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Tema: La Ciencia en la América española

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    La Ciencia en la América española

    La Ciencia en la América española




    El beneficioso influjo que tuvo en la Ciencia la magna empresa de los Reyes Católicos, comenzó el mismo día en que la diminuta flota zarpó del puerto de Palos. La lucha patética entre el prejuicio adquirido y el juicio propio; ese afán de contrastar los hechos observados con la autoridad de los antiguos, compromiso que se traduce en una ciencia trabada e imperfecta, es el símbolo del espíritu atormentado de los más selectos hombres en aquel momento crucial de la historia.

    El descubrimiento de América, su exploración minuciosa, el análisis de las lenguas que hablaban los nativos americanos y su estudio etnográfico, probó la alta cualificación intelectual y científica de los españoles. Pronto se sumarían los propios americanos, criollos e indígenas.



    La exploración abarcó también, lógicamente, la fauna y la flora del nuevo mundo, tan distinta, y permitió un fecundo estudio comparado. Además, se pudo completar la circunnavegación del globo, gracias a la pericia y los conocimientos cosmográficos y náuticos de los pueblos hispánicos y se extendió el primer ciclo global (la Nao de Manila es paradigmática) compartiéndose saberes entre América, Asia y Europa.

    Las obras de los científicos españoles, y posteriormente hispánicos e ibéricos, fueron altamente consideradas por sus coetáneos y sucesores; como prueba de ello, se multiplicaron durante dos siglos las traducciones a todas las lenguas europeas (francés, inglés, italiano y, en menor medida, latín, holandés y alemán). Fueron también constantes las reediciones, que se cuentan por decenas.

    Son los más destacados científicos del momento quienes se encargan de traducir las obras hispanas, que citan constantemente. De hecho, en la Biblioteca personal de Isaac Newton se encuentran ejemplares de las obras de José de Acosta, de Benito Arias Montano y de la obra, especialmente trabajada por el brillante científico, Hugo de Omerique. Esta situación llega hasta Humboldt, quien afirma que “ninguna nación como España había dedicado tantos recursos y tantos hombres a la investigación y la ciencia en América”.

    La importancia económica de la Carrera de Indias y la explotación minera del Nuevo Mundo hizo que la demanda científica y tecnológica impulsada desde el inmenso poder de la Monarquía Hispánicafuera de altísimo nivel, sobre todo en los ámbitos naval y metalúrgico. La prioridad indiscutible en cualquier programa científico que hubiera podido diseñarse era claramente la que marcaban las necesidades del inmenso Imperio ultramarino.



    Es importante señalar que la empresa americana, a partir de la gesta del gran cosmógrafo Andrés de Urdaneta, no sólo incluyó el viaje de América a Asia, ya conocido, sino también el “tornaviaje”, de Asia a América, ruta marítima abierta por Urdaneta y realizada a partir de 1565 por galeones españoles conocidos con el nombre de Nao de Acapulco o de China. Esta doble vía puso tan en contacto esas dos partes del mundo como ya lo estaba gracias a la ciencia y la técnica portuguesas contorneando África.




    Es una obviedad, que para realizar el descubrimiento de un continente, los largos y arriesgados viajes marítimos, el trazado de cartas geográficas y la explotación de las minas peruanas y mejicanas, había que tener conocimientos de astronomía, geografía, náutica, cartografía y metalurgia.

    Los grandes descubrimientos de los siglos XIV y XV destruyen supersticiones, prejuicios astronómicos, geográficos, etnográficos, lingüísticos, climatológicos. Se fortalece la naciente tendencia al libre examen, y tanto por la revolución mental que provocan como por las transformaciones económicas y sociales, los descubrimientos de esa época acentúan el hecho cultural del Renacimiento. La invención de la imprenta multiplica la importancia de las nuevas ideas y se inicia una era de gran actividad material y espiritual.



    A partir del “Descubrimiento” se desvanecen como fantasmas nocturnos los monstruos (basiliscos, grifos, dragones) que , Estrabón y algunos pensadores medievales imaginaban que poblaban el mundo más allá de las fronteras de la ecumene, así como los fabulosos mares y tierras que los contenían: la zona periusta, el pulmón marino, el mar tenebroso. Desde ese momento, estos monstruos pierden su condición de objetos reales y se les confiere su condición de objetos ideales.

    El propio Colón estaba dotado de espíritu científico: sentido de la observación y empeño teórico. Sus observaciones de la declinación magnética bastarían para asegurarle un nombre en la historia de la Física; es cierto que su teoría sobre el fenómeno es falsa, pero también son falsas las actuales. Hasta los errores del Almirante son científicos y, lejos de servir para condenarlo, son la mejor prueba de su saludable confianza en la ciencia de la época.

    Las contribuciones de Nicolás de Monardes y de Francisco Hernández significaron un cambio radical en el proceso de la introducción en Europa de la materia médica americana, en una época en la que el ambiente académico estuvo dominado por el humanismo renacentista y su vertiente médica llamada “galenismo humanista”

    Los diferentes fundamentos y orientaciones de las obras de Monardes y Hernández condujeron a que tuvieran así mismo distintos enfoques y amplitudes. El punto de vista de Monardes en la farmacognosia y la terapéutica, debido a lo cual se detuvo en la descripción de las sustancias medicamentosas, en sus métodos de preparación, en sus indicaciones terapéuticas y sus modos de administración.

    Sus obras tuvieron una amplia difusión en toda Europa a través de una serie de ediciones de sus textos originales o resumidos y ejercieron una extraordinaria influencia que no solamente los convirtió en puntos de partida y referencias obligadas de los trabajos posteriores en torno a la materia médica americana, sino en hitos que pesaron de modo importante en la evolución de varias disciplinas científicas afines.

    La España del siglo XVI era heredera, de una brillante tradición en el campo de la astronomía práctica, cuya continuidad se mantuvo a lo largo de toda la Edad Media. Dicha continuidad no se interrumpió durante el siglo XVI; las aplicaciones de tipo náutico y también las correspondientes a la astrología y a la reforma del calendario mantuvieron viva la práctica de las observaciones, la confección de tablas y el interés por perfeccionar los instrumentos. De esta forma España ocupó un digno puesto en la última etapa de la astronomía práctica tradicional, que utilizaba instrumentos muy refinados, pero sin amplificaciones ópticas.



    La Universidad de Salamanca fue durante ese periodo el principal foco académico de la cosmografía peninsular. De hecho, acogió la obra de Copérnico y su Sistema Heliocentrista, tema de obligada mención puesto que sólo en España y en Inglaterra tuvo eco positivo el copernicanismo, especialmente en una época en que su rechazo fue general en toda Europa, tanto en los ambientes católicos como en los protestantes.

    El desarrollo de la navegación y la cosmografía durante la centuria que nos ocupa fue arriesgada y excitante, exigiendo a sus protagonistas una gran dosis de iniciativa e ingenio y poniendo al descubierto los fundamentos teóricos y prácticos que posibilitaron la navegación de altura, la revelación de una insospechada, imprevista y hasta heterodoxa cuarta parte del mundo, de un nuevo continente.

    Durante el siglo XVI los tratados de náutica españoles dominaban el panorama europeo, tratados como, entre otros, los de Martín Cortés, Breve compendio de la sphera y de la arte de navegar (1551); Pedro Medina, Arte de navegar (1545, el primero sobre esta materia en Europa) y Regimiento de navegación (1552);Diego García de Palacio, Instrucción náutica (México, 1587); Rodrigo Zamorano, Compendio de la arte de navegación (1581)

    La aportación española al nuevo arte de navegar posibilitó las expediciones descubridoras y el mantenimiento, por primera vez en la Historia, de comunicaciones y transportes a escala planetaria. Ese “Arte de navegar”, primera fase de la náutica moderna, fue una de las más tempranas disciplinas “aplicadas”, es decir, una actividad apoyada en bases científicas de considerable complejidad.

    Pedro Mártir de Angleria, italiano radicado en España al servicio de la corte de Fernando, que siguió muy de cerca la conquista, describe en sus Cartas latinas «las maravillas de ese mundo nuevo, de esos antípodas del oeste, que ha descubierto un cierto genovés enviado a aquellos parajes por nuestros soberanos Fernando e Isabel». Y agrega en una de sus cartas: «No abandonaré de buen grado a Españahoy, porque estoy aquí en la fuente de las noticias que nos llegan de los países recién descubiertos, y puedo esperar, constituyéndome en historiador de tan grandes acontecimientos, que mi nombre pase a la posteridad».

    Un hálito de optimista entusiasmo inflama las almas antes dormidas; un poderoso aliento vital sublima las existencias más humildes, consagrándolas a ideales de muy diversa alcurnia, pero todos legítimos y aun nobles: el deseo de mejorar la propia vida material, fecundo estímulo del progreso de la humanidad; el ansia de gloria e inmortalidad que impele hacia las grandes acciones sin medir el sacrificio; el místico afán de convertir a todos los hombres a la verdad que se consideraba absoluta, y el esclarecimiento de las pequeñas verdades de la naturaleza accesibles a nuestra inteligencia.

    «Es un error creer -dice Humboldt– que los conquistadores fueron guiados únicamente por el amor al oro o por el fanatismo religioso. Los peligros elevan siempre la poesía de la vida; y, además, la época vigorosa, cuya influencia en el desarrollo de la idea del mundo buscamos ahora, prestaba a todas las empresas y a las impresiones de la Naturaleza a que dan lugar los viajes lejanos un encanto que empieza a debilitarse en nuestra época erudita, en medio de las facilidades sin número que dan acceso a todas las regiones; es decir: el encanto de la novedad y de la sorpresa.»

    Aquel vértigo de descubrimientos, aquella insaciable ansia de saber y de poder, aquel fuego de entusiasmo y esperanza, que se va extinguiendo a fines del siglo XVI, revelan la mágica virtud del contagio, en los hombres de más baja alcurnia, sublima sus almas haciéndolos aristócratas de la humanidad: es el sentido de la infinitud y de lo inmortal.


    Publicado por laamericaespanyola

    Fuentes consultadas:

    Biblioteca Virtual de Polígrafos > Presentaciones
    http://www.cervantesvirtual.com/obra...nto-de-america




    https://somatemps.me/2020/10/22/la-c...rica-espanola/


  2. #2
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    Re: La Ciencia en la América española

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    Las expediciones botánicas a América en el siglo XVIII - Revista Ciencias

    Graciela Zamudio Varela


    A lo largo del siglo XVIII, los viajes de exploración botánica en tierras americanas adquirieron un fuerte impulso a medida que aumentaba el conocimiento de la riqueza y diversidad florística del llamado Nuevo Mundo. Esto llevó a que diversas potencias europeas enviaran a sus naturalistas para que recabaran información sobre las especies americanas.

    En las últimas décadas de ese siglo la corona española decidió jugar un papel determinante en la exploración de los recursos naturales de sus colonias, como resultado de una nueva relación que intentaba establecer el gobierno borbónico con éstas colonias, es decir, pretendía sustituir en gran medida, la explotación minera por una explotación de los recursos naturales, que le permitiera incrementar y monopolizar el comercio tanto en América como en Europa. La implementación de este proyecto, que permitiría avanzar en el proceso de recuperación de la nación española, requería de un inventario de los recursos vegetales de sus posesiones en ultramar. En este contexto las expediciones botánicas se convirtieron en pieza fundamental de la política reformista borbónica. (Puerto Sarmiento, 1987).

    Esta magna empresa, requería de un diseño de exploración totalmente nuevo que encontraría su principal realizador en Casimiro Gómez Ortega (1741-1818), director del Real Jardín Botánico de Madrid. Gómez Ortega intentó que el Jardín Botánico fuera la institución científica que controlara tanto los aspectos organizativos como los resultados de las expediciones botánicas de ultramar, haciendo a un lado el estudio de la flora española, que había sido el proyecto fundamental de los botánicos anteriores.


    Aspectos organizativos

    Para poder llevar a cabo un inventario de los recursos naturales en América, era necesaria una profunda reorganización al interior del Jardín Botánico madrileño. Se hizo necesario instruir al personal sobre el que recaerían las funciones de difundir la renovada política científica y administrativa de la metrópoli, y de aquellos que se encargarían de levantar la información en territorio americano.

    La capacitación científica se cubrió a través de la cátedra de botánica, dictada por el propio Gómez Ortega y Antonio Palau, en el Jardín Botánico. En ella se enseñaron los elementos teóricos de la botánica moderna, siguiendo el método de clasificación propuesto por el sueco Carlos Linneo (1707-1778). Este sistema, aunque altamente artificial, era de gran utilidad en la clasificación de una flora casi desconocida para los botánicos europeos. Gómez Ortega se encargó de traducir los principales textos linneanos que serían utilizados tanto en España como en las colonias.

    Como resultado de esta labor docente, algunos de sus discípulos participaron en las expediciones a Perú y Chile y a la de Nueva España, convirtiéndose así en los difusores de las nuevas ideas.

    Para la instrumentación del proyecto de exploración, fue necesaria la conformación de una red de corresponsales, tanto coloniales como peninsulares, que apoyarían a los expedicionarios en las tareas de recolección, herborización, traslado y aclimatación de los materiales. La capacitación técnica de estos corresponsales, jugó un papel muy importante para alcanzar los objetivos planteados. Este aspecto intentó cubrirlo Gómez Ortega con la publicación en 1779, de la obra Instrucción sobre el modo más seguro y económico de transportar plantas vivas por mar y tierra a los países más distantes. Estas Instrucciones, permitirían a los colectores, tanto expedicionarios como corresponsales, homogeneizar la toma de los datos recabados, dando prioridad al inventariado de plantas medicinales, mientras que para otras comunidades botánicas europeas, su principal interés estuvo dirigido a la agricultura.

    Para una mayor incidencia en las colonias, las Instrucciones fueron enviadas a las autoridades virreinales, comprometiéndolas a llevarlas a la práctica. Con este inicio de profesionalización de los botánicos, y con la instrumentación de la red de corresponsales, se puso en marcha la descripción florística americana, reafirmándose con esto a la botánica como una ciencia útil, al servicio del proyecto metropolitano.


    Expedición botánica al Perú y Chile (1777-1788)

    Esta expedición tuvo su origen en una iniciativa de los botánicos franceses que intentaron recuperar, a través de J. Dombey, el herbario que Joseph Jussieu, formara en las tierras peruanas décadas antes. Las autoridades españolas aceptaron que se llevara a cabo este viaje y aprovecharon para incluir a dos jóvenes botánicos, Hipólito Ruiz (1754-1816) y José Pavón (1754-1842), discípulos de Gómez Ortega. En las Instrucciones recibidas se les señaló la importancia que tenia el conocimiento las especies útiles, preferentemente las de la quina.

    Los expedicionarios permanecieron durante once años herborizando, describiendo y dibujando los materiales americanos, que continuamente remitieron al Jardín madrileño, institución que ejerció un fuerte control sobre sus actividades.

    Los resultados científicos obtenidos no correspondieron a los esfuerzos puestos en esta tarea, en parte debido a que a su regreso, los expedicionarios no encontraron un equipo capacitado científicamente para llevar a cabo los trabajos que requiere toda publicación florística. Por diversas causas, parte de los materiales botánicos fueron distribuidos a otras instituciones y colecciones privadas de Europa. Su publicación posterior eliminó el mérito que correspondía a sus autores.

    Pese a una serie de vicisitudes, los expedicionarios lograron publicar una parte de sus resultados, el resto aún se sigue publicando.

    Entre sus obras están las siguientes:

    Prodromus (1794) y Systema Vegetabilium (1798), en las que se dan a conocer nuevos géneros y especies de plantas americanas.

    Flora Peruviana et Chilensis, la obra fundamental de la expedición y probablemente el mayor aporte español a la taxonomía botánica sobre vegetales americanos. En tiempo de sus autores sólo se publicaron 3 de los 12 volúmenes. La Quinología de Ruiz en 1792; en 1801 apareció el Suplemento de la Quinología firmado por Ruiz y Pavón. (Estrella, 1988).


    Expedición botánica a Nueva Granada (1783-1816)

    La expedición a Nueva Granada estuvo dirigida por el médico español José Celestino Mutis (1732-1808). Poco después de su llegada a tierra colombiana en 1760, Mutis solicitó a las autoridades españolas le comisionaran para llevar a cabo el estudio de las riquezas naturales, especialmente las vegetales. Esta petición fue aprobada hasta 1783, gracias a su amistad con el virrey. Desde el jardín madrileño, Gómez Ortega consideró que la exploración botánica que se realizaba en Nueva Granada, debería formar parte de su proyecto de expediciones, por lo que envió para su cumplimiento las Instrucciones redactadas para la de Perú y Chile. Mutis las recibió pero no se rigió por ellas.

    Realizó un intenso trabajo de recolección, ayudado por criollos que él mismo había instruido en los fundamentos botánicos, entre los que destacaron Eloy Valenzuela, Francisco Zea, Sinforoso Mutis, Jorge Tadeo Lozano y Francisco José de Caldas. Mutis fue un seguidor de Linneo y mantuvo correspondencia con él, además de enviarle diversas especies que fueron descritas por el botánico sueco, siempre elogiando la investigación que dirigía el sabio Mutis. Sin embargo, el trabajo taxonómico no fue prioritario para los expedicionarios novogranadinos, ya que, para su director, fue más importante el trabajo iconográfico de la flora, lo cual lo llevó a establecer una escuela de dibujo que le permitió contar con un equipo numeroso de dibujantes. Los resultados de esta expedición pueden resumirse en un herbario de 20000 ejemplares y más de 6000 láminas botánicas de reconocida calidad, cuya publicación, en la Flora de Bogotá, aún no concluye.

    Hemos visto cómo el origen y los lineamientos que rigieron esta expedición surgieron en territorio americano, alejados del plan establecido en la metrópoli. Mutis nunca llevó a cabo las remesas que insistentemente solicitó Gómez Ortega, lo que lo convirtió en un enemigo del proyecto ilustrado de expediciones científicas.


    Expedición a la Nueva España (1787-1803)

    Es la última de las expediciones que con objetivos claramente botánicos, organizara la corona española. Se originó a partir de una propuesta del médico español Martin de Sessé, que contemplaba el levantamiento de un inventario florístico del territorio novohispano, el establecimiento de un jardín botánico y una cátedra de botánica. Se comprometió además a ilustrar la obra de Francisco Hernández recientemente localizada en Madrid. Su aprobación, en 1787, se debió al amplio apoyo otorgado por Gómez Ortega, quien vio en esta propuesta la posibilidad de alcanzar los objetivos del proyecto metropolitano.

    La Real Orden de establecimiento designó los siguientes objetivos, con los cuales de manera general se pretendió llevar a cabo la exploración botánica en América.

    …que se examinen, dibujen y descrivan metodicamente las producciones naturales de mis Fertiles Dominios de Nueva España no solo con el objeto general, e importante de promover los progresos de las ciencias Phisicas, desterrar las dudas, y adulteraciones que hay en la medicina, tintura y otras artes utiles que aumentan el comercio; sino tambien con el especial de suplir e ilustrar y perfeccionar, con arreglo al estado actual de las mismas ciencias naturales, los escritos originales que dexo el Doctor Francisco Hernández, Protomedico de Felipe Segundo, por fruto de la expedición de igual naturaleza que costeo aquel monarca, y hasta ahora no ha producido las completas utilidades que devian esperarse de ella…1

    Los trabajos de herborización y descripción se iniciaron el mismo año de 1787. La inauguración del Real Jardín Botánico de la Nueva España y de la Cátedra de Botánica, se realizó el 1°. de mayo de 1788. Como catedrático de botánica se nombró a Vicente Cervantes, discípulo de Gómez Ortega. A partir de esta institucionalización de la botánica, se implementarían las reformas científicas y administrativas dictadas por la corona española.

    A continuación se presenta la estructura organizativa que rigió los trabajos de esta expedición, retomando la propuesta de A. Lafuente que señala tres tipos de agentes transmisores de la política metropolitana, identificándose así los roles establecidos para cada uno de los participantes en la exploración novohispana.


    I. Los comisionados por el Jardín Botánico de Madrid para efectuar las herborizaciones.

    Esta tarea era la base para llevar a cabo un inventario florístico del territorio novohispano. El equipo encargado de realizarla estuvo integrado por el director de la expedición, Martín de Sessé; el botánico Juan del Castillo; el naturalista José Longinos Martínez; el farmacéutico Jaime Senseve, todos de origen español, y por dos dibujantes que serían seleccionados de la Escuela de San Carlos. A estos trabajos se agregó en 1789, el botánico mexicano José Mariano Mociño (1757-1820), discípulo de Cervantes, y el más importante de los expedicionarios.

    Las colectas las llevaron a cabo durante las excursiones que abarcaron además de una parte del territorio de la Nueva España, América Central, Cuba y Puerto Rico. El material colectado fue descrito con el auxilio de los textos que transportaban, así como los dibujos de algunas especies.

    Las actividades desarrolladas por los expedicionarios durante sus trabajos de herborización, estuvieron controladas por las autoridades virreinales, a quienes deberían mantener al tanto de las localidades exploradas, el tiempo estimado de colecta, y los resultados obtenidos.

    La siguiente nota expresa claramente las condiciones en que realizaron sus actividades los expedicionarios:

    Cualquiera que haya viajado por este reyno sabrá muy bien la escases de viveres, y necesidad de provisiones que es preciso cargar para no morirse de hambre aun en los caminos mas trillados. Nosotros pues que llamados de nuestro instituto, vivimos continuamente en los montes de pueblos de infelices indios, en barracas o tiendas de campaña, nos vemos obligados a proveemos antes de nuestra salida de las ropas cómodas y proporcionadas a los climas que nos hemos propuesto investigar…2


    II. Agente reformista de la corona.

    Era el encargado de difundir la botánica moderna, y de llevar a cabo las reformas sanitarias señaladas en la metrópoli. Esta tarea fue desarrollada por el catedrático Cervantes, difusor de los fundamentos linneanos en la Nueva España. La cátedra, según el reglamento dictado en Madrid, sería obligatoria para los médicos, cirujanos y farmacéuticos. El cumplimiento de estas instrucciones le ocasionaron serios conflictos con el ilustrado novohispano, José Antonio Alzate, por el uso del sistema linneano, con la Real y Pontificia Universidad de México y el Real Protomedicato, instituciones que vieron afectados sus intereses debido a las reformas educativas y sanitarias impuestas.


    III. Establecimiento de una red de corresponsales.

    Estos se constituyeron en parte importante de la estructura organizativa colonial. Participaron en la colecta y el envío de las plantas al Jardín de la ciudad de México. El primer corresponsal que nombró el Jardín Botánico de Madrid fue José Antonio Alzate, en 1785. Hizo varias remesas de plantas a España, actividad que interrumpió al decretarse la expedición y no ser incorporado a los trabajos de la misma. Entre los corresponsales nombrados también se encuentra Ignacio León y Pérez, discípulo de Cervantes y colector del Valle de Santa Rosa. A manera de ejemplo se cita una de las remesas que realizó este corresponsal en 1793:

    Paso a manos de V.E. el adjunto paquete de semillas que he colectado por estas cercanías, y asimismo parte de los esqueletos de las plantas de mi herbario, que por parecerme mas particulares los remito para dar mas clara idea a esa Real Expedición, y continúo en mi resolución de emplearme incesantemente en los aumentos de ese Real Jardín y Expedición como correspondiente interesado en ello. 3

    A su vez el virrey M. A. Flores, giró una orden que obligaba a los curas, militares y otros servidores públicos a trasportar al Jardín Botánico de la ciudad de México, el material colectado por los expedicionarios. Lo anterior pone de manifiesto el empeño mostrado por las autoridades virreinales para el éxito del proyecto metropolitano.

    Los resultados de 16 años de exploración botánica, contenidos en los manuscritos Plantae Novae Hispaniae y Flora Mexicana permanecieron archivados en el Jardín Botánico de Madrid. Fue entre 1887 y 1894, que la Sociedad Mexicana de Historia Natural publicó estas obras, que a pesar del tiempo transcurrido, siguen proporcionando valiosa información. (Zamudio, 1991).

    De manera resumida se ha presentado el desarrollo de las expediciones botánicas a América de finales del siglo XVIII. Estas expediciones, que pretendían contribuir a la recuperación económica y científica de la península, también han ocupado un lugar importante en la historia de la ciencia española. En este marco, se considera necesario señalar dos aspectos relacionados con los resultados logrados en esta magna empresa:

    1. La gran acumulación de materiales sobre la flora americana se debió en gran medida a la participación de los expedicionarios y corresponsales coloniales, como quedó demostrado en las expediciones de Nueva Granada y Nueva España. La capacidad científica americana la corrobora el hecho de que tanto Francisco Zea como José Mariano Mociño, pasaron a dirigir importantes instituciones españolas, el Real Jardín Botánico de Madrid en el caso particular de Zea.

    2. La mayor parte de los materiales recabados, lejos de influir en la economía y en la ciencia española, permaneció almacenada en oficinas gubernamentales, o en no pocos casos pasó a enriquecer otras colecciones científicas no españolas.

    Lo anterior tiene como explicación diversos factores, pero sin duda el determinante fue que, si bien el Jardín Botánico, a través de Casimiro Gómez Ortega, creo la infraestructura política y administrativa del proyecto de expediciones, no contempló su transformación interna en una institución científica capaz de sistematizar la información recabada así como su incorporación al conocimiento botánico universal.

    El gobierno español que más recursos había destinado para el conocimiento florístico de sus colonias, pasó a ser el más incapaz en el manejo de los resultados alcanzados.


    REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

    Estrella, E., 1988, Expediciones botánicas, en M. Sellós, J. L. Peset & A. Lafuente, eds. Carlos III y la ciencia de la Ilustración, Madrid: Alianza Universidad, pp. 331-351.

    Lafuente A., 1992, Institucionalización metropolitana de la ciencia española en el siglo XVIII, en A. Lafuente & J.

    Sala, eds., Ciencia Colonial en América, Madrid: Alianza Universidad, pp. 91-116.

    Puerto Sarmiento, F. J. & González Bueno A., 1987, Renovación sanitaria y utilidad comercial: las expediciones botánicas en la España ilustrada, Revista de Indias, 47: 489-500, Madrid

    Puerto Sarmiento, F. J., 1991, Las expectativas metropolitanas respecto a las expediciones botánicos ilustradas, en A. R.

    Díez Tone, et al., eds. La ciencia española en ultramar, Madrid, Doce Calles, pp. 129141.

    Zamudio, V. G., 1991, Institucionalización de la enseñanza y de la investigación botánica en México (1787-1821), Tesis Maestría, Fac. de Ciencias, UNAM. pp. 183.


    Notas

    1 AGNM, Historia, vol. 527, exp. 14, f. 42.
    2 AGNM, Historia, vol. 462, exp. 5, f. 34.
    3 AGNM, Historia, vol. 460, f. 192.



    Graciela Zamudio Valera

    Facultad de Ciencias,

    Universidad Nacional Autónoma de México.




    _______________________________________

    Fuente:

    https://www.revistacienciasunam.com/...glo-xviii.html

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