Fidel Castro se nos jubila por un retorcijón de tripas viejas y podridas. Alquellos que creyeron en la eternidad del Comandante Hambre han visto como tras décadas de rutinaria y trasnochada revolución marxista-jinetera el gallego tiene menos futuro que un talibán en Guantánamo.
Sobre este acontecimiento la prensa-tebeo de España ha cubierto la notícia con gran pompa y platillo. Las batallas del abuelo Cebolleta han ocupado gran parte de las páginas dedicadas a exaltar la vida y milagros de un dinosaurio de película de serie B.
Pero nada han dicho de los cerca de cincuenta mil muertos que la represión soviético-bananera arrastró a once millones de cubanos a vivir una pesadilla sacada de un libro de Orwell.
Los muertos sólo salen a la luz pública cuando interesan (especialmente si se trata de países como Chile, Argentina o Espáña). Esperemos que ZP y la progresía heterofóbica de estos lares den lecciones -y euros- para la recuperación de memória histórica a las generaciones de cubanos lobotomizados por la intelectualidad de izquierdas bien cebada de más allá del charco.
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