Ecce Panem Angelorum. Sobre las alfombras de Corpus Christi. Un hermoso apostolado
Junio 22, 2022 Que No Te La Cuenten
Reproducimos aquí una breve pero preciosa crónica/reflexión esperando suscitar, por medio de ella, el deseo de que se replique en varias capillas y parroquias, para las próximas solemnidades de Corpus Christi. Dios los bendiga
P. Javier
Ecce Panem Angelorum
He aquí el pan de los ángeles[1]
Solemnidad de Corpus Christi 2022
Por Giselle Flaschland
Yo soy el pan de vida (Jn. 6,48)“Vuestros padres comieron maná en el desierto y murieron. He aquí el pan de los ángeles para que uno coma de él y no muera” (Jn. 6, 49-50). Estas bellísimas palabras que Jesucristo le dirige a la muchedumbre que lo seguía nos corre el velo de lo que sucedió como figura de la Eucaristía en el Antiguo Testamento. Dios le dio a su pueblo el maná, pan bajado del Cielo, pan de ángeles; pero con este alimento igualmente murieron. Ese alimento era figura de un alimento que nos da en prenda no sólo esta vida sino también la eterna, porque “es mi Padre quien os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es Aquel que desciende del cielo y da la vida al mundo” (Jn. 6, 32b-33).
En el S. XIII la devoción a la presencia real de Cristo en la Eucaristía se propagó con fuerza y se difundió aún más a causa del milagro Eucarístico de Bolsena, a tal punto que el Papa Urbano IV instituyó la Fiesta Litúrgica en el año 1264. Para esto le pidió a uno de los grandes teólogos y místicos de su época, que gozaba ya, entre sus contemporáneos, fama de santidad que escribiera los textos necesarios para la celebración litúrgica. De este modo, Santo Tomás de Aquino compuso los bellísimos textos que se cantan y leen en esta Solemnidad. Bellísimos por su musicalidad, por su rima, por su poesía, por sus recursos estilísticos, etc. pero sobre todo por su profundidad teológica. Allí se conjuga la precisión del teólogo, la elevación del místico, la fuerza retórica del poeta.
Corpus Christi
Esta celebración fue acompañada, casi desde sus orígenes, de la solemne procesión del Corpus por las calles de pueblos y ciudades, haciendo así pública confesión de la fe en el Sacramento.
Honrar a Cristo que pasa
En los últimos años se ha ido difundiendo una linda costumbre para la procesión de Corpus Christi. Para honrar el paso del Señor, se adornan las calles con alfombras de flores de vistosos colores y deliciosos perfumes. A semejanza del pueblo de Israel que colocaron palmas y los propios mantos al Mesías que entraba en Jerusalén, es ahora la Iglesia peregrina que adorna el camino que pisará el sacerdote portando la Sagrada Forma. En aquellos lugares donde no es posible conseguir flores en abundancia porque ya ha llegado el otoño o el invierno, se usan otros recursos: cal, arena, aserrines coloreados.
Esta costumbre, probablemente, haya tenido sus orígenes en Italia, hacia fines del siglo XIX; al menos, eso dicen los documentos que se rastrearon. Lo cierto es que se fue difundiendo en Europa, especialmente en España, durante el siglo XX y, en los últimos decenios, ha llegado también a América. Lo que en sus orígenes era un camino de flores, se ha convertido en elaboradas alfombras por donde pasará el Señor, realmente presente con su cuerpo, sangre, alma y divinidad en el Santísimo Sacramento del Altar. Para esto, unos días antes, se reúnen niños, jóvenes y adultos.
Las Alfombras de Corpus Christi
El objetivo es diseñar los patrones -en su mayoría alusivos a la Eucaristía-, conseguir las flores, teñir aserrines, buscar arena o cal. En Argentina, también, se ha incorporado esta lindísima práctica desde hace algunos años; y, poco a poco, se va extendiendo de comunidad en comunidad para preparar el camino del Señor, como reza el Salmo 24: “portones alzad los dinteles, levantaos puertas antiguas, va a entrar el Rey de la Gloria”.
Las imágenes y los símbolos
Las imágenes que se usan son de lo más variadas: diseños de flores, copones, patrones que se repiten, bustos de santos, de Jesucristo, de la Virgen María, etc. Pero me detendré en las imágenes simbólicas, tomadas de la milenaria tradición de la Iglesia. El símbolo es un elemento que remite, con su sola presencia, a una realidad que lo excede y a la cual hace, de alguna manera, presente. Hubo un tiempo en que el hombre era simbólico, captaba los símbolos con espontaneidad, asociaba sin dificultades el símbolo y aquella otra realidad que éste hacía presente. Esto era así, especialmente, en la Cristiandad, aquella época histórica en donde además del pueblo, las instituciones eran cristianas. En nuestra época, postcristiana, difícilmente se puedan captar de modo inmediato, sin explicación alguna, muchos de los símbolos eucarísticos con que se fue enriqueciendo la tradición cristiana. Es una pérdida dolorosa, la de los símbolos que elevaban al cielo; toda la naturaleza era, para el hombre medieval, un libro abierto donde podía leerse la obra de Dios. Mucho más, aquellos símbolos que remitían a las Sagradas Escrituras y que expresaban los grandes misterios de la fe. A continuación, me detendré en una breve explicación de algunos, aquellos que fueron motivo de las alfombras de nuestra capilla, en la última procesión de Corpus.
La devoción al Corazón de nuestro Señor ha existido desde los primeros tiempos de la Iglesia; los primeros cristianos meditaban devotamente en el costado abierto por la lanza, de donde manó sangre y agua, signos de los Sacramentos de la Eucaristía y del Bautismo. De ese costado herido nació la Iglesia, así como del costado de Adán nació Eva. A causa de ese Corazón herido por la lanza se abrieron las puertas del Cielo. En el siglo XVII el mismo Jesucristo se apareció en Francia a una humilde religiosa, Santa Margarita María de Alacoque, a través de quien solicitó que se estableciera la devoción a su Sagrado Corazón. En esa aparición su corazón estaba rodeado de llamas ardiendo de amor por nosotros, coronado de espinas, con una herida de la cual brotaba sangre y de su interior salía una cruz. Le dijo Jesús: “He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres y en cambio, de la mayor parte de ellos no recibe más que ingratitud, irreverencia y desprecio en el sacramento de amor”. Nuestro Señor, a través de esta devoción, nos pide reparación y desagravio por las injurias que recibe especialmente en la Sagrada Eucaristía.
Sagrado Corazón de Jesús
Enseña Santo Tomás de Aquino: “La Eucaristía es el sacramento de la pasión de Cristo en el sentido de que el hombre queda unido perfectamente a Cristo en su Pasión. Por lo que, de la misma manera que al bautismo se lo llama el sacramento de la fe, que es el fundamento de la vida espiritual, así a la eucaristía se la llama sacramento de la caridad que es vínculo de perfección.”[2]. Y en la Secuencia Lauda Sion se canta “Su carne es comida y su sangre bebida, pero bajo cada uno de estos signos está Cristo todo entero”[3].Los vasos sagrados contienen al que no puede contener todo el Cielo ni el Universo entero; dignísimos deben ser para contener al que quiso ser contenido bajo la humilde especie de pan.
Sagrada Forma en el copón
Tetragrama, escritura musical gregoriana. Inicio de la Secuencia Lauda SionEl gregoriano es una de las joyas de la música litúrgica. Heredado en el seno de la Iglesia a través de la tradición, embellece la liturgia y nos ayuda a rendir digno y solemne culto al Dios verdadero. El Secuencia Lauda Sion aquí representado fue uno de los escritos por Santo Tomás de Aquino para la Solemnidad de Corpus Christi; aún hoy seguimos entonándolo. Las primeras palabras, Alaba Sion al Salvador (Lauda Sion Salvatorem) replican las del salmo 147. Dice Dom Guéranger osb acerca de este canto: “Es aquí donde el más alto poder de una escolástica, no descarnada y trunca, como la de hoy, sino jugosa y completa, como la de la Edad Media, ha sabido plegar el ritmo de la lengua latina a la exposición clara y precisa de un dogma, tan abstracto para el teólogo, como dulce y consolador para el corazón de los fieles.” En el Antiguo Testamento Sion es figura del pueblo de Israel, el pueblo de Dios (Is. 60,14); en el Nuevo Testamento esta imagen pasa a la Jerusalén Celestial (Heb. 12,22)
Cordero que lleva la bandera triunfante
Como se dice en la Liturgia de la Santa Misa: Cristo, presente en la Eucaristía, es el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. El símbolo del cordero proviene del Antiguo Testamento como prefigura de Cristo. El sacrificio de Isaac fue detenido por mano del ángel y, en su lugar, Abraham sacrificó un cordero. A la hora de liberar al pueblo de Israel de la esclavitud de los egipcios, Dios ordenó preparar una cena; allí debían comer un cordero macho, sin mancha. Estos corderos son prefigura del verdadero cordero de Dios: Cristo, nuestro Señor. Él, a semejanza del cordero manso que en silencio va al matadero, se deja apresar por sus enemigos y en silencio sube al patíbulo de la cruz. Éste es el verdadero sacrificio, agradable al Padre, que nos abre las puertas del Cielo. San Juan Bautista lo señala: “He aquí el cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn. 1,29).
Pero Cristo, el cordero degollado, nos alcanza la vida eterna con su resurrección triunfante. En el Apocalipsis, el cordero recibe el honor y la gloria y al final de los tiempos será Él quien abrirá los sellos del libro de la Vida: “Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra. El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza. Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos.” (Ap. 5, 9-10;12-13). Lleva la bandera victoriosa con el símbolo de la cruz.
El pelícano es un símbolo que también proviene del Antiguo Testamento, prefigura del Nuevo. Afirma el Salmo 101,6: “Soy semejante al pelícano en el desierto”. Dicen los antiguos comentadores que este símbolo fue tomado por el amor que el pelícano tiene a sus crías. Según una antigua tradición, una vez que crecen, sus crías golpean la cabeza de sus progenitores; éstos entonces los picotean y matan a sus hijos. Pero en seguida sienten compasión y por tres días, viéndolos muertos, lloran. Pero al tercer día, la madre se hiere el pecho y derrama su sangre sobre los cuerpos muertos de sus pequeños y los resucita. Del mismo modo, el Señor dice en el libro de Isaías: “Crie hijos y los engrandecí, y ellos se rebelaron contra mí” (Is. 1,2). El Creador de todas las cosas nos ha dado la vida y nosotros hemos golpeado su rostro. ¿Cómo lo hemos hecho? Venerando a la creación en lugar del Creador (Rm. 1,25) El Salvador subió a la cruz, abrió su costado por sus hijos muertos por el pecado y vertió sangre y agua, para que, nutridos por este alimento divino, tengamos vida eterna (Jn. 19,34). Así, desde los primeros tiempos del cristianismo, viendo en las palabras del Profeta una prefiguración del sacrificio de Cristo, el pelícano pasó a ser símbolo de Cristo Eucaristía que alimenta con su propia sangre a sus hijos devolviéndoles la vida de la gracia.
El Pelícano con sus polluelos
Estas iniciales significan el dulce nombre de María, aquella de donde nuestro Señor tomó su carne. Esa carne es la entregada en la cruz por nuestra salvación y de la cual nos alimentamos en la Eucaristía. El misterio de Cristo está estrechamente unido al de su Madre Santísima. A su vez, el santísimo sacramento, memorial de la pasión y muerte de Jesucristo, nos recuerda inmediatamente la presencia de la Virgen al pie de la Cruz, momento sublime en el que el mismo Cristo nos la dio por madre a cada uno de nosotros.
Iniciales del nombre de la Stma. Virgen María
Por Giselle Flaschland
[1] Secuencia Lauda Sión, cfr. Jn. 6,50 y Sal. 77 (78), 25.[2] Suma Teológica III, q. 73, a. 3, ad. 3.[3] Caro cibus, sanguis potus, mante tamen Christus totus sub utraque specie.
https://www.quenotelacuenten.org/202...so-apostolado/
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