Re: Guerra de los Cien Años
Por supuesto, Francia no estaba de acuerdo, por tanto invocaron la Ley Sálica, que impedía la transmisión de la corona a través de la línea femenina, y por ello decidieron que la corona recién abandonada por los Capetos pasara al hermano menor de Felipe el Hermoso (y tío de Luis X, Felipe V y Carlos IV): Carlos de Valois. Pero corría 1328, y Carlos había muerto tres años antes. De ese modo, correspondió según la teoría francesa coronar al hijo de éste, Felipe de Valois, bajo el nombre real de Felipe VI. Este fue el primer monarca de la dinastía Valois, que reinó en Francia sin que Eduardo III pudiese hacer nada para evitarlo.
Ahora, correspondía que Eduardo rindiera (y pagase) homenaje al orgulloso Felipe por sus exiguas posesiones, las pocas que aún conservaba en Francia.
Homenajes y refugiados
A Eduardo III no le parecía lógico pagar a Felipe un homenaje por tierras que habían pertenecido a sus antepasados desde hacía siglos y que él mismo tenía el derecho de su parte para ser soberano de Francia. Se veía como un Rey derrocado en Francia al que se obligaba además a pagar tributo al usurpador por el uso de sus propios territorios. La situación no podía durar.
Encontró por fin el modo de dañar a Felipe: uno de los parientes del rey francés, Roberto de Artois, se había rebelado, y Eduardo lo acogió como a un hermano en su corte inglesa. La reacción de Felipe VI fue inmediata: en un golpe de mano rápido y perfecto, invadió y se anexionó la región de Gascuña, propiedad de Eduardo. Eduardo respondió reclamando, por enésima vez, su derecho a ocupar el trono de París.
La guerra interminable
Miniatura de la batalla de Sluys, en las Crónicas de Jean Froissart.
Una vez iniciadas las hostilidades (ya en toda regla, no como simples escaramuzas), la suerte de ambos bandos fue fluctuante y pendular.
Al principio, los ingleses de Eduardo efectuaron unas muy importantes operaciones terrestres en 1339 y 1340, y obtuvieron además una gran victoria naval en Sluys.
Eduardo utilizaba una táctica copiada de sus enemigos (la chevauchée). Atacaba la campiña desprotegida en sitios donde las tropas francesas eran débiles o estaban ausentes, y se adueñaba de ella. Mataban salvaje y cruelmente de manera indiscrininada a hombres y mujeres, adultos y niños, laicos y seglares, violaban a mujeres y niñas, incendiaban, saqueaban y robaban las posesiones de los campesinos. Al ser estos parte de una sociedad de tipo feudal, se sobreentendía que era responsabilidad y obligación de Felipe de Francia protegerlos contra estos salvajes ejércitos extranjeros. De este modo, además de hacerse con tierras, suministros y prisioneros, Eduardo socavaba la autoridad de Felipe ante los ojos de su pueblo campesino.
En 1346 los franceses entablaron batalla con Eduardo en Crecy y en 1356 con su hijo el Príncipe Negro en Poitiers. Ambos combates concluyeron con sendas y resonantes victorias inglesas, en la segunda de las cuales los ingleses se garantizaron una mejor posición de fuerza en las negociaciones posteriores al sorprender y capturar al rey Juan II de Francia (que había sucedido a su padre Felipe en 1350), y a un gran número de nobles y caballeros. Prisionero el monarca, los franceses se vieron obligados a ceder y firmar el Tratado de Brétigny (1360), que devolvía a Eduardo III todas sus posesiones originales salvo Normandía.
El contraataque
Tras la victoria inglesa en la batalla de Sluys Francia decidió aplicar las mismas tácticas navales. Comenzaron entonces, a partir de 1360, a hacer rápidas y devastadoras incursiones contra la costa meridional de Inglaterra, que culminaron en el saqueo e incendio de Winchelsea. Pronto se aficionaron a este tipo de operaciones, y los ataques anfibios se convertirían en la pesadilla de las guarniciones y población civil inglesas costeras por lo menos hasta 1401. Descubrieron además que Eduardo comenzaba a hacer regresar sus tropas para defender sus islas, por lo que los campesinos franceses empezaban a ver disminuir las espantosas chevauchées británicas.
Así, los pocos ingleses que aún recorrían la campiña francesa se vieron obligados a retroceder progresivamente en medio de las tierras secas y arrasadas que los franceses dejaban a sus espaldas. Muchos murieron de hambre y enfermedades (principalmente disentería y escorbuto), y nunca se volvieron lo suficientemente fuertes como para plantar cara a los defensores de Francia.
A pesar de la victoria en su propio país, Francia pagó muy cara la expulsión del invasor en esta etapa de la guerra. Mandaba las acciones el delfín Carlos (más tarde coronado como Carlos V). Su condestable, el ambicioso e inteligente Bertrand du Guesclin, le aconsejó no enfrentarse, sino recurrir a una política de hostigamiento de las columnas inglesas en retroceso, dejando ante ellas solamente tierra arrasada. Esta prefiguración de la táctica de von Clausewitz implicó, entonces, que los campesinos y civiles franceses vieran sus tierras, antes quemadas por los invasores, nuevamente arrasadas y destruidas, esta vez por sus propios protectores, con el afán de "salvarlas".
La guerra alcanza su mayor extensión en esta época, al rebasar por primera vez los límites de Francia. Así, en 1367, los ingleses del Príncipe Negro auxilian a Pedro I de Castilla en la Batalla de Nájera, mientras que su hermanastro Enrique recibe la ayuda de caballeros franceses dirigidos por el propio Bertrand Du Guesclin. La victoria final de Enrique en la guerra civil castellana brindará a Francia un poderoso aliado en el plano naval (cuya hegemonía había correspondido hasta entonces a Inglaterra de forma indiscutida) que destruye la escuadra inglesa en La Rochelle y saquea o incendia numerosos puertos ingleses (Rye, Rotingdean, Lewes, Folkestone, Plymouth, Portsmouth, Wight, Hastings) entre 1377 y 1380, año en que el almirante castellano Fernando Sánchez de Tovar llega incluso a amenazar Londres. De forma paralela, Du Guesclin protagoniza varias incursiones en Bretaña, cuyo rey se había aliado con Inglaterra.
La suerte cambia de bando
Inglaterra quiso, entre 1360 y 1375, retomar la voz cantante y la iniciativa de una guerra que la estaba devorando, pero la suerte había cambiado de bando y favorecía ahora a los franceses.
Los estrategas ingleses Sir Robert Knolles, en 1360, y Juan de Gante en 1363 formaron cuerpos expedicionarios que atacaron el continente, pero fueron masacrados por los defensores franceses.
El rey Eduardo había muerto, y su sucesor, Ricardo II de Inglaterra, volvió a sufrir la maldición que había perseguido a todos los reyes niños: tensiones políticas, convulsión social, una fiera lucha por la sucesión o al menos la regencia, todo ello envuelto en el espantoso caos de una guerra internacional que amenazaba con extenderse a Europa entera.
Depuesto Ricardo por iniciativa de su primo Enrique de Lancaster en 1399, los vientos de guerra rotaron 180º una vez más. Hacía una generación entera que Inglaterra sólo sufría derrotas frente a Francia, pero de pronto los desembarcos en las islas comenzaron a ser rechazados y los ingleses invadieron Francia con moderado éxito en tres oportunidades: en 1405, 1410 y 1412.
Enrique de Lancaster fue coronado como Enrique IV de Inglaterra luego del derrocamiento de Ricardo II, y su hijo, Enrique V, sería el encargado de llevar la guerra nuevamente al corazón de Francia.
Enrique V
Enrique V de Inglaterra
Artículo principal: Enrique V de Inglaterra.
Nombrado caballero dos veces, Enrique se mostró desde muy joven como un jefe confiable, decidido, experto en táctica y organización logística y muy frío y racional. Si se considera que los estrategas franceses estaban mandados por un rey inestable, Carlos VI, de escasa personalidad, enfermo, desorganizado y propenso a frecuentes ataques de demencia, es fácil comprender las ventajas de que gozaron las tropas de Enrique.
Los nobles franceses se habían dividido en dos facciones que disputaban entre sí y acorralaban a Carlos: los partidarios de la casa de Armagnac contra los de la casa de Borgoña. Las virtudes de Enrique como general y gobernante así como esta división interna de los franceses llevarían a estos últimos al desastre de 1415. A la edad de 12 años (en 1399), el futuro Enrique V fue nombrado caballero por primera vez en un campo de batalla irlandés por Ricardo II, que lo había tomado como rehén para garantizar el buen comportamiento del padre de Enrique. El solo hecho de que un rey rival de su familia, que sería asesinado por su padre, lo armase caballero en un campo de batalla y con sólo doce años, demuestra a las claras el coraje y la bravura que el joven Enrique demostró desde muy niño.
Más tarde, muerto Ricardo y un día antes de la coronación de Enrique IV, el nuevo monarca llamó a su hijo, que al día siguiente se convertiría en Príncipe de Gales, y lo nombró caballero por segunda vez. Este brillante joven conduciría la guerra en Francia.
Enrique contra Escocia y Gales
Ya en vida de su padre, Enrique debió hacerse cargo de difíciles operaciones militares. En 1400 prestó servicio contra los escoceses y algunos meses después se le ordenó reducir la rebelión de Owain Glyndwr, un noble galés que se atribuía el derecho a ser Príncipe de Gales.
Fue estudiando a los enemigos galeses (en 1402) y Enrique aprendió a utilizar las tácticas guerrilleras que tan rendidos servicios le prestarían más tarde. Estaba, además, bajo la supervisión de sus dos maestros de estrategia, genios militares ambos: Harry Hotspur y Thomas Percy, conde de Worcester, parientes entre sí. Durante ese mismo año y el siguiente Enrique se vería forzado a enfrentarse a los dos en combate, y se demostraría capaz de vencerlos. En 1403 los dos maestros traicionaron al Joven Enrique y a su real padre y se aliaron con Glyndwr. En una épica marcha forzada, Enrique consiguió evitar que Hotspur y Percy unieran sus tropas con las del galés y los derrotó en Shrewsbury. El príncipe en persona mandó el ala izquierda de su ataque en aquella oportunidad. Shrewsbury fue su verdadero bautismo de fuego (donde murió su mentor Hotspur) y también su bautismo de sangre, ya que Enrique recibió una flecha en pleno rostro. Sin embargo, siguió luchando hasta el fin del combate con el astil sobresaliéndole de la cara.
La guerra contra Gales duró todavía cinco años más, pero el joven no participaría en ninguna otra batalla. Los combates campales no eran comunes en esos tiempos, y las guerras se desarrollaban principalmente en base a sitios de ciudades, asedios de castillos y saqueos de zonas productivas habitadas solo por la población civil.
Enrique V, coronado
Enrique IV falleció en 1414, dejando el trono a su muy capaz primogénito. Así llegó al trono un Enrique V con 26 años, veterano de dos campañas internas, herido en acción, experto en táctica, alumno de los mejores maestros e inteligente a grado extremo.
El nuevo rey comprendió de inmediato que, derrotados los enemigos Escocia y Gales, tenía que volver su atención hacia Francia de inmediato, o Inglaterra sería aplastada. Rodeándose de hombres adictos y capaces, se dispuso entonces a hacer la guerra en territorio del rey francés.
Apenas coronado, Enrique intentó, pese a todo, evitar la guerra con Carlos VI. Le ofreció casarse con la hija de aquél y tratar de resolver el problema de las posesiones inglesas en Francia sin derramamiento de sangre. Mientras negociaban, ambos monarcas armaban grandes ejércitos en previsión de una traición o rotura de las conversaciones que condujera a un conflicto bélico. Las tentativas de paz se rompieron por fin en la primavera de 1415 y Enrique decidió ejecutar su plan: una invasión en toda regla del reino francés.
Su ejército estaba compuesto de 8.000 caballeros, 2.500 soldados de otras categorías, 200 artilleros especialistas, 1.000 hombres de servicios y apoyo y 10.000 caballos. Para cruzar el Canal de la Mancha se necesitó una gran flota de 1.500 buques (aunque algunos autores mencionan sólo 300), que Enrique había mandado construir, confiscar o comprar.
Los ingleses salieron de Southampton el 11 de julio y desembarcaron en el estuario del Sena dos días más tarde.
Luego de poner sitio y conquistar Harfleur, Enrique marchó hacia Calais, partiendo de la primera ciudad el 8 de octubre, con su ejército debilitado por una grave epidemia de disentería.
Pero los franceses no estaban ociosos: el anciano mariscal francés Duque de Berry, recibió la orden de interceptar a Enrique, mientras las tropas de Carlos VI se establecían en Saint-Denis y las del mariscal Boucicault se preparaban en Caudebec, 48 km al este de Harfleur. Por el otro lado, el condestable Carlos d´Albret vigilaba el estuario del Sena.
Los ingleses, que deseaban cruzar el Somme, descubrieron con horror que estaban quedándose sin vituallas, por lo que Enrique decidió dirigirse hacia Pont St. Remy y hacer noche frente a Amiens.
El día 21 de octubre los ingleses se pusieron en marcha hacia la pequeña aldea de Agincourt, donde se enfrentaron con el grueso del ejército francés en la madrugada del 25 de octubre de 1415.
La batalla, trascendental para la Guerra de los Cien Años, se desarrolló en tres fases:
Fase I
Los ingleses avanzan, atravesando la tierra de nadie de 1 km que los separa de los franceses. Los arqueros ingleses lanzan una lluvia de flechas sobre las posiciones francesas.
Los ballesteros franceses responden al ataque. La caballería ataca por ambos flancos, pero muchos caballeros no llegan a tiempo de ocupar sus posiciones. Las monturas chocan contra las estacas que los arqueros ingleses han colocado para protegerse, arrojando al suelo a sus jinetes, que son masacrados.
Fase II
Derrotada su caballería, la infantería de Carlos intenta asaltar el centro inglés.
Los arqueros ingleses reaccionan «canalizando» al enemigo hacia donde se encuentran las unidades más fuertes de la infantería propia; los franceses caen en la trampa.
En la melée de infantería, los arqueros ingleses matan a muchísimos franceses, disparándoles a corta distancia.
En medio del intenso combate, Enrique V recibe un golpe de maza en el casco, que abolla el acero y le arranca los adornos. De no haberlo llevado colocado, hubiese perdido la vida.
Los infantes y caballeros ingleses (ahora a pie) se mueven con mayor rapidez que los franceses, impedidos por sus pesadas armaduras. Los franceses se convierten en víctimas fáciles y son obligados a retroceder.
Fase III
Luego de escasa media hora de combate, la victoria inglesa es total. Los de Enrique poseen ahora incontables prisioneros, y calculan anhelantes los suculentos rescates que recibirán.
A primera hora de la tarde, sin embargo, Enrique toma una decisión que ha sido cuestionada por todos los historiadores posteriores. Al recibir noticias de que su campamento había sido atacado, ordena la matanza de todos los prisioneros, que son atacados con hachas por sus guardianes y asesinados en escasos minutos.
Un éxito inútil
La increíble victoria de Enrique contra un enemigo que lo duplicaba en número no pudo, sin embargo, ser aprovechada por el rey inglés. Enrique no poseía alimentos ni pertrechos para continuar la campaña inmediatamente, por lo que retrocedió hasta Calais para embarcarse hacia Inglaterra. Las tropas desembarcaron en Dover el 16 de noviembre. De haber podido continuar hasta París y autocoronarse rey, es probable que la Guerra de los Cien Años hubiese terminado antes del fin del invierno. Sin embargo, continuaría por otros 38 años.
En 1420, el vencido Carlos VI se vio obligado a aceptar el Tratado de Troyes, que deshacía los términos del Tratado de París, casaba a Enrique V con la hija de Carlos y reconocía al monarca inglés como heredero al trono francés tras la muerte del rey.
La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.
Antonio Aparisi
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