La torre, nido de amor entre Don Fadrique y Juana de Danmartín

Escrito por Pepe Barahona




Un amor prohibido está detrás de construcción la torre del convento de Santa Clara. Leyenda o historia, la trama entre el infante don Fadrique y Juana de Danmartín ha acompañado a este edificio que mezcla los estilos románico y gótico. Este lunes, el Ayuntamiento -propietario del inmueble- inicia unas obras de restauración.
La relación entre Fadrique y Danmartín se inicia a la muerte de Fernando III. Juana, la viuda de segundas nupcias del reconquistador de Sevilla; el infante, hijo del monarca y fruto de la relación con Beatriz de Suabia. Ambos, de 25 y 27 años. La leyenda cuenta que a su llegada a la ciudad, el hijastro se dirigió al Alcázar para presentarle sus respetos a la viuda. Pronto comenzaron las salidas, en buena parte motivadas por los gustos comunes y una pasión compartida por la caza.
Las orillas del Guadalquivir atestiguaban los cada vez más frecuentes encuentros, que levantaban las habladurías del pueblo y las sospechas de la corte. Con la llegada del invierno, la caza a la orilla del río resultaba difícil por lo que Fadrique mandó construir una torre para que la reina viuda pudiese cazar teniendo cerca un fuego aunque las explicaciones que dio a quienes le preguntaban era que dicha torre, era para la defensa de la ciudad ante posibles incursiones musulmanas. Para los que entendían de estrategia militar esta explicación no nada convincente, ya que la torre, se encontraba en el interior de las murallas.
Las habladurías fueron a más entre la sociedad sevillana, que no concebía ese amor entre una mujer viuda y su hijastro. Estos chismes constantes provocaron que Juana de Danmartín regresara a Francia. La reina embarcó en una Fflúa en el embarcadero real, y mientras surcaba el río camino al Atlántico, dirigió una última mirada con los ojos llenos de lágrimas a la torre, que durante tres años había sido su nido de amor. Con un pañuelo hizo una señal en dirección a la Torre dónde don Fadrique le hacía una señal de adiós con la mano.
El rey Alfonso X de Castilla, hijo de Fernando III y hermano del Infante, autorizó el proceso contra este obligado por la nobleza y el clero. Don Fadrique fue sentenciado a muerte por haber ofendido el decoro real al tener relaciones ilícitas con la viuda del rey, tras lo cual, fue ejecutado en Burgos. Desde entonces la Torre de don Fadrique no volvió a ser utilizada.
La realidad es que el infante Fadrique murió por orden del rey Alfonso X, acusado de intrigar contra el soberano; como expone la documentación de la época, de manos del propio Alfonso X, «el rey mandó afogar a don Fadrique», pena generalmente usada para actos de traición, el ahogamiento en agua. La actitud del infante no fue nueva, traicionando a su hermano en varias ocasiones, solo que esta vez, en 1277, el rey no decidió perdonarle.
Un claustro para María Coronel
Según otra leyenda muy popular en Sevilla, donde tiene una céntrica calle dedicada, María Coronel se retiró al convento sevillano de Santa Clara para huir de las apetencias del rey. En cierta ocasión, viéndose asediada por éste hizo uso de su «valerosa pudicia, y viendo no poderse evadir de su llevada al Rey, abrasó con aceite hirviendo mucha parte de su cuerpo, para que las llagas la hiciesen horrible, y acreditasen la leprosa, con que escapó su castidad a costa de prolijo y penoso martirio, que le dio que padecer todo el resto de su vida». Después de esto, María Coronel fundó el convento de Santa Inés en Sevilla y se convirtió en su primera abadesa. Su tumba se encuentra en medio del coro de dicho convento y su cuerpo incorrupto puede contemplarse en una urna de cristal todos los días 2 de diciembre, fecha del aniversario de su muerte. Se afirma incluso que aún se pueden apreciar en su cuerpo los restos de su acción.




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