Artículo aparecido en la revista de elmundo.es; si alguno tiene más datos sería interesante que los postee porque en Stirpes estamos recopilando información sobre los linajes malditos en la historia europea; aquí ya hay un hilo sobre los Agote empezado por el camarada vascongado.






"UN SENTÍO sin sentío y un Pantalón sin pretina estaban dándose un beso al pie de una tagarnina". El dicho popular, memoria viva de la temprana posguerra en Gibraleón (Huelva), bendecía con cierta gracia la boda que se celebró entre dos morenos onubenses. Él, un negro apodado Pantalón, y ella, una mulata de la familia de los Sentío, fueron llevados al altar por el sacerdote José María de Gelos, empeñado en cristianizar con el sacramento la relación. La memoria colectiva no alcanza, en cambio, hasta explicar con certeza el origen de la población negra que puebla algunos municipios ribereños de los ríos Tinto y Odiel. Apelativos como Los del Barco o Los negros de Colón retratan una realidad entre la leyenda y la verdad histórica: los actuales morenos de Huelva son descendientes de esclavos que nunca se amotinaron en el barco negrero que les arrancó de África. Su historia aquí, lejos de la que sirve a Spielberg para su última película, es tan vieja como la España de Isabel y Fernando que expulsó al último rey nazarí.
Cinco siglos cargados, sucesivamente, de grilletes, cautiverios, mercadeo de hombres, manumisiones -de todo queda hoy rastro en protocolos notariales archivados en Gibraleón- y una libertad paupérrima rayana en la miseria hasta hace unas décadas. No en vano, España fue el último país europeo (1886) en abolir la esclavitud, por más que hayan sido portugueses e ingleses los grandes tratantes de esclavos.
Todo empezó en algún lugar del África negra. Los antepasados de Juan Pérez González, uno de los pocos morenos -de los cuatro cuarterones, que dicen los gitanos- que van quedando en Huelva perdieron de vista para siempre su África natal. Dieron con sus huesos, encadenados, en alguno de los barcos (portugueses y españoles) que inauguraron la trata atlántica en la segunda mitad del siglo XV, cuando Colón aún no había zarpado de Palos.
Alguno es posible que fuera marcado a fuego, herrado: una S en un carrillo y una I -o el dibujo de un clavo- en el otro, iniciales de sine iure (sin derechos).

"Un esclavo negro atezado, ladino, tuerto y alto de cuerpo. Precio de Jorge, 25 años: 98 ducados pagados en reales"


"En los siglos XIV y XV los mareantes de Palos, Moguer y Huelva", escribió hace un siglo Antonio Delgado, "frecuentaban la costa de Guinea, de donde extraían esclavos negros para los mercaderes de Andalucía... Las naves que conducían esta odiosa mercancía aportaban casi siempre a puertos inmediatos a Niebla, donde se negociaban los esclavos, y comúnmente quedaban muchos en el país... Cuando llegaba el caso de ahorrarlos (libertarlos), moraban en aquellos pueblos, donde la raza se perpetúa casi sin mezcla; pero al cabo de tantos años ha perdido su primitivo color y degenerado en trigueño. Muestran su origen en sus fisionomías y en rastros del ángulo facial de la raza etiópica".
Algo más que un atisbo es la raza negra de Juan Pérez González. A sus 35 años, huérfano de José Pérez y Manuela González, este nieto de La Juanillona es el penúltimo descendiente de esclavos de Gibraleón. Por sus venas bien podría correr la sangre de un tal Jorge, vendido el 28 de agosto de 1562: "Sepan cuantos esta carta vieren cómo yo, Alonso Gómez, vecino de esta villa...". El escribano narra la venta de "un esclavo negro atezado, ladino, tuerto y alto de cuerpo. Precio de Jorge, 25 años: 98 ducados pagados en reales".

DE AQUÍ DE SIEMPRE
"SOMOS DE aquí de siempre", explica Juan, "mis cinco hermanos y yo, que nacimos en una choza por el Puente, mis padres, mis abuelos, mis bisabuelos... La última familia de raza negra que queda en Gibraleón es la mía; los demás son morenos pero gitanos. Mi gente ha sido de siempre analfabeta que ha pasado sus vidas segando palma en el campo".
Antes vivían en chozas. A partir de los 60, emigraron al barrio de Villalatas. Allí vive Dolores González Moreno, tía de Juan. "Nos han llamado siempre Las Juanillonas. Se lo decían a mi madre y se lo siguen diciendo a mi tía Josefa, con 80 años". Dolores, viuda de 66 años, nunca ha tenido problemas "por ser morena... Mis hijos han ido al colegio y nadie les ha llamado negros". Con 19 nietos y 8 bisnietos, sabe que los tiempos han cambiado: "Cuando mi abuelo, el famoso Juanillón, y mi abuela hubo disgusto porque él era más moreno. Mi madre era travesá, blanca y negra".
Como sus padres, y antes los padres de sus padres, Dolores siempre ha trabajado en el campo: en el maíz, en los garbanzos, segando la palma, haciendo escobas, recogiendo grumelos, aceitunas y lo que hiciera falta. Otras se metían a servir, entroncando así con los orígenes de la esclavitud andaluza, de carácter doméstico. 1.800 reales de vellón pagó Hernández Pinzón, en 1754, por la esclava María. Color claro, 30 años, mediana de cuerpo.
Hubo intercambios de siervos "con su rastra" (término utilizado cuando una burra tiene un burrito) por vacas, y descripciones animalescas: "Un macho prieto".
A Juan, buscavidas, nadie le contó historias parecidas a aquellas Raíces de Kunta Kinte. "Mi abuela La Juanillona me dijo que la pelaron a rape en el 36 y la pasearon por el pueblo...".
A falta de un estudio antropológico, sirven las apreciaciones de sus vecinos. "Han sido siempre jornaleros como tantísimos otros pobres. No se han contado la historia de padres a hijos", tercia un vecino parapetado tras el anonimato. "Ni están ni se sienten en un mundo aparte".
Nadie sabe cuántos morenos quedan hoy (dos grandes familias muy mezcladas). El alcalde, del Partido Popular, dice que no habla del tema porque él no es racista. El africanista Arcadio de Larrea -Los Negros de la Provincia de Huelva (1952)- radiografía de cuatro pueblos con descendientes de esclavos llegados de Guinea, Congo, Angola y Mozambique justo antes del descubrimiento. Son cálculos de los años 50: en Palos contabilizaba "de diez a 12 familias"; en Moguer "moran unas 14 familias de negros puros (70 individuos) y unos 30 o 40 travesaos (mestizos)". Sitúa el mestizaje a partir del año 39; en Niebla decía que no quedaban, y en Gibraleón, "en la actualidad con el núcleo más importante y diferenciado", hablaba de más de 200 morenos.
Izquierdo Labrado, que ha investigado la esclavitud en Palos en el siglo XVI, opina que la pervivencia de negros en Gibraleón, "descendientes de antiguos esclavos, denota una menor integración racial en esta zona de la costa".

"Nunca he tenido problemas por ser 'morena'. Mis hijos han ido al colegio y nadie les ha llamado negros", Dolores González Moreno


Desde la autoridad que da haber ocupado el púlpito local entre 1957 y 1968, el párroco Manuel López Vega recuerda hoy cómo los de Colón eran una minoría que "no llegaban al centenar y vivían por El Otero, aunque nunca hubo nada parecido a un gueto. Ya se casaban con blancos... Algunos acudían al comedor de Cáritas de San Juan Bautista, igual que muchos blancos. En los 50 se pasó hambre".
Lejos quedaban las leyes del XVII que prohibían enseñar a leer y escribir a los negros, a quienes se cerraban las puertas de "tabernas y figones". Eran las ordenanzas del marqués de Gibraleón, la misma casa noble a la que Cervantes dedica El Quijote en la persona de Alonso de Zúñiga.
Más lejos aún sitúa la duquesa de Medina Sidonia, Isabel Álvarez de Toledo, el primer documento que refiere la llegada de negros a la ría de Huelva. En el siglo XV Niebla era cabeza del condado, vinculado a los Guzmán. Escribió el escribano en 1493: se quejan los vecinos (blancos) de las "muchas libertades e franquezas" que el tercer duque de Medina Sidonia, don Juan de Guzmán, les "mandó dar e dio" a los negros, entre ellas tener alcalde propio "i la justicia sobre sí". A lo que el duque contesta que su padre, recién fallecido, "mandó traer (a los negros, que el noble refiere como moros) e poblar en esa mi villa de Niebla, que en ella viven y moran y son mis vasallos".
Los morenos construyeron el castillo. Según Álvarez de Toledo, a partir de este núcleo de obreros negros de Niebla, que eran libres y tenían su propia autoridad, la comarca fue receptora de esclavos que iban quedando libertos. Para mayor abundamiento, cita otro documento (siglo XVIII) sobre un proceso judicial abierto a raíz de que una vecina llamara negra a otra que se proclamaba morena. Tan abundante era entonces la población negra, que los blancos de la villa piden al duque que encierre a los morenos en un gueto, por temor a que sus hijas se quieran casar con ellos. El alcalde entonces, explica Álvarez de Toledo, "se llamaba Blanco y era negro".
El antropólogo Isidoro Moreno asegura que hermandades como las de los Negritos de Sevilla -finales del XIV principios del XV- sirvieron de "eje de resistencia étnica". Incluso más: "Como tapadera para conservar lazos de unión tan importantes como sus ritos ancestrales".

SERES HUMANOS
"LOS ESCLAVOS, a los que tanto y tan melodramáticamente nos empeñamos en llamar mercancías o cosas", opina el historiador Izquierdo Labrado, "podían poseer bienes, contraer matrimonio, incluso contra la voluntad del propietario, declarar en juicios, recibir herencias y... llegar a conseguir la libertad. En definitiva, era para el amo rigurosamente un ser humano". Por más que fueran objeto de burlas sobre su sentido del ritmo o sus formas de caminar y hablar.
Con los siglos, los antepasados de Juan y su tía Dolores formaron "una especie de aristocracia al revés" (Víctor Márquez Reviriego, años 60). Han sido brazeros del campo y sirvientes de muchas casas blancas. De su mezcla con otra minoría, la gitana, da cuenta un romance antiguo cantado por una mujer calé apellidada Moreno:


"Que si mi color es prieto
mi dinero es español,
que tiene cruz y corona:
las armas de mi señor".


"Si bien como grupo étnico no llevan camino de extinguirse", opinaba un africanista en los años 50, "amaga su desaparición como clase social... Perderán la conciencia de su origen y separación racial".
Las palabras de Juan Pérez González, al que algunos llaman Biri-Biri por su parecido a un futbolista negro que tuvo el Sevilla, vienen a darle la razón. "Sólo sé que soy de aquí de siempre". Él, sus padres, sus abuelos y así en sucesivas secuencias generacionales encadenadas con África. Con algún lugar perdido del África negra.













1952. Fotografías de "morenas" aparecidas en un artículo de Arcadio Larrea sobre los negros de Huelva.




http://www.elmundo.es/larevista/num1.../esclavo1.html