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... cuando aquellos nuestros hidalgos, de solar, y casa conocida, y devengar quinientos sueldos, labraban sus casas, tomando el modelo del valor de los hombres, que las habian de habitar, y no como ahora, que se labran al gusto, y sabor de las mujeres, que las han de ventanear, afeytadas como ellas, hechas todas jardines, porque las vidas de sus dueños pasan en flores, y banquetes, entrando una vez un Rey de Leon en la casa de uno de aquellos Hidalgos de la Montaña por una puerta labrada à lo antiguo, cuya tapiceria del recibimiento en el zaguan, eran paredes cubiertas de lanzas, dardos, chuzos, ballestas, y otras armas de aquel tiempo: entro mas adentro en otra cuadra, y hallo, que la ocupaban morriones, arneses, paveses, jacos, y cotas, y llegando al patio de ella, le vió cercado de pesebreras, y sobre ellas algunas sillas, bridas, y ginetas; que correpondian à la suerte del caballo, que ocupaba el pesebre: entraba el Rey à cierta necesidad corporal, que se le havia ofrecido, y como entonces no se usaba la plata en los servicios, sino escasamente en las monedas, fue fuerza que entrase hasta los corrales, donde halló arados, aguijadas, calderos de pastores, y como en toda la casa no viese otra cosa , al salir dixo riendose, Esta casa mucho sabe à su dueño, hombre es el que la habita, huele la casa à hombre. Si asi fueran las casas, y dueños de ellas ahora, olieran à hombres, y no a mujeres...
(Antonio Liñán y Verdugo, Guia y avisos de forasteros que vienen a la Corte, Aviso VII, 1623)
Última edición por ALACRAN; 28/07/2019 a las 23:19
“España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.
A este término vamos caminando: Todo lo malo, anárquico y desbocado de nuestro carácter se conserva ileso. No nos queda ni política nacional, ni ciencia, arte y literatura propias. Cuando nos ponemos a racionalistas lo hacemos sin originalidad, salvo en lo estrafalario y grotesco. Nuestros librepensadores son de la peor casta de impíos que se conoce, pues el español que deja de de ser católico es incapaz de creer en nada. De esta escuela utilitaria salen los aventureros políticos y salteadores literarios de la baja prensa, que, en España como en todas partes, es cenagal fétido y pestilente”. (Menéndez Pelayo)
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