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Tema: Historia contemporánea de la Iglesia en Francia (1817-1950): persecuciones, etc.

  1. #1
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    Historia contemporánea de la Iglesia en Francia (1817-1950): persecuciones, etc.

    En tres etapas se puede dividir este periodo (1817 - 1950) en Francia:

    el primero es de restauración, caracterizado por varios cambios políticos y la lucha por la libertad de enseñanza; corre hasta 1850;

    el segundo comienza con el segundo imperio, en que católicos, liberales y ultramontanos o tradicionales luchan por implantar sus tendencias; con las violencias de la Commune se inaugura una era de persecuciones, en que las víctimas son las congregaciones religiosas: se llega hasta la separación entre la Iglesia y el Estado; corre hasta la I Guerra Mundial;

    el tercero fue de resurgimiento religioso, por una parte, y de restablecimiento de relaciones con la Santa Sede, mientras por otra los partidos políticos y sobre todo el socialismo preparan las ruinas de Francia en la última guerra mundial.

    1. Restauración.

    A. Concordato.

    Grandes literatos como Chateaubriand, con su Genio del cristianismo y Felicitas Lammenais, con su Essai sur l’indifférence en matière de religion, prepararon el ambiente ideológico en favor del catolicismo, mientras se notaba ya un retoñar de institutos religiosos. Por otra parte, Luis XVIII, al subir al trono, trató de poner remedio y orden en el caos producido; inmediatamente entabló negociaciones con el papa, que dieron por resultado el concordato de 1817. Tenía como base el concordato de Francisco I (siglo XVI): restablecimiento de las antiguas sedes, supresión de los artículos orgánicos, etc. Era demasiado retroceder....

    El concordato llegó a firmarse por el rey; pero los decenios del pasado libertinaje revolucionario habían dejado honda huella y el pueblo no se avenía a las vías de fuerza por las que entraba el nuevo régimen. El concordato fracasó por la oposición de las Cámaras, y la Iglesia de Francia se organizó a base del concordato napoleónico; las diócesis se fijaron en 80, se establecieron seminarios y cabildos y se admitieron algunas Congregaciones religiosas. Pero también revivió el galicanismo con sus libertades galicanas.

    Carlos X (1824-1830) dictó una serie de disposiciones de carácter marcadamente católico, aunque de tonos absolutistas e intransigentes, por lo cual se desencadenó la furia de los revolucionarios. Tales fueron la ley de prensa y la llamada ley del sacrilegio a favor de los bienes eclesiásticos. El odio político atacó primero a la religión como patrocinada por el Estado y sus primeras víctimas fueron los eclesiásticos. Inauguró la campaña el conde Montlosier en 1825, publicando una serie de artículos, en que pintaba a los jesuitas como pérfidos e ilegalmente restablecidos; después los denunció ante los tribunales reales y ante las Cámaras.


    B) Libertad de enseñanza, etc.

    El liberalismo se instaló en el gobierno con el ministro Martignac. Desde entonces la lucha versa alrededor de la enseñanza. Su primer resultado fue excluir a los jesuitas de la misma. También a toda enseñanza de los religiosos se le pusieron varias trabas; sus alumnos no podían pasar de 20.000, y los directores tenían que ser aprobados por el rey.

    Con el ministerio de Polignac se produjo una reacción; pero ciertas medidas como la supresión de la libertad de prensa, provocaron la revolución de julio de 1830. Carlos X fue destronado y ocupó el trono de Francia Luis Felipe (1830-1848), hijo de Felipe Igualdad. Las pasiones sectarias se desfogaron contra la iglesia; se apedrearon procesiones, se derribaron cruces, se saquearon iglesias. Pero estas pasiones fueron calmándose y Luis Felipe se fue acercando a la Iglesia.

    Por otra parte, la reacción católica fue consoladora, constituyendo la segunda etapa más pujante de la restauración católica. Entre las figuras más salientes destaquemos a Montalembert y Alfredo Faloux, como escritores; a los conferencistas de Notre Dame PP. Lacordaire, O. P; Ravignan y Félix, S. I. y a los hombres de acción, como Rozaven, Dupanloup y Ozanam.

    Bajo la dirección de Felicitas de Lammenais se fundó el periódico L’Avenir. Los principales colaboradores fueron Montalembert, Lacordaire, Gerbert, Salinis y Rohrbacher. Su lema era la emancipación de la Iglesia, la emancipación social y política del pueblo, la emancipación cristiana de los pueblos. La Iglesia debía arrojar el yugo del Estado. El periódico obtuvo un éxito extraordinario, debido a su audacia en el ataque y a la destreza de las plumas de sus redactores; pero, por desgracia, se metieron por terrenos vedados. Para libertar a la Iglesia, patrocinaban la separación entre la Iglesia y el Estado, la libertad de enseñanza, de prensa, de conciencia.


    c) Liberalismo católico.

    Este liberalismo católico era peligroso y erróneo. Lamennais veía en la separación entre Iglesia y Estado el mejor medio de liberación. Ante tales ideas, Gregorio XVI se vio en la precisión de condenar el periódico L’Avenir, como lo hizo el 15 de agosto de 1832 por la encíclica Mirari Vos, en que exponía los peligros del indiferentismo religioso. Los dirigentes en general se sometieron; pero Lamennais apostató poco después, hasta caer en una forma de panteísmo, y fue personalmente condenado el 22 de junio de 1834 por la encíclica Singulari Nos.

    En el programa de L’Avenir había un punto capital que desde 1840 a 1850 pasó a primer plano: era la cuestión de la enseñanza, cuyo monopolio lo tenían las universidades. Desde 1831 el ministro Guizot se propuso la reforma. Por ley de 28 de julio de 1833 se suprimía el monopolio en las escuelas primarias. Desde 1840 los católicos emprendieron una campaña a fondo por la libertad de enseñanza. Apareció bajo la dirección de Rohrbaecher un libro intitulado Le monopole universitaire dévoilé. También el jesuita Deschamps publicó su Le monople universitaire destructeur de la religion. El periódico Le Correspondant y LouisVeuillot en L’Univers intensificaronla lucha. Pero la universidad y los ateos desviaron en parte la agresión, atacando a su vez a los jesuitas. Eugenio Sué lanzó al público su novela Le juif errant. El P. Ravignan salió en defensa de sus hermanos con su obra De l’existence et de l’Institut des jésuites.

    Con estas polémicas el partido católico cobraba cohesión y fuerza. También el episcopado formó bloque: el obispo de Langres, Mons. Parisis, se distinguió por su ardor. Prelados y eclesiásticos tenían a honra verse citados ante los tribunales por tan gloriosa causa. El adalid católico Montalembert y el liberal Dupin se enfrentaron en las Cámaras; pronto entró en escena también el ardoroso sacerdote Dupanloup. Con esta campaña el Consejo de Instrucción quedó modificado; el edificio del monopolio se resquebrajaba. Al caer el ministro Villemain, el curso de Quinet en el Colegio de Francia fue suspendido. Sine mbargo, el nuevo proyecto general de 1847 volvió a poner restricciones a la enseñanza libre. Y es que, como dice De la Gorce, tanto los consejeros como las Cámaras creían ver en la Universidad el espíritu del progreso moderno y en las Congregaciones docentes las ideas retrógradas. En 1843 solo había en las Cámaras un representante de la enseñanza libre, Montalembert; en 1846 eran ya 146 miembros.

    La revolución de 1848, que trajo primero la II República y al poco tiempo el II Imperio con Napoleón III, no era sectaria. Al contrario, al subir Luis Napoleón a la presidencia en 1849, se apoyó en el partido católico y llamó al ministerio de Instrucción a Falloux, quien presentó el proyecto de libertad en la enseñanza secundaria. La discusión la llevaron Dupin por la Universidad y Dupanloup por la enseñanza libre. El proyecto fue votado; fue la famosa ley Falloux...

    Última edición por ALACRAN; 14/01/2019 a las 20:01
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    Re: Historia contemporánea de la Iglesia en Francia (1817-1950): persecuciones, etc.

    2. El Imperio. Napoleón III

    El primer choque de la revolución de febrero de 1848 había costado la vida al arzobispo de París, mons. Affre, quien valientemente salió en medio de las barricadas como medianero de paz. El general Cavaignac triunfó de la revolución.

    Luis Napoleón subió a la presidencia, y en 1852 inauguraba el II Imperio con el nombre de Napoleón III (1852-70). Apoyado en el partido católico, al principio hizo Luis Napoleón una serie de concesiones: en 1848 intervino en favor del papa desterrado en Gaeta; en 1850, pasó la ley Falloux y favoreció el desarrollo de los institutos religiosos y de la enseñanza católica.

    Al amparo de esta paz, los obispos pudieron celebrar sus concilios, como el de París, el de Reims, el de Tours y tomar una serie de providencias que impulsaron la restauración y reorganización de los seminarios. En esta época de florecimiento, que sigue pujante a la restauración del Imperio, surge una floración de institutos religiosos de enseñanza y para las misiones. En estos sectores Francia va con mucho a la cabeza en la Edad Moderna. Nombremos al arzobispo de Reims, cardenal Gousset y al arzobispo de Burdeos, cardenal Donnet, como directores de este resurgir.

    Pero en el campo político, después de votada la ley Falloux, los católicos se dividieron en dos ramas; los católicos liberales, con Montalembert y Falloux, a quienes sostiene también Dupanloup; y los ultramontanos, con Louis Veuillot, Mons. Pie y Dom Guéranger. Esta escisión apareció en la discusión misma de la ley y se acentuó en la cuestión política que ofrecía el nuevo régimen implantado en 1852. Los católicos liberales se opusieron tenazmente al nuevo régimen en gracia de las libertades, mientras los ultramontanos con Veuillot se adhirieron francamente. Los partidarios del régimen en L’Univers y los contrarios en Le Correspondant se atacaban sin piedad. Pero Montalembert va acentuando las ideas de la escuela liberal, hasta llegar en el Congreso de Malinas de 1863 a la fórmula de Lamennais, condenada por Pío IX: “la Iglesia libre en el Estado libre”.

    Pero Luis Napoleón cuando creyó que no necesitaba ya del apoyo católico, adoptó medidas vejatorias contra la Iglesia, como después de la guerra contra Austria en 1859. En su afán de reducir al papa a la impotencia dejó libres las manos a Cavour para que consumara su iniquidad en Italia, aunque públicamente, cediendo a la presión de los católicos, aparecía como el protector del Pontificado. Las Órdenes religiosas seguían vejadas, y en 1864, al publicarse el Syllabus, permitió que la prensa se desbocará contra Roma. En 1870 se lanzó a la guerra contra Prusia y la batalla de Sedán decidió la suerte del II Imperio francés...

    (continúa)

    Última edición por ALACRAN; 14/01/2019 a las 20:08

  3. #3
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    Re: Historia contemporánea de la Iglesia en Francia (1817-1950): persecuciones, etc.

    3. Tercera república

    a) Primeras persecuciones.

    Al terminar esa desastrosa guerra, se desencadenó la furia demagógica y por algún tiempo, desde marzo a mayo de 1871, dominó la Commune de Paris con su furor anticlerical, que costó la vida al arzobispo Darboy y a unos 50 sacerdotes y religiosos, de los cuales varios han sido beatificados.

    Sofocada la revolución, la asamblea nacional, compuesta en sumayoría de católicos, eligió como presidente a Thiers (1871-73), quien manifestó sus simpatías por Pío IX, pero indicó su imposibilidad de ayudarle eficazmente.

    Bajo la presidencia de Mac Mahon y con el ministerio duque de Broglie, los intereses católicos prosperaban. Se permitió la construcción de Montmartre en Paris, se crearon los capellanes castrenses, se otorgó la facultad de erigir universidades libres con derecho de conferir grados por medio de un jurado mixto, compuesto de miembros de la Universidad del Estado y de la libre (1873-75).

    Pero, desgraciadamente los católicos andaban desunidos en la cuestión del poder temporal del papa y en la del régimen en Francia; el fracaso del conato por restaurar la monarquía en el conde de Chambord repercutió contra los católicos, y se recrudecieron las medidas hostiles a la Iglesia.

    El triunfo de Leon Gambetta en 1879, con su lema “Le clericalisme, voilá l’ennemi” marca el comienzo de las persecuciones religiosas en la III república; en 1880 se votó la ley Ferry contra la enseñanza de las Congregaciones religiosas, y en particular contra la Compañía de Jesús, a la que Ferry injustamente presentaba como extranjera en sus ideas y mandos y, por tanto, peligrosa para la patria y como no reconocida oficialmente.

    Mons. Freppel, obispo de Angers, protestó enérgicamente contra tales calumnias; con todo se decretó la expulsión de los jesuitas, y después se dio otro decreto obligando a los demás institutos a pedir al gobierno autorización para existir. El revuelo fue enorme: la mayor parte de las Congregaciones de hombres fueron disueltas fuera de los cartujos y trapenses. Más de 200 magistrados dimitieron en protesta.


    b) Escuela laica. Ralliement. Leyes vejatorias.

    Pronto empezó la campaña por la instrucción obligatoria, gratuita y laica, tres cualidades que, pérfidamente, se eslabonaron. Era preciso comenzar por desterrar de la enseñanza a los religiosos y eclesiásticos. Prácticamente era tarea difícil, pues más de la mitad de los maestros eran religiosos: de 63.510, eran religiosos 39.401. Sin embargo, la ley pasó en 1886. Fue un rudo golpe para la Iglesia de Francia. Esta escuela laica fue cundiendo como lepra, y esta tendencia laicista se extendió a la legislación, a los hospitales y obras de beneficencia, a los cementerios, al ejército, a las escuelas normales, al matrimonio, al servicio militar de los seminaristas.

    Como el pretexto de esta persecución era la conducta de algunos católicos en la cuestión del régimen, León XIII creyó que en bien de la religión se había de renunciar a las miras políticas. Por eso, en su encíclica Nobilissima Gallorum Gens recomendaba la táctica del ralliement o aceptación de la república como régimen gubernamental. Sobre todo en su encíclica Immortale Dei afirma que la autoridad no está ligada a forma alguna de gobierno.

    Poco a poco fueron presentando su adhesión al régimen varios partidos y sectores, como el mismo Lavigerie, arzobispo de Argel, en su celebre brindis y los periódicos L’Univers, La Croix, Le Monde. Lo mismo hicieron una docena de obispos. En cambio, otros, como mons. Freppel, decían que la república francesa no era una forma de gobierno sino una doctrina sectaria. Con mons. Richard se presentó un término medio: proponía la unión, prescindiendo de las cuestiones políticas para defender solamente las religiosas. Así surgió por entonces la unión de Francia con Chesnelong por jefe.

    León XIII intervino de nuevo por su encíclica en francés Au milieu des sollicitudes, en que distingue entre gobierno constituido, que hay que aceptar, y sus leyes inicuas, que hay que combatir. Los jefes Piou, Lamu, De Mun iban recibiendo adhesiones, ralliés. Pero los enemigos también andaban divididos en extrema izquierda y moderados. Las elecciones de 1893 dieron la victoria a los moderados con espíritu de tolerancia en materia religiosa.


    c) Separación de la Iglesia y el Estado.

    Poco duró la victoria porque desde 1898 el espíritu anticlerical se acentuó vivamente. Desde 1900 a 1904 se abre otra segunda persecución rabiosa contra los institutos religiosos; los nombres de Waldeck-Rousseau y de Combes son demasiado conocidos como anticlericales. Entre 1903 y 1904 se cerraron másde 10.000 centros de enseñanza católica.

    En este ambiente de hostilidad, de secularización y de descristianización tuvieron lugar los sucesos de 1904-05, que llevaron a la separación completa entre la Iglesia y el Estado. Entonces ocurrieron dos sucesos ruidosos: el primero fue un puntillo de fórmula en el nombramiento de los obispos. Combes quería que se dijese que el presidente nombraba (nominavit), mientras el papa exigía que la fórmula dijese que el presidente presentaba (nominavit Nobis). El segundo conflicto fue que en1904 el presidente Loubet visitó en Roma al rey de Italia, excomulgado, donde estaba destronado el papa PÍo X. Esta conducta movió al papa a lanzar una protesta; la respuesta de Francia fue la ruptura completa del Estado con la Iglesia. El papa, los obispos, las multitudes protestaron contra esta arbitrariedad gubernamental; pero inútilmente. En 1905 la ley de separación fue votada y en consecuencia quedaba preconizada la libertad de cultos y retirada toda protección al culto católico. Se tendía a descristianizar Francia.

    La misma ley de separación prescribía la formación de las llamadas “associations cultuelles”, en que los seglares debían administrar y dirigir lo referente a los cultos existentes. Esto significaba que la religión pasaba a ser una cosa privada, y las sociedades religiosas una entidad particular, sometida al control del Estado. El papa Pío X protestó contra esta ley en febrero de 1906 por la encíclica Vehementer Nobis. En agosto del mismo año prohibió a los católicos la creación de tales asociaciones de culto. La respuesta del gobierno fue la secularización de todos los bienes eclesiásticos: palacios episcopales, seminarios, colegios, escuelas, casas parroquiales. Se calculó el robo en unos 410 millones. Solo se permitió a los sacerdotes el mero uso de los templos.

    Sin embargo, no desmayó el espíritu francés. Los obispos, en la conferencia de 1907 organizaron un comité para colectar subsidios para el culto, fundar seminarios, formar cajas de socorro a diócesis pobres etc.
    Última edición por ALACRAN; 18/01/2019 a las 19:44

  4. #4
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    Re: Historia contemporánea de la Iglesia en Francia (1817-1950): persecuciones, etc.

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    4. Despertar católico

    Así llegamos a la guerra europea de 1914 a 1918. El clero francés era escaso por lo difícil de su reclutamiento y de su educación seminarística; sin embargo, su formación y espíritu eran excelentes. Francia sufría la gangrena de la escuela laica, principalmente en los campos, donde no podía haber más escuela que la oficial; en cambio, en los centros populosos la enseñanza privada iba dando sus frutos. En concreto, durante la guerra los eclesiásticos dieron pruebas de un valor y patriotismo que llamó poderosamente la atención del mundo.

    Al terminar la guerra, todos vieron que las cosas no podían seguir así. La Asociación de excombatientes, que contaba entre sus afiliados millares de eclesiásticos, exigió del gobierno un trato más equitativo. Las relaciones con la Santa Sede fueron reanudadas; la embajada ante el Vaticano fue votada el 30 de noviembre de 1920. Mons. Ceretti vino a París como nuncio y el sr. Lonnart fue a Roma como embajador.

    Los esfuerzos sobrehumanos hechos por la iglesia para contrarrestar la enseñanza laica, organizando escuelas y universidades privadas, daban sus frutos: tal era el despertar católico en las masas intelectuales y la formación de una selección cada vez más numerosa.

    Una nube apareció en el campo católico, retoño de las luchas de régimen del siglo XIX: era el movimiento monárquico orleanista de la Action Française. Pío XI se vio obligado a condenar las doctrinas y tendencias de sus directores, el principal de los cuales, Carlos Maurras, sin fe religiosa, tan solo veía en el catolicismo una base de orden tradicional para su nación.

    Por otra parte, brotaba abundante cosecha de laicismo y descristianización en el auge amenazador que iban logrando el socialismo y el comunismo. Dominaba en el mismo gobierno del Frente Popular, que no tenía reparo en unirse con Rusia y prestar descarado apoyo a los rojos (1936-39) en la Guerra civil española.

    Significativo del resurgir católico en Francia fue el culto tributado a Nuestra Señora en Lourdes del que fue exponente significativo el magno Congreso Eucarístico celebrado en 1935. Fue digna de mención la gran solemnidad celebrada en Lisieux en 1937 bajo la presidencia del entonces cardenal Pacelli (futuro Pío XII) con ocasión de la solemne inauguración de la basílica dedicada a Sta. Teresita del Niño Jesús.

    En la parte no ocupada por los alemanes el corto periodo de1940 a 1944 significó un respiro para el catolicismo pues el general Petain suspendió todas las leyes sectarias. Por su parte, el general De Gaulle en agosto de1944 envió a la Santa Sede un representante oficial de Francia. Por desgracia aun después de la II Guerra Mundial desde 1945 a 1951 el poder e influjo del comunismo en Francia aumentó.

    Fue de gran significación el entusiasmo con ocasión del Año Santo de 1950 y en particular por las canonizaciones en él realizadas sobretodo la de Santa Juana de Valois.

    Fue interesante por otra parte, el fomento del espíritu misional y el hecho de que todavía en 1951 Francia siguiera ocupando el primer puesto entre los países católicos, con cerca de 9.000 misioneros.
    Última edición por ALACRAN; 20/01/2019 a las 13:30
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