Relación del monje francés Aimerico Picaud, hacia el año 1140, sobre vascos y navarros
Códice de Santiago Apóstol. Libro V
Capítulo VII. De los nombres de las tierras y de las cualidades de las gentes que hay en el camino de Santiago
(…) Navarros y vascos tienen un mismo aspecto y calidad, a saber: comidas, vestidos, y lengua. Los navarros visten con paños negros y cortos hasta las rodillas solamente, al uso de los escoceses, y los calzados que llaman lavarcas (abarcas), hechas de cuero peludo, no acabado, con correas atadas cerca del pie, y con las plantas de los pies tan sólo envueltas; llevan las piernas desnudas, pero usan capotes de lana oscura, largos hasta el codo, a manera de paenulae, con bordes, a los que llaman saias. Estos, torpemente visten y torpemente comen y beben: pues toda la familia en las casas navarras -tanto el siervo como el señor, tanto la criada como la señora- suele comer todos los potajes mezclados a la vez en una cazuela, sin cuchara, sino con sus propias manos, y beber en un cipho. Si los vieres comer, los considerarías perros o cerdos. Si los oyeres hablar, te acordarías de los perros que ladran, pues tienen una lengua completamente bárbara: al Señor llaman Urcia; a la Madre de Dios, Andrea María; al pan, orgui; al vino, ardum; a la carne, aragui; al pescado, araigu; a la casa, echea; al dueño de la casa, iaona; a la dueña, andrea; a la iglesia, elicera; al presbítero, belaterra, que se interpreta bella tierra; al trigo, gari; al agua, uric; al rey, ereguia; a Santiago, iaona done Iacuc.
Esta es gente bárbara, desemejante de todas las gentes por los ritos y la naturaleza; llena de toda malicia; con el color oscuro, con rostro áspero, torcida, perversa, pérfida, de fe vana y corrompida, libidinosa, por costumbre, borracha, docta en toda violencia, feroz y silvestre, viciosa y réproba, impía y desabrida, furiosa y pendenciera, inculta en los demás bienes, instruida en todos los vicios e iniquidades; parecida en maldad a los godos y a los sarracenos, enemiga en todo de nuestras gentes galas. Navarro o vasco matan, si pueden, por una moneda, a un galo.
En algunas de sus comarcas, sobre todo en Vizcaya y Alava, el hombre y la mujer navarros se muestran mutuamente sus vergüenzas mientras se calientan. También usan los navarros de las bestias en impuros ayuntamientos. Pues se dice que el navarro cuelga un candado en las ancas de su mula y de su yegua, para que nadie se le acerque, sino él mismo. También besa lujuriosamente el sexo de la mujer y de la mula. Por lo cual, los navarros han de ser censurados por todos los discretos.
Sin embargo, se les considera buenos en el campo de batalla, aunque malos para sitiar fortalezas. Son alabados porque tienen la costumbre de dar los diezmos, con ofrendas a los altares. Cada día al que el navarro va a la iglesia hace ofrenda a Dios de pan, o vino o trigo, u otra sustancia. El navarro o vasco, cuando camina, suspende del cuello un cuerno, como cazador y dos o tres dardos, que llaman azconas, lleva por costumbre en las manos. Al entrar y volver a la casa, silba con la boca como un mirlo; y cuando, escondido en secretos lugares o en la soledad para robar, desea llamar sin voces a los compañeros, o canta a manera de búho, o aúlla semejante al lobo.
Suele referirse que descienden del linaje de los escoceses, por lo que se les parecen en costumbres y aspecto.
Según se cuenta, Julio César envió a España tres gentes, a saber: nubianos, escoceses y cornubianos, escogidos para expugnar a los pueblos de los españoles que no querían pagarle tributo, ordenándoles que con la espada matasen a todos los de sexo masculino y que sólo dejasen con vida a los del femenino. Los cuales, como por mar hubiesen entrado en aquella tierra, tras destruir sus naves, devastaron por la espada y el fuego desde la ciudad de Barcelona hasta Zaragoza, y desde la ciudad de Bayona hasta Montes de Oca; no pudieron pasar de esos límites, porque los castellanos, reunidos con ellos los arrojaron de sus confines combatiéndolos. Huyendo, pues, vinieron ellos hasta los montes marítimos que hay entre Nájera y Pamplona (y Bayona, al margen), hacia la costa, en tierra de Vizcaya y Álava, donde, para habitar, construyeron muchas fortificaciones, y mataron a todos los hombres, cuyas mujeres arrebataron para sí, por la fuerza, con caballos, engendrando nacidos que después, se llamaron navarros en los sucesores, por lo que navarro se interpreta non verus, es decir, engendrado en falsa progenie o ilegítima prosapia. (…)
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