Tengo que admitir que yo era de esos que arqueaba las cejas esbozaba un sonrisa maligna y sarcásticamente decía; “y los de Nunca Máis donde están ahora...”. Y así me fui una semanita de campo de trabajo a Huesca, pero se ve que sigo siendo muy inocente.
Recién llegado ojeando la prensa digital contemplo con cierta perplejidad que Nunca Máis había concentrado a miles de personas den Santiago, y la cifra es los de menos porque el objetivo de la manifestación se había cumplido: ya nadie hablaba del la falta de medios y de la nefasta política y gestión de la Consellería de Medio Rural.
Pero una vez superado esa primera sorpresa y perplejidad recordé quienes eran los convoyantes, el nacionalismo e independentismo marxista que a las cosas va siendo hora que se les llama por su nombre. Y claro empecé a observar dos paralelismos entre esta manifestación y otras de otros tiempos o latitudes.
La España del tardo franquismo, la Cuba de Castro, el Irán de Jomein o la Argentina de Perón...y ahora la “Nazón de Breogan” del bipartito. La Plaza de Oriente, el Malecón de la Habana, las calles de Teherán, la Casa Rosada...y ahora la Alameda de Santiago. Regimenes que ante crisis internas que cuestionan su capacidad de mantenerse en el poder en vez de depurar responsabilidades de forma transparente y democrática movilizan a sus incondicionales, PCde Cuba, guardianes de la Revolución Islamica, Sindicatos Justicialistas...y ahora Nunca Maís; para que apoyen las políticas gubernamentales y que creen un chivo expiatorio que canalice la justa indignación del pueblo, y de ahí surgen oscuros términos sin significado real ninguno pero tremendamente sugestivos: “conspiración judeomasonica”, “imperialismo americano”, “sionistas y cruzados”....y ahora “terrorismo incendiario”.
Pero estos paralelismo nos son meras coincidencias. Son frutos de una visión totalitaria de la Nación y el Estado que profesa el nacionalismo gallego, que no esta dispuesto a ceder su monopolio político, social, cultural y callejero.
Y en esta tesitura los que aspiramos no a un nuevo Estatuto, sino a ganar espacios de libertades para la sociedad frente a la cada vez mas asfixiante presencia del Estado en nuestras vidas debemos realizar un proceso de autocrítica (permítase la licencia) de los errores cometidos durante los plúmbeos años de fragismo que nos ha llevado a la actual situación.
Pablo Rodríguez Gómez
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