Buscando información sobre Michael Skennon, soldado irlandés que desertó del ejército británico y se unió a la resistencia hispano-criolla durante las invasiones inglesas, encontré este curioso artículo sobre el polémico obispo Lué en el diario de General Las Heras, cerca de donde vivo:
LinkLa Voz en el Año del Bicentenario
El mayor obispo
La diócesis de Buenos Aires a más de ésta provincia llegaba hasta los confines del país, incluyendo las Islas Malvinas, las provincias del litoral y la Banda Oriental. El Ilustrísimo don Benito de Lué y Riega hacía poco más de tres años había asumido el gobierno pastoral, vacante la sede desde la muerte de monseñor Azamor en 1796.
Se había nombrado como obispo a monseñor Bejarano, pero unos piratas tomaron el barco y lo dejaron en las costas portuguesas apenas con lo puesto y el prelado renunció a la diócesis porteña.
Lué era natural de Asturias, había cumplido 53 años Fue promovido a la sede de Buenos Aires el 18 de octubre de 1802, llegó a la ciudad el 22 de abril del año siguiente a las 10 de la mañana. Partió a los pocos días a Córdoba, donde fue consagrado, regresó a la capital en septiembre, después de impartir el sacramento de la confirmación en todos los curatos por los que pasó. Realizó al año siguiente una extensa visita pastoral a la Banda Oriental, Entre Ríos, Corrientes y la campaña de Buenos Aires. Erigió entre otros curatos los de Paysandú, Cerro Largo, San José, Concepción de Minas, el Pintado y Yi, en la otra banda; Nuestra Señora del Carmen de Nogoyá, San Bernardo Abad del Tala, Santa Rita de Esquina y Nuestra Señora de la Concepción de Mandisoví.
Toda esa actividad pastoral, impuesta por su visión exacta del terreno en el que le tocaba actuar, a pesar de serle totalmente desconocida, revela su profunda psicología, que se resintió por la falta de armonía entre el diocesano y el cabildo eclesiástico, algunos sacerdotes y funcionarios civiles. En ese año de 1806, hubo bastante escándalo, todo comenzó cuando realizó una visita pastoral acompañado por catorce familiares y un gran tren de carruajes, semejante comitiva ponía en aprietos a los pobrísimos curas de la campaña, para mantener los gastos del prelado. También el Cabildo Eclesiástico se quejaba de las arbitrariedades que cometía Lué, que no devolvió dos pontificales, candeleros de plata y hasta un esclavo que había tomado en préstamo por algunos días.
Sin duda se necesitaba un hombre de coraje, para mandar a Buenos Aires y así lo entendió Carlos IV cuando en ejercicio del derecho de Patronato, propuso a Lué. De joven el obispo había revistado en el ejército, donde alcanzó el grado de mayor. Y coraje no le debía faltar, ya que monseñor Bejarano que debió ocupar la sede porteña, fue apresado en plena guerra por los ingleses y finalmente después de las penurias sufridas, terminó trasladado a la diócesis de Siguenza, pero no en territorios de ultramar. Según Gillespie “puede deducirse que así había adquirido algún conocimiento militar, que la ambición y la crisis presente lo estimulaban a poner en acción”.
Según el testimonio del francés Pierre Gicquel “se dijo que el señor Obispo, considerando esto, le ofreció al virrey armar mil eclesiásticos y marchar él al frente de ellos contra el enemigo. El pedido le fue denegado”. No es de dudar la inclinación del prelado en dirigir un ejército cual si fuera una cruzada, considerando sus antecedentes militares; pero no llegaban al millar los religiosos de la ciudad. El mismo testigo apunta que: “Tan pronto como el emisario se retiró, los Urbanos manifestaron el deseo de combatir al enemigo; incitados a ellos por el Obispo, quien desde un balcón del palacio les gritaba: “¡Coraje, hijos míos, valor!”. Quisieron entonces salir de la fortaleza, pero encontraron a la guardia de la puerta reforzada y vigilada por tropas de línea, que tenía orden de hacer fuego si se pretendía forzarlas. En vista de ello exclamaron que no querían rendirse”.
El 4 de julio, por medio del Cabildo, Beresford citó a las corporaciones eclesiásticas y civiles para que el 7 a las 12 del mediodía, concurrieran al fuerte, para que en su presencia y la del comodoro Popham, prestaran juramento de fidelidad a S.M. Británica, lo que todos cumplieron de acuerdo. El padre Bruno sostiene que la víspera del juramento el obispo se entrevistó con el gobernador y le expresó que toda la clerecía regular y secular, tenía prohibido por los cánones de la Iglesia tomar las armas ni ofender con ellas a persona alguna y que estas leyes sagradas eran bastante seguridad para él, y que además de esto le daba también su palabra de honor, y que ningún religioso faltaría a su juramento.
No hay duda que en esto obró con diplomacia, según el mismo Gillespie. Monseñor Lué estaba “dotado con una figura elegante, con una amabilidad de inspiraba confianza y un modo de decir las cosas que intrigaba”.
Esa diplomacia no la tenía con sus larguísimos sermones, en una ceremonia de confirmaciones, según el padre Buenaventura Suárez dijo: “En la iglesia deben estar separados los hombres de las mujeres, y añadió “entre santo y santo, murallas de cal y canto”; y prontamente una mujer replicó prontamente, de modo que le oyeron algunas personas cercanas: “entre el obispo y las mujeres, murallas de alfileres”. Esto prueba el desafecto con que se le oía”.
Antes de ser fusilado el soldado desertor Miguel Skennon, que se había pasado a los criollos y servía como artillero, el mismo obispo Lué le administró los sacramentos y el viático. Como muchas veces los soldados se habían mostrado irreverentes con los sacerdotes en casos semejantes, el prelado decidió desafiarlos en persona. Salió solemnemente de su residencia bajo palio, precedido por el guión y dos caballeros con faroles alumbrando. Las tropas inglesas presentaron armas a su paso.
Fue acusado no sabemos con cuanta verdad de abandonar la ciudad cuando las invasiones, después de haber prohibido a sus sacerdotes abandonarla, estableciéndose él en la cañada de Morón. Holland dice que durante la segunda invasión Lué se había retirado y que el 7 de julio regresó a la ciudad.
Ejerció su episcopado con la misma autoridad con la que un coronel dirige su regimiento. Su carácter áspero le valió numerosas discusiones. En 1806, hubo uno con los miembros del Cabildo porteño. Todo comenzó en las vísperas del santo patrono, llegó el Real Estandarte a la catedral; cuando los capitulares fueron recibidos por un canónigo; entendiendo los ediles que el ofrecer el agua bendita, debía estar a cargo de una dignidad representativa. El obispo, que había comenzado el oficio, dijo que no había motivo para ese reclamo, ya que no concurría el virrey. Al día siguiente enviaron los cabildantes unos emisarios, encontrándose con que el prelado no los atendió, invocando fútiles pretextos y fueron prácticamente echados del palacio episcopal. Los diputados, volvieron al Cabildo a informar lo sucedido y a pedir a los demás miembros que hicieran el paseo y marcharan a la iglesia. Cuando llegaron, un nuevo desplante de Lué los esperaba, la misa había comenzado e iba por el Gloria. Por la tarde resolvieron para evitar nuevos vejámenes no asistir a la procesión.
El señor obispo tenía la virtud de pelearse con todo el mundo, con el arcedeán Andrés Ramírez; con el sacerdote Antonio Sáenz, que fue el primer rector de la Universidad de Buenos Aires, que siendo huérfano de padre mantenía a su madre y hermanas, le hizo la vida imposible. Cuando después de la revolución quiso pasar a Montevideo para unirse a los realistas con el pretexto de realizar una visita pastoral, le fue denegado el permiso. Se le prohibió predicar y decir misa, ya que sus desplantes eran terribles y estuvo bastante tiempo recluido en su residencia episcopal.
Murió repentinamente en marzo de 1812 en San Fernando, después de una opípara comida. Algunos afirman que su última cena estaba envenenada. Lo cierto es que fue velado y enterrado con mucha rapidez, sus restos reposan en el panteón de la catedral de Buenos Aires.
Imperium Hispaniae
"En el imperio se ofrece y se comparte cultura, conocimiento y espiritualidad. En el imperialismo solo sometimiento y dominio económico-militar. Defendemos el IMPERIO, nos alejamos de todos los IMPERIALISMOS."
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