La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.
Antonio Aparisi
ISABELLA DE FRANCIA, Reina de Inglaterra
image.jpg
Isabella de Francia
Conocida con el sobrenombre de "La Loba de Francia", la reina inglesa Isabella Capeto nació en París probablemente entre mayo y noviembre de 1295. Fue la penúltima de los hijos del rey Felipe IV de Francia, conocido como "el Hermoso", y de la reina Juana I de Navarra. Tres de sus hermanos ocuparon el trono francés: Luis X, Felipe V y Carlos IV. Su madre murió cuando la princesa era todavía muy joven. Isabel se crió en los alrededores del Castillo del Louvre y el Palais de la Cité en París. Fue atendida por Theophania de Saint-Pierre, su nodriza, quien le dio una buena educación y enseñó a leer, desarrollando la princesa amor por los libros.
Como hija de reyes, la joven tenía su destino marcado desde su nacimiento, que no era otro que servir como peón para los intereses políticos de Francia. Cuando era una niña, su padre concertó su matrimonio con el heredero de la corona inglesa, Eduardo, príncipe de Gales, con la intención de resolver los conflictos entre ambos reinos por los territorios de Gascuña, Anjou, Normandía y Aquitania. Sin embargo, el matrimonio fue retrasado por disputas sobre los términos del contrato matrimonial. El rey inglés, Eduardo I, trató de romper el compromiso varias veces para sacar provecho político y sólo después de su muerte se procederá a la boda.
Finalmente, la princesa francesa contrajo matrimonio con Eduardo II de Inglaterra en la ciudad de Boulogne-sur-Mer, el 25 de enero de 1308. En este momento la joven novia probablemente tenía doce años. La reina Isabella fue celebrada por su belleza. El cronista Geoffrey de Paris la describió como "la bella entre las bellas ... en el reino sino en toda Europa". Probablemente esta descripción no era simples halagos de un cronista adulador, ya que el padre y los hermanos de Isabel fueron considerados hombres muy guapos por sus contemporáneos, y su marido le regaló el sobrenombre de Isabella the Fair (la bella).
A pesar de ello, su hermosura no logró atraer lo suficiente a su marido, que prefería la compañía de su favorito de entonces, Piers Gaveston, casado con una sobrina de Eduardo, Margarita de Clare y había sido nombrado conde de Cornualles. La conducta de Gaveston durante la coronación de Isabel como reina de Inglaterra escandalizó a los nobles, puesto que hizo su aparición vestido en púrpura real en lugar de la ropa de oro propia de un conde, acaparando completamente la atención del rey, quién ignoró a su familia y a su hermosa esposa. Después se descubrió que Eduardo II le había regalado todo el oro y las joyas que había recibido como regalos de boda.
La reina escribió poco después a su padre asegurándole ser “la más desgraciada de las mujeres” pues el esposo que le había tocado en suerte era “un completo extraño en mi cama”. Pese a todo, la pareja pudo engendrar cuatro hijos - se sabe que la reina sufrió, por lo menos, un aborto-, entre ellos el futuro Eduardo III. En una ocasión, Eduardo llegó a abandonarla a su suerte en la peligrosa localidad escocesa de Tynemouth. Milagrosamente, Isabella logró escapar de las huestes de Roberto Bruce y llegar a las costas inglesas.
Piers Gaveston fue asesinado por dos soldados galeses que le atravesaron con sus espadas antes de decapitarlo. Eduardo II, al tener conocimiento de los hechos, reaccionó con furia en un primer momento, que terminó convirtiéndose en un frío odio y deseo de destruir a los asesinos de Gaveston. Diez años después, vengó su muerte al conseguir que el conde de Lancaster fuera ejecutado.
Después de la desaparición de Gaveston, Eduardo encontró un nuevo amante Hugo Despenser. Hugo se convirtió en su favorito, dominando la voluntad del rey y ganando un enorme poder en la corte, animado por su ambicioso padre y por su igualmente ambiciosa esposa Leonor de Clare, hermana de la viuda de Piers Gaveston. Hugo era tan vanidoso como Piers y más violento que él, ganándose el odio y el desprecio de la reina Isabella.
La situación en el país empeoró, puesto que la familia del nuevo amante del rey ejercían el poder de forma autoritaria. En 1321, embarazada de su hijo menor, Isabel le rogó dramáticamente a su esposo que desterrara para siempre del reino a Despenser. El rey exilió a Despenser pero en ese año lo reintegró a la corte. Esto, acabo por volver a la reina totalmente en su contra.
Isabella ayudó a Roger Mortimer a escapar de la Torre de Londres, donde su marido lo había encarcelado por oponerse a los Despenser en 1323. Los Despenser aprovecharon la creciente tensión diplomática con Francia, a la sazón gobernada por Carlos IV, hermano de Isabel, para acusar a la reina de espía. Parece ser que el propósito de Hugo Despenser, ya fuera por interés, por patriotismo o por amor, era conseguir la anulación papal del matrimonio de Eduardo.
En 1325, ansiosa por escapar de su marido y de la vigilancia a la que era sometida en la corte por parte del favorito Depenser, Isabella se ofreció a viajar hasta Francia para convencer a su hermano de devolver a Inglaterra las tierras que le había arrebatado y consiguió que dejaran salir del reino a su hijo, el príncipe Eduardo de Gales, con el pretexto de que era conveniente que rindiera homenaje al rey de Francia.
En Francia se reencontró con Roger Mortimer, convirtiéndose en su amante. Enterado de esto, el rey inglés exigió el retorno de su esposa. Pero el rey Carlos IV se negó a expulsar a su hermana de Francia. Isabel y Roger Mortimer abandonaron la corte francesa en el verano de 1326. Marcharon hacia la corte del conde Guillermo III de Hainault, cuya esposa era prima de Isabella. Hainault les dio la ayuda armada que necesitaban, a cambio del compromiso matrimonial de su hija Felipa con el futuro rey Eduardo III.
El 21 de septiembre de 1326, Isabella y Mortimer, al mando de su ejército mercenario, arribaron a las costas de Suffolk. Eduardo buscó apoyo tanto en los barones, como en las diferentes ciudades por las que el ejército invasor tendría que pasar, pero ahora la reina gozaba de gran popularidad al ser vista como la insatisfecha esposa de un desviado. Isabella fue capaz de saltar de ciudad en ciudad con un ejército extranjero totalmente equipado y conseguir nuevos adictos a su causa.
El rey había escapado poco antes hacia el oeste, buscando un apoyo que no encontraría en ninguna parte. Eduardo ofreció mil libras por la cabeza de Mortimer. Isabella respondió aumentando a dos mil la oferta, pero por la cabeza de Hugo Despenser. El otro individuo más buscado por los sublevados, Despenser el Viejo, huyó a Bristol donde se topó con el ejército de Isabella. Murió asesinado.
Eduardo y Hugo fueron finalmente capturados. Hugo trató de morir de hambre antes de su juicio, sin embargo, no tuvo éxito y fue encontrado culpable de alta traición y fraude. Se le condenó a ser colgado, desollado y descuartizado. Además fueron vaciadas sus entrañas y cortados sus genitales, y éstos quemados por haber separado al rey de la reina. Su cabeza fue puesta en una pica en la Torre de Londres.
A Eduardo le obligaron a abdicar a favor de su hijo en enero de 1327, pero como todavía era menor de edad, la reina quedó como regente. En la práctica, era el amante de la reina quien tenía el poder, nombrándose “Guardián de Inglaterra”. El ex rey Eduardo fue trasladado del castillo de Kenilworth al castillo de Berkeley, en la frontera con Gales, donde en general se cree que murió el 21 de septiembre de ese año, bien asesinado por un agente de Isabella y Mortimer o por causas naturales.
La rumorología popular decía que Eduardo II había sido asfixiado o estrangulado, incluso que murió asesinado de una forma extremadamente cruel y sádica, al introducirle por el ano un atizador al rojo vivo. Esta última versión no tiene fuertes fuentes contemporáneas para apoyarla. Algunos historiadores actuales argumentan que el rey escapó de prisión y vivió el resto de su vida en el exilio, pudiendo haber muerto en Italia hacia 1341.
Isabella y su amante cometieron los mismos errores que tanto habían criticado. Se rodearon de favoritos y cometieron todo tipo de arbitrariedades y excesos, Isabella solo hacía caso a su amor y su relación se hacía cada vez más evidente. Desde entonces, Isabella pasó de ser una pobre reina maltratada por su marido, a ser odiada por el pueblo y por su propio hijo, cansado de su actitud impúdica. Mortimer mandó decapitar al conde Edmundo de Kent, tío del joven rey Eduardo III, desatándose la ira del monarca. Por ello un año más tarde, encabezando a un grupo de fieles, el rey entró en las estancias de su madre apresando a Mortimer. Pese a los ruegos y lágrimas de Isabella por la vida de su amante, Mortimer fue enjuiciado por traición y ejecutado en la horca en 1330.
La reina fue confinada en el castillo Rising en Norfolk. A pesar de haber estado obligada a entregar la mayor parte de sus tierras después de haber perdido el poder, en 1331 le fue reasignada una renta anual de 3000 libras, que aumentó a 4000 seis años después. Isabella llevó un estilo de vida caro en su corte de Norfolk y recibió a embajadores, emisarios y cortesanos de todo tipo, entre los cuales se encontraban varios de los descendientes legítimos de Roger Mortimer. En 1342 hubo sugerencias de que podría viajar a París para participar en las negociaciones de paz, pero con el tiempo este plan fue anulado. También fue designada para negociar con Francia en 1348 y participó en las negociaciones con Carlos II de Navarra en 1358.
Cuando David II de Escocia fue hecho prisionero por Eduardo III en 1346, Isabella se reunió con su hija Joan (conocida popularmente como Joan de la Torre, por las visitas que hacía a su esposo), que cuidaría de ella hasta el final. El rey y sus hijos a menudo la visitaban. Ella adoraba a sus nietos, entre ellos Eduardo, el llamado Príncipe Negro y heredero de la Corona. Ella seguía interesada en las leyendas artúricas y en las joyas. En 1358 se presentó en las celebraciones del Día de San Jorge en Windsor con un vestido de seda, plata, 300 rubíes, 1800 perlas y un anillo de oro.
A medida que se fue haciendo mayor, se mostró más interesada en la religión, visitando varios santuarios. También pudo haber desarrollado un interés en la astrología o la geometría hacia el final de su vida, recibiendo varios regalos relacionados con estas disciplinas. Isabella Capeto murió, después de tomar el hábito de clarisa, el 22 de agosto de 1358 a los 67 años de edad. Fue sepultada en la iglesia franciscana de Newgate. Su hijo desencadenó una guerra contra Francia por los derechos dinásticos que ella representaba, la llamada Guerra de los Cien años.
MUJERES DE LEYENDA: ISABELLA DE FRANCIA, Reina de Inglaterra
La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.
Antonio Aparisi
La Guerra de los dos Pedros
image.jpg
El primer tramo de la frontera castellano-aragonesa quedó fijado a la muerte de Alfonso I el Batallador, entre 1135 y 1137 [v. mapa 59], correspondiendo con la "extremadura" soriana. A partir de allí, el resto de la línea fronteriza fue pactado [v. mapa 56].
Cuando Pedro I de Castilla y Pedro IV de Aragón se enfrentaron entre 1356 y 1369, no estaban en juego tierras que pudieran afectar a la integridad del reino aragonés. La "guerra de los dos Pedros" constituyó un episodio más de otra de más ancho alcance geográfico y de mayor duración, la "guerra de los Cien Años", dirimida fundamentalmente entre Francia e Inglaterra. Aragón y Castilla formaron parte de ella como aliados de aquéllos, aunque en realidad los motivos para este enfrentamiento peninsular fueron otros.
A mediados del siglo XIV, Castilla soportaba un profundo enfrentamiento social, cuyos bandos tenían como líderes al rey Pedro I de Castilla y a su hermano bastardo Enrique de Trastámara, pretendiente al trono castellano, respectivamente. Pedro IV de Aragón apoyó a Enrique, que, a su vez, contó con la ayuda francesa, personificada en Beltrán Duguesclin y sus famosas compañías.
El monarca aragonés tenía dos objetivos en esta lucha: incorporar el reino de Murcia a la Corona de Aragón -aspiración que data de tiempos de Jaime I, en el siglo XIII- y dominar el Mediterráneo occidental frente a Castilla y su aliada, Génova.
La guerra, muy cruenta, abarca de 1356 a 1365, porque su prolongación, entre 1365 y 1369, fue más bien entre el monarca castellano y su hermano, que acabó por destronarlo (1369). El escenario principal estuvo en las zonas limítrofes de ambos Estados, pero, como puede verse en el mapa, el reino de Aragón soportó la peor parte. Ciudades como Teruel estuvieron varios años en poder castellano. Las alternativas se sucedieron, como la tregua de 1357, la paz de Terrer (1360) y el incumplido tratado de Murviedro (1363) El resultado para Aragón, ineficaz.
http://ifc.dpz.es/webs/ubieto/fichasubieto/65.html
Última edición por Michael; 23/06/2013 a las 03:29
La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.
Antonio Aparisi
Actualmente hay 1 usuarios viendo este tema. (0 miembros y 1 visitantes)
Marcadores