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Tema: "Un buen indio es un indio muerto"

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  1. #1
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    Re: Respuesta: "Un buen indio es un indio muerto"

    La historia oculta del Lejano Oeste: el letal regimiento de negros que arrancaba cabelleras a los indios


    El Cuerpo de Intendencia militar proporcionaba habitualmente peores suministros y equipo a los soldados de esta raza. También los destinaban a los lugares más peligrosos, entre ellos la frontera de Texas, donde los civiles americanos insultaban y agredían sin consecuencia a los soldados que los protegían del acoso indio.

    CÉSAR CERVERA

    @C_Cervera_M

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    Actualizado: 04/12/2017 11:01 h


    Una de las razones por las que las guerras de EE.UU. contra los indios se enquistaron fue porque entre los soldados del Ejército se produjo un gran descenso de efectivos tras la Guerra Civil, tanto en número como en calidad. Como explica Peter Cozzens en «La tierra llora» (Desperta Ferro), además de «inútiles y holgazanes», que afirmaba la prensa de la época, también había una cantidad muy elevada de «indigentes, criminales, borrachos y depravados» entre los nuevos voluntarios. La mayoría obreros no cualificados y alcoholizados que planeaban desertar en cuanto llegaran al Oeste. La feliz excepción eran las unidades formadas por afroamericanos. Los soldados negros, en su mayoría antiguos esclavos, veían en aquel destino una oportunidad de demostrar la valía de su raza a un país que todavía los veía como poco más que animales. De ahí que fueran los mejores guerreros del Far West («Lejano oeste»).

    «La ambición de ser todo lo que los soldados deberían ser no se restringe a un puñado de hijos de esta raza desafortunada. Tienen la idea de que la gente de color de toda la nación se ve, en mayor o menor medida, afectada por su conducta en el Ejército. Ahí reside el profundo secreto de su esfuerzo paciente», opinaba un capellán blanco de un regimiento negro. Los cadetes de esta raza no bebían en exceso ni planteaban problemas de indisciplina. Lo que convertían al 9.º y el 10.º de Caballería y el 24.º y el 25.º de Infantería, que agrupaba a los soldados afroamericanos, en las unidades más temidas en el combate por las huestes indias.

    Los nativos aprendieron a temer a estos soldados, de modo que los cheyenes del sur y los comanches los apodaron Buffalo Soldier, por respeto a la unidad y por lo mucho que les recordaba al pelo oscuro rizado de este animal. Las «tropas negras» asumieron con orgullo el apodo y se convirtieron el la mayor pesadilla de los indios por contestarles con su misma moneda. Si a los indios les gustaba arrancar la cabellera de sus enemigos, preferiblemente otros nativos, a modo de trofeo; a los Buffalo Soldiers les gustaba también este tipo de mutilación.


    Los soldados más temidos por los indios

    Unidades formadas por afroamericanos, pero lideradas por oficiales blancos, que no dudaron en elogiar su buen papel y sus habilidades en la lucha, aunque eran incapaces de admitir la igualdad racial. Los envidiosos oficiales de otras unidades incluso achacaban sus méritos a que estaban bien dirigidos por blancos. Un capitán afirmó sobre el 10.º de Caballería que «la raza de color es un valioso recurso para el Ejército, pero tienen que estar dirigidos por blancos, de lo contrario no valen para nada».

    Como recuerda Cozzens en su libro, a algunos blancos alistados les molestaba directamente recibir órdenes de sargentos negros e incluso hubo un coronel que se negó a que su regimiento desfilara al lado de las «tropas negras», a pesar de que ellos habían demostrado ser mejores soldados en el campo de batalla.





    Todo este racismo mal camuflado se tradujo en que el Cuerpo de Intendencia militar proporcionaba habitualmente peores suministros y equipo a los soldados de esta raza. También los destinaban a los lugares más peligrosos, entre ellos la frontera de Texas, donde los civiles americanos insultaban y agredían sin consecuencia a los hombres que los protegían del acoso indio.

    Durante la batalla de Beecher Island (1868), 21 soldados americanos quedaron heridos o muertos, atrapados en una isla en territorio cheyenne, a la espera de que el hambre y el clima extremo remataran a los supervivientes. Cuando creían que estaba todo perdido, el 25 de septiembre de ese año, los soldados vieron acercarse a una unidad de caballería. ¿Sería el mítico 7º. de Caballería de Custer? ¿Una tribu india que venía a acabar con los últimos soldados en pie? No, era el 10º. de caballería al mando de Louis H. Carpenter. Entre gritos de gozo y lágrimas de felicidad, los Buffalo Soldiers repartieron todas sus raciones a aquellos hombres hambrientos.

    En otra batalla, la bautizada como Milk Creek (1879), en el noroeste de Colorado, también fue la propicia llegada de una compañía de Buffalos, la 9º de Caballería, lo que salvó al Ejército de registrar más bajas. Cuando los soldados afroamericanos atravesaron las barricadas en las que se protegían los soldados, los temidos utes no dispararon entre intrigados y asustados por su color de piel. Compartiendo el rancho y las barricadas con ellos, un soldado blanco afirmó de forma despectiva: «¡En serio! Permitimos a esos negracos que se metieran en las trincheras con nosotros. Les dejamos que durmieran con nosotros y ellos sacaron los cuchillos y cortaron tajadas de beicon por el mismo lado que nosotros».


    «La raza de color es un valioso recurso para el Ejército, pero tienen que estar dirigidos por blancos, de lo contrario no valen para nada»


    Conscientes de los desprecios que los Buffalo Soldiers sufrían a manos de sus camaradas blancos, los guerreros utes improvisaron en una ocasión una «copla» con el objetivo de burlarse de ellos:

    «Soldados de rostro negro, vais a la batalla detrás de los soldados blancos; pero no os podéis quitar vuestros rostros negros, y los soldados de rostro pálido os hacen cabalgar tras ellos».



    _______________________________________

    Fuente:

    https://www.abc.es/historia/abci-his...a&ns_fee=pos-1

  2. #2
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    Re: Respuesta: "Un buen indio es un indio muerto"

    Cuando los esclavos negros se rebelaron contra sus amos cherokee en 1842


    6 noviembre, 2016




    Esclavos trabajando una plantación / Foto Dominio público en Wikimedia Commons


    A mediados de noviembre del año 1842, James Edwards y Billy Wilson atravesaban el Territorio de Oklahoma (no sería estado oficialmente hasta 1907) en dirección a los dominios de los choctaw, en el extremo suroeste de lo que se conocía como Territorio Indio.

    Edwards era blanco y Wilson un indio lenape, pero ambos compartían el mismo feo negocio: la caza de esclavos. De hecho, en aquel momento llevaban a una familia fugada a la que habían conseguido capturar, tres adultos y cinco niños, cuando de pronto se abatió sobre ellos una veintena de atacantes que, para sorpresa de todos, eran de raza negra. Los dos esclavistas murieron en el enfrentamiento y la familia fue invitada a unirse al grupo, que resultó estar compuesto por esclavos que habían escapado de sus amos cherokee e intentaban llegar a México, país que tras independizarse de España había abolido la esclavitud.

    Pese a lo que suele creerse, esta institución ya existía en América antes de la llegada de los españoles. Éstos introdujeron una versión más extrema y masiva, primero con los indios bravos que se sublevaban contra la Corona y luego, ante el dramático desplome demográfico que ponía en peligro la economía de ultramar, con africanos.

    Sin embargo, la explotación del hombre por el hombre era algo generalizado en todo el mundo y las tribus indias no constituyeron una excepción. El régimen esclavista original de aquel continente era diferente, por supuesto, pero a medida que los blancos fueron expandiéndose, los indios fueron asimilando bastante su modelo.




    Oklahoma y el Territorio Indio / Foto Kmusser en Wikimedia Commons


    Así, entre los cherokee y otros pueblos de América del Norte era una práctica común esclavizar a los prisioneros de guerra para trabajar en el campo. No solían ser cantidades importantes porque la agricultura de subsistencia de los indios no requería muchos, pero a partir del siglo XVIII hubo cherokees que crearon grandes plantaciones en su territorio (correspondiente a partes de los actuales estados de Tennesee y Georgia) y adquirieron a los colonos blancos de los estados limítrofes (Texas y Arkansas) importantes remesas de esclavos negros para trabajarlas.

    De esta forma, el esclavismo se incorporó de manera considerable a la economía de la tribu -o, al menos, de algunos de sus miembros-, por lo que en 1819 se hizo necesario desarrollar una legislación ad hoc: si bien los esclavos eran una propiedad y se castigaba a quien intentara huir, el régimen era mucho más laxo que el blanco, pues no se separaba a los miembros de una misma familia, no se les trataba violentamente… En la práctica, muchos convivían con las familias propietarias y adoptaban su estilo de vida.

    Entre 1820 y 1830 muchos negros fueron trasladados a territorio indio, no sólo cherokee sino el de las Cinco Tribus Civilizadas (choctaws, chickasaws, creeks y semínolas, aunque estos últimos cambiaron de política), empleándose sobre todo en tareas agrarias pero también como porteadores en el tristemente famoso Sendero de las Lágrimas (el traslado forzoso de indios fuera de sus tierras), en minas y, en algunos casos, en trabajos de más cualificación (confección textil, fraguas…).

    Se calcula en millar y medio el número de esclavos que tenían los cherokee hacia 1835, aunque en su mayor parte pertenecían a un reducido grupo de trescientas familias acomodadas, a menudo descendientes de blancos (mestizas, pues) y propietarias de grandes plantaciones de algodón, tabaco y otros cultivos, además de ganado. En cada una de estas haciendas podía trabajar hasta medio centenar de esclavos, aunque en algunos casos se registraron cantidades mayores.




    El Sendero de las Lágrimas, por Robert Lindneux / Dominio público


    Pero, al igual que pasó en la América española y portuguesa, o en las colonias anglosajonas después, los negros no siempre estuvieron resignados a asumir su cruel destino. Si en las primeras abundaron los cimarrones que escapaban de las encomiendas y se refugiaban en la selva o el monte fundando palenques, quilombos e incluso repúblicas, en este caso también hubo un curioso episodio que ocurrió el 15 de noviembre de 1842, cuando unos veinticinco esclavos decidieron huir de la plantación del cherokee Rich Joe Vann, probablemente el más acaudalado, pues llegó a tener doscientos negros en Webber Falls.

    La fuga fue sonada porque los esclavos no se limitaron a irse sino que encerraron a sus dueños y asaltaron el almacén, robando armas, provisiones y caballos, aunque pudieron irse sin que nadie les hiciera frente; a la postre, las únicas víctimas fueron James Edwards y Billy Wilson, con los que se toparon en el camino hacia México y estaban en el lugar y el momento equivocado.




    Cabalgando hacia la libertad, cuadro de Eastman Johnson / Foto Dominio público en Wikimedia Commons


    Con la incorporación de la familia liberada y de otros quince esclavos que también habían escapado de una plantación creek, el grupo ya era demasiado grande para pasar desapercibido y moverse deprisa, así que sus perseguidores cherokee y creek no tardaron en alcanzarlos, produciéndose un enfrentamiento en el que hubo bajas por ambas partes. El resto de afroamericanos logró seguir su camino mientras los indios, inferiores numéricamente, regresaban a su tierra en busca de refuerzos. Dos días después, la Milicia Cherokee, una partida de cien guerreros aprovisionada y autorizada por el gobierno de Estados Unidos, salía a darles caza.

    Los localizaron once días más tarde, junto al Río Rojo, donde yacían agotados por el cansancio y el hambre; sin fuerzas para poder ofrecer resistencia, todos fueron apresados y enviados de vuelta excepto cinco a los que se ahorcó, acusados de la muerte de los esclavistas.




    Cherokee con su esclavo / Foto Vocativ


    El caso de los fugados, magnificado de forma sensacionalista por la prensa (que dijo que eran cientos y convirtió una simple fuga en una rebelión), no cayó en saco roto e inspiró nuevas revueltas, de manera que varios centenares de esclavos lo intentaron en sucesivas fugas. Pocas tuvieron éxito porque para llegar a México o Kansas, tierras no esclavistas, había que cubrir enormes distancias y además los cherokee extremaron la rigidez del código, echaron a los libertos para que no fueran un ejemplo y crearon las llamadas compañías de rescate, dedicadas a cazar fugitivos; algunas de ellas estaban integradas, paradójicamente, por ex-esclavos.

    Por tanto, los cherokee continuaron usando aquella mano de obra y en un censo hecho en 1860, víspera de la Guerra de Secesión, tenían alrededor de 4.600 esclavos, a los que había que sumar los 2.344 de los choctaws, los 1.532 de los creeks, 975 de los chickasaws y medio millar de los semínolas (el catorce por ciento de la población de aquellas tribus). La abolición posterior a la guerra acabó con ese episodio de la historia de Estados Unidos.



    Fuentes:

    Vann slaves remember (Murray County Museum)

    / Ties That Bind: The Story of an Afro-Cherokee Family in Slavery and Freedom (Tiya Miles)

    / Oklahoma Historical Society

    / Wikipedia

    / The Cherokee and the Slave (Samuel H. Johnson)






    _______________________________________

    Fuente:

    https://www.labrujulaverde.com/2016/...erokee-en-1842

  3. #3
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    Re: Respuesta: "Un buen indio es un indio muerto"

    George Washington el auténtico genocida de los indios, y no el almirante Cristobal Colon


    “la extensión gradual de nuestros asentamientos causará la retirada tanto de los lobos como de los salvajes, ambos bestias de presa aunque difieran en su aspecto”.

    George Washington






    Bajo estas líneas:

    Mapas de la extensión de la corona de España en las indias (América)





    % población mestiza/indígena en países americanos:

    -Colombia 63%


    -Venezuela 57%


    -Bolivia 88%


    -Ecuador 92%


    -Guatemala 82%


    -México 85%


    -Honduras 96%


    -Nicaragua 83%


    -Perú 85%


    -Estados Unidos 1%



    Bajo estas líneas:

    Mapas de la extensión de las poblaciones indias, considerados ciudadanos Españoles según las leyes de indias dictadas el 20 de Noviembre de 1542.





    Obsérvese como en la zona de colonización franco anglófila los indios han sido exterminados, mientras que en los territorios de la corona de España permanecen.

    la Corona Española promulgaba Las Leyes Nuevas, ¨para la gobernación de las Indias y buen tratamiento y conservación de los indios¨.

    Fueron creadas para poner a los indígenas bajo la protección de la Corona española.




    Los genocidas no fueron los españoles. Nosotros nos mezclamos con ellos.


    DUCADO DE MOCTEZUMA:

    El título de condado de Moctezuma es un título nobiliario español, otorgado por el rey Felipe IV el 13 de septiembre de 1627 para Pedro Tesifón de Moctezuma, bisnieto de Moctezuma II. Su nombre hacía referencia al monarca mexica.





    Hasta nuestros días, el linaje del emperador azteca se mantiene vigente en España después de varios siglos de llevada a cabo la Conquista.







    _______________________________________

    Fuente:

    https://laverdadofende.blog/2018/11/...vSaKxTqJuvVlek
    Última edición por Mexispano; 28/11/2018 a las 21:30

  4. #4
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    Re: Respuesta: "Un buen indio es un indio muerto"

    Nativos durante la revuelta de Pontiac - Vídeo: ¿De verdad los españoles fueron tan malos en la conquista de América?

    La gran vergüenza que esconde la Leyenda Negra: la matanza inglesa de indios con mantas envenenadas

    Aunque a día de hoy existe controversia sobre el tema, varias misivas de la época desvelan que el británico Jeffrey Amherst propuso entregar mantas infestadas de viruela a los nativos que asediaban For Pitt en el siglo XVIII

    Manuel P. Villatoro

    @ABC_Historia

    Seguir Actualizado: 26/11/2018 11:21h






    Aunque sea difícil de creer, la guerra biológica no comenzó en 1914 cuando, durante la Primera Guerra Mundial, los franceses usaron bromoacetato de etilo para obligar a los alemanes a salir de sus trincheras. Según afirma Teri Shors (de la Universidad de Wisconsin-Oshkosh) en su dossier « Virus: estudio molecular con orientación clínica», su antigüedad se remonta al siglo VI, época en la que «los asirios envenenaban los pozos de agua de sus enemigos con cornezuelo de centeno» y «las tribus beligerantes catapultaban los cadáveres de animales enfermos sobre los castillos para infectar a sus contrarios».

    Por tanto, no resulta extraño que los colonos que viajaron hasta el Nuevo Mundo utilizaran la guerra biológica para vencer a los nativos americanos. A veces, sin pretenderlo (como sucedió en muchos casos con los conquistadores españoles) o, en otras tantas, a propósito. En este sentido, el mayor exponente del uso de las enfermedades para someter a un pueblo fue un oficial inglés: Sir Jeffrey Amherst. Comandante en jefe de las fuerzas británicas en América del Norte durante el siglo XVIII, este militar se hizo tristemente famoso por haber propuesto a sus subordinados enviar a los nativos mantas infestadas con viruela para extender esta dolencia entre el pueblo que asediaba Fort Pitt en 1764.

    A pesar de que la controversia sobre esta acción sigue todavía viva (existen multitud de investigaciones que dirimen si las mantas fueron o no entregadas), lo que sí está claro es que Amherst envió una carta a su subalterno, Henry Bouquet, en la que le instaba a usar armas bacteriológicas para diezmar a sus enemigos. Una misiva imposible de negar en la que el militar afirmaba que «harías bien en intentar infectar a los indios con mantas, o por algún otro método» para «extirpar a esta raza execrable».




    Jeffrey Amherst


    Esta práctica, sin embargo, fue también achacada a los hombres de Francisco Pizarro, como bien señalan el propio Shors y Charles Volcy (profesor de biología del departamento de la Universidad Nacional de Colombia) en « Lo malo y lo feo de los microbios». Sin embargo, expertos como Agustín Muñoz Sanz (jefe de la unidad de patología infecciosa del Hospital Infanta Cristina de Badajoz y profesor titular de Patología Infecciosa de la Facultad de Medicina de la Universidad de Extremadura) han negado a lo largo de los últimos años que aquella España que todavía no se había forjado apostara por extender las enfermedades de manera premeditada.

    «Los ingleses y holandeses causaron estragos entre los nativos de la costa este americana (actual Massachusetts) infectándolos y matándolos con mantas contaminadas con el virus de la viruela. España no hizo lo que hoy llamamos guerra biológica, por muy pedestre que fuera entonces», explicaba, allá por 2012, el propio Muñoz Sanz en una entrevista concedida a la publicación « Sinc. La ciencia es noticia» (« La viruela y el sarampión fueron perfectos aliados en el éxito de conquista española de América»). En la misma, el experto añadía que, a pesar de lo que la Leyenda Negra ha tratado de expandir, la realidad es que las enfermedades que llegaron desde Europa fueron las que más nativos se llevaron a la tumba. Aunque de forma involuntaria.


    Hacia las mantas envenenadas

    Llegar hasta el momento en el que Amherst envió esta misiva requiere retroceder en el tiempo hasta el año 1760. Así lo afirma Alexis Diomedi (de la Unidad de Infectología del Hospital del Salvador) en su dossier « La guerra biológica en la conquista del Nuevo Mundo. Una revisión histórica y sistemática de la literatura». En el mismo explica que, hacia el año 1760, el líder de la tribu Ottawa Bwon-Diac (conocido hoy como Pontiac por una mala traducción) declaró la guerra a los colonos británicos y franceses que se habían establecido en los Grandes Lagos y el Medioeste norteamericano.

    La contienda permitió a la tribu obtener un armisticio con los galos que se extendió varios años. Sin embargo, no ocurrió lo mismo con las tropas inglesas, entonces a las órdenes de Jeffrey Ambherst, quien había arribado dos años antes hasta la actual Nueva York como comandante en jefe del ejército británico. Así lo confirma el propio Diomedi, quien es partidario de que estos europeos abusaron de los nativos hasta 1763. Ese año, doce tribus de amerindios entre las que destacaban los Ottawa, los Chippewas, los Shawnee, los Mingo y los Delaware se unieron para combatir contra los colonos «british» en Ohio.

    A partir de entonces se generó un conflicto que, como señala el periodista, sociólogo y divulgador histórico Gregorio Doval en su popular « Breve historia de los indios americanos», destacó por su crueldad. El mal llamado Pontiac, que se había distinguido como militar a las órdenes de los galos poco antes, llevó a cabo una exitosa campaña mediante la que logró vencer a los ingleses en campo abierto en Point Pelée, a la altura del lago Erice. «Tras ello sitió Fort Detroit, donde mató a 56 blancos, y a 54 más en Bushy Run», añade el autor.




    Representación de la viruela


    A partir de entonces, y a pesar de que el gobierno inglés intentó delimitar las fronteras para evitar las continuas matanzas, las incursiones nativas se cobraron la vida de cientos de colonos.

    Los repetidos ataques de los indios provocaron una respuesta todavía más brutal por parte de los ingleses. «Estos incidentes empujaron a la Asamblea de Pensilvania a volver a ofrecer recompensas a todo aquel que matase a cualquier indio enemigo mayor de diez años, incluidas mujeres, una práctica que había sido útil durante la Guerra de los Siete Años. La guerra fue brutal y el asesinato de prisioneros, el ataque a civiles y otras atrocidades fueron continuos en ambos bandos», añade Doval en la mencionada obra.


    Fort Pitt

    La conocida como «Rebelión de Pontiac» provocó que, a mediados de mayo, nueve de los once fuertes británicos en la región hubiesen caído en poder de los nativos. Y la situación no era mejor para los otros dos (Fort Pitt y Fort Detroit), que permanecían asediados. «El Fuerte Pitt, ubicado en la confluencia de los ríos Allergheny y Monongahela, se encontraba bajo el mando del capitán Simeón Ecuyer, quien reportaba su situación al Coronel Henry Bouquet en Filadelfia. Este a su vez informaba al General Amherst», añade Diomedi en su investigación.

    Tal y como explica la historiadora Elizabeth Fenn en su artículo « Guerra biológica en la Norteamérica del siglo XVIII: más allá de Jeffery Amherst», Ecuyer informó el 16 de junio a su superior de que la situación era muy grave para los civiles y los comerciantes que se refugiaban dentro del fuerte. Ya no solo por los enemigos que acosaban sus muros y por el hambre, sino porque en el interior había un brote de viruela. Tras recibir esta misiva, Bouquet remitió la información a su vez a Amherst. Tal y como explicó, necesitaban refuerzos para poder sobrevivir y que la plaza no cayera en manos enemigas.




    Esquema de Fort Pitt


    A día de hoy está perfectamente documentado (la carta todavía se conserva) que Amherst propuso a sus subordinados utilizar esta enfermedad para socavar a los nativos, cuya resistencia a las dolencias europeas era mucho menor. Así lo recuerdan Juan F. Jiménez y Sebastián L. Alioto en su dossier « Políticas de confinamiento e impacto de la viruela sobre las poblaciones nativas de la región pampeano-nordpatagónica (décadas de 1780 y 1880)»: «El aislamiento de esas poblaciones con respecto a los habitantes del Viejo Mundo, hizo que enfermedades endémicas y de menor efecto letal del otro lado del océano devinieran epidémicas y altamente destructivas en tierras americanas. Los brotes de viruela, en especial -aunque no únicamente-, diezmaron a los nativos en forma periódica y recurrente».

    La respuesta fue la siguiente, según recoge Patrick J. Kieger en su reportaje «¿Los colonos dieron mantas infestadas a los nativos americanos como guerra biológica?»:

    «¿No podríamos ingeniárnoslas para contagiar con viruela a las tribus de indios descontentas? Debemos, en este caso, usar una estratagema para reducirlos».

    La idea agradó a Bouquet, quien le hizo llegar la siguiente respuesta el 13 de julio:

    «Voy a tratar de inocularlos con algunas cobijas que caigan en su poder, teniendo cuidado de no contraer yo mismo la enfermedad».

    El 16 de julio, el comandante general envió otra misiva a su subordinado. El contenido, que varía dependiendo del experto al que se acuda, sería el siguiente según Diomedi.

    «Harías bien en intentar infectar a los indios con mantas, como también trate de utilizar cualquier otro método que pueda servir para extirpar esa aborrecible raza».


    Dudas razonables, epidemia real

    A partir de este punto la historia se difumina. Una buena parte de los expertos afirman que la entrega de mantas se llevó a cabo por orden de Amherst. Sin embargo, Kieger es partidario de que el verdadero culpable fue un comerciante y capitán de milicias llamado William Trent. Este habría dejado escrito el 23 de junio que aprovechó el intercambio de regalos entre facciones durante la visita de dos altos dignatarios tribales al fuerte para entregar «dos mantas y un pañuelo» como presente envenenado. «Espero que tenga el efecto deseado», explicaba en su diario.

    Fenn afirma que, días después, el mercader hizo llegar al ejército una factura por estos tres objetos «para reemplazar en especie los que fueron tomados de las personas en el hospital para transmitir la viruela a los indios». Sus superiores la aceptaron y le hicieron llegar el dinero. No obstante, para entonces Amherst ya había sido sustituido como comandante colonial por Thomas Gage. En cualquier caso, lo que sí está claro es que -ya fuera Trent o no- existe documentación que certifica que este plan fue orquestado. Aunque, según historiadores como Paul Kelton, no está claro a día de hoy si Bouquet dio órdenes a sus hombres de propagar la viruela o no.




    Jeffrey Amherst


    En este sentido, Diosmedi recuerda que, según varios autores, esta práctica no era extraña para los ingleses. «El ejército británico venía practicando sistemáticamente la propagación de viruela entre los indios desde 1755, a propósito del brote que diezmó en 1757 a los Potawatomis, a la sazón aliados de los franceses, sus adversarios en la colonización de Norteamérica», desvela. Más allá de las dudas, en los años posteriores al incidente una epidemia de viruela se extendió entre los nativos cercanos al Fuerte Pitt.

    Así lo confirmó, en abril de 1764, Gershom Hick, un explorador capturado por las tribus locales apenas un año antes. «La viruela ha estado generalizada y furiosa entre los indios desde la primavera pasada y que treinta o cuarenta Mingos, Delaware y algún Shawneese han muerto de viruela desde entonces, que esto todavía sigue entre ellos». No obstante, otros tantos autores son partidarios de que la enfermedad pudo extenderse mediante otros focos. Otros tantos creen también que Trent se habría jactado en su diario de que su plan había funcionado en el caso de que hubiera tenido éxito.




    _______________________________________

    Fuente:

    https://www.abc.es/historia/abci-ver...neral&ns_fee=0

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    Re: Respuesta: "Un buen indio es un indio muerto"

    Canadá: Iglesia e iglesias atacadas



    Vigilia junto a tumbas indígenas encontradas cerca de la Escuela-Residencia de Marieval en Canadá. AFP

    Publicado Por: LA ESPERANZA julio 2, 2021


    OTTAWA, CANADÁ- En Canadá, desde hace unos años la Iglesia católica está sufriendo un ataque sin cuartel: difamaciones, injurias, vilipendios y denigraciones. Numerosas iglesias han sido dañadas, estatuas tiradas al suelo y decapitadas, templos profanados, pintadas obscenas en las fachadas y varias iglesias incendiadas.

    En Canadá se respira y se vive un ambiente anticatólico y anticlerical.

    Como promedio, ocho de cada diez artículos y programas de televisión y radio atacan a la Iglesia. En la página web de la CBC, el ente público canadiense de radiotelevisión, si uno escribe «Iglesia católica» (Catholic Church) para buscar noticias, se encuentra que los primeros 32 artículos son contra la Iglesia, o para presionar o porque tratan de noticias de ataques a iglesias, destacan aspectos negativos o tienen como fin menoscabar la reputación la Iglesia y la fe de los feligreses.

    Del árbol caído todos hacen leña y, para más inri, la prensa no hace más que echar leña al fuego.




    cementerio de la escuela y residencia para indios en St. Mary’s, Kenora (Ontario)


    Ya en 2011, el periódico Winnipeg Free Press lanzó una campaña de acoso y derribo contra David Hood, director de una escuela católica, fiel creyente y practicante, por tan solo considerar que los alumnos pudieran rezar delante de una clínica donde se hacen abortos. La oligarquía izquierdista quiso dejar claro que la fe y moralidad católica no iban a ser toleradas. Los cientos de comentarios vulgares y groseros en la web del diario mostraron claramente que existe un odio contra la fe y la Iglesia católica.

    El partido Liberal no permite que sus diputados promuevan o voten a favor de una legislación provida, algo que Justin Trudeau, el actual Primer Ministro, dejó claro en 2014, a pesar de ser católico.

    En Winnipeg, al igual que en Edmonton, el Ayuntamiento inició en junio el proceso para quitar el nombre del gran y ejemplar obispo Grandin de una de sus principales avenidas por haber creado en el siglo XIX escuelas y residencias para educar, formar y transmitir la fe a miles de indios.

    En junio de 2021, cuatro iglesias en reservas indias fueron incendiadas en dos semanas, iglesias pequeñas y de madera que formaban parte del patrimonio de las tribus indias. Se sospecha que fueron quemadas como revancha por las escuelas e internados que congregaciones religiosas (48 de ellas por los Misioneros Oblatos) construyeron y dirigieron en reservas indias desde el siglo XIX hasta 1969, cuando el Gobierno canadiense se hizo cargo de todos los colegios católicos y protestantes en esos territorios indios. Durante 130 años se escolarizó, evangelizó y cuidó a prácticamente 150.000 indios.

    Desde el 28 de mayo de 2021, Canadá está atravesando por un paroxismo histriónico e histeria generalizada. La tribu india de Kamloops (Columbia Británica) hizo pública una nota de prensa diciendo que habían dado con 215 tumbas no identificadas en el antiguo cementerio de la escuela y residencia católica para indios de la reserva india compuesta de 34 tribus.

    Tanto los indios como la prensa y los políticos han querido dar adrede al cementerio un tono macabro y siniestro. Lo que no se dice es que estos cementerios católicos formaban parte de las reservas indias desde mediados del siglo XIX, cuando se levantaron las primeras iglesias, escuelas y cementerios en las reservas en cuestión. En ellos fueron enterrados alumnos que murieron de las típicas enfermedades que asolaron al resto de la población, tales como la tuberculosis y la tosferina. Asimismo, se dio sepultura cristiana a sacerdotes y religiosos, al igual que a numerosos indios de diferentes tribus que vivían en la reserva. Todo ello está documentado en archivos oficiales.

    Tampoco se cuenta que las tumbas tenían en su día cruces de madera (propio de la época y de la vida en la reserva india), indicando el nombre del fallecido y la fecha en que murió. Hay fotos de mediados del siglo XX e incluso de principios del siglo XX que dan fe de lo cuidado que estaban esos cementerios. Tras el cierre por parte del Gobierno a partir de los años 70 de dichas escuelas para indios, muchas de esas escuelas y residencias para alumnos fueron abandonas por el gobierno, destruidas o transferidas a las tribus indias. Los cementerios, en consecuencia, quedaron a la buena de Dios y, con el paso del tiempo, las cruces se cayeron y desaparecieron entre la maleza.




    Alumnos rezando el Día de Difuntos las tumbas del cementerio de la escuela y residencia de indios de Fort George (Quebec)


    El 26 de junio, una mujer manchó con pintura roja y en forma de manos una estatua de Juan Pablo II a la entrada de una iglesia de la comunidad polaca; una consecuencia más de tanta histeria e ignorancia.

    Todo esto es continuación de numerosos ataques a iglesias a lo largo y ancho de Canadá durante muchos años. La diferencia es que ahora la prensa canadiense provoca e incita abiertamente a la inquina, animosidad, hostilidad y odio hacia la Iglesia.

    Miles y miles de sacerdotes, religiosos y religiosas e innumerables fieles pusieron los cimientos de Canadá. Fueron los sacerdotes de la Compañía de Jesús los que trajeron la fe en 1611. Algunos fueron martirizados y son santos patronos de Canadá. Sus hazañas, heroísmo, sacrificios y labor misionera quedó plasmada en los famosos y voluminosos escritos Relaciones Jesuitas que relatan su labor evangelizadora entre los indios, al mismo tiempo que constituyen estudios etnográficos y valiosos documentos históricos. Los jesuitas escribieron las primeras gramáticas y diccionarios de lenguas indígenas. Ejemplares y abnegadas congregaciones religiosas crearon hospitales, hospicios, escuelas, iglesias, periódicos católicos, universidades, internados, arte, cultura, ciencia, idiomas, etnografía, evangelización, obras de caridad, talleres, iniciativas, cofradías, etc. en tantas y tantas poblaciones repartidas por estos yermos canadienses. Los católicos de hoy representan el 38% de la población entre casi 38 millones de almas.

    A pesar del gran legado y herencia católica, la ignorancia que existe, unida a los prejuicios, sambenitos, insultos, escarnios, calumnias y atentados contra la Iglesia, clero y fieles por parte de políticos, dirigentes, periodistas y ciudadanos de a pie desacreditan, desprestigian y mancillan el nombre de Canadá. Que Dios les pille confesados.



    AGENCIA FARO, J. A. Miguel




    _______________________________________

    Fuente:

    https://periodicolaesperanza.com/archivos/6315
    ReynoDeGranada dio el Víctor.

  6. #6
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    Re: Respuesta: "Un buen indio es un indio muerto"

    Canadá, "indios masacrados" e Iglesia. Conversando con Pablo Muñoz Iturrieta

    Acerca de una actual acusación a la Iglesia, conversamos con Pablo Muñoz Iturrieta, residente desde hace años en Canadá.

    En internet pueden seguirlo aquí: https://pablomunoziturrieta.com/ y aquí: http://youtube.com/c/pablomunoziturrieta

    Fuentes utilizadas por el Dr. Pablo Muñoz Iturrieta durante el vivo:

    https://fncaringsociety.com/sites/def...

    Reporte Truth and Reconciliation: https://web-trc.ca/





    https://www.youtube.com/watch?v=vfFnJlfwDF0

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    Re: Respuesta: "Un buen indio es un indio muerto"

    Sendero de las Lágrimas, la ruta del destierro de los indios norteamericanos

    Por Jorge Álvarez

    20 Sep, 2016






    "Trail of Tears", cuadro de Robert Lindneux


    Al entrar en la primera mitad del siglo XIX, las relaciones entre blancos e indios de América del Norte habían cambiado bastante respecto a períodos anteriores. Terminadas las guerras entre británicos y franceses, que habían involucrado a aliados indígenas (iroqueses y hurones respectivamente), las tribus se encontraron con la dura realidad de que ahora la cuestión era entre ellos y los estadounidenses ya independizados.

    Mermados los pueblos de la costa este y aún algo alejados los de las praderas, muchos -sobre todo creeks- empezaron a dejar sus tierras tradicionales para instalarse en Florida, ocupando el hueco dejado por los extinguidos calusas, protegidos por la inaccesibilidad de selvas y pantanos. Por esa razón empezaron a ser conocidos como semínolas (es decir, «los que acampan fuera»).




    Andrew Jackson, presidente de EEUU/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons


    Los semínolas fueron creciendo progresivamente al admitir entre ellos a todos los prófugos, indios y esclavos, lo que empezó a convertirles en un grupo bastante fuerte y, consecuentemente, juzgado peligroso por el gobierno. Así que en 1818 el presidente Andrew Jackson envió una expedición de castigo que de paso, a continuación, expulsó a los españoles de las ciudades que aún les quedaban en la península (luego se formalizó la cosa como una adquisición).

    Pero los semínolas, aún derrotados, seguían siendo un problema, así que Jackson decretó que las Cinco Tribus Civilizadas (nombre que los pioneros dieron a semínolas, cherokees, choctaws, creeks y chikasaws porque les consideraban más avanzados y cultos), fueran trasladadas al oeste del río Missisipí, al llamado Territorio Indio.

    En realidad, antes de 1820 cerca de cinco mil cherokees se habían marchado ya al oeste, a Arkansas; voluntariamente, conscientes de que ante el ansia de territorios de los blancos y su superioridad militar era mejor poner distancia de por medio. Pero, en 1830, el Indian Remove Act extendía la orden a todos, escalonadamente, y aunque los cherokees consiguieron bloquear la ley en los tribunales por un tiempo, al final empezó a aplicarse un año después manu militari: unos 4.000 choctaws tuvieron que ponerse en marcha hacia Oklahoma a pie, a caballo o en carro, llevando como máximo un peso de 15 kilos cada uno en pertenencias. Cientos de ellos murieron por el camino a causa del hambre, el frío, el agotamiento o las enfermedades.

    Los siguientes fueron los creeks y chikasaws, en 1836, después de que su resistencia inicial fuera reprimida con dureza. A finales de 1838-principios de 1839 les tocó el turno a los cherokees, cuyo pleito fue desestimado pese a que contó con el apoyo de muchos blancos. Las tropas del general Winfield Scott reunieron a los 17.000 indios y sus 2.000 esclavos en Tennessee, desde donde empezaron un destierro de más de 1.600 kilómetros. De nuevo las condiciones del viaje acabaron con un gran número de ellos, aunque sobre la cifra exacta hay polémica: entre medio millar y 8.000 personas. Como anécdota, cabe apuntar que durante el traslado los cherokees solían entonar una versión en su lengua de Amazing Grace, el himno que los anglosajones cantan en Nochevieja.




    Foto dominio público en Wikimedia Commons


    Algunos indios, sin embargo, no se resignaron al exilio y optaron por evadirse. Así, grupos de choctaws se asentaron en zonas apartadas de Missisipí mientras que un millar de cherokees se escondió en las montañas de Carolina del Norte. Asimismo, muchos creeks se refugiaron en Florida uniéndose a los semínolas, que fueron los que opusieron la resistencia más tenaz: en 1835, el jefe semínola Osceola rasgó con su cuchillo el documento que le entregaron para que firmara el traslado y aplastó a los soldados en Withlacoochee, dando así inicio a dos nuevas guerras contra los blancos que continuaban la desarrollada entre 1817 y 1818. La primera duró hasta 1842, a pesar de que Osceola fue engañado y apresado en 1838 cuando habia aceptado reunirse para tratar la paz, falleciendo en prisión de malaria; la segunda fue entre 1849 y 1858 y terminó con el traslado forzoso a Oklahoma de una parte de los semínolas, aunque otra logró permanecer en Florida y nunca firmó el tratado.

    Hoy en día hay unos 10.000 semínolas sumando ambos grupos, por algo más de 70.000 creeks, 158.000 choctaws y 20.000 chikasaws, siendo los cherokee los más numerosos de todo Estados Unidos con cerca de 300.000 personas. La ruta de aquel duro destierro se llama actualmente Trail of Tears National Historic Trail (Sendero Histórico Nacional Sendero de las Lágrimas), recorre 9 estados y se puede hacer como trayecto turístico-cultural. Parafraseando al personaje de Blade runner, las lágrimas se perdieron como gotas en la lluvia.




    _______________________________________

    Fuente

    https://www.labrujulaverde.com/2016/...u4vNVFPvOXQHA8

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