La emigración árabe a Iberoamérica
Escribe.- Antonio Moreno Ruiz.- Las mal llamadas “primaveras árabes”, regueros de sangre que se extendieron desde Túnez y Libia a Egipto y Siria, siguen haciendo de las suyas. Derrocaron brutalmente a Gadafi, quien no toleraba que se irrespetase a los cristianos, y en cuyo país ahora existe toda una “cacería de negros” al ser éstos sospechosos de cristianos o gadafistas.
Pero no esperemos que ninguna ONG progre diga nada al respecto… Así, aún con una terrible guerra terrorista auspiciada por Estados Unidos (y su colonia la Unión Europea), Turquía, los sionistas y los jeques de los petrodólares, la República Árabe de Siria, con su legítimo presidente Bachar Al Assad a la cabeza, resiste con la frente bien alta, dando a todo el mundo un gran ejemplo de honor, justicia, libertad y dignidad. Pero por desgracia, cuatro años de guerra auspiciada desde el exterior están haciendo estragos. Acto seguido, una marea humana se cierne sobre Europa, dizque “refugiados”. De éstos, según datos de la ONU, los de nacionalidad siria apenas llegan a la mitad (lo que quiere decir que el porcentaje es mucho menor), siendo que el resto se compone de iraquíes, afganos, eritreos, libios, tunecinos, etc. Nadie dice que, por ejemplo, Grecia está inundada de pakistaníes. ¿Alguien sabe qué pasa en Pakistán para que vayan en mancha a Grecia? ¿O alguien podría decir si Italia, España o la Europa del Este de verdad tienen infraestructura para ubicar, de buenas a primeras, a cientos de miles de personas, la inmensa mayoría musulmanes, y encima con promesas de que todo es gratis; mientras que muchos de sus ciudadanos se ven obligados a emigrar? No nos engañemos con la demagogia: Esto es un coladero que, aprovechando mensajes e imágenes subliminales, amenaza con apuntillar a una decadente, descreída y desmoralizada Europa occidental que huele a museo muerto. No porque todos los inmigrantes sean terroristas, sino porque a los terroristas les es muy fácil camuflarse entre ellos, máxime ante el criterio suicida de lo “políticamente correcto” que no quiere ver lo que en verdad está viniendo desde hace mucho tiempo.
Sin embargo, no por ello criminalizamos la inmigración, y más concretamente la inmigración árabe. El mundo iberoamericano nos puede ilustrar al respecto, puesto que desde finales del siglo XIX, y todavía más luego de las dos guerras mundiales, recibió una significativa inmigración árabe: Las repúblicas centroamericanas, Perú y Chile recibieron inmigrantes palestinos; mientras que México, Venezuela, Colombia, Brasil y Argentina recibieron a muchos sirios y libaneses. Como datos significativos, valga reseñar que Chile constituye la colonia palestina más grande de Sudamérica, mientras que Brasil tiene la colonia más grande de libaneses fuera del Líbano, teniendo su propio obispo maronita; así como el mayor número de feligreses greco-melquitas (1) fuera de Siria.
Asimismo, toda Iberoamérica tiene experiencia en recibir inmigrantes: Brasil es la mayor colonia de japoneses fuera del Japón, la segunda de alemanes fuera de Alemania, y también donde mayor número de descendientes de italianos se calcula; en Argentina está la mayor colectividad de españoles fuera de España, eso sin contar también los casos de Venezuela, Puerto Rico o Cuba. O sea, que amén de la árabe, inmigraciones como la italiana, la española, la eslava o la armenia han sido tan o más significativas. Y sin embargo, no parece que haya habido grandes problemas de adaptación, o choques civilizatorios al estilo de las teorías angloamericanas. Entonces, ¿por qué son tan distintos los casos de Iberoamérica y los de Europa?
Pues entre otras cosas porque:
-Los inmigrantes que arribaron al Nuevo Mundo no vinieron con promesas de “todo gratis”. Ellos sabían que no tendrían seguridad social ni colegios ni subvenciones. Brasil por ejemplo ofrecía trabajar en una hacienda cafetalera por cinco años para luego poder comprar tierras a muy buen precio. Argentina asimismo tenía leyes muy severas para con los extranjeros, pudiéndolos expulsar ipso facto si los consideraba peligrosos.
-En muchos casos, fueron los propios estados quienes dirigieron la emigración. En los casos de Argentina y Brasil, tenían especial interés en poblar vastos territorios y asegurar las fronteras.
-La inmensa mayoría de los árabes que arribaron a Iberoamérica eran cristianos. Muchos llegaron sin nada y pronto prosperaron. Demostraron ser gente civilizada y trabajadora, y echaron raíces pronto; a tal punto que en Argentina, cantores folclóricos tan famosos y arquetípicos como Jorge Cafrune QEPD o José Larralde, son descendientes de sirios o libaneses. ¿Y qué diríamos de Mohamed Alí Seineldin, héroe de Malvinas? (2)
En Uruguay, Argentina y Brasil, muchos extranjeros se hicieron gauchos. Con todas sus diferencias, que no eran pocas, sin embargo se fueron superando gracias a filtros culturales y espirituales que más o menos podían coaligarse.
No es una cuestión de “raza”: Es cultura, espíritu, tradición… De hecho, la comunidad libanesa jamás ha dado problemas en Francia. No puede decirse lo mismo de los argelinos y de tantos otros.
Sea como fuere, el problema es que ninguna de las características de la inmigración que arribó a Iberoamérica se da en la inmigración masiva y desordenada que están arribando a Europa luego de la Segunda Guerra Mundial, ya del África, ya del Oriente.
Y no deja de ser curioso que muchos países de Iberoamérica, África o Asia tengan leyes de inmigración mucho más duras que muchos países europeos. No digamos ya los países de la Península Arábiga, quienes se niegan a acoger a los dizque refugiados. Las potencias petroleras africanas tampoco hacen nada al respecto. ¿Por qué Europa tiene que ser la que pague el pato de la criminosa geopolítica anglosionista?
Así las cosas, si las comparaciones son odiosas, mucho más lo pueden ser en materia de inmigración. Iberoamérica en muchos casos se benefició de gente que vino a trabajar duro y a hacer lo que en sus países no pudieron. Y ése fue el caso de los muchos migrantes palestinos, sirios y libaneses. Lo que está pasando en Europa es algo inasimilable; formas de entender el mundo abismalmente diferentes.
Por eso, la solución no es esta política suicida y desordenada, sino antes que nada, apoyar al Ejército Árabe Sirio en su lucha contra el terrorismo, y dejar de seguir las coordenadas anglosionistas que consideran que el mundo es su sanguinolento tablero de ajedrez. Y desde luego, seguir políticas como la de Eslovaquia, quien sólo está acogiendo a árabes cristianos.
Y es que siempre el espíritu cuenta, porque no es casualidad que en España, comunidades migrantes como rumanos o hispanoamericanos, en su mayoría (salvo minorías muy escandalosas) no sean problemáticas y se hayan integrado bien a la vida del país. No se puede decir lo mismo de magrebíes, senegaleses o asiáticos.
En fin: No se olviden que quien escribe estas líneas es un inmigrante; un inmigrante español que llegó al Perú sin exigir nada, con sus papeles en regla y buscando trabajo, no subvenciones ni exigencias gratuitas.
Cuidado con esto de los “refugiados” y con las odiosas comparaciones. El que avisa no es traidor.
(1)Maronitas y greco-melquitas son católicos de rito bizantino u oriental. Están en comunión con Roma pero conservan su propia liturgia y sus propios patriarcas.
(2)Mohamed Alí Seineldín provenía de una familia drusa; se convirtió al catolicismo en su juventud.
La emigración árabe a Iberoamérica - La Abeja
Por qué Chile es el país con más palestinos fuera del mundo árabe e Israel
Paula Molina Chile, para BBC Mundo
14 agosto 2014
Miles de personas marcharon el 9 de agosto en Santiago para solidarizarse con el pueblo palestino.
En la diáspora palestina, Chile ocupa un lugar singular: tiene más población palestina que Egipto o Líbano, y un poco menos que Siria. De unos 10 millones de palestinos en el mundo, se estima que varios cientos de miles viven en la nación sudamericana.
Numerosos estudios, entre ellos uno de la Fundación Konrad Adenauer -una institución internacional con origen en Alemania-, estiman que no existe otro lugar fuera del mundo árabe e Israel donde vivan tantos descendientes de palestinos, como en Chile.
Dado que la inmigración palestina traza un arco amplio -desde los primeros llegados a fines del siglo XIX hasta los 117 refugiados palestinos que llegaron en 2008 y fueron recibidos en la casa presidencial de La Moneda- es difícil saber con exactitud cuántos son exactamente.
Cuando un diario chileno publicó el mes pasado una caricatura sobre el bombardeo a la Franja de Gaza, nueve empresarios redactaron una breve misiva pública advirtiendo que la comunidad palestina, que estimaban en 300.000 personas, no comprendía "el humor" de la pieza ante las muertes en Gaza.
Y cuando el alcalde de la ciudad palestina de Beit Jala, Nael Salman, visitó Chile en 2013 aseguró que en el país vivían 400.000 palestinos con raíces en su ciudad, es decir, 20 veces más que en la propia Beit Jala.
En Chile, grandes fortunas llevan apellidos provenientes de pueblos cercanos a Jerusalén y se reiteran en el ámbito de la justicia, la política, la cultura y los negocios. Existe el club deportivo Palestino y en uno de los barrios más caros de Santiago, se despliegan las instalaciones del Estadio Palestino.
¿Qué explica esta masiva presencia palestina en Chile?
Algodón y seda
Los inmigrantes de Palestina, Siria y el Líbano empezaron a llegar a Chile durante la dominación del imperio otomano. En las fronteras del territorio, las familias palestinas preferían que los jóvenes partieran a la aventura, a quedar de "carne de cañón" de un ejército ajeno. Se embarcaban aunque debían llevar el pasaporte turco, que los ofendía.
Viajaron a América como parte de un movimiento migratorio mundial. Muchos creían en "un nuevo mundo" de oportunidades. Siguieron la ruta a Europa y varios por mar a Buenos Aires. Pero en vez de quedarse en la capital argentina, más rica y europeizada, los palestinos prefirieron cruzar los Andes y seguir hacia Chile.
"Acá se los recibió mejor, tenían más espacio, mejores posibilidades", dice Jaime Abedrapo, nieto de un inmigrante palestino llegado en los treinta, y vicepresidente de la Federación Palestina.
Entre 1885 y 1940, los árabes sumaban entre 8.000 y 10.000 personas en Chile, según el libro "El mundo árabe y América Latina", la mitad de ellos palestinos.
"Llegan en una coyuntura favorable", explica el profesor Eugenio Chahuán, del Centro de Estudios Árabes de la Universidad de Chile.
Igual que otros países jóvenes, la nación sudamericana necesita inmigrantes para afianzar su economía y el control del territorio. Y aunque la élite chilena apostó siempre por los europeos –a quienes desde principios del siglo XIX ofrecía tierras y derechos–, árabes y palestinos apostaron por Chile.
Los llegados de Medio Oriente se instalaban sin beneficios. Optaron por el comercio y los textiles, una decisión que sería clave en la prosperidad que haría crecer la colonia.
"El país estaba en un proceso de modernización. Los que venían traían un mayor nivel socio cultural, eran más cosmopolitas porque Jerusalén estaba más cerca del centro del mundo de Chile", continúa Chahuán.
Seguían su tradición, conocían "el regateo", pero también atendían una demanda pendiente. Llegaban con artículos de paquetería al campo o a las ciudades chilenas donde había poco para comprar.
Los hijos de la familia Abumohor, proveniente de Beit Jala, recorrían el país ofreciendo mercadería al por mayor. En la ciudad de Talca, en los cincuenta se inauguraba la Casa Saieh, también de familia de origen palestino.
Otros inmigrantes empezaron a fabricar algodón o sedas, reemplazando la factura artesanal local o las caras importaciones europeas. Apellidos de origen palestino como Hirmas, Said, Yarur y Sumar se convertirían en sinónimo de una poderosa industria textil.
"Sabían que tenían que ganarse un espacio y un nombre", dice Abedrapo. "Porque aunque los chilenos los recibieron bien, cuando comenzó el enriquecimiento textil la élite les hizo saber que no eran queridos. Ese rechazo reforzó la convicción de que tenían que ganarse el respeto".
Las textiles de origen palestino marcarían una época económica, política y social en Chile hasta fines de los setenta. Tras la rotunda apertura de la economía en los ochenta y noventa, y ante la intensa competencia china, la mayoría de las fortunas palestinas se expandieron hacia una variedad de negocios: financiero, inmobiliario, agrícola, viñatero, agrícola, alimentario y medios de comunicación.
El impulso comercial palestino se retrata hoy en empresas como Parque Arauco, asociado a la familia Said, con centros comerciales en Chile, Perú y Colombia, o el Banco de Crédito e Inversiones, fundado en 1937 por Juan Yarur Lolas y todavía uno de los más grandes de la plaza.
Más cristianos que en los territorios palestinos
La prosperidad explica en parte la magnitud de la colonia. Los palestinos venían de una raíz patriarcal y de familias extendidas. Si las expectativas en Chile mejoraban y las condiciones en Palestina empeoraban con el avance del siglo XX, era natural traer a la familia, los primos. Los "paisanos" formaron una fuerte red de apoyo en un país relativamente pequeño.
Además, en Chile no sólo encontraron fortuna. Venidos de una zona de encrucijadas religiosas, los inmigrantes pertenecían a minorías cristianas de las ciudades de Beit Jala, Belén, Beit Sahour y Beit Safafa. En Chile construyeron "una especie de exilio religioso", dice Chahuán.
"No sólo hay una concentración palestina en el país, también se genera una concentración de cristianos ortodoxos. Chile se reconocía católico y no conocía la religión ortodoxa, pero las doctrinas de ambas iglesias eran próximas", dice el académico.
Hoy, la memoria de la colectividad palestina cristiana está en Chile. "Aquí hay más cristianos descendientes de árabes que en Palestina toda", dice Chahuán, que recibe en Santiago a tesistas de distintas partes del mundo que estudian esta comunidad.
Ya en 1917, los palestinos levantaban la iglesia cristiana ortodoxa de San Jorge en el barrio de Recoleta. Así, la vida comercial y espiritual de la colonia se reunían en un mismo espacio que se popularizó como "Patronato".
Con los colores de Palestino
San Jorge se suma a otras instituciones, una prensa palestina con varios periódicos en árabe, un club social y ya en 1920, del club deportivo que hoy juega con los colores palestinos en la primera división del fútbol chileno.
"Siguen el proceso que hace de todo inmigrante: el comercio para subsistir, el deporte para integrarse y las obras de beneficencia para validarse", dice Daniel Jadue, descendiente de inmigrantes de Beit Jala y actual alcalde de Recoleta.
Jadue cuenta que las oleadas de inmigración palestinas han sido muchas y continuas, incluyendo las asociadas a la anexión de Jerusalén en 1967, y tras la intifada de los ochenta y noventa.
Pero también apunta a cuestiones más básicas, como la tierra, la flora y la fauna: "Es sencillo. En esto de lanzarse al mundo en una corriente migratoria provocada por el trauma, las familias se instalan en lugares que se parecen al territorio de origen. Es curioso, pero la zona central de Chile es muy parecida a las ciudades que dejaban", dice el alcalde, que el 2013 hermanó a su comuna con la ciudad palestina de Beit Jala.
"El damasco, la sandía, el cordero, cosas que son tan nuestras, también son muy palestinas. Los inmigrantes se lo comentaron a los que se quedaban, y se los trajeron contándoles: vengan a esta tierra, que se parece a la nuestra".
Los que vinieron, encontraron un hogar a 13.000 kilómetros de distancia.
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Fuente:
Por qué Chile es el país con más palestinos fuera del mundo árabe e Israel - BBC Mundo
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