Fuente: Cruzado Español, Números 161-162, Diciembre de 1964, páginas 11 – 12.



Algunas consideraciones sobre la XXIII Semana Social

Por F. Tusquets


En el pasado mes de Junio se celebró en Barcelona la XXIII Semana Social de España, con éxito y brillantez en cuanto se refiere a su aspecto externo –organización, asistencia, actos inaugurales y de clausura, locales donde tuvieron lugar los actos, etc.–. Se pronunciaron varias conferencias, y se desarrollaron las lecciones correspondientes a cargo de personalidades dedicadas a las disciplinas y temas tratados, despertando mucho interés todo ello, a juzgar por las numerosas intervenciones de los semanistas asistentes que tomaron parte en los diálogos.

En cuanto al fondo ideológico y al ambiente, acaso nuestro juicio no pueda ser tan elogioso. Vamos a tratar de comentar lo ocurrido en alguna lección, y a hacer alguna consideración sobre el conjunto, contrastándolo siempre con la Doctrina Social Católica y con el Mensaje dirigido por S. S. Pablo VI a la Semana a través de Su Emcia. el Cardenal Secretario de Estado.

El proceso de la socialización en la doctrina pontificia: Bajo este título se desarrolló una importante lección, a cargo del Rvdo. Casimiro Martí, profesor del Instituto Católico de Estudios Sociales de Barcelona. El profesor hizo un resumen histórico de las actitudes pontificias en relación con los problemas sociales (y políticos), desde Pío IX hasta Juan XXIII. Según él, Pío IX no supo ser consciente de los cambios sociales y políticos acaecidos en su época; es decir, no se adaptó, ni se abrió al mundo resultante de la Revolución Francesa. Con su sucesor, León XIII, la Iglesia empezó a tomar contacto con el mundo moderno; como ejemplo de tal afirmación, el Rvdo. Martí citó la cuestión del «Ralliement». En cuanto a los Papas posteriores, ya dentro de nuestro siglo XX, el conferenciante dijo que Pío XI, en la «Quadragessimo Anno», remarcó la solución corporativa; solución que su sucesor, Pío XII, empezó a poner en cuarentena, para ser ya completamente olvidada en la «Mater et Magistra» de Juan XXIII, bajo cuyo Pontificado la Iglesia se abre decisivamente al mundo moderno.

En nuestra opinión, la lección, cuyo resumen hemos dado en el párrafo anterior, contiene varias lamentables confusiones. En primer lugar, puede inducir a pensar que hay una contradicción entre Pío IX («Syllabus») y León XIII («Ralliement»), cuando ello no es así, ya que el primero condenó unas ideas erróneas, mientras que el segundo dio unas normas de actuación a los católicos franceses buscando el bien común delante de una situación de hecho. Es decir, el viejo problema de la tesis y la hipótesis, que no admite confusión. La Iglesia sustenta unas ideas (tesis); a veces, como mal menor, permite unas actuaciones (hipótesis); pero los católicos no podemos renunciar nunca al ideal completo, aunque en aras del bien común tengamos que plegarnos a una situación de hipótesis. No existe, pues, contradicción entre los dos Papas; basta leer las Encíclicas de León XIII «Immortale Dei» y «Libertas» para ver cómo ellas son la solución positiva cristiana opuesta a las ideas revolucionarias condenadas en el «Syllabus» de Pío IX.

Otra inexactitud en la lección que estamos comentando es la referencia al corporativismo. Afirmó el profesor que en la «Mater et Magistra» no se menciona ya para nada al corporativismo, y jugó al equívoco invocando una frase de Pío XII, en la que este Papa se lamenta precisamente del olvido en que se tiene a tal doctrina. Ambas ideas no resisten el más ligero examen.

En cuanto a la Encíclica de Juan XXIIII, hay que señalar que este Papa, no sólo hace suya la Doctrina Social de sus Predecesores León XIII, Pío XI y Pío XII, entre los que el corporativismo es fundamental, sino que lo cita claramente, aunque no emplee precisamente la misma palabra.

Y por lo que se refiere a Pío XII, rogamos al Reverendo Casimiro Martí quiera leer la Alocución de 11 de Marzo de 1945, las Cartas de 10 de Julio de 1946 y 19 de Julio de 1947, la Alocución de 7 de Marzo de 1949, el Mensaje Radiofónico de 4 de Septiembre de 1949, las Alocuciones de 11 de Septiembre de 1949, 3 de Junio de 1950, 6 de Abril de 1951 y 31 de Enero de 1952, la Carta del 5 de Julio de 1952, el Mensaje Radiofónico de 14 de Septiembre de 1952, y los Mensajes de Navidad de 1955 y 1956. O sea, que, si hemos hecho bien la cuenta, son trece las ocasiones que aprovecha Pío XII, a lo largo de su Pontificado, para dejar bien sentada y sin lugar a dudas la importancia del corporativismo como pieza fundamental de la Doctrina Social Católica. ¿A qué será debido el hecho, sorprendente, de que tantos sociólogos católicos modernos sientan como una especie de aversión a una doctrina tan lógica y tan conforme al derecho natural como es el corporativismo cristiano, defendido por los Papas? No lo sabemos; pero lo cierto es que dicho sentimiento se exteriorizó en la Semana Social por parte de conferenciantes y semanistas; afortunadamente, el Doctor García Moralejo, Obispo Auxiliar de Valencia, con mucha caridad y una gran simpatía, puso las cosas en su lugar, afirmando que el corporativismo es doctrina de la Iglesia, y que está implícitamente en la «Mater et Magistra», Encíclica donde Juan XXIII pone su acento en la necesidad que tenemos los cristianos de orientar el mundo de hoy, que sigue unos rumbos que no son fatales ni deterministas, ya que pueden ser influenciados por los cristianos haciendo uso de nuestra libertad.

Socialización, estatificación y persona humana: Otra lección importante fue la que, bajo el título del epígrafe, desarrolló Don José María Vilaseca Marcet, Abogado del Estado y miembro de la Asociación Católica de Dirigentes. El tema se prestaba a hacer una defensa de la dignidad de la persona humana frente al poder del Estado o de fuerzas anónimas, en línea con lo que vienen repitiendo los últimos Papas –en especial, Pío XI, Pío XII y Pablo VI–. No es que el conferenciante no lo hiciera; pero prefirió trazar el esquema de lo que debería ser un Estado moderno. Sin pretender rebajar el tono docto y elevado de su disertación, quisiéramos, no obstante, llamar la atención sobre algunas de sus afirmaciones.

Dijo que la misión de las asociaciones o cuerpos intermedios debía ser de tipo consultivo y de asesoramiento para el poder público, y, principalmente, para aplicar y hacer cumplir las normas emanadas del Gobierno; niega a dichos cuerpos la facultad de intervenir en la Cámara legislativa, la cual –dijo– debe estar constituida por partidos políticos (cuerpos intermedios ideológicos). Esta línea, de corte liberal, fue curiosamente matizada por el profesor de la lección, al afirmar que los distintos partidos políticos tendrían que disentir únicamente en cuestiones de matiz, pero no en lo esencial. A nosotros –que somos antiliberales–, se nos ocurre preguntar al conferenciante a cargo de quién estaría la misión de señalar las directrices fundamentales que deberían ser acatadas por los diferentes partidos. ¿Sería a cargo de la fuerza determinista de la Historia, o correspondería a alguna organización tecnocrática más o menos sinárquica? Si no fuera así, pedimos al conferenciante nos dé la solución dentro del marco neoliberal y ligeramente tecnocrático de su lección.

Otras lecciones.– En una de ellas –«Socialización y educación»–, tanto por parte de su profesor, Don Ramón Fuster Rabé, como por algunos semanistas que le apoyaron, el clima de izquierdismo moderado fue ampliamente desbordado, atacando el derecho de la Iglesia y de los padres de familia en materia de educación, haciendo demagogia sobre la educación clasista, y defendiendo una especie de socialismo estatal de la enseñanza; todo ello, en total y absoluta contradicción con todas las Encíclicas y documentos de la Iglesia sobre dicho tema.

Un semanista llegó a afirmar que Rusia había sabido resolver el problema de la educación clasista. Ciertamente no faltaron semanistas que defendieron con valentía la doctrina de la Iglesia y la enseñanza a cargo de las Órdenes Religiosas, invocando documentos pontificios; lástima que no hubieran hecho lo propio cuando lo que se atacaba en la sala eran otros puntos de doctrina. El Obispo Auxiliar de Valencia tuvo que llamar la atención al conferenciante y pedirle que cambiara algunos párrafos, si quería que su trabajo se incluyera en el volumen que se editará para recoger los trabajos de la Semana Social.

En otra lección –«Trascendencia sobrenatural de la socialización»–, se hizo por parte de algunos la apología de las doctrinas del Padre Teilhard de Chardin, sin que se tuviera en cuenta las graves advertencias de la Sagrada Congregación del Santo Oficio sobre las ideas filosóficas y teológicas contenidas en las obras del referido Padre.

En las lecciones citadas, y en otras varias, dominó siempre, con más o menos intensidad, un sonido monocorde, procedente siempre de la izquierda: no sólo por mostrar esta tendencia casi todos los profesores disertantes, sino también por la presión que en tal sentido ejercía sobre la sala una gran masa de asistentes.

Consideración final.– Cualquier católico medianamente versado en Doctrina Social pontificia que, después de haber leído la maravillosa carta que Su Santidad Pablo VI envió a la Semana a través de su Secretaría de Estado, y hubiera asistido a varias sesiones de tal Semana, se hubiera quedado atónito al comprobar la disociación de ideas y clima existente entre ambas cosas.

En vez de profundizar en la que nos parece idea central de la Carta vaticana –el peligro de la tecnificación, el peligro de una sociedad de masas, el hombre de hoy indefenso ante el poder del Estado absorbente y de fuerzas anónimas–, creemos que demasiados semanistas prefirieron gastar su pólvora en fácil demagogia, en aburridas estadísticas, en piruetas liberales, o proclamando –como hicieron el Reverendo Martí y el Señor Vilaseca– la necesidad del pluralismo religioso.

Y, a propósito de ese pluralismo religioso, y sólo para contrastar la disociación que hemos apuntado en cuanto a «clima», queremos citar el penúltimo párrafo de la Carta de Su Santidad a la Semana Social. En él, el Papa Pablo VI, a través de su Secretario de Estado, menciona unas palabras de su Predecesor Pío XI, en la Encíclica «Quadragessimo Anno». Son las siguientes:

«Todas las instituciones destinadas a consolidar la paz y promover la colaboración social, por bien concebidas que parezcan, reciben su principal firmeza del mutuo vínculo espiritual que une a los miembros entre sí… La verdadera unión de todos en aras del bien común se alcanza cuando todas las partes de la sociedad sienten íntimamente que son miembros de una gran familia e hijos del mismo Padre celestial».

Desde luego, ya suponemos que la Carta del Papa fue conocida y hecha pública cuando todos los profesores de la Semana tenían sus temas listos y preparados. Pero es evidente que la Carta, en su contenido y en su espíritu, refleja exactamente la Doctrina Social Católica, como no podía ser de otro modo; algo muy distinto diríamos del contenido y espíritu de las lecciones, sin que sea atenuante de ello el hecho de haber recibido la Carta en el último momento, ya que la mayoría de los profesores disertantes, por sus cargos y estudios, deberían estar mucho más identificados con aquel espíritu. Es esto lo que queremos hacer constar en este artículo, invocando únicamente nuestra condición de católicos españoles, con muchos defectos, por supuesto; pero, eso sí, con un verdadero afán de sentir con la Iglesia.