MALDITA LA ALMA DE ISLERO
Manolete, sangre fría... valentía sin igual.
MANOLETE, EN EL PANTEÓN DE NUESTROS GRANDES
A mí la afición taurina me viene de refilón. Pero, a cuenta de ser una de las expresiones más acabadas de la españolía, y tener en estos tiempos tantos detractores, me he propuesto hacer cursos acelerados de tauromaquia, para hacerme entendido en esta materia y hacer la apología del Toro, el Torero y la Fiesta Nacional.
Siempre, eso sí, fui admirador de Manolete. Por mera razón cronológica no pude seguir ninguna de sus faenas, pero alguna he visto en blanco y negro, de esas grabaciones antiguas. No quiero hablar de Manolete de oídas, repitiendo los consabidos tópicos: "Torero germánico", blablabla... Y menos todavía quiero ver ninguna película grabada actualmente sobre este personaje. No hay ningún actor contemporáneo, ni español ni extranjero, que tenga la raza que tenía Manolete para interpretarlo. Los parecidos físicos son traicioneros. Para interpretar el papel de Manolete hace falta tener algo más que nariz, digamos que es menester tener cojones, y los cojones bien puestos como los tenía él. Dudamos que un narigudo extranjero pueda hacerle justicia interpretando el papel de este matador.
Bendita sea la memoria de Manolete. Amén.
Si tratara de hablar de Manolete, lo poco que podría hablar de él, lo tendría que hacer desde la simpatía que este icono del Arte Taurino me ha inspirado de siempre. Pienso que esta admiración mía, no falta de inefable simpatía, por un personaje que no pude conocer tiene que deberse a las alabanzas que mis mayores le prodigan. Siempre que entre los míos se habla de Toros... Se termina hablando de Manolete. Por eso mismo, para mí, Manolete es el Torero por excelencia. E ignoro si la vecindad nuestra con Córdoba colindante es que en mi casa siempre hayamos sido, en lo que a tauromaquia atañe, estrictos observantes del Arte de la Escuela Cordobesa.
En cierta ocasión -cuentan los míos- cuando Manuel Benítez "El Cordobés" todavía era un aspirante a espada, trajinaba los caminos con otros dos compadres. Y aconteció que llegaron a la puerta del cortijo de mi abuelo.
Me imagino a los pobres maletillas que iban de la Ceca a la Meca, acariciando el sueño de triunfar en la arena. Tuvo que ser por fuerza en una de las estaciones de buen tiempo, cuando cobra sentido que fuesen de allá para acá por los caminos, a la busca de una feria que es decir, para el torero, una oportunidad.
Mi abuelo, como era su costumbre, estaría sentado a la puerta de la casería leyendo "El Quijote" (el libro que concentraba su afición lectora). Aquella mañana o aquella tarde, ellos sabrán y averígüelo Vargas, mi abuelo trabó conversación con aquellos tres andariegos de exiguo hatillo y estoque, todavía sin haber estrenado ni montera ni un mal traje de luces. Comprobado que aquellos tres motilones iban a probar suerte con el capote y la espada, mi abuelo los sometió a la ordalía que, en lo atañedero a la estricta dogmática y pragmática taurófila de mi abuelo, permitió que aquellos tres caminantes pudieran sentarse a la mesa de nuestra casa.
-¿Y qué me decís de Manolete? -preguntaría mi abuelo.
-¡Superior, maestro! ¡Superior! ¡Cómo él no hay dos!
-¿Y podría haberlos? -volvió mi abuelo a inquirir.
-¡Como Manolete no podrá haber dos! ¡Pué se rompió el molde cuando lo parieron! ¡Maldita la alma de Islero*! -acertó a decir uno de los tres maletillas.
Mi abuelo, habiendo reputado que decían verdad y no fingían su veneración por la figura sobrehumana de Manolete, vino a apiadarse de aquel trío moceante, pobres y mal vestidos a los que se les veía sin doblez. Y comprobando que su sinceridad era de ley, tanto como el hambre que gastaban, dio una voz y dijo:
-¡A ver, mujer, saca tres platos más! ¡Que estos zagales comen hoy con nosotros!
Los cordobeses agradecieron mucho la hospitalidad de mi abuelo. Y se despidieron, después de echar una cabezada en la lonja del cortijo, a la sombra del toldo que formaba el emparrado.
Pero miedo da pensar que esos tres mozos le hubieran llevado la contraria a mi abuelo en su dogma taurómaco de estricto y ortodoxo "Manoleteísmo".
Después, cuando Manuel "El Cordobés" triunfó, y hasta sus faenas las retransmitían por el televisor, mi abuelo se aficionó a él, enorgulleciéndose de haberle dado un plato de garbanzos en aquella que va tocando a su final.
Pero Manolete seguiría siendo inimitable... Supremo, Superior. ¡Maldita la alma de Islero! Pero "toros" peores que Islero haberlos haylos, que son los que cornudos ellos, quieren empitonarnos con sus extranjerizantes gustos y baldías polémicas.
Hemos llegado a tal contranaturaleza en nuestra sociedad que ya no hay dos Españas, sino cuatro: la España y la anti-España, la antitaurina y la taurina. Yo soy de pensar tan simple que termino resolviendo que, si los anti-españoles son anti-taurinos, yo soy anti-anti-taurino, por amor de llevarles la contra. Defender la Fiesta Nacional es un imperativo para aquellos que no queremos terminar hablando ni inglés ni árabe. Por eso mismo, a mí -que los toros ni me gustaban ni me dejan de gustar- ahora me van a gustar cada día más. Pues si nuestros enemigos nos quieren dividir por ahí, después de hacerlo por otros costados... No queda otra que la apología de la ibérica Tauromaquia.
¡Y eso es lo que hay!
*Islero: nombre del toro miura que el 28 de agosto de 1947, en la Plaza de Toros de Linares, corneó mortalmente a D. Manuel Laureano Rodríguez Sánchez, "Manolete", que en gloria esté.
Maestro Gelimer
LIBRO DE HORAS Y HORA DE LIBROS
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