La compra de la Luisiana, tema de numerosas descripciones contemporáneas e interpretaciones históricas, representó un hito importante en la historia de los Estados Unidos de Norteamérica. Valiéndose de medios astutos y pacíficos, la república expansionista adquirió más de 2 millones de kilómetros cuadrados de territorio allende sus fronteras internacionalmente reconocidas a un costo diplomático y financiero muy bajo. Al duplicar sus territorios, la crecida “ nación “(*1) estadounidense obtuvo el completo control de ambas márgenes del Mississippi y los derechos de navegación por el río y eliminó la presencia de la Francia bonapartista de su vecindad. La adición de más espacio permitió a los republicanos jeffersonianos poner en práctica su triunfante política económica, extender el “ imperio de la libertad “ ( ¡¡¡ Cuánto nos suena hoy….!!! ) y, oportunamente, debilitar a sus oponentes federalistas. Henry Adams, el notable historiador y crítico jeffersoniano, calificó la compra como: “….un acontecimiento tan portentoso que desafía toda medida; dio un nuevo rostro a la política y figuró en importancia histórica junto a la Declaración de Independencia y la adopción de la Constitución--acontecimientos de los que era el resultado lógico--, pero, en cuanto asunto diplomático, no tuvo paralelo porque casi no costó nada “.SOBRE LA COMPRA DE LA LUISIANA....
Los intereses estadounidenses en el Oeste constituyen un objetivo de primerísima necesidad. En el Tratado de Paz de París, firmado en el año de 1783 entre el Reino Unido Británico y los Estados Unidos Norteamericanos, reconocióse la independencia y la soberanía de la república sobre las tierras allende los Montes Apalaches y estableció el río Mississippi como su frontera occidental con la colonia española de la Luisiana. Los subsecuentes movimientos demográficos hacia el Oeste y la ocupación física y el desarrollo agrícola de las tierras ultramontanas tuvieron como consecuencia lógica el que los estadounidenses se preocuparan por el derecho de depósito para sus mercaderías en el puerto de Nueva Orleáns, entonces también bajo dominio español, y por los derechos de libre navegación por el Mississippi, pues los habitantes del pujante Oeste necesitaban acceso a una salida natural y permanente para los excedentes de su producción….A todo lo largo de los últimos veinticinco años del siglo XVIII, después del rechazo inicial de Madrid y de su subsecuente renuncia, los diplomáticos estadounidenses negociaron satisfactoriamente con la Corona Española el libre tránsito de sus barcos por el río y el derecho de depósito de Nueva Orleáns, libre de aranceles, para sus mercaderías: En el 1795, con el Tratado de San Lorenzo, también conocido como “ Tratado Pinckney “, fueron reconocidos formalmente los derechos de los estadounidenses a navegar por el bajo Mississippi y a depositar sus mercaderías en condiciones favorables en la desembocadura del río.
A pesar de las divisiones partidistas del decenio de 1790, prácticamente todos los estadounidenses estaban de acuerdo en la importancia estratégica de esos derechos para los habitantes del Oeste y de la “ libre navegación “ del río, considerada como un “ objetivo no sólo de ventajas inestimables, sino de primerísima necesidad “. Nueva Orleáns y las Floridas, entonces también bajo hispánico dominio, eran consideradas vitales para la seguridad de los Estados Unidos; no obstante, mientras esas regiones continuaron bajo el dominio de una potencia relativamente débil, la diplomacia estadounidense no preocupóse, pues esperaba que finalmente llegarían a formar parte de la república en algún momento en un futuro que no se antojaba demasiado lejano. A principios del nuevo siglo, hubo un cambio radical y desconcertante de las circunstancias, coincidente con la “ Revolución Jeffersoniana “, que generó una sensación de urgencia y precipitó la respuesta diplomática que el nuevo presidente dio al asunto.
La compra de la Luisiana fue el resultado, como hemos referido anteriormente, de un complejo proceso, en el cual intervinieron la diplomacia jeffersoniana, la rivalidad anglo-francesa, la incapacidad española para ejercer su tradicional autoridad como potencia en sus territorios norteamericanos y los sueños de Napoleón Bonaparte de crear un imperio colonial en el hemisferio occidental. El suceso que provocó que la diplomacia jeffersoniana sufriere una reformulación sustancial fue la cesión que hizo España del territorio de la Luisiana a la Francia de Napoleón el 10 de Octubre del 1800, conforme a los términos del Tratado de San Ildefonso, acordado en secreto. ( Una de las muchas infamias que veríanse; gracias a las traiciones de los gabachos y a la incompetencia de los que se suponían reyes y gobernantes de Las Españas….) La devolución tendría lugar una vez que Francia transfiriere el ducado italiano de la Toscana a España. Si bien el interés de los franceses en el hemisferio occidental nunca había desaparecido, una vez en el poder, Napoleón planeó reforzar la presencia de su nación en la región y reconstruir un imperio colonial que incluyera Luisiana y Santo Domingo, colonia que recientemente había perdido. Según Livingston, enviado estadounidense a París, el primer cónsul vio en la colonización de la Luisiana “ un nuevo Egipto, una colonia que equilibraría el establecimiento de los británicos en el Este “. La amenaza de la cercanía de ese poderoso vecino planteaba un grave reto para la seguridad de los Estados Unidos de la América del Norte: La Francia y el Reino Unido proyectarían sus perennes e irresueltas rivalidades en norteamericanos pagos, afectando así la estabilidad de la Unión y a sus perspectivas de prosperidad en el Oeste. La diplomacia estadounidense decidió entonces adoptar la política de demostrar “ la preferencia que Estados Unidos daba a la vecindad con España por sobre la de cualquier otra nación “. Puesto que la presencia franchute constituía ya un innegable hecho, era evidente que “ cualquier potencia, que no seamos nosotros, que posea el territorio al Este del Mississippi se convierte en nuestro enemigo natural “.
Poco después de que Thomas Jefferson asumiese la presidencia en Marzo del año de 1801, su gabinete recibió información sobre el convenio secreto entre la España y la Francia. Rufus King, ministro estadounidense en Londres y uno de los pocos funcionarios federalistas que mantenían una posición clave en la recién instalada administración, informó a James Madison, secretario de estado, de los rumores sobre la transacción y comunicóle sus temores en el sentido de que “ esta cesión está destinada a tener, y realmente puede producir, efectos lesivos para la Unión y la consecuente felicidad del pueblo de los Estados Unidos “. Más tarde escribió que Lord Hawkesbury, secretario del exterior británico, y otros altos funcionarios “ habían expresado muy reservadamente la renuencia con la que habrían de ser llevados a acceder a una medida que podría ser seguida por consecuencias del mayor peso “. Los estadounidenses sabían que la transferencia sería extremadamente peligrosa para el Reino Unido, pues “ daría un poder ilimitado a su rival “ y sería una amenaza para las posesiones británicas en la América del Norte y en las Indias Occidentales. Hacia finales del año, King había obtenido más información, pero no pudo confirmar si la transacción debía incluir también las Floridas.
Al gobierno le preocupaban las consecuencias que pudiese tener la cesión y procuraba obtener una información completa sobre el alcance de la operación entre los diplomáticos franceses y españoles en Washington, París y Madrid. Madison hizo peticiones formales a Charles Pichon, encargado de asuntos exteriores francés en los Estados Unidos, y comenzó a transmitirle los puntos de vista diplomáticos de su país sobre la cuestión. En Enero del 1802, Pichon comprendió los riesgos de la transacción, pues, después de una prolongada conversación con Jefferson, escribió a Talleyrand de esta guisa:
“ La prise de possession de la Louisiane lui paraît toujours de notre part une grande faute politique et qui doit produire à la première guerre d´Éurope une rupture entre nous et les Etats-Unis et amener entre ceux-ci et l´Angleterre une alliance. Nous n´y resterons, dit-il, que autant qu´il plaira aux Etats-Unis ; il ne pense pas que la chose vaille une guerre, mais ce sera un événement qu´on ne pourra pas empêcher «
« La toma de posesión de la Luisiana le sigue pareciendo una gran falta política de nuestra parte que debe provocar, a la primer guerra en la Europa, una ruptura entre nosotros y los Estados Unidos y llevar a éstos y a Inglaterra a una alianza. Sólo permaneceremos ahí, dice el tiempo que pluguiese a los Estados Unidos; no cree que el asunto valga una guerra, pero será un acontecimiento que no se podrá evitar “.
Jefferson procedió con rapidez a nombrar al canciller Robert R. Livingston como ministro de los Estados Unidos para ocupar el puesto vacante en la capital francesa. Livingston recibió instrucciones de negociar los asuntos pendientes sobre las deudas y reclamaciones de los ciudadanos estadounidenses contra la Francia, averiguar si la transacción había tenido lugar realmente y explorar, asimismo, las posibilidades de obtener la cesión de las Floridas. En todo momento debía subrayar “ la ansiedad de los Estados Unidos por mantener la armonía y la confianza con la República Francesa, el peligro a que éstas estarían expuestas por los choques, más o menos inseparables, de una vecindad en tales circunstancias “. Tan pronto como arribó a la parisina urbe, intentó empaparse completamente en el asunto, sólo para encontrar respuestas evasivas de Talleyrand, el ministro francés de relaciones exteriores. Al verse en tan incómoda situación, formalmente solicitó información sobre la cesión, expresó su preocupación por el silencio oficial y propuso discutir algún tipo de acuerdo sobre las Floridas “ para ayudar a las operaciones financieras de Francia y, mediante una frontera natural fuerte, eliminar todas las causas de descontento entre aquélla y Estados Unidos “.
En esta primera etapa, a pesar de no contar con información precisa, la diplomacia estadounidense vinculó sus territoriales preocupaciones y de seguridad, centradas en las Floridas, con un plan financiero ( ¡¡¡ Qué extraño….!!! ). Puesto que se hizo evidente que el centro de los intereses estadounidenses era el puerto de Nueva Orleáns, Jefferson y Madison formularon una nueva estrategia. Madison dio instrucciones a Charles Pinckney, ministro estadounidense en Madrid, en el sentido de que si la transacción todavía no había tenido lugar, adquiriera las Floridas y Nueva Orleáns de las Españas a cambio de “ garantizar su territorio allende el Mississippi “. Pero, en respuesta a la creciente certidumbre de Livingston respecto a la cesión de la Luisiana, el presidente Jefferson le hizo la advertencia de que dicha cesión “ trastoca completamente todas las relaciones políticas de Estados Unidos y constituirá una nueva época en nuestro curso político “; para después añadir aquello de: “ Hay en el mundo un solo lugar cuyo poseedor es nuestro enemigo natural y habitual. Es el puerto de Nueva Orleáns, a través del cual deben pasar al mercado los productos de tres octavas partes de nuestro territorio….Francia, colocándose en esa puerta, asume ante nosotros una actitud de desafío. España podría haberla retenido tranquilamente durante años “.
Jefferson terminaba diciendo entonces que, en esas nuevas circunstancias, sólo mediante una alianza con el Reino Unido ( Capitaneado por el centralismo inglés judaizante ) podrían mantenerse protegidos los intereses estadounidenses en la región; “ a partir de ahora, debemos ligarnos a la flota y la nación británicas “. Sólo la cesión de Nueva Orleáns y las Floridas a los Estados Unidos a través de una compra vinculada con la restitución de las deudas francesas podría satisfacer las preocupaciones estadounidenses.
La diplomacia jeffersoniana confió en la amenaza de una alianza con el enemigo de la Francia, pero esa amenaza debía” permanecer menos que explícita, para no provocar innecesariamente a los franceses y poner así en peligro los derechos estadounidenses a los usos del río “. La amenaza representó un cambio de rumbo importante en las relaciones franco-estadounidenses, pues Jefferson dijo al embajador Pichon aquello de: “ Hay una fatalidad, me dijo, que desde hace diez años que en Francia se comprenda a los Estados Unidos al revés; y vosotros terminaréis por hacer que la unión total con la Gran Bretaña goce de aceptación universal. Es una eventualidad que toda la política de vuestro anterior gobierno se dedicaba a impedir “
Madison advirtió a Livingston que, como consecuencia de la presencia gala en la Luisiana y su posesión de la boca del Mississippi, “ debemos temer los peores acontecimientos “. Asimismo, escribió a King que la cesión de la cual se hablaba plantearía en los Estados Unidos “ problemas de vecindad de diferentes clases….(y) preparará el camino para acontecimientos muy graves “, para añadir que, “ consecuentemente, es para el presidente objeto primordial el obviar tal eventualidad “. La administración de Jefferson siguió una estrategia diplomática múltiple que incluía hacer fuertes presiones sobre Pichon y negociar una posible compra del territorio con Napoleón a través de Livingston y Du Pont de Nemours, amigo íntimo del presidente con excelentes contactos en París, quien insistía en que la compra era el mejor método para resolver aquella espinosa crisis diplomática.
Los intentos militares franceses por volver a tomar la hispana Santo Domingo, hechos a todo lo largo del año de 1802, aumentaron los temores entre los dirigentes estadounidenses, pues supusieron que una parte de las ropas sería distraída para ocupar la Luisiana. Delineando con claridad los elementos de su política exterior, Jefferson advirtió que la posesión francesa de la Luisiana: “….que es emprendida como si nada, como un mero contrapeso en el arreglo de cuentas general, esta mácula que ahora aparece como un punto casi invisible en el horizonte, es el embrión de un huracán que se desatará en los países de ambos lados del Atlántico y abarcará en sus efectos sus más nobles destinos. La paz y la abstención de las interferencias europeas son nuestros objetivos, y así seguirá siendo mientras el presente orden de cosas en América permanezca sin interrupción “.
Como el silencio y las evasivas de Talleyrand continuaron, Livingston decidió diversificar sus contactos con el gobierno galo y acercóse a los parientes cercanos de Napoleón. En Agosto, preparó una memoria en la que argumentaba sobre si era ventajoso para la Francia ocupar la Luisiana; la memoria, de la que distribuyó 20 copias entre quienes creyó que eran personajes influyentes en los círculos bonapartistas, tuvo un efecto público desfavorable.
Hacia finales de año, la sensación de urgencia aumentó. El 16 de Octubre, Juan Ventura Morales, intendente español de Nueva Orleáns, expidió una proclama en la que prohibíase a los estadounidenses importar y depositar bienes libres de aranceles en ese puerto. Los temores de los habitantes del Oeste, que dependían en una gran medida de esa salida, se trocaron en cólera. Sus protestas llegaron a Washington y, el 17 de Diciembre, el congreso decidió solicitar información al ejecutivo sobre la suspensión del derecho de depósito. Para ese entonces, Jefferson ya había comunicado en su informe anual al congreso las consecuencias generales de la presencia francesa en el Oeste:
“ La cesión de la provincia española de la Luisiana a la Francia, que tuvo lugar en el transcurso de la última guerra, modificará de tal manera la naturaleza de nuestras relaciones exteriores, si es puesta en práctica, que, sin duda alguna, tendrá una importancia adecuada en toda deliberación de la Legislatura relacionada con ese asunto “.
Unos cuantos días después, Madison y Jefferson enviaron informes completos sobre la cuestión y confirmaron la suspensión del derecho de depósito. Para ese momento, Manuel De Salcedo, el gobernador general español de la provincia de la Luisiana, ya informado había al gobierno estadounidense que el intendente había actuado sin autorización real y, por ende, su medida había sido rechazada. El congreso no podía ignorar el descontento público y el ambiente de belicosidad que había en diferentes medios de la sociedad estadounidense. Los federalistas vieron en este incidente la oportunidad de aumentar su popularidad en el Oeste, presionaron en favor de una acción militar y propusieron varias resoluciones al congreso para ocupar Nueva Orleáns por la fuerza.
Puesto que la administración de Jefferson no podía poner en riesgo la adquisición de Nueva Orleáns, objetivo principal de su estrategia diplomática, el presidente nombró a James Monroe, antiguo ministro en la Francia y gobernador de la Virginia, para emprender “ el experimento de una misión extraordinaria….(y)ayudar en la salida de una crisis, la más importante que los Estados Unidos han enfrentado desde su independencia y que habrá de decidir su carácter y destino futuros “. En una sesión a puertas cerradas, también solicitó y recibió la autorización del congreso para emplear un par de millones de dólares “ para comenzar una negociación con los gobiernos francés y español relativa a la compra de la isla de Nueva Orleáns y las provincias de la Florida Oriental y la Florida Occidental “. El congreso señaló: “ esta solicitud(surgió)no de una disposición a aumentar nuestro territorio, pues ni las Floridas ni Nueva Orleáns ofrecen otros atractivos que su mera relación geográfica con los Estados Unidos “; aunque advirtió que llegarían a ser “ parte de los Estados Unidos, ya sea mediante la compra o mediante la conquista “.
Después de informar a Pichon la razón del nombramiento de Monroe, Madison procedió a decirle:
“ El medio de prevenir toda dificultad era hacer al gobierno francés la proposición de ceder todo el territorio allende el Mississippi, comprendida la Nueva Orleáns “.
Los despachos de Pichon a Talleyrand también describen la actitud belicosa de la “ opinión pública “ de los recientes Estados Unidos; y la actitud de Monroe respecto a su misión:
“ Il(Monroe) ne m´a pas caché que si elle échouait et ne se terminait heureusement, le parti de l´administration était pris d´agir avec la dernière vigueur et de recevoir les ouvertures ce que l´Angleterre ne cesse de faire « .
« (Monroe) no me ha ocultado que, si(la misión)fracasaba y no terminaba felizmente, el gobierno había tomado el partido de actuar con todo vigor y aceptar las ofertas que Inglaterra no cesa de hacer “.
Jefferson eligió a Monroe por la enorme popularidad de este último en el Oeste y entre los círculos diplomáticos gabachos, pero sobre todo por su cercanía con los principales círculos republicanos. Escribióle lo siguiente:
“ Nuestro objetivo de comprar Nueva Orleáns y las Floridas es una medida susceptible de asumir tantos aspectos que ninguna instrucción podría ajustarse a ellos. Era fundamental, por lo tanto, enviar a un ministro extraordinario….Pues del resultado de esta misión dependen los destinos futuros de esta república. Si, mediante la compra de ese país, no podemos asegurarnos un curso de paz y amistad perpetuas con todas las naciones, entonces, ya que la guerra no puede estar distante, es menester que nos preparemos inmediatamente para ese curso, sin, no obstante, apresurarlo; y tal vez fuere necesario ( a vuestro fracaso en el continente ) cruzar el canal. Quedaremos enredados en la política europea e, imaginando más, seremos mucho menos felices y prósperos. Esto sólo puede evitarlo un resultado exitoso de vuestra presente misión “.
La posesión del país en la ribera este del Mississippi dará consistencia e irresistible fuerza a los Estados Unidos de América….La seguridad aumentará con esa medida.
Los federalistas trataron de valerse de la crisis de Nueva Orleáns para aumentar su fuerza política en el Oeste. En el Senado, James Ross, senador federalista por Pennsylvania, propuso una resolución para tomar Nueva Orleáns por la fuerza, sobre la cual expuso las siguientes consideraciones:
“ Que los Estados Unidos tienen el derecho indisputable a la libre navegación por el río Mississippi y a un lugar conveniente para depositar sus productos y mercancías en la isla de Nueva Orleáns….
Que el Presidente sea autorizado a tomar posesión inmediata de tal lugar o lugares, en la dicha isla, o los territorios adyacentes, que puedan parecerle adecuados y convenientes para el propósito antedicho; y adoptar las medidas convenientes para obtener aquella seguridad completa que él en su prudencia considere adecuada.
Que sea autorizado para llamar a servicio efectivo al número de milicianos de los estados de Carolina del Sur, Georgia, Ohio, Kentucky, Tennessee, o del territorio de Mississippi, que pueda creer apropiado, sin exceder de cincuenta mil, y emplearlos, junto con las fuerzas militares y navales de la Unión, para producir los objetivos antes mencionados.
Que la suma de cinco millones de dólares sea destinada para llevar a efecto las anteriores resoluciones “.
El enfoque de los federalistas sobre el problema en su conjunto puso de manifiesto sus diferencias con los republicanos. Si bien ambos partidos estaban de acuerdo en que Nueva Orleáns era vital para los intereses de los Estados Unidos Norteamericanos y había consenso entre ellos respecto a esa cuestión estratégica, porque coincidían en que “ forma una parte natural y necesaria de nuestro imperio “, los federalistas proponían la toma militar previa a la negociación. Ross propuso, para responder a las acciones españolas, “ ¿ por qué no apoderarse entonces de lo que es tan esencial para nosotros en cuanto nación ? ¿ Por qué no expulsar a los malhechores ?....Plantaos en el río, fortificad las riberas…..”. También sugirió: “ avanzad, deshaceos de los agresores, despejad las obstrucciones, restaurad vuestra posesión con vuestras propias manos y utilizad vuestra propia espada si se os ofrece resistencia “. William H. Wells, su colega de Delaware, fue aún más lejos, pues también solicitó que se autorizara la “ toma de posesión de ambas Floridas, así como de la isla de Nueva Orleáns “. Los republicanos, por el contrario, creían que “ nada sino el fracaso de todo modo pacífico de desagravio….debe desviarnos del camino de la paz “ , de otro modo, los Estados Unidos enfrentarían el riesgo de participar en alianzas enredadas, se “ embarcarán en las riñas y disputas de Europa y se convertirán en satélite de cualquiera de las potencias de allá “.
Una y otra vez, los federalistas hicieron énfasis en el valor estratégico de Nueva Orleáns y las Floridas para la seguridad de los Estados Unidos. Sin duda alguna, la estrategia era un elemento de capital importancia de sus ambivalentes políticas expansionistas: Por una parte, estaban dispuestos a ir a la guerra por ese puerto, porque, como lo señaló Ross, “ por la posición misma de nuestro país, por su forma geográfica, por motivos de independencia completa, el dominio de la navegación por el río debe estar en nuestras manos “; por la otra, vacilaban en apoyar la incorporación de nuevas tierras, porque, como lo hizo notar el gobernador Morris durante el debate, “ tenemos suficiente(territorio)propio. No deseamos extender nuestros dominios “.
John Breckinridge, senador republicano por Kentucky, presentó sus propias propuestas para contrarrestar las presiones, llamando a la organización de una milicia de 80.000 individuos y a la construcción de arsenales en aguas occidentales en caso de que el presidente lo considerara necesario si su diplomacia fallare. Para hacer frente al desagravio, otros miembros de ese partido subrayaron que, antes del uso de la fuerza, era necesario arreglar las diferencias por la vía de la negociación diplomática. Este último punto de vista prevaleció finalmente, pues el 25 de Febrero quince senadores rechazaron las propuestas de Ross, mientras que once las apoyaron. De cualquier modo, el senado aprobó por unanimidad las propuestas de Breckinridge como una alternativa.
A principios de Marzo del 1803, Monroe recibió instrucciones y partió con rumbo a la Francia. Para entonces, la combinación de varios sucesos ya había generado una actitud receptiva en la corte bonapartista: Los intentos militares por recuperar Santo Domingo habían fracasado y el mal tiempo había impedido la partida de más tropas expedicionarias; el gobierno galo enfrentaba una grave crisis financiera y la paz entre la Francia y el Reino Unido era cosa precaria y la reanudación de las hostilidades inminente; por lo demás, la información de Pichon respecto a la amenaza militar de ocupar Nueva Orleáns y el establecimiento de una alianza anglo-americana formaban el telón de fondo de las múltiples tentativas de Livingston por comprar Nueva Orleáns y las Floridas. Todas las consideraciones anteriores contribuyeron….” en la crisis actual, a preparar en el gobierno napoleónico la disposición para prestar oídos a un convenio que, de una vez por todas, eliminaría una fuente de controversia extranjera “.
El 12 de Abril, día de su llegada a París, Monroe enteróse de los progresos de Livingston en las negociaciones. Presionado por necesidades apremiantes y alerta a las consecuencias de la animadversión estadounidense, el masón corso Napoleón Bonaparte decidió proponer una transacción que superaba las expectativas de los Estados Unidos: A través de Talleyrand, ofreció todo el territorio de la Luisiana, pues, “ sin Nueva Orleáns, el resto sería de poco valor “. Aunque la respuesta inicial del canciller fue negativa, porque sus órdenes parlamentaban de límites geográficos específicos, el tenor de las negociaciones cambió a la llegada de Monroe. Napoleón ordenó al marqués François de Barbé-Marbois, ministro francés del tesoro, discutir con los enviados estadounidenses los términos de un convenio monetario que incluyese las reclamaciones y deudas pendientes a cambio de territorio. Ante la posibilidad real de adquirir el dominio cabal sobre las dos riberas del Mississippi y su salida natural, los enviados estadounidenses decidieron prestar atención seriamente a la oferta y entablar las negociaciones, sin esperar nuevas órdenes oficiales de su gobierno. Después de dos semanas de negociaciones y discusiones de los borradores, Barbé-Marbois, Monroe y Livingston pusieron sus iniciales en el Tratado de Cesión de la Luisiana, y dos convenios, el 30 de Abril. Poco después, París y Londres reanudaron las hostilidades.
Monroe y Livingston firmaron un tratado que concluía la transferencia de la Luisiana a los Estados Unidos ( Con una España impotente sometida por una Francia que en esos días ejercía mejor su casi eterna vocación pirática, al menos para con lo que contra España, la última defensora generosa de la Cristiandad, se refiere ) por 15 millones de dólares norteamericanos y dos convenios en los cuales se detallaban las condiciones de pago. El gobierno de los Estados Unidos pagó 11.250.000 dólares por el territorio y aceptó asumir las reclamaciones de los ciudadanos estadounidenses contra la Francia por la cantidad en dólares americanos de 3.750.000. De acuerdo con los términos del tratado, la República Francesa cedía la colonia de la Luisiana tal como habíala recibido de una cada vez más enclenque Corona Hispánica conforme al tratado secreto de San Ildefonso, por lo que las fronteras permanecían sin definir y las Floridas quedaban excluidas del convenio. Sus habitantes serían incorporados a la Unión con garantías que protegieran su libertad, religión y propiedades. Durante un periodo de 12 años, los barcos franceses y españoles pagarían en Nueva Orleáns los mismos aranceles que los aplicables a los buques estadounidenses. El tiempo establecido para la ratificación fue de seis meses.
Cuando Livingston y Monroe transmitieron los textos del tratado y las convenciones, también informaron a Madison sobre los detalles de las negociaciones. Como Barbé-Marbois dejó en claro que la Francia no estaba dispuesta a conservar únicamente una parte del territorio, decidieron aceptar la oferta en su conjunto:
“….de esa manera, hemos buscado llevar a efecto, hasta el máximo de nuestras facultades, la prudente y benévola política de nuestro gobierno….La posesión de la margen izquierda del río, de haber sido alcanzable sola, habría, es verdad, logrado mucho en ese respecto; pero es igualmente cierto que habría dejado mucho por lograr. Mediante ella, nuestro pueblo habría tenido una salida al océano en la que ninguna potencia habría tenido el derecho de perturbarlo; pero, mientras la otra margen permaneciere en posesión de una potencia extranjera, podrían acaecer circunstancias que hicieren la vecindad con tal potencia muy perjudicial para nosotros en muchos de nuestros intereses más importantes “.
El tratado hizo desaparecer la principal fuente de diferencias entre la Francia y los emergentes Estados Unidos. Asimismo, eliminó del Oeste la inestabilidad debida a las rivalidades europoides y la necesidad de establecer una alianza con “ una potencia, para prevenir la injusta presión de otra “, los Estados Unidos dieron, “ en fin, una gran zancada hacia la independencia real y sólida “. Puesto que las Floridas seguían en manos extranjeras, Monroe solicitó instrucciones para abordar el asunto y sugirió intercambiarlas por una parte de la Luisiana próxima a Méjico, con lo que dio comienzo otro capítulo más en la Historia del expansionismo territorial estadounidense.
Las noticias sobre la transacción llegaron a los Estados Unidos a finales de Junio. Jefferson recibió el texto el 14 de Julio, expresó su completa aprobación a la adquisición de toda la Luisiana y emitió una proclama para que los senadores y los representantes se reunieren el día 17 de Octubre con el propósito de discutir “ grandes e importantes asuntos que reclaman la consideración del Congreso de los Estados Unidos “ . Madison informó a los enviados que “ la compra de la Luisiana en toda su extensión, aunque no estaba contemplada, era recibida con aprobación calurosa y, de cierta manera, general. Los usos a que puede destinarse la hacen una adquisición realmente noble “.
A principios del mes de Junio, el Primer Cónsul ya había procedido a ratificar el tratado y las convenciones, si bien exigió una observancia estricta de los términos y su cumplimiento inmediato; todo incumplimiento lo invalidaría y restablecería las condiciones previas. Monroe y Livingston transmitieron a Madison la ratificación de Napoleón y urgieron una acción inmediata sin demora o modificaciones sustanciales.
(*1) : El término « nación « para calificar a los Estados Unidos de Norteamérica ( Un país que, como se ve, carece de nombre propio ) es un tanto engañoso. Al menos, si como patriotas rechazamos el concepto liberal de “ nación “ y acudimos al tradicional del latín medievalesco que fue de “ nascere “ a “ natio-nationis “. Estados Unidos en modo alguno constituye una comunidad de origen ni un proyecto espiritual común. Estados Unidos se va formando con colonias aisladas de protestantes radicales, con una grandísima esclavitud de africanos y europeos--católicos éstos en su mayoría, como irlandeses y polacos--exterminando a los pueblos amerindios por ley. Y su confirmación territorial llega bien por artimañas diplomático-democráticas bien por la guerra pirática, continuando la “ tradición “ judaica del “ imperio “ británico. Y de la Francia también fue así. Los Estados Unidos fueron creciendo al modo clasista británico de la sociedad de guetos; antes que la propia estratificación racista, la del dinero. Un país que se funda por masones y cuyos gigantescos intereses macropolíticos siempre estuvieron dirigidos desde las logias, como sigue siendo a día de hoy. Por ello, no creo que “ nación “ vaya con los Estados Unidos. Y menos aún “ patria “. Con todo, aún en la América Hispana hay un legado, algo medular. Allá nunca hubo eso y se ve en su “ continuidad histórica “ que va a ser que no.
Incluso un gran conflicto civil, donde muchos carlistas españoles combatieron en el bando confederado-sudista, despertó las grandes grietas de esa artificiosidad que se pretendía bajo una masónica Constitución ( Como todas ) que ni iba ni venía. Tampoco parece ser que siga yendo o viniendo.
* BIBLIOGRAFÍA :
- Dr. Castillo Meléndez
- Víctor Arriaga Weiss
- Henry Adams
- Thomas Jefferson
- James Madison
- Robert R. Livingston
- Charles Pichon
- Charles Maurice de Talleyrand
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