El misterio de Montejurra (de Jeremy MacClancy)
Por definición no se puede explicar un misterio. Un misterio es lo inexplicable;es algo siempre relativo a nuestros métodos de explicación. Así, antes, hubomisterios, que ya no lo son. Han sido "explicados" a nuestra satisfacción porinvestigadores y académicos, sobre todo científicos. Por ejemplo los físicos delsiglo pasado no podían explicar el comportamiento de las partículas sub-atómicas.Gracias a Einstein y sus colegas, ya entendemos por qué las partículas actúan así.Pero hay algunas cosas que se resisten a la explicación. No podemos y nopodremos nunca explicarlas dentro de su propio mundillo. Para los Católicos creyentes,la Trinidad es un misterio. No pueden pretender entenderlo; tienen sencillamenteque aceptarlo. Es algo dado con la fe.Dada esta sitguación aparentemente cerrada, lo que podemos intentar explicares la manera ritual de presentar y fabricar un misterio para que los participantes loacepten completamente. Y en esta ponencia yo quiero hablar de un misterio carlistay la manera de la elite carlista de mantenerlo y reforzarlo en un rito central.Llevo bastantes (tal vez demasiados) años haciendo trabajo de campo en unpueblo de 500 almas al sur de Pamplona. Uli Alto, como lo llamo, esta situado enla zona media de Navarra, la zona carlista por autonomasia. Cuando pregunto aviejos boinas rojas por qué son carlistas, me contestan, "¡Porque sí! y basta". Siinsisto y digo, "Pero ¿por qué no puedes hacerte algo distinto? (por ejemplo, liberal)"parecen un poquitín molestos, gesticulan un poco, y dicen con énfasis, "Porquesoy carlista, ¡hasta la muerte! ¡Porque sí! ¡Porque sí!".En otras palabras hemos llegado a lo inexplicable, a una creencia fundamentaldentro del mundillo carlista. Para los mayores, ellos nacieron carlistas, y van amorir así, a lo mejor, con la boina roja puesta en el ataúd. Los viejos requeté s no se47 preguntan por qué piensan así. Sencillamente, viven así. Su identidad carlista esalgo indiscutible, algo que les hace distintos de los otros.El rito central del carlismo, donde este misterio desempeña un papel importanteera y es la romería anual de Montejurra. Este rito se creó en 1939 para conmemorara los requetes muertos. La gente se reunió al pie del pequeño monte deMontejurra, un kilómetro al sur de Estella en Navarra. Requetés y madres derequetés muertos llevaron cruces de madera, cada una dedicada a la memoria dealgunos tercios. Toda la gente subió al monte, dejando las cruces en agujeros en elcostado del camino hacia la cumbre. Los sacerdotes rezaron las estaciones enfrentede cada cruz y los peregrinos rezaron Ave Marias entre las estaciones. En la cumbrelos sacerdotes acompañados por dos coros, celebraron una Misa. Después delservicio, algunos carlistas importantes se dirigieron a la concurrencia, glorificandola causa carlista y su aporte a la Guerra Civil. Luego los peregrinos bajaron,comieron en el campo y pasaron la tarde tomando potes en el Casco Viejo de Estella,antes de volver a casa.Esta forma de la ceremonia, aparentemente tan sencilla, se ha mantenido hastahoy. Su tamaño, su significación política, y estructura básica -subir al monte, lamisa en la cumbre, los discursos políticos, y la comida final- no han cambiado.Montejurra sigue siendo Montejurra.Lo que quiero hacer en esta ponencia es estudiar la significación de la ceremonia.En lugar de analizarla de una manera estructuralista - donde siempre hay elpeligro de imponer significados donde no los hay para los participantes - quieroanalizar el discurso escrito de la elite carlista sobre este rito. Me gusta pensar que,de esta menera, puedo evitar el pecado de inventar una significación simbólica queno es reconocida ni sentida por los participantes. Al menos, puedo intentar evitarlo.El discurso empleado por un periodista carlista en El Pensamiento Navarroproporcionó un cuadro interpretativo dentro del cual los lectores pudieron entenderMontejurra. Estos artículos fueron escritos como guías, como maneras de enriquecerla experiencia carlista de la ceremonia. Mucha de su interpretación simbólica,además, no fue creada de nuevo, o de la nada, sino que re-escribó metáforas carlistasya existentes.Todos los años, el día de la ceremonia o los días anteriores a ella, el redactordel Pensamiento escribía una serie de artículos sobre el pasado carlista de Montejurra,el monasterio a su pie, EsteBa, y pueblos colindantes. Estos artículos "espesaron"el entendimiento de los peregrinos de su actuación en el rito y dirigieron sumirada. Desde la cumbre del monte pudieron aprender a leer el paisaje en términoscarlistas, recordando pueblo's distintos por sus connotaciones históricas: éste fue ellugar del nacimiento de un comandante carlista; aquel otro, el sitio de una batallagloriosa; un tercero, donde un general famoso cayó herido, etc., etc. Un escritor,pretendiendo estar cansado de catalogar las memorias carlistas que pueden serevocadas por la vista desde la cumbre, confiesa, ¿Para que enumerar más, si cadarincón de esta tierra es el lugar del holocastro de un Mártir de la Tradición? Osea,48 la historia carlista es tan rica sobre el suelo navarro que se pueden interpretar sussignos por todas partes; y desde el mirador de un monte pequeño las posibilidadesson limitadas solamente por el límite geográfico del horizonte.El monte físico en sí mismo, puede ser utilizado también para este fin interpretativo,porque "no es una montaña cualquiera, sino algo que no tiene par". Estan duro, tan firme como los ideales carlistas. Para los periodistas, "el monte austero"les recuerda a los carlistas el "mensaje de la Tradición": su solidez y dimensiónenorme pueden revitalizar y renovar la fe. Cuando las nubes cubren el monte, loscarlistas de la zona suelen decir que Montejurra se ha puesto la boina. Dentro deesta serie funambulesca de metáforas, Montejurrarepresenta el Carlismo petrificado,sus ideales tan resistentes, tan perdurables como la piedra.Las connotaciones religiosas del monte, con sus acepciones de permanencia,solidez, y naturaleza perpetua, llevan consigo ecos bíblicos de revelación divina.La cumbre es un sitio donde el cielo se encuentra con la tierra. Es un sitio deencuentro entre la profanidad mundana y una espiritualidad más alta. En este sentido,Montejurra pudo llegar a ser un punto de referencia clave para los carlistas,orientando su concepción del mundo. Subir al monte era una manera para ellos derealizar los ideales tan altos del movimiento que encarnaban.Cada cruz en el camino del Vía Crucis fue inscrita con los nombres de algunostercios. Y los agujeros donde estaban colocadas fueron elegidos intencionadamenteen los sitios más llamativos en el camino a la cumbre. La intención manifiestafue la de impresionar a los peregrinos y hacerles "rezar como rezan los Cató-licos". El simbolismo de la guerra era subrayado por algunos escritores que notabanla conjunción de la cruz y la bandera nacional en la procesión. Las madres deluto que llevaban cruces dedicadas a los tercios de sus hijos, estaban haciendo tambiénun sacrificio, de la misma manera que sus hijos habían sacrificado sus vidas.Para un escritor la bandera nacional, junto con la cruz, le asemejaban la procesióna una columna de la guerra. En otras palabras: actuando como soldados entrandoen una batalla, los peregrinos fueron re-interpretando metafóricamente la guerra ensí misma.En las páginas del Pensamiento la ceremonia fue caracterizada como de lutopara los muertos de la guerra y, a la vez, de felicidad, porque los participantesmanifestaron "la vitalidad de espíritu de una raza de idealistas". Los artículoshicieron hincapié en la naturaleza religiosa de Montejurra, en el sacrificio hechopor los participantes, en la emoción que manifestaron, y en el espíritu que expresaron.Subir el monte fue un sacrificio: el camino fue difícil, lleno de barro, y penoso.El sacrificio físico era necesario para prepararse espiritualmente y emocionalmentepara la misa en la cumbre. Subir Montejurra fue una especie de mortificaciónque se ofreCÍa a la memoria de los caidos.También, la actuación de Montejurra generó "espíritu", el mismo "espíritu"manifestado por los que se echaron al monte en 1936. Montejurra fue una manerade mantener "la elevación espiritual" de los primeros meses del levantamiento.Todos subieron al monte "con el mismo espíritu y el mismo ideal inmortal". Esta49 idea de "espíritu" unió a los muertos y a los vivos participantes en la ceremonia.Fue una manera de juntar al pueblo carlista, vivos y muertos, presentes y fisicamenteausentes.También los periodistas carlistas hablaron de la sangre, como metáfora de losmuertos y como tropo fisiológico para constancia ideológica. Para uno, la visiónde miles de boinas rojas subiendo y bajando el monte fue "como una arteria desangre fresca manteniendo la vida del monte quieto. Cambian los nombres y sesuceden las generaciones y la sangre sigue cumpliendo el flujo y reflujo de los piesa la cumbre del monte, desde el corazón carlista de Navarra". Los individuos puedenmorir, pero el pueblo carlista sigue.Montejurra fue representado como una unidad dentro de la variedad. Los peregrinosprocedían de clases sociales y regiones distintas. La noche anterior en Estellafue de "fraternidad profunda". Como dijo El Pensamiento, "todos son uno en lagran familia carlista". Y algunos carlistas subieron Montejurra en famille. El Pensamientohasta publicó fotos de un carlista viejo escalando el camino con su hijo ysu nieto. En 1957 un pequeño de 7 añós subió con su bisabuelo. Los discursos deldía subrayaron esta continuidad genealógica. La gente aplaudió a un dirigente quedijo que hablar al pueblo carlista en Montejurra significaba para él la máxima distinción:"que yo recibo rodeado de mi mujer y de mis hijos testimonio máximo quepuedo dejarles en herencia de fidelidad, como la de mis padres, a una Dinastía y aunas Ideas". El orador siguiente habló de la tradición familiar, "ya es bastante queexista esta tradicicón pues, qué más se puede decir de una idea, sino que haya llegadoa arraigarse de tal manera en la naturaleza paterna que incluso al transmitir elcuerpo a los hijos les transmitan los padres también la idea". Siguió, "El acto deMontejurra es un acto de veteranos, y también de juventud, y hasta de los que estánen expectativa de nacer para que están predeterminados a ser carlistas si son hijosde padres carlistas". Estas palabras fueron recibidas con aplausos. Algunos levantaronsus bebés por encima de sus cabezas, gritando "¡Muy bien"! ¡Muy Bien!.Sacrificio, emoción, espíritu, sangre, unidad dentro de la variedad, familia,continuidad genealógica: estos atributos y tareas reforzaron y elaboraron el discursoCarlista. Fueron una ampliación del discurso a la actuación del rito central delCarlismo. Como aspectos centrales común a todos carlistas buenos, su papel fue dereforzar un sentimiento de solidaridad. El rito a la vez presupuso y generó solidaridad.La gente se reunió en Montejurra para revitalizar su fe en el movimiento,para recordar las hazañas de los muertos, y más tarde en el día, para disfrutar delambiente festivo de carlistas, en un contexto carlista. Los participantes se encontraronno como aldeanos ni profesionales, ni sacerdotes, sino como Carlistas - unaidentidad no limitada ni por el pueblo natal, ni por el tipo de trabajo, sino comohomenaje al movimiento nacional del pueblo. La gente pudo dejar sus papelescotidianos durante el día de la ceremonia, dejar a un lado gran parte de su estructurasocial normal, y afirmar una manera algo distinta de organizar el mundo.El discurso empleado por periodistas, y las palabras de los oradores, intentaronpromocionar la unidad. Las lecturas distintas posibles del mensaje carlista,50 más tarde ejemplificado por la lucha ideológica entre tradicionalistas y progresistascarlistas, no fueron expresadas en los escenarios de Montejurra. En una plataformatan pública, los oradores no criticaron a sus colegas ni discutieron diferenciasinternas de opinión carlista. Montejurra no fue para ellos un lugar de debate;no fue un sitio donde se podían cuestionar misterios; fue uno donde los promocionaban.No hubo espacio allí para discusiones largas sobre las actitudes distintasmantenidas por las diversas facciones. Más bien para la mayoría de los oradores,fue una oportunidad de exponer de modo muy claro los ideales del movimiento,como ellos lo entendieron.La cumbre de Montejurra, cubierta con boinas rojas, la mañana de la ceremonia,dió sustancia literal a la idea de una comunidad carlista. La ceremonia dióexistencia real al carlismo, objetivando lo que era normalmente invisible. Si losrequetés no pudieron volver a tomar las armas, pudieron por lo menos reagruparse,desfilando ante su rey. Montejurra no fue sencillamente un espectáculo. No fuemeramente una vista impresionante para ser contemplada desde lejos: fue unaceremonia participante donde "la masa" fue parte intrínseca de la actuación. Elnúmero de personas que asistió a la ceremonia y su reacción a los discursos (o seala fuerza de sus aplausos) fue parte integral de los actos del día. Los carlistas sereunieron en la ceremonia para estar con sus compañeros, para conmemorar de unamanera colectiva sus muertos, y para glorificar un movimiento del que formabanparte. En la cumbre, los carlistas estuvieron más cerca del Señor y a la vez acompañadosespiritualmente por sus antecesores. Aquí, los vivos y los muertos seencontraron, bajo el cielo de Dios.Como una celebración colectiva de su propia existencia, Montejurra se parecea la concepción de Durkheim de ritos como actos donde sociedades pueden adorarsea sí mismas. Según esta lógica, para los Carlistas, Montejurra fue un peregrinaje,no a un dios, sino a sí mismos. En estos términos el rito no fue el carlismo objetivado,sino deificado.
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