El llanto de Pizarro ante la muerte de su amigo, el Inca Atahualpa
Carmen Martín Rubio
La autora de una nueva biógrafa de Pizarro relata las circunstancias que acompañaron a la ejecución del último emperador Inca
El cronista Cieza de León dice queAtahualpa era hijo de Guayna Capac, el último gran emperador del Tahuantinsuyo, y que nació en Cusco. Juan de Betanzos amplía que nació en el sector militar denominado Hanan Qosqo, que su madre se llamaba Paya Coca y que desde niño fue preparado para intervenir en las constantes guerras de aquel Imperio.
El mito de su nacimiento en Quito fue originado por Garcilaso de la Vega Inca; mas Garcilaso escribió en España utilizando fuentes como a López de Gómara, que se basó en relatos contados por gente que había intervenido en la conquista. En cambio Cieza de León y Betanzos obtuvieron testimonios directos: Cieza llegó al poco de morir Pizarro y Betanzos se integró entre la familia de Atahualpa por su matrimonio con Cuxirimay Ocllo, anterior esposa del Inca.
A la muerte de Guayna Capac se entabló una feroz lucha entre el Hanan y el Urin, en la que el territorio andino quedó prácticamente asolado. Estando en esas luchas, llegó Francisco Pizarro con ciento ochenta hombres y tras una confrontación, el ejército de Atahualpa fue derrotado y él encarcelado en Cajamarca.
Durante ocho meses el Inca llevó plata y oro a dos aposentos para conseguir su libertad. Aunque encarcelado, tenía cerca a sus mujeres y servidores, convivía con los españoles: comía y jugaba a cartas o dados con Pizarro; de ahí que surgiera amistad entre ellos. Pero los aposentos no se llenaban y los soldados recién llegados, especialmente de Diego de Almagro, estaban descontentos; decían que el Inca se preparaba para matarlos. Un día dos indígenas dijeron que venían huyendo de su ejército, que estaba a tres leguas, y que en poco tiempo les atacarían sobre cincuenta mil guerreros. Los cronistas presentes confirman aquel hecho; solamente Cieza, Betanzos y Pedro Pizarro, que no se hallaban, lo achacan a un bulo del lengua Felipillo.
Pizarro sabía que si les atacaban, perecerían todos. Sus capitanes decían que sólo se podrían salvar si Atahualpa moría, pero él dudaba porque le apreciaba; seguramente sopesó enviarle a España, mas no había tiempo, dado que los guerreros se hallaban muy cerca de la ciudad. En tan dramáticos momentos, presionado por sus hombres, tuvo que tomar la decisión de entablarle un proceso.
Atahualpa fue juzgado y condenado a morir y al día siguiente se ejecutó la sentencia. Sobre las siete de la noche le sacaron de sus aposentos para conducirle a la plaza. Por el camino preguntó que por qué le mataban y le dijeron que por haber mandado su ejército sobre Cajamarca. Respondió que aquel ejército pertenecía a su hermano Huascar y que los hombres que lo integraban eran enemigos suyos, pero aquella explicación no sirvió de nada y continuaron llevándole hacia el lugar de la ejecución.
Comprendiendo que le iban a matar dijo «… Que si lo hacían por oro o plata, que él daría dos tantos de lo que había mandado»; tampoco sirvió de nada. Pizarro no había tenido más remedio que ordenar la ejecución, aún en contra de su voluntad, por eso el cronista sigue diciendo: «Yo vide llorar al marqués de pesar por no podelle dar la vida…»; a sus cincuenta y cuatro años, el soldado curtido en tantas batallas, lloraba de dolor por tener que ejecutar a quien había llegado a ser su amigo.
ABC
Estatua de Atahualpa en el Palacio Real, en una imagen de 1984
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Así vio a Atahualpa uno de los hombres de Pizarro
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