Melchor Ferrer y la «Historia del Tradicionalismo Español»

13 agosto, 2014


En 1937, el llamado Decreto de Unificación, por el que Francisco Franco creaba la F.E.T. y de las J.O.N.S, quiso poner fin a la organización de la Comunión Tradicionalista. El nuevo régimen pretendía forzar a los carlistas a la integración en el partido único o a la marginación. En un intento de cambiar el horizonte político, desde la Comunión se impulsó la batalla cultural frente a los elementos ajenos del pensamiento hispánico; no ya el liberalismo, el socialismo y la democracia, aparentemente destruidos tras el 18 de julio, sino contra el totalitarismo. La idea no era nueva, en cuanto el Carlismo tenía un largo historial de apoyo y presencia en el mundo universitario. Ya en 1934 se había constituido un Consejo de Cultura destinado a propagar el tetralema.


El momento era propicio, pues los ideales tradicionalistas habían fructificado plasmándose en la victoria. Gracias a esto, no se podría decir que el Estado no era más tradicionalista por falta de aportación doctrinal. Fal Conde, como Jefe Delegado, propuso que se escribiera una historia general del Carlismo y encargó el trabajo a Melchor Ferrer, bajo el título Historia del Tradicionalismo Español. Fal tuvo más proyectos como la Historia del catolicismo liberal en España que, sin embargo, no prosperaron.

Rafael Gambra, en el prólogo del primer tomo de Apuntes y documentos para la historia del tradicionalismo español 1939-1966 de Manuel de Santa Cruz, describía la escritura de la monumental obra de Ferrer como «realización de una gran obra histórica que recogiese desde sus orígenes la gran epopeya ya secular del carlismo» tras la victoria de 1939 en cuanto «culminación de una serie de fecundos esfuerzos» durante un siglo de combate. Ferrer, al igual que Herodoto, consiguió que no se olvidara la kleos de los soldados carlistas.

La Historia del Tradicionalismo Español buscaba escribir una historia enmarcada en la historia nacional e internacional, alejada de viejos y nuevos clichés que le negaban una mayor aportación política. La nueva historiografía, inocentemente o no, identificaba el carlismo como un círculo folclórico sin exigencias políticas concretas, multiplicándose las publicaciones pero siempre bajo los rasgos de la vacuidad política, la exaltación anecdótica y literaria y una cierta identificación regional con Navarra como fenómeno local.

Melchor Ferrer inició la Historia del Tradicionalismo Español acompañado por Domingo Tejera de Quesada y José Francisco Acedo. Gran mérito tuvo su publicación entre 1941 y 1979, no exenta de problemas en una España cuya política estatal era hostil al Carlismo. Las primeras impresiones fueron bajo la editorial Trajano y después por la Editorial Católica Española, pues el expolio de casi todo el patrimonio de la Comunión en beneficio de FET y de las JONS había eliminado las antiguas editoriales carlistas.

Domingo Tejera de Quesada (1881-1944), nacido en Las Palmas de Gran Canaria, compartía la profesión de Ferrer. Aunque tuvo militancia maurista en su juventud, ingresó en el Carlismo en 1931. Ocupó el escaño por Sevilla en las Cortes republicanas y llegó a ser detenido cuarenta veces durante la II República por su compromiso carlista. Colaboró en los once primeros tomos de la Historia del Tradicionalismo Español.

José Francisco Acedo Castilla (1916-2004) no fue tan fiel, pues desertó de la Causa y se declaró juanista, a pesar de su amistad con Fal Conde y Tejera. Así, Melchor Ferrer quedó como único autor hasta su muerte en 1965. El último tomo fue escrito por Enrique Roldán González quien, de manera nobilísima, se negó a que apareciese su autoría en un homenaje al maestro sevillano.

Melchor Ferrer Dalmau
(1888-1965) nació en Mataró, en una familia carlista. Estudió en el Instituto de Barcelona y después en la Escuela de Ingenieros Industriales y Textiles de Tarrasa. De carácter indómito, se alistó en la Legión Extranjera francesa donde alcanzó el grado de suboficial durante la Primera Guerra Mundial; fruto del contacto con partidos tradicionalistas rumanos le fue concedida la Cruz de la Corona de Rumanía. Viajero infatigable, recorrió varios continentes y en Francia recibió las alabanzas de Maurras. Pero el rasgo que más caracterizó a Ferrer fue la profesión del periodismo, aunque perdió el carnet de periodista por no aceptar el partido único. Prolífico, dirigió entre muchos Reacció y La Protesta. Siempre volcado en el Carlismo, fue secretario de Don Jaime III durante veinticinco años hasta la muerte del monarca. Por sus servicios, Don Javier le otorgó la Orden de la Legitimidad Proscrita. Murió el 4 de junio de 1965 en Valencia, aunque había vivido su senectud en Sevilla.

La obra de Ferrer no sólo aportaba fuentes y datos históricos, sino material de derecho político; en especial el primer tomo dedicado al pensamiento tradicionalista. Por otro lado, la magna obra no estaba exenta de novedades, reconocidos más tarde por otro historiador carlista, Federico Suárez Verdaguer: Ferrer trastocaba la interpretación clásica de los «sucesos de La Granja», o defendía el origen espurio del manifiesto de la Federación de Realistas Puros, tradicionalmente atribuido como precarlista.

Para acceder a esta obra en formato pdf, pulsar sobre el siguiente enlace: