Hoy, al abrir mi correo electrónico, entre los artículos que me envían del diario "La Nación", me encontré con éste del politólogo liberal Natalio Botana que a mi buen entender contiene conceptos peligrosos para la Unidad Hispánica; el autor da a entender que algunos pueblos europeos para integrarse a la modernidad y a la UE, tienen que separarse del estado-nación del que forman parte; pone como ejemplo a la reciente secesión de Montenegro, la separación pacífica de checos y eslovacos y da a entender que ese es el camino que seguirán vascos y catalanes Por lo menos éso entendí yo, a ver que entienden Uds. Aquí el artículo:
Una rápida mirada sobre los últimos acontecimientos en Europa nos devolvería la imagen de un continente envuelto en paradojas. Esta manera de ver las cosas, si bien no hubiese disgustado al jocundo temperamento de Chesterton, coloca a la dirigencia que actúa en ese complejo espacio de integración frente a un conjunto de tendencias preocupantes.
Estas paradojas podrían ilustrarse según un triple punto de vista que observa la geografía de los países, el crecimiento material y moral de las economías y las sociedades, y la supervivencia de ciertas herencias del pasado en el plano general de las culturas. Paradojas pues de la relación entre los Estados nacionales y los procesos de integración; paradojas de aquello que Raymond Aron llamó hace cuarenta años "las desilusiones del progreso" y paradojas, en fin, que vuelven una y otra vez sobre las relaciones entre la religión y la libertad.
A poco que se contemple el mapa de la antigua Yugoslavia, el espectador avisado no podrá sino sorprenderse. Hace medio siglo, sobre las decenas de millones de víctimas sacrificadas en el patíbulo de los totalitarismos y la guerra, los padres fundadores de la Unión Europea soñaron con superar esa tragedia aboliendo el carácter absoluto de la soberanía del Estado-Nación. Tal designio institucional y humanitario, mitad comunitario y mitad cosmopolita, no se ha cumplido enteramente y tiene todavía un largo trecho por recorrer.
El Estado-Nación, en efecto, ya no es más lo que era y las partes que componen esa ambiciosa estructura de pertenencia reclaman hoy con insistencia su lugar bajo el sol. En estos días, Montenegro se acaba de independizar de Serbia, con lo que en aquella península de los Balcanes, tan belicosa como particularista, se ha consumado una suerte de inevitable fragmentación. Estas rupturas no llegan, por cierto, a puntos extremos, porque mientras, por un lado, los antiguos Estados se "tribalizan", por el otro ninguno de estos nuevos países independientes pretende apartarse de Europa en tanto futuro centro de incorporación.
En rigor, son países que se colocan voluntariamente en el umbral del gran espacio europeo a la espera de ser aceptados. En todo caso (y esto vale para los vascos y catalanes) no es lo mismo entrar a la Unión Europea sin antes pertenecer a ella, que obtener la independencia en el seno de un Estado -como España- que previamente ya ha pactado esa membresía. La Unión Europea es un pacto político entre Estados y no entre provincias o regiones. Más vale entonces independizarse antes (tal como pasó luego de la separación pacífica de la República Checa y Eslovaquia) y no después.
A ello se suma un segundo inconveniente que toca de lleno en la segunda de estas paradojas. El ideal de los "europeístas" consistió siempre en forjar una ciudadanía democrática y supranacional. La realidad de estas pequeñas comunidades independientes nos indica, por su parte, que los habitantes de esas comarcas buscan plasmar ciudadanías más primarias, ligadas a la lengua, la religión y el suelo. La ciudadanía supranacional fue impulsada, hasta los años finales del siglo XX, por el crecimiento económico, el Estado de bienestar y la movilidad social ascendente. ¿Qué ocurre cuando estos pilares se deterioran, la inmigración golpea a las puertas de sociedades satisfechas, las poblaciones marginales se rebelan y nadie quiere ceder sus privilegios en cuanto a la seguridad social y la estabilidad en el trabajo?
Tal pregunta demanda inquirir acerca de los hechos que acaban de sacudir a Francia e Italia. Los mismos desembocan en un empate social (Francia) y en un empate político (Italia). Ambas son sociedades ricas, aunque estancadas, que no atinan a reaccionar ante los desafíos del portentoso cambio social que se avecina. Entramos de lleno en esa terra incógnita en la cual -vuelvo a las meditaciones de Aron acerca de las desilusiones del progreso y la dialéctica de la modernidad- "el progreso del saber se manifiesta por el reconocimiento de la ignorancia y por una seguridad menor acerca del porvenir". La conclusión es obvia: las certezas no aumentan necesariamente en la medida en que aumenta la riqueza material.
Claro está que esta clase de reacciones puede tener objetivos materiales o bien trasladarse al campo de la moral religiosa. Ya hemos visto la virulencia con que un sector de la cultura islámica atacó, en pleno corazón europeo, a quienes difundían caricaturas de Mahoma. Este poder de veto está lanzando un desafío de proporciones al largo movimiento de secularización que arrancó en Occidente hace ya tres siglos. Tercera y última paradoja: habría que mirar atentamente cómo la secularización posterior a la caída del Muro de Berlín alberga en su acelerado desarrollo nuevas formas de fanatismo religioso (a no engañarse, siempre fue así). En un caso, como acabamos de ver, ese impacto proviene de culturas ajenas al tronco europeo, pero si dirigimos nuestra atención hacia Polonia, podríamos tal vez comprobar que los antiguos fantasmas de un antisemitismo vaciado en el molde de una intolerante tradición, lejos de desaparecer, parecen gozar, por ahora, de buena salud.
En el día de hoy, Benedicto XVI culmina su visita a Polonia. Es la ocasión más oportuna para que el episcopado polaco corte de raíz unas expresiones que parecen brotar de un pasado racista aparentemente enterrado. En realidad no es así, si al menos nos atenemos a ciertos discursos que se propalan desde la emisora Radio María, una red de difusión formada por un conjunto de radios distribuidas por todo el país más un canal de televisión y un diario de circulación masiva. Las tradiciones contrarias al espíritu constructivo del pluralismo siguen entonces haciendo de las suyas, lo que vendría a demostrar, a pesar de los esfuerzos por cancelar tales oprobios, que este tipo de invocaciones clericales, no compartidas por el Episcopado y la Santa Sede, pesan todavía en el repertorio de valores.
¿Cómo entender estas regresiones de la historia? En parte se deben también a una caída en el talante ético de los que se presentan a sí mismos como exponentes de una política ilustrada, abierta a la tolerancia y a la superación de las diferencias. Cuando esos ideales son contaminados por la corrupción y un estilo que concibe a la política como mera conquista y reproducción del poder, el campo queda libre para que otros lo ocupen munidos de pretensiones e ideologías antagónicas (en tal contexto tuvo lugar en Polonia la victoria de una coalición conservadora lindante con posiciones de extrema derecha y francamente "euroescépticas").
Esta clase de reacciones no disputan el horizonte de la civilización con la ferocidad con que lo hicieron entre las dos guerras mundiales, pero, aun aceptando estas distinciones, es necesario convenir que el sopor y la indiferencia no son los mejores consejeros en momentos en que reaparecen estos fenómenos. Suele acontecer que los vacíos éticos terminen cavando la fosa de un vacío político. El olvido de este elemental presupuesto del buen gobierno republicano puede a la larga generar mayores desastres.
Por Natalio R. Botana
Para LA NACION
Imperium Hispaniae
"En el imperio se ofrece y se comparte cultura, conocimiento y espiritualidad. En el imperialismo solo sometimiento y dominio económico-militar. Defendemos el IMPERIO, nos alejamos de todos los IMPERIALISMOS."
Me da la triste impresión de que el autor pertenece a esa masa de ignorantes de la Historia de España y en particular de la historia de vascos y catalanes que, sin embargo, se atreven a dar su indocumentada opinión con todo el aplomo del que son capaces.Dándoselas de entendidos. Gente que todo lo que creen saber de la historia de catalanes y vascos son cuatro pinceladas tomadas de fuentes nacionalistas.Y claro, así dicen las cosas que dicen. No es un problema de extranjeros; también es algo común entre españoles (*).A mi entender hay varias afirmaciones implícitas, pero claras, en este párrafo.Por así decirlo, ideas que subyacen en la mente del autor y que entre desconocedores de España son muy comunes. A saber :
En rigor, son países que se colocan voluntariamente en el umbral del gran espacio europeo a la espera de ser aceptados. En todo caso (y esto vale para los vascos y catalanes) no es lo mismo entrar a la Unión Europea sin antes pertenecer a ella, que obtener la independencia en el seno de un Estado -como España- que previamente ya ha pactado esa membresía. La Unión Europea es un pacto político entre Estados y no entre provincias o regiones. Más vale entonces independizarse antes (tal como pasó luego de la separación pacífica de la República Checa y Eslovaquia) y no después.
1.- España como nación, como secular -milenaria- trayectoria histórica, es comparable a estados completamente artificiales de menos de un siglo de existencia, creados por deseos de las altas esferas, mediante auténtica ingeniería política y sostenidos tan sólo por burocracias.
2.- Los vascos y los catalanes son sociedades-bloque en las que todos sus miembros son nacionalistas separatistas y además cortados por una cultura idéntica para todos ellos, que coincide, por supuesto, con la cultura,las tradiciones y los símbolos de diseño que sostienen o promocionan los nacionalistas.(Ejemplos: sardana, batua, estelada, ikurriña).
(Es decir, seguro que el articulista es de los que piensan que el castellano no es una lengua catalana -aunque lleve hablándose siglos y sea la lengua materna del 53,5% de catalanes- y que los vascos son históricamente un bloque homogéneo e indistinguible (Ej.: guipuzcoanos, vizcaínos, alaveses idénticos entre sí).
3.- Vascos y catalanes son percibidos como poblaciones que nada comparten (ni en un sentido histórico, ni en el cultural, ni en el familiar ni en ninguno) con el resto de España, concebido además como una especie de todo difuso y uniforme.
4.- Vascos y catalanes van indefectiblemente a independizarse o deberían desearlo por no se sabe qué oscuros beneficios indemostrables.
5.- Vascos y catalanes deberían haberse independizado antes de que España entrase en la Unión Entrometida, porque ahora les va a costar más.
No tengo tiempo ni ganas de rebatir todo esto, porque daría para escribir un libro y todos somos ya mayorcitos además.Tan sólo quería señalar estas ideas tan comunes -y burdas- que se encuentran en los cimientos de tantos análisis supuestamente sesudos, de pretendidos especialistas que no tienen ni pajolera idea de lo que hablan.
Un saludo foreros.
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(*): por ejemplo, Juan Eslava Galán, autor de un engendro titulado 'Historia de España contada para escépticos' en el cual llega a decir que 'los vascos son la última tribu de Europa' y que por ello la única solución es darles la independencia.También en esta joyita literaria pone por ejemplo al mismo nivel las tesis de toda la historiografía seria (sean de la escuela que sean y de la tendencia que sean) acerca de la invasión musulmana, con la para-historia absolutamente indocumentada y demencial de Olagüe.Como será don Juan, que un historiador de izquierdas como Moradiellos lo califica de aprendiz y aficionado.Tela.Y el tipo escribe lo que le da la gana y se lo lleva muerto.Lo importante es escribir con aplomo, haciendo como que se sabe de lo que se habla.
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