EL ORIGEN DE LOS ALIADOS INDIGENAS DE FRANCISCO PIZARRO Y SU LEALTAD A ESPAÑA


En el Perú del Imperio Inca, antes de la guerra civil entre Huáscar y su hermano Atahualpa, los pueblos Huancas, Cañaris y Chachapoyas entre otros vivían sometidos al Inca.


La guerra civil entre ATAHUALPA y HUASCAR costó ente 600.000 y más de un millón de muertos. Para la población de la época da idea de la carnicería que hubo. Sirva de ejemplo: según cuentan las crónicas del Inca Garcilaso de la Vega solo en la batalla de Hatun Xauxa murieron 150.000 soldados de ambos bandos.


Finalmente Atahualpa derrotó a Huáscar en la batalla final de Quipaypampa. Tras ser apresado, Huáscar fue conducido al Cuzco por Chalcuchimac y Quizquiz. Donde se le obligó a presenciar la muerte de sus familiares, tanto directos como indirectos. Antes de ello su madre le reprochó el estado en el que había quedado el imperio por su forma de gobernar. En prisión lo insultaban, le daban de comer desechos humanos y se burlaban de él todo el tiempo. Lo mataron cuando tenía cerca de 27 años, arrojándolo probablemente a un abismo, aunque también se cree que lo ahogaron en el río Negromayo, en Andamarca (provincia de Lucanas en Ayacucho), por orden de Atahualpa. En Cuzco, Quizquiz mató a todos los que tenían parentesco con Huáscar y por lo tanto pudiesen ser enemigos potenciales, incluyendo a los hijos los niños y las mujeres. La toma de Cuzco por Quizquiz terminó con la muerte de muchas familias de la nobleza cusqueña y el incendio de los palacios de la panaca de Huáscar.


Los Cañaris tomaron partido por Huáscar. Atahualpa había conseguido el apoyo de la confederación norteña (Caranquis-Quitus-Puruhaes) y bajó a Tomebamba para pactar una alianza con los Cañaris. Sin embargo estos ya habían tomado partido por Huáscar, por lo que acabaron con la guardia de Atahualpa y a él mismo lo apresaron. Atahualpa consiguió escapar y volver a Quito, donde después de reunir a sus ejércitos, regresó a Tomebamba, e hizo una masacre generalizada de todos los Cañaris, destruyendo su ciudad. Derrotado y hecho prisionero Huáscar por el ejército de Atahualpa, tanto sus seguidores como sus aliados, decidieron unirse a Pizarro al que le aportaron apoyo logístico y militar para derrotar a los incas rivales.
Casi desde la misma llegada de los españoles a Tumbes, algunos curacas tallanes no dudaron en apoyarles y en el viaje de Pizarro hacia Cajamarca, tanto ellos como los chimús les advirtieron de que se cuidasen de Atahualpa. Después de que Francisco Pizarro capturase a Atahualpa en Cajamarca, los Cañaris fueron a entrevistarse con el jefe español. Su odio contra Atahualpa era tan fuerte que serían el primer grupo étnico del Imperio Inca en formar alianza con los recién llegados. Poco tiempo después de que se unieran los Cañaris, Pizarro recibiría también el apoyo de los Chachapoyas, de los Huancas y del huascarista Manco Inca. Con todos ellos partió hacia la conquista del Cuzco.
Durante el dominio español, los Cañaris lo aceptaron y se convirtieron a la religión cristiana, guerreando durante años contra los Incas rebeldes de Vilcabamba. Finalmente Cañaris y españoles derrotaron a los Incas en la Batalla de Sacsayhuamán. Los Cañaris también se unieron a las huestes de Sebastián de Benalcázar en su conquista del reino de Quito.
En la “Relación” de Tomebamba (localidad al norte del imperio inca), se afirma que tanto la presencia de Benalcázar en estas tierras (primer español que lo hizo), como la posterior de Almagro, fue motivada por el llamamiento que a ambos hicieran los principales caciques Cañaris. No hay dudas respecto a la actitud que adoptaron estos belicosos pueblos del norte de Quito, enemigos de los descendientes del Inca Huayna Capac, demostrado por las informaciones existentes, que fue igualmente absoluta su lealtad a la Corona de España y otro tanto cabe decir de los Chachapoyas, no solo de los que estaban presentes en el Cuzco a la llegada de Pizarro, sino de toda la población de la tierra explorada por Alonso de Alvarado en 1535.


Como consecuencia de la enemistad de los Chachapoyas con sus vecinos, la alianza con los españoles fue aún más firme. Cieza de León dice que cuando Alvarado llegó en compañía de sus hombres, trece en total, a Cochabamba: “fueron bien recibidos de los naturales, porque de toda la comarca los vinieron por los ver mostrándose como amigos”. Cieza menciona un ejército de tres mil guerreros indígenas confederados con Alvarado para someter a los grupos indígenas de la región oriental de Chillao (en el centro del alto Marañón), que se habían mostrado hostiles a los españoles y destaca la gestión decisiva de un principal de los aliados, llamado Guamán, que logró avenir las voluntades de los belicosos defensores de Chillao.
La política de establecer alianzas con los indígenas fue una estrategia que Alonso de Alvarado cultivó con una prudencia que Cieza de León, tan crítico con la conducta de algunos conquistadores, reconoce sin reservas. De la firmeza de esas alianzas y de la lealtad de los indígenas que las suscribieron, da fe una relación escrita por un indio “ladino”, natural de Cochabamba, hijo de un cacique principal, que amplía la información de Cieza sobre el Guamán “embajador” de Alonso de Alvarado. A cambio el indio hace una petición de mercedes a la Corona como recompensa por su larga colaboración en las campañas de la conquista del Perú.


Los Huancas por su parte celebraron la venida de los españoles (esperaban librarse de la esclavitud de Atahualpa) y los consideraban sus salvadores, por lo que se unieron a ellos. El 9º Inca Pachacuti les había infligido un enorme castigo por haberse sublevado contra su imperio. Mandó cortar las dos manos a los hombres y la mano derecha a las mujeres. Desde entonces habían estado sometidos al estado Inca. Abastecieron y equiparon a sus nuevos aliados con ganados, comida y ropa. Y en su momento, a la hora de enfrentar la última resistencia militar de las huestes que permanecían leales a Atahualpa, españoles y Huancas decidieron jugarse el “todo por el todo”. Más tarde, con miles de guerreros, contribuirían a combatir la resistencia de Manco Inca.
Fueron reconocidos por la Corona de España por su ayuda en la lucha contra los incas. Felipe II les otorgó un blasón en señal de la unión entre ambas naciones. Los curacas y la nobleza huanca recuperaron sus privilegios y el gobierno español mediante Real Cédula prohibió el establecimiento de latifundios en territorio huanca.


La enemistad de estos pueblos en general con las autoridades incas había sido tradicional y, desde el inicio de la marcha sobre el Cuzco, ya se ha dicho que acompañaron a los españoles. El cronista Sancho de la Hoz, secretario de Pizarro, nos ha dejado importante información sobre estos pueblos, que colaboraron en el asentamiento de los españoles en Xanxa, Perú: “celebrando mucho su venida, porque con ella pensaban que saldrían de la esclavitud en que los tenía aquella gente extranjera" (refiriéndose en este caso a los incas).
El mismo cronista nos informa también de que en Andahuaylas (al sur del actual Perú): “hubo gente procedente de comarcas vecinas que venían huyendo de las tropas quiteñas que desde el Cuzco dominado por Quizquiz actuaban en toda la región en una campaña devastadora; y desde luego ha sido suficientemente resaltado el apoyo que Manco Inca brindó en un principio a los españoles“.
Cuando Hernando Pizarro lideró la defensa del Cusco contra el asedio de Manco Inca, doscientos soldados españoles estaban apuntalados por “más de treinta mil indios auxiliares”, entre los que se contaban muchos Cañaris y Chachapoyas. Poco más tarde, cuando los incas cercaron la ciudad de Lima, colaboraron en el levantamiento del cerco los yungas de Lima (Lurigancho, Surco, Chilca), los huaylas de los Andes Centrales y nuevamente sus vecinos, los Huancas. También vecinos de éstos, los yauyos, los tarmas y los chankas, mostraron en otro momento su alianza con los españoles.
El historiador peruano Waldemar Espinoza, en la destrucción del Imperio de los Incas, por su parte, centra casi toda su atención en el papel descollante que, como aliados de los conquistadores españoles cumplieron los Huancas de los ricos valles agrícolas de Jauja, Concepción y Huancayo, en los Andes Centrales del Perú.
En otro momento de la historia, durante el proceso de independencia del Perú, los ejércitos realistas tenían un numeroso componente de indígenas. Eran descritos por sus superiores, como el general Pezuela, como soldados dispuestos a hacerse matar en sus puestos.


Lo curioso, es que después de tres siglos de presencia española en esos territorios, la mayoría de esos indios no hablaba la lengua de Cervantes; sus lenguas nativas, siendo el quechua y el aymara las mayoritarias, estaban protegidas por las leyes de la Corona, razón por la cual muchos mandos medios españoles aprendían sus idiomas para darles instrucciones en batalla. No es de extrañar que hubiera tal lealtad a España, que siempre fue muy respetuosa con las tradiciones y culturas locales de sus súbditos.
En el Perú se conformó el regimiento de Nobles Patricios del Cuzco, cuyo cuerpo de oficiales estaba compuesto por los descendientes de las 13 casas de sangre Inca. Es decir, en plena guerra de independencia, los descendientes del imperio Inca continuaban con el estatus de nobleza de sus ancestros dentro de la estructura social española.


Conclusión: Es increíble la lealtad que supo granjearse España preocupándose, defendiendo y apoyando a los indígenas....Como lo demostraron con su apoyo y su amor a España hasta el punto de dar la vida por ella... Quién puede decir eso?... Y esto, señores, es Historia.


Fuentes y referencias consultadas:
•Waldemar Espinoza, Opera Omnia. El historiador peruano Waldemar Espinoza es un etnohistoriador y docente universitario especialista en historia andina prehispánica y virreinal, emérito de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha recibido numerosos premios y distinciones: Profesor Honoris Causa por la Universidad Nacional del Centro del Perú. Huancayo, 1977; Profesor Honorario de la Universidad Nacional de La Libertad. Trujillo, 1999; Premio Internacional concedido en 1988, por la Fundación Conde Garriga de Barcelona (España) al mejor libro publicado sobre historia de la moneda (Artesanos, transacciones, monedas y firmas de pago en el mundo andino. Siglos XV y XVI. Dos tomos. Lima); Miembro de la Orden de las Palmas Magisteriales, otorgado por el Ministerio de Educación del Perú, en el grado de Maestro (Lima, 1990). La Pontificia Universidad Católica del Perú y la revista Caretas, a fines del 2000, incluyó su libro "La destrucción del imperio de los incas" (1973), entre los 50 mejores textos editados en el Perú durante el siglo XX (Los 50 libros que todo peruano culto debe leer. Lima 2000). •José Antonio del Busto Duthurburu, La conquista del Perú. Empresa Editora El Comercio SA. Lima (2011).
•Víctor Angles Vargas, Historia del Cusco incaico. Lima: Industrial gráfica SA. Lima (1988, 3ª edición).
•Juan José Vega, La guerra de los viracochas. Edición Universidad Nacional de Educación (EUNE); Cronología de la Conquista de los Reinos del Perú (1524-1572), Carlos Huerta. Lima (1969, 3ª edición).




Primer Rey del Cuzco

Huáscar










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