Bailén 1808 Batalla y fiesta aguada
POR MANUEL MORENO ALONSO
En medio de los olivares, el enfrentamiento final entre los ejércitos de Dupont, en su fallido avance hacia Sevilla, y Castaños se produjo el 19 de julio de 1808. El general napoleónico decidió a última hora retirarse, sorprendiendo a los españoles. Pero, al final, fue víctima de su propia trampa. Optó aquel día por dejar Andújar y dirigirse a Bailén, creyendo que el grueso del ejército español se encontraba en los Visos de Andújar, y no en Bailén. Fue un gravísimo error de información. Mucho más acertado estuvo el general en jefe español, quien, desde dos días antes, tenía claro que el ejército enemigo se encontraba en una situación desesperada, que le beneficiaba extraordinariamente.
En la medianoche del 18 al 19 de julio, el general en jefe francés decidió abandonar Andújar, donde se había posicionado desde hacía más de un mes, y retirarse hacia Bailén. Pero, al llegar al amanecer al puente y arroyo del Rumblar, Herrumblar en la época, a tres cuartos de legua de Andújar, los franceses hallaron ya ocupada esta posición por las divisiones de Reding y Coupigny, quienes, después de dejar un grueso destacamento en Bailén, marchaban con dirección a Andújar para atacar a Dupont.
Eran las dos de la mañana del día 19, cuando el general Dupont divisó la fuerza española que, entregada al descanso y sorprendida, se desplegó en batalla rápidamente. Ni unos ni otros tenían una idea muy clara del desenlace de la acción que se les venía encima. Pues la batalla de Bailén consistió en un conjunto de operaciones cuyo escenario se extendió desde el valle del Guadalquivir (Mengíbar, Villanueva de la Reina, Andújar, Arjonilla) hasta Sierra Morena (Santa Elena), entre el 16 y el 19 de julio.
Según el general Martínez Campos, la batalla de Bailén comprendió en realidad todo un conjunto de operaciones, con combates imprecisos, maniobras coordinadas, marchas y contramarchas de una dureza extraordinaria... que condujeron a una acción «en la que el general Castaños se mantuvo muy sereno y supo aprovechar el éxito logrado por los suizos, la intervención de las partidas, el valor de nuestros hombres y la situación desconcertante en la que Dupont y su gente se encontraron».
Propiamente la batalla no dio comienzo hasta cerca de las cuatro de la mañana del 19 de julio. Aunque con anterioridad rompió el fuego de artillería por parte de ambos ejércitos. En la hoja de servicios del general Venegas, segundo de Reding, se dice que «debía romper la marcha a las tres de la madrugada y por la feliz anticipación que tomó de una hora, no sorprendieron a dichas divisiones los mismos enemigos que habían evacuado Andújar la antecedente noche y marchaban a unirse en la Carolina con la división de Vedel».
Después, saliendo de los olivares, los franceses pretendieron sin éxito romper las líneas españolas desde las alturas. En un último esfuerzo, el general Dupont, colocado con todos sus generales a la cabeza de sus hombres, ordenó una carga general a la bayoneta, después de que sus hombres lo hubieran intentado reiteradamente. Gritando ¡en avant!, se dirigió contra el centro de las fuerzas españolas sin conseguir franquearlas. Tres veces repitieron los franceses la carga, y tres veces tuvieron que retroceder para rehacerse entre los olivos. Tras lo cual intentaron capitular con los españoles. Pero la suerte estaba ya echada. Según la Comisión Militar creada en 1850 para recuperar la memoria histórica del suceso, los españoles, en su contraataque, llegaron a perseguir a los franceses, «atravesando todos los olivares...». Fue entonces cuando Reding envió un oficial a Dupont intimidándole con que «pasarían a cuchillo todas las tropas que tenían bloqueadas, si la división Vedel no venía inmediatamente a ocupar su primera posición».
Testigos mudos de la acción -dura y sangrienta en la que se puso de manifiesto el valor por ambas partes- fueron aquellos olivares, en los que encontraron refugio las tropas francesas. Por parte española fue decisiva la acción artillera que desorganizó la carga de la brigada Privé y el avance de la infantería de Chabert, por no hablar de la acción de los garrochistas de Utrera y Jerez. Fue precisamente cuando la formación francesa abandonó la protección de aquellos árboles achaparrados, tan extraños ante la mirada de los soldados napoleónicos, cuando Reding tomó la iniciativa, y ordenó a Venegas y a Coupigny que atacasen por ambos flancos.
Por ironía de la historia, según escribió el historiador de Bailén Mozas Mesa, «como curioso contraste debe señalarse que los olivos, árbol simbólico de la paz, fueron mudos testigos de la porfiada y sangrienta lucha». También fueron mudos testigos de la rendición y de la capitulación. Según el teniente belga Remaeckers lo primero que hicieron sus soldados al término de la batalla fue retirarse a la sombra de los olivos y enviar a buscar agua mientras, en medio de un panorama dantesco, ardían las mieses, el monte bajo y muchos árboles. Allí, en Bailén, en medio de los olivares, se decidió la suerte de la nación aquel martes 19 de julio de 1808.
http://www.abcdesevilla.es/20080717/...807170342.html
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