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Tema: El orden socio-político corporativo tradicional (Francesc Tusquets)

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    Re: El orden socio-político corporativo tradicional (Francesc Tusquets)

    Fuente: Cruzado Español, Números 161-162, Diciembre de 1964, páginas 11 – 12.



    Algunas consideraciones sobre la XXIII Semana Social

    Por F. Tusquets


    En el pasado mes de Junio se celebró en Barcelona la XXIII Semana Social de España, con éxito y brillantez en cuanto se refiere a su aspecto externo –organización, asistencia, actos inaugurales y de clausura, locales donde tuvieron lugar los actos, etc.–. Se pronunciaron varias conferencias, y se desarrollaron las lecciones correspondientes a cargo de personalidades dedicadas a las disciplinas y temas tratados, despertando mucho interés todo ello, a juzgar por las numerosas intervenciones de los semanistas asistentes que tomaron parte en los diálogos.

    En cuanto al fondo ideológico y al ambiente, acaso nuestro juicio no pueda ser tan elogioso. Vamos a tratar de comentar lo ocurrido en alguna lección, y a hacer alguna consideración sobre el conjunto, contrastándolo siempre con la Doctrina Social Católica y con el Mensaje dirigido por S. S. Pablo VI a la Semana a través de Su Emcia. el Cardenal Secretario de Estado.

    El proceso de la socialización en la doctrina pontificia: Bajo este título se desarrolló una importante lección, a cargo del Rvdo. Casimiro Martí, profesor del Instituto Católico de Estudios Sociales de Barcelona. El profesor hizo un resumen histórico de las actitudes pontificias en relación con los problemas sociales (y políticos), desde Pío IX hasta Juan XXIII. Según él, Pío IX no supo ser consciente de los cambios sociales y políticos acaecidos en su época; es decir, no se adaptó, ni se abrió al mundo resultante de la Revolución Francesa. Con su sucesor, León XIII, la Iglesia empezó a tomar contacto con el mundo moderno; como ejemplo de tal afirmación, el Rvdo. Martí citó la cuestión del «Ralliement». En cuanto a los Papas posteriores, ya dentro de nuestro siglo XX, el conferenciante dijo que Pío XI, en la «Quadragessimo Anno», remarcó la solución corporativa; solución que su sucesor, Pío XII, empezó a poner en cuarentena, para ser ya completamente olvidada en la «Mater et Magistra» de Juan XXIII, bajo cuyo Pontificado la Iglesia se abre decisivamente al mundo moderno.

    En nuestra opinión, la lección, cuyo resumen hemos dado en el párrafo anterior, contiene varias lamentables confusiones. En primer lugar, puede inducir a pensar que hay una contradicción entre Pío IX («Syllabus») y León XIII («Ralliement»), cuando ello no es así, ya que el primero condenó unas ideas erróneas, mientras que el segundo dio unas normas de actuación a los católicos franceses buscando el bien común delante de una situación de hecho. Es decir, el viejo problema de la tesis y la hipótesis, que no admite confusión. La Iglesia sustenta unas ideas (tesis); a veces, como mal menor, permite unas actuaciones (hipótesis); pero los católicos no podemos renunciar nunca al ideal completo, aunque en aras del bien común tengamos que plegarnos a una situación de hipótesis. No existe, pues, contradicción entre los dos Papas; basta leer las Encíclicas de León XIII «Immortale Dei» y «Libertas» para ver cómo ellas son la solución positiva cristiana opuesta a las ideas revolucionarias condenadas en el «Syllabus» de Pío IX.

    Otra inexactitud en la lección que estamos comentando es la referencia al corporativismo. Afirmó el profesor que en la «Mater et Magistra» no se menciona ya para nada al corporativismo, y jugó al equívoco invocando una frase de Pío XII, en la que este Papa se lamenta precisamente del olvido en que se tiene a tal doctrina. Ambas ideas no resisten el más ligero examen.

    En cuanto a la Encíclica de Juan XXIIII, hay que señalar que este Papa, no sólo hace suya la Doctrina Social de sus Predecesores León XIII, Pío XI y Pío XII, entre los que el corporativismo es fundamental, sino que lo cita claramente, aunque no emplee precisamente la misma palabra.

    Y por lo que se refiere a Pío XII, rogamos al Reverendo Casimiro Martí quiera leer la Alocución de 11 de Marzo de 1945, las Cartas de 10 de Julio de 1946 y 19 de Julio de 1947, la Alocución de 7 de Marzo de 1949, el Mensaje Radiofónico de 4 de Septiembre de 1949, las Alocuciones de 11 de Septiembre de 1949, 3 de Junio de 1950, 6 de Abril de 1951 y 31 de Enero de 1952, la Carta del 5 de Julio de 1952, el Mensaje Radiofónico de 14 de Septiembre de 1952, y los Mensajes de Navidad de 1955 y 1956. O sea, que, si hemos hecho bien la cuenta, son trece las ocasiones que aprovecha Pío XII, a lo largo de su Pontificado, para dejar bien sentada y sin lugar a dudas la importancia del corporativismo como pieza fundamental de la Doctrina Social Católica. ¿A qué será debido el hecho, sorprendente, de que tantos sociólogos católicos modernos sientan como una especie de aversión a una doctrina tan lógica y tan conforme al derecho natural como es el corporativismo cristiano, defendido por los Papas? No lo sabemos; pero lo cierto es que dicho sentimiento se exteriorizó en la Semana Social por parte de conferenciantes y semanistas; afortunadamente, el Doctor García Moralejo, Obispo Auxiliar de Valencia, con mucha caridad y una gran simpatía, puso las cosas en su lugar, afirmando que el corporativismo es doctrina de la Iglesia, y que está implícitamente en la «Mater et Magistra», Encíclica donde Juan XXIII pone su acento en la necesidad que tenemos los cristianos de orientar el mundo de hoy, que sigue unos rumbos que no son fatales ni deterministas, ya que pueden ser influenciados por los cristianos haciendo uso de nuestra libertad.

    Socialización, estatificación y persona humana: Otra lección importante fue la que, bajo el título del epígrafe, desarrolló Don José María Vilaseca Marcet, Abogado del Estado y miembro de la Asociación Católica de Dirigentes. El tema se prestaba a hacer una defensa de la dignidad de la persona humana frente al poder del Estado o de fuerzas anónimas, en línea con lo que vienen repitiendo los últimos Papas –en especial, Pío XI, Pío XII y Pablo VI–. No es que el conferenciante no lo hiciera; pero prefirió trazar el esquema de lo que debería ser un Estado moderno. Sin pretender rebajar el tono docto y elevado de su disertación, quisiéramos, no obstante, llamar la atención sobre algunas de sus afirmaciones.

    Dijo que la misión de las asociaciones o cuerpos intermedios debía ser de tipo consultivo y de asesoramiento para el poder público, y, principalmente, para aplicar y hacer cumplir las normas emanadas del Gobierno; niega a dichos cuerpos la facultad de intervenir en la Cámara legislativa, la cual –dijo– debe estar constituida por partidos políticos (cuerpos intermedios ideológicos). Esta línea, de corte liberal, fue curiosamente matizada por el profesor de la lección, al afirmar que los distintos partidos políticos tendrían que disentir únicamente en cuestiones de matiz, pero no en lo esencial. A nosotros –que somos antiliberales–, se nos ocurre preguntar al conferenciante a cargo de quién estaría la misión de señalar las directrices fundamentales que deberían ser acatadas por los diferentes partidos. ¿Sería a cargo de la fuerza determinista de la Historia, o correspondería a alguna organización tecnocrática más o menos sinárquica? Si no fuera así, pedimos al conferenciante nos dé la solución dentro del marco neoliberal y ligeramente tecnocrático de su lección.

    Otras lecciones.– En una de ellas –«Socialización y educación»–, tanto por parte de su profesor, Don Ramón Fuster Rabé, como por algunos semanistas que le apoyaron, el clima de izquierdismo moderado fue ampliamente desbordado, atacando el derecho de la Iglesia y de los padres de familia en materia de educación, haciendo demagogia sobre la educación clasista, y defendiendo una especie de socialismo estatal de la enseñanza; todo ello, en total y absoluta contradicción con todas las Encíclicas y documentos de la Iglesia sobre dicho tema.

    Un semanista llegó a afirmar que Rusia había sabido resolver el problema de la educación clasista. Ciertamente no faltaron semanistas que defendieron con valentía la doctrina de la Iglesia y la enseñanza a cargo de las Órdenes Religiosas, invocando documentos pontificios; lástima que no hubieran hecho lo propio cuando lo que se atacaba en la sala eran otros puntos de doctrina. El Obispo Auxiliar de Valencia tuvo que llamar la atención al conferenciante y pedirle que cambiara algunos párrafos, si quería que su trabajo se incluyera en el volumen que se editará para recoger los trabajos de la Semana Social.

    En otra lección –«Trascendencia sobrenatural de la socialización»–, se hizo por parte de algunos la apología de las doctrinas del Padre Teilhard de Chardin, sin que se tuviera en cuenta las graves advertencias de la Sagrada Congregación del Santo Oficio sobre las ideas filosóficas y teológicas contenidas en las obras del referido Padre.

    En las lecciones citadas, y en otras varias, dominó siempre, con más o menos intensidad, un sonido monocorde, procedente siempre de la izquierda: no sólo por mostrar esta tendencia casi todos los profesores disertantes, sino también por la presión que en tal sentido ejercía sobre la sala una gran masa de asistentes.

    Consideración final.– Cualquier católico medianamente versado en Doctrina Social pontificia que, después de haber leído la maravillosa carta que Su Santidad Pablo VI envió a la Semana a través de su Secretaría de Estado, y hubiera asistido a varias sesiones de tal Semana, se hubiera quedado atónito al comprobar la disociación de ideas y clima existente entre ambas cosas.

    En vez de profundizar en la que nos parece idea central de la Carta vaticana –el peligro de la tecnificación, el peligro de una sociedad de masas, el hombre de hoy indefenso ante el poder del Estado absorbente y de fuerzas anónimas–, creemos que demasiados semanistas prefirieron gastar su pólvora en fácil demagogia, en aburridas estadísticas, en piruetas liberales, o proclamando –como hicieron el Reverendo Martí y el Señor Vilaseca– la necesidad del pluralismo religioso.

    Y, a propósito de ese pluralismo religioso, y sólo para contrastar la disociación que hemos apuntado en cuanto a «clima», queremos citar el penúltimo párrafo de la Carta de Su Santidad a la Semana Social. En él, el Papa Pablo VI, a través de su Secretario de Estado, menciona unas palabras de su Predecesor Pío XI, en la Encíclica «Quadragessimo Anno». Son las siguientes:

    «Todas las instituciones destinadas a consolidar la paz y promover la colaboración social, por bien concebidas que parezcan, reciben su principal firmeza del mutuo vínculo espiritual que une a los miembros entre sí… La verdadera unión de todos en aras del bien común se alcanza cuando todas las partes de la sociedad sienten íntimamente que son miembros de una gran familia e hijos del mismo Padre celestial».

    Desde luego, ya suponemos que la Carta del Papa fue conocida y hecha pública cuando todos los profesores de la Semana tenían sus temas listos y preparados. Pero es evidente que la Carta, en su contenido y en su espíritu, refleja exactamente la Doctrina Social Católica, como no podía ser de otro modo; algo muy distinto diríamos del contenido y espíritu de las lecciones, sin que sea atenuante de ello el hecho de haber recibido la Carta en el último momento, ya que la mayoría de los profesores disertantes, por sus cargos y estudios, deberían estar mucho más identificados con aquel espíritu. Es esto lo que queremos hacer constar en este artículo, invocando únicamente nuestra condición de católicos españoles, con muchos defectos, por supuesto; pero, eso sí, con un verdadero afán de sentir con la Iglesia.

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    Re: El orden socio-político corporativo tradicional (Francesc Tusquets)

    Fuente: Cruzado Español, Número 166, 15 de Febrero de 1965, última página.



    Liberalización del comunismo

    Por F. Tusquets


    En el Número 12 de «Cuadernos para el diálogo», correspondiente al mes de Septiembre del pasado 1964, aparece un artículo de Carlos M. Brú y R. Giannelli, titulado «Togliatti y el partido comunista».

    Empieza el artículo señalando el hecho de que en pocos meses hayan dejado de existir los dos líderes comunistas más destacados de la Europa occidental –Thorez y Togliatti–, y traza un breve contraste entre las circunstancias y características de cada uno de ellos.

    Pone a continuación de relieve las conocidas cualidades de cultura e inteligencia de Palmiro Togliatti, que, valiéndose de ellas, pudo tener una gestión destacada en la política interna italiana y en los rumbos generales de la actuación comunista mundial. Después de hablar del partido comunista italiano, de su ascenso electoral en 1963, y de su fuerza –ocho millones de votos, dos millones de miembros–, dice:

    «Partido enraizado, a lo largo de veinte años, en la vida corporativa y administrativa del país –sobre todo, en las esferas municipal y regional–; partido influyente en la programación económica y la organización sindical e incluso patronal; partido extendido a anchos y prestigiosos círculos intelectuales, científicos y artísticos –es de pensar que no todos simplemente «vendidos al oro de Moscú»–, y partido integrado hoy, a través de su participación dialéctica parlamentaria, en la vida y el desarrollo de la democracia italiana».

    Guste o no reconocerlo, parece innegable que esa participación democrática ha integrado las masas comunistas italianas en la vida de su país.

    Debido a lo cual –dice el articulista–, y por la parte que en ello tuvo Togliatti, resultaron naturales las atenciones del Gobierno Moro con la familia y correligionarios del recién fallecido. Ejemplares y reveladoras de auténtico espíritu cristiano fueron las oraciones de Su Santidad Pablo VI por Segni y Togliatti –ambos enfermos–. Y añade textualmente:

    «¡Qué lejos de estas actitudes, y, al tiempo, qué lejos de la conciencia actual, qué ahistóricos, me parecen los comentarios con sus farisaicas alusiones al “postrer perdón para el descarriado” y con sus enconados anatemas, no ya sólo contra el difunto y su obra, sino contra las mismas instituciones democráticas en que aquélla ha podido desarrollarse!».

    Se duele luego en el artículo del reproche que «ABC» hace a la democracia cristiana italiana, por no haber puesto fuera de la ley al comunismo de aquel país. Ya que en los regímenes parlamentarios europeos, lo más «fuera de la ley» vendría a ser la supresión, de golpe y porrazo, de un movimiento de opinión que engloba a una cuarta parte de los ciudadanos. No tiene que temer «ABC» la amenaza de una subversión comunista actualmente en Italia; si este peligro existió, fue en 1943, a la caída del régimen fascista, y precisamente a causa de haber estado el comunismo demasiado tiempo fuera de la ley. Pero, después de veinte años de democracia, el comunismo italiano está ya domesticado; la prueba de ello es que Togliatti pudo estrechar sus relaciones con los jerarcas comunistas de los demás países europeos, iniciando el concepto del «policentrismo socialista».

    Y termina así el artículo:

    «Policentrismo, esto es, autonomía y diversidad de los partidos y de los regímenes comunistas nacionales; integración de las masas obreras en la estructura democrática italiana, son, en lo exterior una, y en lo interior otra, dos notas características de la última etapa del político italiano fallecido. No destacar esos aspectos de entre los de su obra sería incurrir, por parte nuestra, no ya en una injusticia, sino, peor, en falta de realismo político.

    Si, según estupenda frase del español Emilio Romero, “el mundo liberal se socializa, y el mundo socialista se liberaliza”, debemos estimar, en cuanto valga, toda iniciativa que, procedente de uno y otro campo, favorezca ese doble y reconfortante diagnóstico».


    * * *


    Creemos haber resumido o extractado lo más esencial del artículo. A continuación, nos proponemos responder a algunas de las cosas que en él se dicen. ¿O es que no consiste en esto el diálogo?

    En primer lugar –vaya por delante–, nos parece muy bien que Su Santidad Pablo VI elevara sus oraciones por los dos políticos enfermos en aquel momento: Segni y Togliatti; es una obra de misericordia, que Dios nos manda a todos, el rezar por los vivos y por los muertos. La obligación de la caridad, alcanza para con todas las personas; no así para con sus obras o para con sus ideas, las cuales pueden y deben ser combatidas si son contrarias a la Ley de Dios.

    Estamos conformes con los articulistas sobre la fuerza del partido comunista italiano y su extensión a círculos selectos de artistas, científicos, intelectuales e incluso –añadimos nosotros– de financieros; y en que no todos están vendidos al oro de Moscú. Nosotros diríamos todavía más: que es posible que a algunos de ellos les cueste buenas sumas de dinero el hecho de ser comunistas.

    En cuanto a que el crecimiento del partido comunista italiano se deba a la persecución durante el periodo fascista, confesamos que ya no lo vemos tan claro; la prueba es que en el artículo se confiesa el gran crecimiento que ha tenido en 1963 –después de dieciocho años de domesticación democrática y de aprovechamiento de la libertad de actuación de que han venido disfrutando–. Nosotros –ingenuos y simplistas– creemos que no debe existir la libertad para el mal, y que el error no tiene derecho a nada.

    Hay algunos que afirman constituye una equivocación combatir al comunismo con disposiciones gubernativas, propugnando como única solución el cambio de las estructuras. Si dicho cambio se hace en un sentido social cristiano, podríamos estar conformes con la segunda parte, pero sin excluir la primera; ahora, si el cambio de estructuras se hace en sentido marxista, o socialista-tecnocrático, mucho nos tememos que, a la larga, realmente no sería necesario combatir al comunismo, porque ya lo habrían instaurado los «anticomunistas». Es como aquellos «católicos progresistas», que, buscando la unión con los protestantes, quisieran olvidar los dogmas de la Iglesia Católica, introduciendo una especie de libertad de pensamiento dentro del catolicismo.

    Hablar de integración de los comunistas dentro de la estructura democrática de un país occidental, es desconocer profundamente lo más elemental de la doctrina marxista y comunista: la relatividad de las verdades con sus continuos cambios, y el arma de la acción y el oportunismo. Todos los teóricos del comunismo coinciden en ello. De aquí, los cambios que están siempre dispuestos a hacer, aunque sea un retroceso táctico, o adoptando posturas pacifistas, pero siempre con el objetivo preciso de hacer triunfar la Revolución.

    Termina el artículo dando como bueno todo lo que favorezca el doble diagnóstico de «el mundo liberal se socializa, y el mundo socialista se liberaliza». De que el mundo liberal se socialice, no tenemos ninguna duda; ahora, que el mundo socialista se liberalice, ya no lo vemos tan claro. Pero, aun admitiendo como cierto el doble diagnóstico, no vemos la razón de alegrarse por ningún lado, pues «Cuadernos para el diálogo» es una revista que se nos presenta como católica, y sus redactores son hombres cultos, y les suponemos enterados de las Encíclicas pontificias en lo que atañe al socialismo y al comunismo. Quisiéramos, por tanto, recordarles que Su Santidad Pío XI, en la «Quadragessimo Anno», afirma que el socialismo, aun en su versión moderada, es incompatible con los dogmas de la Iglesia católica, porque su manera de concebir la sociedad se opone diametralmente a la verdad cristiana.

    Y en lo referente al doble diagnóstico, o sea, a los vasos comunicantes liberalismo-socialismo, el mismo Pío XI añade poco después, ponderando los gravísimos peligros de que «el padre de este socialismo educador es el liberalismo; y su heredero, el bolchevismo».

    Son definitivas las palabras del Papa.

    En cuanto a artículos como el que hemos comentado, y que nos presentan con tanta «objetividad» un comunismo tan humano, corren el riesgo de contribuir a aflojar las defensas anticomunistas, narcotizando a sus lectores. Puede que sus autores no sean conscientes de tal resultado. Nosotros, por nuestra parte, quisiéramos terminar dirigiéndoles unas preguntas, que hacemos extensivas al lector, como puntos de meditación.

    ¿Es que el comunismo se liberaliza, o es que el liberalismo se bolcheviza? ¿No será que ambos, liberalismo y comunismo, tienen un mismo origen anticristiano? Y, ¿el punto de convergencia hacia donde ambos se dirigen, no será la tecnocracia, denunciada como un peligro por Pío XII y Pablo VI?

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