Gregorio de Céspedes, primer visitante europeo de Corea


Park Chul
Catedrático del Departamento de Español de la Universidad Hankuk de Estudios Extranjeros de Seúl
INTRODUCCIÓN
El jesuita Gregorio de Céspedes que misionó en Extremo Oriente durante muchos años, ha sido poco conocido hasta ahora pese a ser considerado como uno de los más importantes misioneros de España en Oriente, y, sobre todo, por haber sido en el siglo XVI, el primer visitante europeo de Corea. A lo largo de los 34 años de permanencia en Oriente, el jesuita español recorrió muchas partes de Japón y de la tierra coreana. Dejó escritas varias cartas, en las cuales relató sincera y francamente muchas cosas tanto de la labor evangélica como de varios acontecimientos históricos de entonces. Céspedes, además de ser testigo presencial de casi todo lo que refirió en sus escritos, intervino en muchos de los acontecimientos narrados por él mismo. Sobre todo, lo más importante para nosotros los coreanos, es que vio con sus propios ojos la invasión bélica de Toyotomi Hideyoshi, entonces soberano japonés.



¿QUIÉN FUE GREGORIO DE CÉSPEDES?
Nació en 1551 en Madrid y su padre era el licenciado Fernando de Céspedes y Oviedo, corregidor y juez de residencia en la villa de Madrid de 1551 a 1557, antes lo había sido de Granada, y su madre, doña María de Simancas, natural de Villanueva de Alcardete. Dos sobrinos de Céspedes vistieron el hábito de la Orden de Santiago y del expediente de dicha Orden, guardado en el Archivo Histórico Nacional de Madrid, podemos confirmar el linaje noble de su familia.
Estudió en Salamanca e ingresó en la Orden de San Ignacio de Loyola en esa ciudad, el 28 de enero de 1569. Hizo los primeros votos en Ávila [140] en 1571, y luego, comenzando los estudios de teología, le mandó la Santa Obediencia para la India Oriental. Llegó a Goa, pasando por Lisboa, en 1574, y en la India se ordenó sacerdote en 1575; se trasladó a Macao en 1576 para embarcarse para Japón. En julio de 1577, junto con 14 compañeros jesuitas, llegó a Nagasaki. Desde entonces recorrió varias partes del Japón, emprendiendo con entusiasmo su misión evangélica. Desde 1579 hasta 1587 para Céspedes será el período de culminación de su labor misionera y cultural en Japón. Conocía a mucha gente de clase noble en la región de Meaco, entre ellos destaca Konishi Yukinaga cuyo nombre católico era Agustín, con el que mantuvo estrechas relaciones. Después de que Hideyoshi proclamase el edicto de expulsión de los misioneros en 1587, Céspedes y sus compañeros se vieron obligados a ocultarse en la región de Kysh bajo la protección de los daimyos cristianos.
Hideyoshi inició la invasión contra los coreanos en abril de 1592 bajo el pretexto de conquistar la China. Casi todos los daimyos cristianos de Kysh bajo el mando de Agustín desembarcaron en las tierras coreanas como vanguardias de la guerra. Con este motivo, Gregorio de Céspedes pudo pisar el suelo coreano como primer visitante occidental el 27 de diciembre de 1593, y allí pasó un año aproximadamente. Su viaje fue realizado secretamente a solicitud de Agustín y otros daimyos cristianos sin que Hideyoshi conociera el hecho. Pero Kato Kiomasa, llamado Toranosuque, capitán budista y rival de Agustín en la empresa de la guerra, se dio cuenta de que un padre permanecía en la fortaleza de Comungai para predicar a los soldados. Toranosuque, envidioso del triunfo de Agustín, trató de desacreditarle acusándole ante Hideyoshi de haber invitado a un Padre contra su orden. Al saber esta situación tan adversa, Agustín quiso que Céspedes volviese a Japón inmediatamente para evitar la posible furia de Hideyoshi. Así es que Céspedes debió abandonar Corea contra su voluntad. En su camino de regreso llevó a un niño coreano cautivo al colegio de Japón.
En febrero de 1597 vio personalmente el gran martirio de Nagasaki y se trasladó en 1602 de Nakatsu a Kokura, donde él mismo estableció la residencia jesuita y falleció allí en 1611.
Todos los documentos disponibles dicen que Céspedes era robusto y con buenas fuerzas y muy bien dispuesto. Era querido de toda la gente, y su inteligencia y su virtud se revelan en epístolas que dejó escritas a lo largo de 34 años de estancia en Oriente; no sólo fue un verdadero soldado de Jesucristo, sino también uno de los cronistas de los acontecimientos más importantes de aquella época en el Extremo Oriente.



EL SIGNIFICADO DE SU VIAJE A COREA
A pesar de algunas victorias en los primeros días, los japoneses ya habían perdido una tercera parte de su gente en 1593, unos en la guerra y los [141] demás por hambre y enfermedad. La guerra estaba en suspenso en 1593 y los japoneses se establecieron sólo en las costas meridionales de Corea. Yukinaga (Agustín) pidió al viceprovincial Pedro Gómez que mandase un padre a Corea. Según se decía en una carta de Céspedes, en las tierras coreanas había unos 2.000 soldados cristianos incluyendo a Agustín y a los daimyos de Kysh. Todos sufrían enfermedad, hambre, frío. Era necesario invitar a un sacerdote para satisfacer el deseo de todos aquellos soldados cristianos. Ante esta solicitud, el Padre Pedro Gómez mandó a Céspedes y a un Hermano japonés llamado Fancam Leao a la fortaleza de Agustín que estaba a la orilla del mar, al sur de Corea.
Céspedes pudo visitar Corea gracias a la ayuda de los daimyos católicos japoneses, pero él no vino como capellán del ejército japonés. Su viaje se hizo secretamente, y por miedo a descubrirse ante el tirano Hideyoshi, el padre permaneció escondido en la parte más alta de la fortaleza de Agustín. Sólo allí pudieron acudir los cristianos para entrevistarse con él. No habló con los soldados en los campamentos, al contrario de lo que debería ser normal en un capellán del ejército. Algunos coreanos consideran a Céspedes como capellán del ejército de Hideyoshi, insinuando su colaboración con la bárbara invasión de Corea. Pero es inconcebible dar el título de capellán, al menos como se entiende este título hoy, a un sacerdote que tiene que permanecer escondido para que los soldados japoneses no lo descubran. Y prueba de que procuró no estar a la vista es el hecho de que tuvo que volver a la fuerza a Japón cuando su presencia en Corea fue detectada. El padre Céspedes no vino a Corea para apoyar la guerra como capellán del ejército, sino a predicar el Evangelio.
Los jesuitas del Japón abrigaban la esperanza de evangelizar Corea desde 1566, 17 años después de la llegada al Japón de San Francisco Javier, según se demuestra por las cartas dirigidas al Padre General en Roma.
Pero no pudieron lograrlo hasta 1593, pues Corea adoptó una política de «puerta cerrada» hacia el mundo exterior. En este sentido creemos que Agustín invitó al jesuita no solo para satisfacer el deseo de los soldados cristianos, sino también para satisfacer el deseo de los jesuitas de evangelizar la tierra coreana.
Sus cuatro cartas escritas en Corea tienen un valor histórico gráfico de capital importancia, pues son las primeras notas informativas escritas desde ese país por un europeo.



LAS 4 CARTAS DE CÉSPEDES
Se le considera como el único testigo occidental de la invasión japonesa, y en este sentido sus cartas tienen gran valor literario-historiográfico. Podemos encontrar en ellas una serie de impresiones y comentarios sobre la situación de aquella guerra. [142]
Aunque el padre español redujo su labor evangélica dentro del fuerte de Agustín, predicando y catequizando a los soldados japoneses, mostró una actitud negativa ante la invasión de Hideyoshi. Indicó en una carta que gran número de soldados morían de hambre, enfermedad y frío, y rezando por la pronta conclusión de la paz.
Comenzó por escribir inmediatamente, en su primera carta, sobre la situación de la guerra y las negociaciones de paz entre China y Japón. Las primeras dos cartas no son autógrafas sino copias escritas en portugués. Estas cartas aparecen en «Apparatos para a Historia Ecclesiástica do Bispado de Jappão (1583-1593)», manuscritos que constan en la «História de Japam» del padre Luis Frois. El Manuscrito consta de 80 capítulos en total, en los cuales relata la invasión japonesa detalladamente.
Además de las dos cartas, he encontrado otras dos: una en el mismo «Aparato para a História Ecclesiástica do Bispado de Jappão» en la Biblioteca de Ajuda, Lisboa, y otra en el manuscrito inédito de la «Carta anua de Japón de 1594» del P. Francisco Pasio, fechada el 20 de octubre de 1594, guardado en el Archivo Romano de la Compañía de Jesús de Roma.
En estas dos cartas, Céspedes mencionó también las negociaciones de paz entre los chinos y japoneses y su labor evangélica en la fortaleza. Describió muy poco las cosas de Corea en la situación anómala de guerra, pero apuntó con interés todo lo sucedido, especialmente las negociaciones de paz.
El sacerdote español escribió con tino del estado de la guerra como si hubiera pasado mucho tiempo allí. Suponemos que ya la conocía desde el Japón, pues los misioneros europeos escribieron ampliamente sobre el desarrollo de la contienda en su «Cartas anuas» y en otros documentos. A lo largo de su descripción, se destaca el anhelo y deseo del padre madrileño de llegar pronto a la paz, lo que debía ser el deseo de todos los misioneros europeos de Japón. Juzgando por su narración, imaginamos que los soldados japoneses, incluyendo a Agustín, querían concluir la paz lo antes posible, Céspedes relató la violencia y barbarie de un capitán budista que no quería la paz, lo cual contrasta muy bien con la intención de Agustín, capitán cristiano, de lograrla. El padre Céspedes escribió que los actos destructivos de Toranosuque eran obstáculos para concluirla.
Apuntó en su segunda, escrita hacia principios de 1594, la triste situación de los soldados japoneses que padecían hambre, enfermedad y frío, revelando que Hideyoshi envió pocas provisiones.
Por esta descripción, podemos imaginar también que Japón tenía dificultades de suministro por mar. La verdad es que la armada de Corea aplastó por completo a los japoneses bloqueandoles la vía marítima.
Aunque Céspedes no mencionó directamente las embarcaciones de cubiertas acorazadas con las que se derrotó a la armada japonesa, hemos podido ya encontrar su testimonio literario en las descripciones de otros compañeros de la misma Compañía de Jesús.
Por las descripciones de Céspedes, no cabe duda decir que tanto Tsushimadono [143] como Agustín saquearon una gran cantidad de tesoros coreanos tales como «biombos dorados», aunque está claro que Tsushimadono saqueó más que nadie, lo cual es atestiguado también en la carta del padre madrileño.
Como único testigo presencial europeo, vio la situación muy oscura y negativa, y notó que la conclusión de la paz estaba todavía lejos. La Guerra de Corea era destructiva e imprudente y estaba llena de muerte, hambre, enfermedad, frío etc. Gracias al descubrimiento de más cartas de Céspedes escritas en Corea, aunque son extractos del original, podemos enterarnos de más noticias e informaciones de la guerra.
En la tercera carta de Corea fechada el 7 de febrero de 1594, describió más detalladamente las negociaciones de paz entre los dos lados, concretamente entre Agustín y Yaquequi. Esta narración nos confirma que había mucha dificultad en las negociaciones, pero existía comunicación entre China y Japón.
Por otro lado, en la cuarta carta, no encontramos informaciones sobre las negociaciones de paz, pues es también extracto o resumen de la original, y narra solamente la labor evangélica en la fortaleza de Quabioyedono.
Gracias a estos escritos de los misioneros, Corea pudo ser conocida en Occidente de manera real y verdadera. Y los manuscritos e impresos escritos por los jesuitas influyeron en otros escritores y cronistas. Lope de Vega sugirió en su obra «El Triunfo de la fe en los reinos del Japón» que dos jóvenes coreanos llamados Miguel de Corea y Pedro de Corea estaban en la lista de los mártires. También Lope de Vega escribió una obra teatral titulada «Los Primeros Mártires de Japón» a base de los datos escritos por los misioneros jesuitas.

El Gobierno español, para recordar la actividad de Gregorio de Céspedes, inauguró el 9 de noviembre de 1991 un Centro Cultural que lleva su nombre en Villanueva de Alcardete, en la Mancha, pueblo natal de sus padres. El Ayuntamiento de Villanueva de Alcardete celebró una Semana cultural en homenaje a Gregorio de Céspedes del 3 al 9 de noviembre de 1991. Yo, como investigador de Céspedes, tuve el honor de asistir a la ceremonia [145] de inauguración del Centro Cultural y tuve una conferencia sobre su figura.
Este Centro Cultural tendrá como finalidad promover y estrechar las relaciones amistosas entre España y Corea.
En Seúl, en la Embajada de España, fue inaugurada en 1983 la Biblioteca Iberoamericana, con el nombre de Gregorio de Céspesdes, donde se guardan miles de libros, se proyectan películas españolas y se celebran diversos eventos culturales para miles de alumnos coreanos que estudian la literatura y lengua españolas.

Al llegar al final de este trabajo, los puntos que creo necesario hacer resaltar son dos: primeramente, el valor historiográfico, y en segundo lugar el valor literario de las cartas de un misionero español que son las primeras notas sobre Corea que se tienen en el mundo occidental.
Como aportación fundamental de mi trabajo subrayo lo siguiente: primero: antes de que se realizara mi investigación, el navegante y náufrago holandés Hendrick Hamel y sus 38 compañeros fueron considerados en Corea los primeros europeos en llegar a tierras coreanas en 1653, pero ahora está claro que Céspedes visitó Corea en 1593, siendo el primer visitante europeo, y dejó escritas epístolas sobre la tierra coreana. Segundo: la verdad es que el español no vino a Corea para apoyar la guerra, sino para predicar el Evangelio, aunque su viaje fuera realizado a instancias de los daimyos cristianos japoneses. Sus cartas ya forman parte de los relatos de la conquista espiritual del Oriente.