Tema: Memorias de la guerra del 46

Valle fértil, altísimas montañas, rio de orillas pobladas de huertas.
Después de haber derrotado al general Arista en Palo Alto y en la Resaca de Guerrero, Taylor con seis mil quinientos hombres llega a las inmediaciones de su próxima conquista el 19 de septiembre de 1846 sabe gracias al servicio de espionaje compuesto por rangers texanos que las tropas mexicanas en la plaza no superan los cinco mil.


Monterrey, nuevo cuartel general de las tropas del norte. Los habitantes trabajando empeñosamente en levantar fortificaciones. El gobierno local dando hasta el último centavo.

Si han de tomar Monterrey ha de ser sobre nuestros cadáveres, repiten los ciudadanos, celosos y orgullosos de su identidad. Los regiomontanos están dispuestos a dar el todo por el todo.

Solo los jefes militares enemistados entre si, vacilan, carecen de plan, abandonan fortificaciones recién hechas, dan pésimo ejemplo. Pero soldados y civiles se baten ardorosamente.



Los reductos abandonados son reconstruidos en una noche. Cuando los estadounidenses se acercan, cargan los lanceros de Guanajuato y los obligan a retroceder hasta detrás de sus cañones, al comandante Mariano Moret, que herido los persigue con la lanza rota, le hacen el honor de dejarlo volver sin dispararle. Los cañones estadounidenses ya no se escuchan. Ya es muy tarde, un disparo puede matar a uno de sus mismos compañeros que combate cuerpo a cuerpo.


Un clarín rompe el estruendo de la batalla, ordena puntualmente la retirada. Monterrey no ha caído. Se levantan los brazos agónicos para celebrar el resultado de la primera embestida.

El daño es enorme, pero Monterrey sigue siendo mexicano.

Vivan, vivan mil veces los regiomontanos.


Poco a poco los invasores adelantan. Se les resiste valerosamente. En el reducto de La Purísima se agota el parque, los soldados piden mas y el general Francisco Mejía contesta:
¡No las necesitáis…….. Tenéis bayonetas!.....Los soldados brincan el reducto y rechazan el ataque al arma blanca.

Los estadounidenses pierden mil muertos, heridos y prisioneros. Los defensores del reducto eran trescientos.


A la mañana siguiente los estadounidenses ocupan cerros considerados como inaccesibles. Desde ahí dominan la ciudad. Saben que en el combate cuerpo a cuerpo perderán, jamás imaginaron el coraje de la tropa mexicana, aunque siempre supusieron la incapacidad del alto mando militar.



Se combate todo el día y el siguiente, bastión por bastión, calle por calle, casa por casa, se van replegando hasta la catedral que se emplea como ciudadela, entonces Ampudia solicita un honorable armisticio.


¿Un día? ¿Dos días de batalla por Monterrey? ¡Qué va!.

Después de una semana de feroces combates en las calles de la ciudad, Monterrey cae el 24 de septiembre de 1846.


El general Ampudia capitula. Saldrá el ejercito con todas sus armas y los estadounidenses no pasaran en siete semanas la línea Monterrey-Linares-Victoria.


Los habitantes de Monterrey abandonan sus hogares y siguen al ejercito hasta Saltillo a pie.



Gloriosa derrota
Rafael F. Muñoz
Francisco Martin Moreno