocido, en virtud de ser ciudadano de la nación, como un partícipe o accionista libre en la producción total. El dividendo romperá el poder de los bancos privados y reformará el corrupto sistema financiero de tal forma que se convierta en un sistema que sirva a la humanidad (en lugar de al revés). Douglas explicó esto con una simple sentencia justamente en su primer libro Democracia Económica: “Los sistemas fueron hechos para los hombres, y no los hombres para los sistemas, y el interés del hombre, que consiste en su autodesarrollo, está por encima de todos los sistemas, ya sean teológicos, políticos o económicos”.
La aceptación popular del dividendo libre y, por tanto, el goce de un mayor ocio, no significa un descenso hacia un masivo extravío ocioso. El ocio no significa ociosidad, sino más bien el logro de un nivel suficiente de seguridad económica, independencia y libertad financiera, de tal forma que a la persona se le permita decidir por sí cómo va a gastar su tiempo, energía y recursos en cosas tales como las artes, artesanías, innovaciones, filosofía, religión, espiritualidad, hobbies y otras actividades creativas, intelectuales y culturales. Una vez más Pieper nos apunta en la dirección correcta: “Sólo puede haber ocio cuando el hombre se encuentra consigo mismo. Tendemos a trabajar en exceso como medio de evasión, como vía para tratar de justificar nuestra existencia”.
Es más, la erección del Estado de Ocio a través del Crédito Social no supone un final para todo trabajo y su inherente dignidad, sino que acabará con cualquier trabajo que se haya convertido en inútil, derrochante y perjudicial para la vida física, cultural y espiritual de una persona. Una economía de Crédito Social con un dividendo del ciudadano situaría la vocación del trabajo de vuelta a su propio lugar y elevaría la dignidad del trabajo a un plano superior en la medida en que el trabajo que se esté emprendiendo sea útil y necesario para mantener la economía y la sociedad y sea verdaderamente adecuado a los deseos y temperamento de cada individuo (y no meramente un fin en sí mismo que una persona toma a disgusto a fin de poder sobrevivir en el seno de un sistema financiero y económico corrupto y disfuncional). Douglas habló claramente del verdadero valor del trabajo en su artículo Seguridad: Institucional y Personal: “El individuo humano saludable requiere trabajo de algún tipo, del mismo modo que necesita comida; pero no será un individuo saludable –en todo caso mentalmente– si no es capaz de encontrar trabajo para él mismo, y probablemente encuentre trabajos que él pueda hacer mucho mejor que aquéllos que algún otro le organice para él”. Puesto que el dividendo del ciudadano está directamente vinculado a la productividad, la cantidad recibida a partir del dividendo puede subir o bajar dependiendo de la tasa a la que el país está produciendo bienes y servicios. Si demasiados ciudadanos cesaran de trabajar y provocaran, de este modo, una severa ralentización de la producción, entonces el pago del dividendo caería y disminuiría igualmente, forzando así a esos mismos ciudadanos a buscar de nuevo empleo remunerado.
La economía de Crédito Social no afirma querer crear una sociedad utópica, pues cualquier empeño en ese sentido constituye una imposibilidad (como han demostrado ampliamente los intentos históricos), sino que busca proporcionar la oportunidad a los individuos de intentar fraguar sus propias utopías. Como Douglas explicó en su discurso “Finanza Internacional”: “Lo que realmente demandamos de la existencia no es que seamos puestos dentro de la Utopía de alguien, sino que seamos puestos en una posición en la que podamos construir cada uno nuestra propia Utopía”.
El ingreso universal recibido por todos en forma de dividendo proporcionará un medio para vivir para aquéllos cuyo trabajo ya no se requiera más en la economía productiva, y reducirá enormemente la pobreza, conduciendo de esta forma a una distribución más justa de la riqueza. El dividendo reemplazará también los programas de bienestar fundados en impuestos. La unidad familiar tradicional se restablecerá y fortalecerá, así como también las empresas comerciales y la producción locales. Con la liberación respecto del pleno empleo en favor del ocio, las madres e incluso los padres podrán de nuevo educar a sus hijos en casa, en lugar de tener que ir afuera a trabajar y tener que subcontratar el cuidado de sus hijos a terceros proveedores de servicios.
La ausencia de pobreza y disfunción resultantes conduciría también a significativas reducciones en el crimen, abuso de sustancias, y delincuencia juvenil. Las naciones se liberarían de la deuda permitiendo así una verdadera independencia financiera tanto para los gobiernos como para sus pueblos. El versículo bíblico del libro de Míqueas 4,4 encierra claramente la visión filosófica de la teoría del Crédito Social: “Cada uno se sentará bajo su parra y bajo su higuera, y nadie los aterrorizará”. El dividendo, al liberar y descargar de muchas de las emociones negativas causadas por las presiones del actual sistema financiero, permitirá, junto a una mayor abundancia de ocio, un verdadero desarrollo natural y orgánico de formas culturales más ricas y más nobles a desarrollar con el tiempo, así como también permitirá un más hondo desarrollo de auténticas culturas folklóricas locales (culturas que están siendo, por el contrario, sofocadas por la banal y mediocre cultura cosmopolita del actual sistema financiero mundial). El abundante tiempo de ocio proporcionará a todos la oportunidad de desarrollar y cultivar sus propias vidas físicas, morales, intelectuales y espirituales de acuerdo con los propios talentos, temperamentos y deseos de cada uno. La liberación del impulso creativo les permitirá a aquéllos dotados de capacidades artísticas afilar sus habilidades y alcanzar la excelencia en sus respectivos campos.
El establecimiento de una sociedad de ocio cambiará profundamente, con el tiempo, la composición cultural, social y política de nuestra civilización al desplazar el foco de la sociedad desde el hombre burgués del dinero y el materialismo hacia el hombre de ocio y cultura. Ya o serían marginalizados más, ni despreciados ni suprimidos por el Estado Obrero Servil, el artista, el filósofo, el inventor o el intelectual, pues se les re-aforaría económicamente de manera efectiva con la recepción del dividendo del ciudadano. Estos individuos dotados serían de nuevo libres, respetados y animados a ejercer sus positivas influencias; a dejar su marca personal en las futuras generaciones por vía reproductiva; y quizás incluso a retomar su legítimo lugar en el vértice socio-político de las sociedades, como los “reyes-filósofos” que el filósofo griego Platón concibió como aquéllos que eran los más ideales y adecuados gobernantes de las naciones. Así, con este cambio de paradigma socio-económico, la civilización vendrá a florecer, desarrollarse y remontarse hacia nuevas alturas, quizás ascendiendo a las alturas artísticas y culturales de la antigua Grecia, Roma, Persia, la Cristiandad Medieval y la Europa Renacentista, o la era del Reino Medio en China. Y mientras que las sociedades de ocio de esas civilizaciones mencionadas se mantenían con el trabajo servil de esclavos humanos o de campesinos, los fundamentos de la mano de obra para las futuras potenciales sociedades de ocio vendrán proporcionados hoy día, en su lugar, por el trabajo de la máquina y del ordenador. Así, es únicamente con la implementación del Crédito Social dentro del sistema económico como podremos ser capaces de llevar a cabo la liberación del ocio, de la cultura, del verdadero arte, de la filosofía clásica y, a su vez, la resurrección del hombre reposado y la liberación de una verdadera aristocracia de la sociedad.
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Todas las citas del libro de Josef Pieper, El ocio y la vida intelectual, fueron obtenidas de la siguiente página web: https://www.goodreads.com/author/quo...5.Josef_Pieper
Fuente: CLIFFORD HUGH DOUGLAS INSTITUTE
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