Exactamente. Eso fue lo que quise decir con lo de "¿adónde iba a parar el oro?" La Madre Patria se empobreció y arruinó por el bien de sus hijas americanas.
La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.
Antonio Aparisi
Exactamente. Eso fue lo que quise decir con lo de "¿adónde iba a parar el oro?" La Madre Patria se empobreció y arruinó por el bien de sus hijas americanas.
Así es mi gran amigo. Y sus hijas americanas le sostuvieron y le dieron apoyo en sus momentos más difíciles. Yo deseo ver una reunificación familiar. Es lo que más anhelo.
Observo que en Sudamérica existe la creencia de que el europeo tiene que ser de raza ultranórdica. Si ven un europeo con ojos y cabellos oscuros, se extrañan y lo relacionan con la influencia de los moros, que por lo visto, no pasaron por Italia, Grecia o los Balcanes; ni llegaron a las puertas de Viena; no, sólo pasaron por España... Ah por cierto, Baviera viene de los ávaros, asiáticos... Tan asiáticos como los hunos. ¿Han visto jetas como las de Anton Polster o Arnold Schwarzenneger? Pues eso... Y como si no hubiera gente "morena" en Alemania y alrededores desde hace siglos...
Y bueno, lamento desilusionar a tirios y troyanos, pero mucho antes de la llegada de los moros, en Europa había gente "morena", y no necesariamente por influencia semítica. Muchos de los pueblos que cruzaron desde el Cáucaso hasta el Mediterráneo tenían un fenotipo de estas características; el mismo fenotipo que tenían los celtas, que por aquel entonces no eran pelirrojos ni vestían con faldas, y dudo mucho que comieran empanadas. Y hablando de celtas, Andalucía occidental fue tan celta como Galicia. Y en verdad los bailes folclóricos gallegos recuerdan más a la Tarantella que a otra cosa; la fusión con la música irlandesa es muy reciente...
Ojo, pero hay que contarlo todo, que en Europa y Estados Unidos, el personal se cree que toda la América Hispana es india... Y cuando por ejemplo ven un criollo (no necesariamente descendiente de inmigración reciente) se le dice que "no tiene rasgos" del país de turno... Como si por todo el continente americano no hubieran pasado prácticamente todas las razas... O como si en Estados Unidos, Australia y otras (¿ex?)colonias anglosajonas no hubiera nada de mestizaje sanguíneo y cultural...
Pero bueno, para qué querremos Historia, teniendo estereotipos, complejos y doctores Liende que de nada saben y de todo entienden... Lo que yo no sé es por qué el mundo va así, habiendo tanto entendido y sabio suelto...
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Fuente:
https://es-la.facebook.com/pages/Ant...13868212144988
O como si en Estados Unidos, Australia y otras (¿ex?)colonias anglosajonas no hubiera nada de mestizaje sanguíneo y cultural...
Lo primero que me vino a la mente fue esto:
Aquí habría que preguntarse cuantos de esos australianos que presumen de "blancos", son en realidad mulatos muy claros.
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Venía conversando con el taxista que me trajo desde el centro a mi casa. El hombre, fue uno de los tantos emigrados ecuatorianos de principios de este siglo, hombre del pueblo, por lo tanto muy real, sin parafernalias de las clases más acomodadas, me hablaba con sinceridad. Me contó que vivió 12 años en Europa, retornó con el inicio de la crisis española, estuvo trabajando entre el Reino Unido y España, con cortas estancias en Francia. Inglaterra le pareció "obsoleta", "vieja..." y "atrasada", en especial Londres, "pueblo del conde Drácula", según dijo. París, para él, era "horrible", "olía mal", estaba "llena de gente de cualquier lado, menos franceses", las estaciones del metro eran un "infierno lleno de criminales y suciedad"; me dijo que no entendía cómo iba tanta gente a conocer ese "hueco", que no valía la pena ni ir a verlo. España le gustó, donde vivió 7 años, en Madrid. La capital española le agradó, le pareció "moderna", "más avanzada que Londres", "buena comida, buenos embutidos y buen vino", le impresionó su "casco colonial" (sic), dijo que allá deberían viajar tanto turista latinoamericano que pierde el tiempo en Paris, pero que los europeos que saben van para allá y no a Paris, según dijo. Lo malo, "el racismo de los españoles", "más racistas que ningún otro europeo", pero que a pesar de eso le hicieron "sentir bien" en Madrid.
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Fuente:
https://www.facebook.com/francisco.n...86131841636934
El racismo español es más verbal que de facto. El europeo es al contrario, más de ni palabra mala ni obra buena.
De todos modos es cierto que Madrid está dentro de España a la cabeza del desprecio verbal a los hispanoamericanos. De allí se expande toda la moda esa de denominaciones insultantes.
Tranquilo, don Leolfredo. Lo que Ud. comenta no se compara con el racismo políticamente correcto que se siente en Estados Unidos. Pero ya que estamos hablando de esto, y aprovechándome del título del hilo, sean tan gentiles de permitirme una reflexión.
Por motivos profesionales me ha tocado viajar bastante, y a veces permanecer, en la mayoría de los países iberoamericanos y por España. Y, como simple observador, siempre me han llamado la atención dos cosas: primero, lo parecidos que somos los americanos, en las formas de actuar, de relacionarnos, de observar la realidad; y segundo, lo diferentes que parecen los españoles europeos. La pasión, lo extremo y una cierta agresividad en el trato de los españoles son características que saltan a primera vista del observador americano. (Por si acaso, no es necesario viajar a España para comprobarlo: es cosa de verlo en el devenir español de los últimos 150 años y, si no se gusta de la Historia, basta con leer los diarios españoles de cualquier día.) Ahora, si uno se acostumbra a ese choque inicial que parece agresivo, el problema no pasa más allá. Cada loco con su tema.
Pero coincido con que en España hay algo de racismo que se nota, especialmente hacia nosotros los sudamericanos. Pero eso es solo una consecuencia de algo más profundo.
Percibo –como simple observador, insisto- que en los últimos decenios, los americanos nos hemos acercado más entre nosotros, nos reconocemos mejor, nos aceptamos más. A pesar de los problemas que conllevan, la inmigración y la integración comercial han ido educándonos en esta especie de “re conocimiento”. Falta muchísimo, sin duda. Tenemos muchas dificultades que resolver, por su puesto. Pero estoy convencido de que estamos recorriendo ese largo camino. (¡Era que no, después de 200 años!). Sin embargo, eso se echa de menos allá en España, una cierta voluntad de unirse. Impresiona sentir el afán por separarse que muestran nuestros hermanos europeos, separarse de todo: entre ellos, de los hispanoamericanos, de la Iglesia, de las costumbres, …
Hay una frase que se le atribuye a Otto von Bismark que dice “Estoy firmemente convencido de que España es el país más fuerte del mundo. Lleva siglos queriendo destruirse a sí misma y todavía no lo ha conseguido”. Lo haya dicho o no don Otto, tiene algo de cierto. A veces se me hace más difícil pensar en la unidad hispana, con ese afán por desintegrarse.
Has expresado con otras palabras, y mejor, lo que quería decir. Ese racismo y agresividad verbal que si se rasca un poco no suele pasar de ahí pero que de entrada resulta chocante para los de allá.
Y sí, en España tenemos ese innegable problema. Una parte de nuestra sociedad se niega a sí misma, buscando Europa en la huida. A ese sector Hispanoamericana le recuerda lo que quiere dejar atrás por ser un reflejo de sí misma.
Luego se suma un orgullo indomable que nos ha llevado a darle la espalda a quien se ha secesionado. Si Cataluña un día se independizase estoy seguro de que la reacción sería la misma, darle la espalda e ignorarla como si no existiera.
Creo que Cuba es la única excepción, un caso digno de estudio.
Un saludo.
Totalmente de acuerdo con Ud, Arcabuz. La triste España de hoy -que, como José Antonio, amamos porque no nos gusta- está tomada por acomplejados quintacolumnistas de los yanquis y los europeos del norte. La Leyenda Negra tiene en España un arraigo brutal, aunque ignoro si tan acentuado como en Hispanoamerica o si quizá más. Y en el fondo esa Leyenda Negra, que lleva al español a dar la espalda a su primo hispanoamericano, no es sino una coartada para dar rienda suelta a un europeísmo acomplejado que no se atreverá a manifestar directamente, y por ello lo disfrazará de sentimentalismo bobalicón y a la vez pretencioso.
Por otro lado, de la burguesía capitalista "española" -marxista o liberal, tanto da- pocos lazos tendidos hacia Hispanoamérica pueden esperarse. La labor, supuestamente, correspondería a los "patriotas", pero el racismo y el europeísmo lleva décadas inflitrándose progresivamente en este sector, y se han perdido y enterrado muchas de las referencias clásicas de matriz irrevocablmente hispanista -como no podría ser de otra manera- en favor de otros planteamientos alienantes y extranjerizantes. Lo que hasta los años 70 estuvo bastante claro entre los que amaban a España, por mucho que discrepasen entre sí en muchos otros aspectos, hoy ya me atrevería decir que es minoritario entre los que se dicen patriotas. De todos modos, aunque es cierto que la mayoría de españoles de hoy -de prácticamente todas las ideologías- dan la espalda a Hispanoamérica, estoy convencido de que nuestras escasas y mermadas fuerzas deben ir a tratar de volver a alzar la bandera de la Hispanidad.
Para acabar, lejos de querer entrometerme en la compleja realidad de las Repúblicas hispanoamericanas, de la que me confieso ignorante en gran parte, sí debo decir que tomo con alegría los lazos que se tiendan entre los hispanoamericanos de diferentes lugares y lamento que éstos a su vez no encuentren la mano firme y decidida que a los españoles nos correspondería tender, en coherencia con la única identidad que tenemos y podremos tener.
Última edición por raolbo; 22/12/2016 a las 00:17
Todalmente de acuerdo con Uds, estimados, me sumo a sus palabras. El hispano debe estar seguro de su categoría universal, ni europeo ni americano. La misión es esa, hay que creer en ella y trabajar en nuestro tiempo. Los pies en la tierra y la mirada en el Cielo. Un gran saludo a todos.
OPINIÓN: No hay ningún enemigo más íntimo de un mexicano que otro mexicano
Cualquier insulto externo se convierte en una ofensa imperdonable, como si la prerrogativa de la crítica nacional fuera exclusiva de los mexicanos.
Sábado, 17 de diciembre de 2016 a las 7:05 AM
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Mirarnos en el espejo Reaccionamos con elocuente ardor a cualquier enemigo que osare profanar con sus plantas nuestro suelo. (Foto: iStock)
Por: JAVIER MARTÍNEZ STAINES*
Nota del editor: Esta columna de Opinión se publicó en la edición 1197 de la revista Expansión, 'Evolución 4.0', correspondiente a septiembre de 2016.
(Expansión) – A veces me siento como si fuera Brasil: grande, fatigado, frustrado por incurrir en el ciclo fatidíco y perpetuo de ser el país del futuro… siempre.
Otras veces me siento como si fuese Argentina: creativo, desordenado, grandilocuente, en permanente desacuerdo conmigo mismo. En ocasiones soy Colombia: ocurrente, bailador, curandero de mis propias heridas, echado para delante. En otras, Venezuela: colorido y divertido, pero con los planes torcidos y el futuro cancelado. A veces, Chile: pequeño, serio, corpulento, bien organizado y con aires melancólicos de poeta.
Muchas más soy México: lleno de posibilidades, alegre, sonriente, caótico, ruidoso, ingenioso, de pasado esplendoroso, pero atrapado en una espiral viciosa en la que protagonizo una obra de muchos comienzos, pocos finales y actúo como mi peor enemigo.
OPINIÓN: Felicidad, iPhones y pepinillos
Reduccionismos con fines didácticos a un lado, albergo todos esos sentimientos, manías, contradicciones, fantasmas, ángeles y demonios porque soy latinoamericano, ese gentilicio regional que en realidad es mero espejismo y cuya ansia fallida de hermandad fue secuestrada tiempo atrás por los sueños (tan húmedos como resecos) bolivarianos de Hugo Chávez.
De cualquier modo, la inmensa mayoría de las veces soy México, porque de aquí soy y desde chiquito me enseñaron a respetar los lábaros patrios, a venerar a la Guadalupana, a honrar a la sagrada familia, a echar desmadre a cualquier hora y en toda circunstancia y, sobre todo, a sentirme condenado por los ciclos recurrentes del fracaso, echar la culpa de todo a los demás y pasar del triunfalismo al derrotismo (y viceversa) a la velocidad de la luz.
Como bien escribió Juan Villoro, a raíz de nuestro escaso éxito deportivo en los pasados Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, parece que los mexicanos somos esencialmente exitosos en las contiendas de soledad (marcha) y sufrimiento (box). Sintomático.
Ocurre, también, que aquí se nos inyectan dosis frecuentes de nacionalismo, con estrofas de un himno nacional que en casi todos sus versos pregona nuestra bravuconería, a golpes de agave de muchos grados Gay Lussac, chiles con colores patrios, comidas interminables, simulaciones, corruptelas, politiquería de bajos vuelos y manifestaciones callejeras en contra de lo que sea.
OPINIÓN: Si el mundo es feliz, ¿por qué perseguimos Pokemones en las calles?
Entonces ese sentido de pertenencia entra a fases de trastorno bipolar y el orgullo se mezcla con la vergüenza, la alegría con la tristeza y, de pronto, uno ya no sabe exactamente cuál es el sentimiento dominante en la relación con la suave y agridulce patria.
Nuestro nacionalismo tiene vaivenes extraños. Algunos nos sentimos mexicanos hasta el tuétano y reaccionamos con elocuente ardor a cualquier enemigo que osare profanar con sus plantas nuestro suelo, dejando de lado que ni siquiera el payasito naranja nominado para la presidencia de Estados Unidos por el Partido Republicano ofrece más riesgos y peligros que los que nosotros mismos fabricamos cotidianamente. Ningún enemigo más íntimo de un mexicano que otro mexicano.
Quizá por eso mismo desdeñamos a casi todos nuestros vecinos del sur: nos permiten mirarnos en el espejo. Quizá por eso mismo aquí hay tantos connacionales que siguen añorando a la “madre patria” –de ahí llegaron sus bisabuelos, pues– y otros más que son más agringados que un granjero de Kentucky.
OPINIÓN: La estruendosa frivolidad de ser 'jueces' en redes sociales
Pero cualquier insulto externo se convierte en una ofensa imperdonable, como si la prerrogativa de la crítica nacional fuera nuestra exclusiva. Los de fuera, vengan de donde vengan, estén donde estén, que se limiten a hablar bonito de nosotros.
El nacionalismo es camisa de fuerza. El patriotismo irreflexivo es límite y freno de mano. Si reclamamos apertura en otros lados, comencemos por practicarla dentro, que el lugar de nacimiento es mera circunstancia.
Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión
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* Javier Martínez Staines es periodista y director fundador de Think Tank New Media. Autor de dos libros y devoto de la gastronomía, los viajes, el yoga, la música, el cine, el whisky, el mezcal y las buenas conversaciones. Lo puedes seguir en Twitter e Instagram como @javierstaines. Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad del autor.
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Fuente:
El enemigo íntimo de un mexicano: otro mexicano | Expansión
El anterior artículo me hizo recordar esta frase:
“A los españoles les gusta renegar de su país y de sus instituciones, pero no permiten que lo hagan los extranjeros.”
Napoleón Bonaparte
Tomada de acá:
Frases patrióticas de la historia de españa
De ser cierta, sólo cambie "españoles" por algún otro gentilicio hispanoamericano y la frase seguiría siendo verdadera.
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Todo ello a la vez. Yo lo plantearía más bien como que la Hispanidad no está limitada geográficamente, trasciende los continentes. Y esa es una de nuestras grandezas y lo que le hace ser temida por "la competencia".
Hispanoeupeos, hispanoamericanos, hispanoasiáticos... incluso hispanoafricanos, si queremos hacer una adscripción geográfica.
Del mismo modo tenemos indigenistas que se oponen a esta idea, no sólo en América sino también aquí en Europa.
Saludos.
De las cosas más surrealistas que me han pasado en Lima (y me han pasado cosas muy surrealistas en cinco años y pico) es encontrarme en el autobús a un colombiano más blanco que yo que para vender productos naturales peruanos da un discurso macroeconómico rematado por "hace 500 años vinieron a traernos hábitos aquí desconocidos, tales como el tabaquismo o el alcoholismo"... Y luego hace apología de la chicha de jora. ¿Para qué explicarle que el tabaco es originario del continente americano, la chicha de jora tiene alcohol y él es descendiente de conquistadores, puesto que mis antepasados jamás salieron de su tierra? Antes era más peleón para esas cosas, pero ya, opto por callarme y recordar a García Márquez. Y hay quien dice que Gabo no era realista... ¡Gabo se quedaba demasiado corto! Y Dalí, que decía que no podía estar en un país que fuera más surrealista todavía que él. Y eso me pasa a mí.
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Fuente:
https://www.facebook.com/permalink.p...13868212144988
Un insulto muy constante de los indigenistas letrinoamericanos (que no hispanoamericanos) contra los españoles es que somos moros. Entonces, ellos, aparte de indios, ¿también son moros? ¿Son racistas al emplear la palabra "moro" como insulto o menosprecio? Y digo yo: ¿Acaso alguna de sus flamantes repúblicas sería capaz de ganarle una guerra a los moros? Me imagino a estos informales, indisciplinados y rastreros por el Rif... Joder, la que les caería...
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Fuente:
https://es-la.facebook.com/permalink...13868212144988
Cometarios de la misma publicación:
Antonio Moreno Ruiz Pedrín Nombela normalmente el indigenista suele ser blanco o mestizo, aunque con el tiempo, buena parte de la población india se ha acogido a este discurso también. Sin embargo, todo ello está provocando una reacción hispanista justo en el bicentenario de las "independencias" como probablemente no se veía desde entonces. Al final, por la boca muere el pez.
Pedrín Nombela Precisamente decía lo anterior pensando en los mestizos ya que son los que más dan la matraca con el tema; los indios o bien pasan directamente de estas broncas o hablan de España con cierto respeto, mientras que entre los blancos, gracias a las moditas de la Teoría de la Liberación y de escritores como Galeano -que no me explico por qué narices han tenido el tirón que han tenido- se están agilipollando bastante. Y bueno no hace falta que sea el bicentenario de las independencias; cada 12 de octubre hierve la cosa.
Pedrín Nombela Se odian a sí mismos por ser mestizos, y para aliviarse un poco pretenden que los demás nos sintamos como ellos. A uno de estos maromos le callé la boca enseñándole diversos estudios genéticos sobre España y se quedó rumiando su ira mestiza.
Alejandro Alberto ¿Por qué los moros no se mezclaron con los hispanos cuando conquistaron la península? Saludos, soy un mestizo de hispanosmerica.
Alejandro Alberto ¿Por desprecio a los infieles cristianos no se mezclaron los moros?
Pedrín Nombela Pues muy sencillo, porque los moros en su inmensa mayoría no eran otra cosa que antiguos cristianos peninsulares convertidos al islam y su descendencia, luego seguramente hubiera mezcla, pero genéticamente equivalía a mezclarse con otro cristiano peninsular. La población de origen árabe y bereber supondría como mucho alrededor del 20% del total de la población islámica, y siendo como eran el grupo dirigente por lo general se cuidaban muy mucho de emparejar con los musulmanes autóctonos -los llamados muladíes-, a los que en el fondo despreciaban casi tanto como a los cristianos.
Pedrín Nombela Conozco la página Tlacaelel y no pasa de ser una bufonada. En México los indios no fueron precisamente favorables a la independencia; es más, el principal responsable de las masacres a indios, del robo de sus tierras y de que se tengan que desplazar a las zonas más inhóspitas para poder medio sobrevivir es el propio estado mexicano. Que España hace ya 200 años que no pinta nada en América, ya está bien de que se nos acuse hasta de que se encuentren un yogur caducado en el súper.
Hace mucho tiempo me dijo un amigo, que para más señas es paisano y carlista, que la diferencia entre España y América luego de la ruptura de la Monarquía Hispánica había sido que, por más que la pseudomonarquía liberal era una farsa, guardaba un halo de "principio de autoridad", que aunque fuera más falso que una moneda de cuatro duros, sin embargo en el Nuevo Continente había sido cortado de raíz, dejando una sensación de vacío, de orfandad. Yo en esa época no lo entendía mucho. Me rebelaba, pensando en la legitimidad de origen y ejercicio, y pensaba que la pseudomonarquía liberal era el mal absoluto y la mayor fábrica de más viscerales republicanos. No ha cambiado mi opinión en ese sentido; sin embargo, sí que soy testigo de esa absoluta falta de autoridad, en algunos casos, con la suplencia de caudillos (cuando el caudillaje regulado dentro de la monarquía puede ser bueno, como defendía Alfonso X el Sabio) cuyas consecuencias, al final, han sido las previsibles.
La pseudomonarquía brasileña, por ejemplo, puede ser (y lo digo como conjetura, ojo, sin dejar de recordar la ayuda inglesa), que le diera cierta conciencia a su pueblo que, aparte de su aislamiento idiomático, sintió ese leve principio de unidad, aun en su diversidad abrumadora. La falta de una figura real al otro lado es, como dice el colombiano Pablo Victoria Wilches, hasta "folclórica", pues en cualquier concurso se busca un rey o una reina.
La política, aparte de "realpolitik", no deja de tener su parte "mística/autoritaria". Una mística/autoridad falsa puede acabar muy mal. Pero la falta absoluta de mística/autoridad puede acabar igual o peor. No nos engañemos en ese sentido. Porque entre nosotros, desde los más iberos y remotos tiempos, ya existían régulos y Devotio Iberica.
No sé si me hago entender, pero luego de casi seis años acá, entiendo cosas que antes no entendía.
Todo lo de nuestro mundo parece tierra quemada. Y tal vez lo sea. Pero hay tierras más quemadas que otras.
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