La posibilidad de repetición de los crímenes comunistas en Grecia, tras la II Guerra mundial (1944-1949) motivó el llamado “golpe de los coroneles”, en abril de 1967:


Revista FUERZA NUEVA, nº 77, 29-Jun-1968

Una verdad que se oculta

LOS CRÍMENES COMUNISTAS EN GRECIA

En 1944 provocó un millón de víctimas. 1.000 pueblos fueron incendiados, centenares de iglesias, escuelas y puentes destruidos y 165 sacerdotes asesinados. Secuestro de 28.000 niños, de los que no se ha vuelto a saber nada.

“En primer lugar, les mandaba desnudarse. Luego les hacía arrodillarse e inclinar la cabeza sobre las piedras que antes había puesto en fila. Tomaba, en fin, un hacha y les hería en la nuca y, si no los acababa de inmediato, daba un segundo o un tercer golpe hasta que caían. Otros de entre los nuestros, como Tsoganakos y Makaronas, los apuñalaban junto al corazón... No recuerdo cuántos maté, ochenta, ciento…”. Estas palabras fueron pronunciadas por el comunista Esteban Lioliu, llamado el verdugo del partido comunista griego, en el curso de su deposición ante el Tribunal Militar de Atenas que debía juzgarlo por los terribles crímenes cometidos durante la guerra civil desencadenada por los comunistas desde diciembre de 1944 hasta 1949. Es un capítulo, uno de tantos, de la implacable agresión contra la civilización que en los últimos cincuenta años han venido realizando con la ayuda de sus auxiliares de todos los colores.

Lo que sucedió en Grecia por culpa de los comunistas no es, sin embargo, bien conocido. Hoy no interesa sacar a la luz los horrores de la guerra civil griega, las matanzas, enormes destrucciones, rapto de 28.000 niños, el intento de genocidio perpetrado con fría determinación por los comunistas. Si se volviera a hablar de todo eso, hoy, la Grecia de los Coroneles (*) saldría beneficiada, y no es éste el objetivo que persiguen los que tienen todo el interés en especular sobre el régimen nacional para presentárnoslo como una tiranía. Curiosa tiranía, en verdad, que hasta ahora no ha ocasionado ni una sola víctima. Pero nos ocuparemos nosotros, a base de una irrefutable documentación, de refrescar la memoria a todos aquellos que van murmurando sobre la “Grecia reducida a la esclavitud”, cuya única posibilidad de salvación sería la instauración de un régimen comunista.

Las extrañas alianzas de los comunistas

Sabido es que los comunistas, para lograr sus propósitos, están dispuestos y disponibles para cualquier alianza y cualquier pacto; la mejor demostración de esto la dio el mismo Stalin, cuando firmó el pacto con la Alemania de Hitler, inmediatamente antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial. La antes natural alianza entre nazis y comunistas no paralizó en modo alguno a estos últimos, al contrario, conforme a las órdenes procedentes de Moscú, los incitó en todos los países europeos a colaborar con los alemanes contra las democracias occidentales; así sucedió en Francia, en Inglaterra y también en Grecia.

La península helénica estaba ya empeñada en el conflicto contra Italia y Alemania, y el jefe del partido comunista griego, N. Zakhariadis, proclamaba desde las columnas del órgano del partido, la “Revista Comunista”, que la “guerra llevada a cabo por los griegos no era más una guerra imperialista de conquista”. El 18 de marzo de 1941, en una comunicación oficial, el partido comunista exhortaba a la nación a aliarse a Hitler y a entrar a formar parte del eje fascista. Las propuestas avanzadas en el comunicado decidido por el Comité Central del P.C. eran las siguientes: “Estipular una paz con los actuales adversarios, exigir la dimisión del Gobierno y constituir en su lugar un gobierno provisional contrario a la guerra y a la dictadura, es decir, un “Gobierno del Frente Nacional para la Paz y la Salvación”, anular los acuerdos firmados con los ingleses; orientar al país hacia la Unión Soviética; actuar de todos los modos posibles para detener la guerra querida por la facción sometida a Inglaterra y que ha provocado la invasión italiana…”

Esta era la actitud de los comunistas griegos, mientras tenía lugar la invasión del territorio nacional y su progresiva ocupación por parte de las fuerzas armadas italianas y alemanas. Por otra parte, los alemanes no dejaron de tenerlo en cuenta, pues, una vez rendida Grecia, a primeros de junio del 41, dos oficiales de la policía secreta alemana, acompañados por un delegado de la Embajada búlgara en Atenas, se personaron, portadores de la orden de servicio núm. 621, en las cárceles de la “Acronauplia” y ordenaron la liberación de 27 jefes comunistas, oriundos de Macedonia y de Tracia; entre los libertados figuraban Andrés Tsipas, secretario general adjunto del partido comunista; Andrés Zimas, miembro del partido comunista, y Zisiadis, alias Terpovski, miembro de la sección del partido comunista griego de Macedonia. Sólo después de la inversión de la Unión Soviética por Alemania, el partido comunista se decidió a participar directamente en la resistencia para la liberación de Grecia; en una proclama de agosto de 1941, el Comité Central del partido comunista griego ordenaba: “En las circunstancias actuales es deber fundamental de los comunistas griegos organizar la lucha del pueblo para defender a la Unión Soviética y derrocar el yugo extranjero”.

Inmediatamente después fueron fundadas las innumerables organizaciones terrorísticas comunistas, con las que se procuraba estrangular y sofocar los movimientos de liberación nacional. Así nacieron el E.A.M., el E.L.A.S., el E.P.O.N. El objetivo principal de los comunistas era la organización E.D.E.S., que estaba al mando del general nacionalista Zervas. El 10 de octubre de 1943, los comunistas proclamaron la “Dictadura del proletariado” en Grecia, e inmediatamente después, con la intención de aplastar a los nacionalistas y al mismo tiempo de economizar sus propias fuerzas, el partido comunista estipuló un armisticio secreto con las fuerzas armadas alemanas; de este pacto, que era una verdadera traición para todas las organizaciones resistenciales patrióticas, se dio conocimiento a los comandantes de las formaciones comunistas por medio de la orden, luego revelada por el jefe de la VIII división del E.L.A.S. en el Epiro, que decía: “Cesad el fuego contra los alemanes”.

Sobre la actitud comunista ante la invasión alemana, tenemos el testimonio del oficial británico Walter Citrin, el cual declaró que “mientras las tropas británicas se dirigían hacia el Norte, persiguiendo a los alemanes, encontraban formaciones comunistas que marchaban en dirección opuesta, y esto porque a los comunistas les interesaba más volver a Atenas para conquistar el Poder que combatir contra los alemanes”. La colaboración entre alemanes y comunistas griegos duró hasta el fin de la ocupación por parte de la Wehrmacht. Por el contrario, fueron incesantes los ataques a las formaciones nacionalistas. Entre los documentos que atestiguan la actividad antigriega de los comunistas hay un telegrama enviado por Komninos Pyromagiu, al mando del E.L.A.S., del que resulta que las unidades comunistas habían atacado a las fuerzas del general Zervas en octubre del 43 y en febrero, julio, octubre y diciembre del 44.

El “diciembre rojo”

Fue precisamente en diciembre de 1944, el mes que hoy se recuerda con horror en Grecia como el “diciembre rojo”, cuando los comunistas griegos intentaron llevar a la práctica el plan para la conquista del Poder, que había sido elaborado por el Primer Cuerpo de Ejército del E.L.A.S., desde el otoño del 43 hasta la primavera del 44. La insurrección fue decidida en septiembre del mismo año y desencadenada en diciembre; fueron treinta y tres días de sangre, durante los cuales fueron asesinados 15.685 hombres, mujeres y niños; la furia criminal de los rojos no se detuvo ante nada ni ante nadie.

Entre las víctimas del “diciembre rojo” figuran también 246 sindicalistas, cuya supervivencia hubiera podido impedir a los comunistas adueñarse de todas las organizaciones obreras. Pero tanto dolor y tan inhumanos asesinatos fueron interpretados de este modo por los comunistas, que en el fascículo 44 de diciembre de 1945 de la “Revista Comunista” sostenían: “Al igual que toda la lucha por la liberación nacional, también la insurrección de diciembre es fiel consecuencia y desarrollo de las tradiciones de la lucha por la liberación nacional de 1821. Este diciembre, en cuanto continuación y parte inseparable de la lucha de liberación, se transforma al mismo tiempo en fragua de la nueva Grecia”. Una decisión de la XI asamblea del Comité Central del partido comunista griego, publicada el 24 de abril de 1945 en el “Rizopastis”, órgano oficial del partido, reafirmaba ampliamente esa idea: “La insurrección de diciembre es el diamante de la lucha nacional por el renacimiento democrático y por la independencia de Grecia”.

Un difícil balance

El intento de insurrección comunista del “diciembre rojo” fracasó por la decidida reacción de las fuerzas nacionales, apoyadas por los Aliados, y los comunistas accedieron, por razones meramente tácticas, al famoso “Pacto de Varkiza”, firmado el 12 de febrero de 1945, con una declaración en la que el secretario general del partido comunista, Jorge Siandos, sostenía: “Estamos dispuestos a contribuir con todas nuestras energías al logro de tal meta -la restauración de las libertades populares-, que es presupuesto irrenunciable para el retorno del país al camino de la normal evolución democrática…”.

En efecto, la tregua aceptada por los comunistas, salidos sin fuerza de los encuentros de fines del 44, no tenía otro fin que el de permitirles una completa reorganización de las formaciones de combate y de guerrilla, tal como fue decidido durante la II Asamblea del Comité Central del partido comunista griego reunida del 12 al 15 de febrero del 46, y el de acelerar e incrementar al máximo el envío de material y de instructores de los diversos países comunistas satélites. Cuando los rojos estuvieron preparados, desencadenaron la guerra civil.

Se ha tratado de uno de los más feroces conflictos internos de que se tenga memoria, quizá sólo inferior, en cuanto a crueldad de conducta y número de víctimas a la guerra civil española. Cuando la guerra concluyó, en 1949, con la completa derrota de los comunistas, no fue fácil hacer un balance de lo que había costado a Grecia, que en menos de cinco años había sufrido, entre caídos e inválidos, más de un millón de víctimas. Hubo, en efecto, 57.383 muertos entre la población civil, 14.848 oficiales y soldados muertos, 32.450 oficiales y soldados heridos, 165 sacerdotes asesinados, 46.871 personas raptadas, de las que no se ha vuelto a saber nada; 28.000 niños raptados trasladados a los países del Este (comunista), casi un millón de prófugos y poco menos de 400.000 niños huérfanos. Los daños a las cosas fueron inmensos; hubo 2.000 asaltos a ciudades y pueblos, alrededor de 1.000 pueblos incendiados, 7.690 saqueos de ciudades y pueblos, 476 puentes destruidos, 13.700 carreteras voladas juntamente con 439 puentes ferroviarios; 86 convoyes hechos descarrilar; 80 estaciones incendiadas; 24.000 casas totalmente destruidas, 50 iglesias dadas a las llamas, 120.000 casas en ruina; millones de cabezas de ganado matadas o dejadas morir en venganza. En total, los daños provocados por la guerra civil desencadenada por los comunistas para adueñarse del Poder se calcula que han superado los 3.685 millones de dracmas, daños calculados antes de la revalorización del dracma, realizada en 1953.

Los niños secuestrados

Pero cualquier daño material, por ingente que sea, no es nada en comparación con el premeditado acto de genocidio realizado por los comunistas griegos con el rapto iniciado en 1948, de 28.000 niños griegos, de los que en su mayor parte no se ha vuelto a saber nada. Citamos a este propósito las declaraciones del inspector general Jorge Manukas, que escribió: “La estación-radio de las unidades del partido comunista griego, esclavizada por una potencia exterior, anunció el 4 de marzo el comienzo del crimen con estas palabras: “En el último congreso de la juventud balcánica, celebrado en Belgrado, a propuesta del representante de Grecia, ha sido tomada por unanimidad por todos los delegados de los países democráticos la decisión de dar ayuda y consuelo a 12.000 niños procedentes de Grecia. Estos niños, que tienen de tres a cinco años de edad, serán enviados a los vecinos países democráticos, donde se les dispensarán todos los auxilios y consuelos y educación infantil. Sobre cada grupo de 25 niños, una maestra ejercerá de debida vigilancia”. El repugnante delito del rapto de los niños -continúa el inspector Manukas- no ha sido más que una diabólica manifestación del nunca interrumpido intento de los eslavos de destruir la raza griega. Con este rapto pretendían deshelenizar toda una generación, transformando su conciencia. Con el desencadenamiento de una inaudita ofensiva propagandística, reforzada por el terrorismo y la extorsión, se inició pues el rapto de los niños del seno materno. Muy pronto, en fin, se llegó a la captura, porque ante la irreducible resistencia de los padres, se realizaron hasta acciones de guerra y hasta asesinatos de las madres, lo que dejó a los indefensos niños a merced de sus bárbaros raptores”.

Cuando el drama de los 28.000 niños raptados llegó a ser conocido, la conciencia del mundo civilizado se rebeló ante semejante crimen, pero de nada sirvieron las intervenciones de la Comisión Balcánica de las Naciones Unidas, del Congreso Internacional para la Protección del Niño, de la Conferencia Interparlamentaria de Roma, del Congreso Internacional de la Cruz Roja, que condenó el “crimen de genocidio” realizado por los comunistas, y de la Comisión Política de la III Asamblea General de la O.N.U. celebrada en París en noviembre de 1948, que “invitaba” a todos los países pertenecientes a la O.N.U. “en cuyos territorios se encuentren dichos niños, a devolverlos a su patria cuando el padre, la madre y, en su ausencia, el más próximo pariente, expresen tal deseo”. A este llamamiento de la O.N.U. solo respondió Yugoslavia, que devolvió a Grecia algunos centenares de niños. Los demás habían desaparecido y se ha perdido, por desgracia, toda pista sobre ellos.

Esto han hecho a Grecia a los comunistas. ¿Hay que extrañarse, pues, de que cuando la amenaza comunista se hizo real, los coroneles se adueñaran del Poder (1967)? Quizá la democracia ha sucumbido en Grecia, pero ciertamente se ha impedido que en su lugar fuese instaurado una dictadura comunista.

D. S.
(“Lo Specchio”)

(*) La Junta militar griega, formada por los coroneles Spandidakis, Zoltakis y Patakos, instaurada después del golpe de Estado de abril de 1967, ha querido cerrar definitivamente el paso a la infiltración comunista.