DE LA GRAVEDAD ESPAÑOLA
GRAVEDAD Y ESPAÑOLÍA
Los viajeros que vinieron a España coinciden. Era cuando España estaba poblada de verdaderos españoles (y no éramos una minoría entre una muchedumbre que se desconoce o reniega de sí misma adrede.) Coinciden esos expedicionistas extranjeros en lo que Ranke calificaría como "calma soberbia y solitaria" del español y, por ende, del arquetipo hispánico por antonomasia: el hidalgo español.
Los que han estudiado esto -que no son pocos- a esa "calma soberbia y solitaria" le han llamado "sosiego"... Y otros "gravedad" o "grandeza". Así Kant, aunque se equivoca tanto en su descripción del carácter español, sostiene que "La grandeza española y la grandilocuencia que se encuentra incluso en el lenguaje de la conversación revelan un noble orgullo nacional. De aquí que la familiar travesura francesa le sea perfectamente repugnante." (Inmanuel Kant, "Antropología en sentido pragmático".)
Aunque es fama la condición flemática de los ingleses, un sacerdote indigno al servicio del Rey Sol, espía suyo a la sazón, escribe:
"Cuando los nuncios cumplen con su deber es importante saber apreciar sus virtudes y evitar criticarlos, especialmente si se han revelado tan atentos como para satisfacer la dureza de los alemanes, la flema de los españoles o la volubilidad de los franceses". (Atto Melani, "Los secretos del cónclave".)Caballeros de riguroso luto. Dueños de sí mismos... Y por eso calmados, graves, grandes, flemáticos españoles del ayer. Un modelo humano -el del hidalgo- que incluso calará en todos los estamentos, impregnándolos de altos valores que nunca caducarán, siempre perennes, como la resistencia ante los reveses de la fortuna o el dolor hostil:
Así escribe el mejor intérprete del espíritu hidalgo, D. Alfonso García Valdecasas (Alfonso García Valdecasas, "El hidalgo y el honor".)
"Si no todos alcanzaban aquel equilibrio era, en cambio, general en los españoles la impasible resistencia al dolor, el aguante callado del sufrimiento, las pesadumbres o las privaciones."
Pero ese sosiego no está regalado -nos recuerda Julián Marías: "sosegar, de la misma raíz que sentarse, es calmar, dar asiento, firmeza, seguridad, serenidad." (Julián Marías, "Ataraxía y alcionismo".) Y para recuperar el "asiento" hay que obligarse a uno mismo en no pocas ocasiones. No faltarán ocasiones en esta época dominada por el antagonista de nuestra gravedad: la levedad, con su cortejo de frivolidad, profanidad, payasada y chabacanería que se han convertido en constantes de la España actual. En eso hemos de ver cuánto nos han desvirtuado a España, cuánto daño le han hecho las modas corruptoras y tanta tontería como la que hay a nuestra Patria. Y con qué propósitos tan malvados se ha hecho todo esto.
Todos coinciden en ver aquí, en la "calma española", el estrato ancestral que podemos llamar estoico. Pero falta completarlo. Esa "calma" del hidalgo está sobrenaturalizada por la Santa Religión -por el catolicismo entendido a la española guisa. No se trata de un ideal egoísta, como el de los estoicos, por el cual hay que alcanzar a todo trance la indiferencia (la "ataraxia"), con el objeto de blindarse en la vida, cerrándose en uno mismo como un crustáceo que tiene miedo a sufrir por la acción de los otros y del medio.
Aquellos españoles austeros, adustos, piadosos y sosegados han quedado congelados en los lienzos. Hoy forman una galería de retratos (muchos anónimos) que todavía nos interpela a través de los siglos. Contemplándolos se nos comunica un intangible sosiego, el mismo que cantó la mística Santa Teresa:
Nada te turbe
Nada te espante
Todo se pasa,
Dios no se muda,
la paciencia todo lo alcanza,
quien a Dios tiene
nada le falta
sólo Dios basta.
Maestro Gelimer
LIBRO DE HORAS Y HORA DE LIBROS: DE LA GRAVEDAD ESPAÑOLA
Hacía mucho tiempo que no leía algo tan hermoso y reconfortante. ¡Cuanto honor y qué responsabilidad constituye el saberse descendientes de aquellos hombres uno de cuyos mejores ejemplos fue Don Felipe, segundo de este nombre de la Monarquía Católcia, "siempre de negro hasta los pies vestido" que pronunciaba con frecuencia aquella palabra de "sosegaos" cuando alguien perdía la compostura! Que esta reflexión nos haga volver a aquel soberbio estilo, pues, para nuestra vergüenza, a veces perdemos los papeles ante la sociedad vil y grosera que nos ha tocado vivir y nos contagiamos de sus modos esperpénticos y simiescos.
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