HISPANISTAS MEXICANOS EN DEFENSA DEL CAUDILLO FRANCO: FUNDAMENTOS DE UN DISCURSO
En enero de 1944, Jesús Guisa y Azevedo (1946) hizo su particular valoración de la hispanidad, en ese entonces, y sin duda alguna, uno de los grandes conceptos en boga en aquellos primeros años del franquismo. Así, Franco no sólo había ganado la guerra civil, sino que lo había hecho para España y para un pueblo que pasaba a tener “más sentido y más conciencia de la historia”. A partir de entonces, España volvía a ser católica, y “el catolicismo del español, individuo, institución o Estado tiende forzosamente a ser universal, a volver a sus traiciones y a hacer historia”. En suma, y para este escritor mexicano, “esto y no otra cosa es la Hispanidad” (Guisa y Azevedo, 1946, p. 395).
Es evidente que detrás de estas valoraciones se escondían las profundas convicciones religiosas de un Guisa y Azevedo que, al igual que Junco, vieron en el catolicismo la única verdad universal capaz de salvar al ser humano de la zozobra ideológica en la que se había visto sumido ante la irrupción de ideologías en conflicto como el liberalismo, el fascismo o el comunismo, por no hablar del laicismo. Tal era el caso de aquel México posrevolucionario con la existencia de un Estado con un fuerte componente ateo y masón y con amplios sectores simpatizantes de la cultura bolchevique. Por eso, este tipo de escritores y pensadores creyeron que México, y en palabras de Beatriz Urías (2013), debía regresar al “modelo de una nación católica remitida a sus orígenes hispánicos, en donde el papel conductor de la Iglesia y de las elites ligadas a ella fuera incontestable” y donde la tradición hispánica debía ser “el instrumento idóneo para conjurar la influencia anglosajona, el protestantismo y la amenaza comunista” (p. 150).13
En consecuencia, no es de extrañar que, para hispanistas como el regiomontano Alfonso Junco o el guanajuatense Jesús Guisa y Azevedo, México debía convertirse en una trinchera para la defensa de la obra del Caudillo, en el entendido de que había que hacer un frente común y, desde la propuesta de la letra impresa, salir en defensa del general Francisco Franco.14 Dadas así las cosas, ellos pensaron que era más que necesario neutralizar la aludida ofensiva internacional, destruir las supuestas mentiras, desmantelar prejuicios y difundir la verdad del régimen franquista desde la palabra impresa en periódicos del momento o en libros publicados en editoriales de perfil conservador. Y esto así en un país que había sido uno de los más señalados receptores del exilio republicano español y que, por algo más que por simpatías y hasta afinidades políticas, esta diáspora tenía ganada no sólo la condescendencia del gobierno mexicano, sino de amplios sectores revolucio- narios del país.15
Implícitamente, no se oculta que la defensa del régimen franquista no sólo tendría como destinataria a la España de Franco, sino también al México revolucionario de esos años. Loa para unos, denuncia para otros. He aquí el siguiente entrecomillado de Guisa y Azevedo del 1 de abril de 1939, precisamente el día, mes y año en que Franco anunció la victoria del “nacional” sobre el bando republicano. Dice así: “México fue partidario de los rojos [republicanos]. No el México natural, sino el legal. Hace un mes, hace unas semanas todavía nuestros políticos creían en el triunfo del socialismo y de la democracia. ¿Por qué esa ceguera? Porque el régimen de México se justificaba a sí mismo justificando a los demagogos, a los pillos, a los asesinos rojos.”16 En tan sólo unas líneas, la pluma de este escritor mexicano retrataba el régimen político revolucionario que gobernaba su país e implícitamente las formas de gobierno que, bajo la faz democrática, venían implantándose en el resto del continente americano. En palabras de Guisa y Azevedo (1946), estas de principios de agosto de 1944, en plena crisis bélica mundial, “estamos que nos morimos de rabia porque Franco gobierna España. Y la gobierna bien, según testimonio de Churchill. Queremos, quieren las izquierdas emprender una cruzada ideológica para limpiar al mundo y a España del fascismo. Vemos la paja en el ojo ajeno y no tenemos ojos para ver la viga y la indignidad de los gobernantes de América. Y todavía así nos hablan del hombre libre de América” (p. 418).
Con estos antecedentes señalados, el discurso del hispanismo mexicano de aquellos años cuarenta volverá a ponerse al servicio de la defensa del régimen del general Francisco Franco, secundando la estrategia que desde Madrid se diseñará, como se ha dicho, para sortear la adversa coyuntura internacional. Para tal fin, y en esencia, la propuesta descansó sobre tres grandes pilares: 1) la legitimidad de la obra de Franco; 2) la catolicidad del régimen franquista y, 3) el distanciamiento y hasta negación de Hitler y del nazismo. Así presentados, vayamos por partes.
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