“ Puerto-Rico—escribe malogrado publicista peninsular (1) que tan glorioso papel ha desempeñado en la historia de nuestras luchas con la Gran Bretaña, se ha distinguido también en todo tiempo por su afecto έ la Madre Patria: debe hacerse á sus habitantes esta justicia. Los bravos portorriqueños nunca han olvidado su ori— gen; siempre fueron buenos españoles, y por más que en la isla se hallan procurado introducir algunos elementos de discordia, jamás han renegado de su sangre y de su raza
Los portorriqueños nunca han sabido odiar á la Madre Patria : la Nación que supo luchar ocho siglos por su libertad es digna de admiración por su valor heroico y por su constancia inquebrantable. Desde Pelayo hasta los Reyes Católicos, mil y mil combatientes se destacan en el cielo de la historia, en el pináculo de la inmortalidad, como astros radiantes de luz, como figuras venerandas de la Reconquista. Ellos simbolizan la idea más grande y gloriosa á que rinden culto los pueblos civilizados, la idea sacrosanta de la patria, una é indivisible; ellos recuerdan los sentimientos más nobles
Si grande ίué el heroísmo del pueblo español el dos de Mayo del año ocho de la centuria. que finaliza (1) combatiendo las huestes del Capitán del Siglo, el intrépido Napoleón Bonaparte, el genio militar más grande de su época; si gloriosa es la memoria de aquellos hombres y mujeres de todas edades y condiciones, que no abrigaron temor ni dudaron en lanzarse inermes al fragor de la pelea contra las soberbias águilas francesas, escribiendo con su sangre la primera página de esa hermosa é inmortal epopeya nacional, conocida con el nombre de Guerra de ?a Independencia, realzada aún más por la pluma del conde de Toreno; si sublimes son los :Πατdω y sentimientos patrióticos de DaoiZ y Velard ε, irguiéndose llenos de bélico ardor para luchar contra los invasores @πιο menor gloria dieron los portorriqueños á la Nación defendiendo, su amado suelo de las garras del-leopardo inglés, que intentaba mancillar la incólume honra de los que supieron en todos tiempos lidiar por el honor de la bandera nacional.
Aun resuena el mágico acento de guerra del Brigadier don Ranzón de Castro y Gutiérrez llamando á empuñar las armas á los hijos de Puerto-Rico, los cuales, con el corazón henchido de gozo, trepaban con ardoroso empeño sobre los montones de cadáveres ingleses para colocar en lo más alto de las trincheras enemigas el pabellón español.
Última edición por Michael; 21/11/2012 a las 18:22
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