España mi natura, Italia mi ventura, Flandes mi sepultura.
Atrás quedan tiempos de gloria, de honor, de patria o muerte y tiempos de ocaso para nuestros Tercios, que grabaron con el filo de sus picas y espadas, el tronar de sus arcabuces y mosquetes “la furia española”, la bravura de los hombres de Castilla, de Aragón y de tierras vascongadas, esos gritos de: ¡Santiago! y ¡Cierra España! que aún retumban por tierras de Europa, África o América donde los infantes españoles lucharon y quedaron inmortales ante el paso del tiempo, junto a las antiguas legiones romanas.
La grandeza y efectividad de los Tercios fue decreciendo con el paso del tiempo y con la llegada a la corona española de reyes ineptos y despreocupados de las tropas que tantos títulos, súbditos, riquezas y tierras les habían dado. Atrás quedaron reyes vinculados a sus hombres de armas como fueron el gran Carlos V y su hijo y sucesor Felipe II, que sin tener el carisma de su padre, fue un monarca “de buen hacer”. Con la llegada al trono de reyes como Felipe III y Felipe IV, despreocupados de los problemas que abatían al Imperio y a las tropas españolas que lo sostenían, establecidas en la interminable, desmoralizante y costosa guerra de Flandes, crearon una situación imperdonable, ya que yacían mal vestidos y alimentados, descuidados, y en las ocasiones en que permanecían ociosos se dedicaban al saqueo y al pillaje, provocando motines, en muchas ocasiones producidos por la falta o retraso en las pagas, la escasez de alimentos y las duras condiciones de vida.
Nuestros Tercios combatieron en África, Italia, Europa central, a lo largo de todo el Mediterráneo e incluso muchos de esos primeros tercios que estuvieron a las ordenes del “Gran Capitán”, cruzaron el inmenso mar del Atlántico en busca de fortuna y aventuras hacia el Nuevo Mundo, pero es en tierras flamencas, en tierras de Flandes, donde nuestros afamados Tercios sostenían a sangre y fuego los territorios que los Austrias se negaban a dejar en manos de protestantes y herejes flamencos, donde las guerras de religión y la ambición de una sola persona se llevaban hasta las mas terribles consecuencias y donde la sangre y el odio regaba unas tierras que tardarían en ver la paz.
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